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Trabajo práctico sobre la Apología Dionisiaca

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Apología Dionisiaca, mito, moral, Dionisio, instinto demoníaco y pasional del impetuoso artista Griego, pasiones humanas.

Agregado: 17 de JUNIO de 2003 (Por Michel Mosse) | Palabras: 2540 | Votar |
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Categoría: Apuntes y Monografías > Latín/Griego >
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    Apología Dionisiaca

    Filosofía

    1. Justificación
    2. Bibliografía

    JUSTIFICACION

    Hemos denegado del goce que produce entregarse al deleite exquisito que solo nos ofrece la posibilidad del crear, de entregarnos a nuestras más profundas pasiones y darles la fuerza para que tomen vuelo y puedan encumbrar las cimas más altas del ingenio.

    Desde el instante en que nacemos, encontramos en derredor, un sin número de incidencias que nos empiezan a transformar a medida que vamos desarrollando nuestro pensamiento. Esta serie de influencias, son propiciadas principalmente por circunstancias culturales que actúan sobre nosotros como una fuerza que moldea, hasta el punto, que estamos tan profundamente inmersos en nuestra cultura que nos es difícil situarnos con suficiente perspectiva y ver que ésta es sólo un conjunto de disposiciones hechas por el hombre para regular la vida social.

    Son definitivamente las influencias culturales, una de las principales bases de la conducta humana, que es originada en esencia por la existencia de sociedades organizadas. Pertenecer a una sociedad dada significa, cuando menos la exposición, sino la completa adhesión, a sus valores culturales, un cierto grado de conformidad con la conducta de sus miembros y la necesidad intima de contactos sociales satisfactorios con otras personas.

    En esta medida vemos como, a lo largo de la historia, las diferentes sociedades han reprimido de una u otra forma, algunos aspectos propios del hombre que según los paradigmas preponderantes del contexto, son mal vistos y consecuentemente cohibidos por los miembros de los subgrupos imperantes que dictan los derroteros que indican el comportamiento que adquirirá toda la sociedad incidida.

    Sin embargo, de alguna forma todos los seres humanos nos caracterizamos por conformar unas cualidades propias e individuales, dentro de la inmensa ola de alicientes que buscan hundirnos en las profundidades de aquel inmenso mar de turbias aguas igualitarias, que en su terrible arremetida a pocos permiten permanecer a flote sobre la superficie.

    Una de las más relevantes armas de que se sirve la cultura para coartar nuestros instintos y enfilarnos en la ringlera de la unilateralidad, es sin duda la moral, que tiene su origen en la interacción social, como método adecuado para ejercer un control social que permitiese la mutua convivencia de una comunidad, para lo cual había que inhibir ciertos comportamientos individuales que pudieran ocasionar conflictos interpersonales y otros de conveniencia particular.

    Moral que además, tuvo la necesidad de inventar un polo regulador, un elemento contradictor, una fuerza represora, una potencia que afirmara la luz, la lucidez, el principio de la espiritualidad en el hombre, entonces ideo la concepción hiperbólica de la razón. Todo para que la moral pudiera cumplir a cabalidad su función negadora de la vida, despreciadora de la sensualidad, la sensibilidad y la imaginación.

    La razón es un prototipo de conocimiento y de acción, un conocimiento aceptado durante algún tiempo. La razón permite comprender cómo piensan y actúan los hombres, dentro de que parámetros, pero no explica como evolucionan el pensamiento y la praxis. La razón no evoluciona a partir de sí misma. La razón es normativa, es un parámetro que establecen los hombres dentro de un proceso de civilización determinado, pero no algo convenido o propuesto voluntariamente, sino algo que se impone como una síntesis del proceso social, como un patrón aceptado, esteriotipado.

    Cuando la razón ha llegado a ser opresora, estrecha agobiarte, los hombres vislumbran un mas allá de la racionalidad, algo que no es en sí mismo racional pero que llegará a serlo. La aceptación de la realidad nueva, un cambio en la estrategia epistemológica, el rechazo de un proceso que aparecía a todas luces benéfico, pero que llega el momento en que revela sus repercusiones nocivas para la sociedad.

    Este mas allá obedece a impulsos internos, que traspasan las barreras de la racionalidad, se encuentra en la medula de la esencia humana, la cual obedece mas a una fuerza inédita interna, que a los ataviados vericuetos de las normatividades imperantes.

    En esta medida, es conveniente remembrar los antecedentes humanos que nos muestran una opción en lo instintivo y mundano, para así poder alcanzar la pluridimencionalidad que nos aproxime hacia la forma que nos permita ser mas humanos, en tanto que aceptamos nuestro ser como tal sin reprimir las sensaciones de tal forma que podamos darnos la oportunidad de la vida, que contraste nuestras pulsiones con la racionalidad imperante, gastada y castrante, y propicie otra nueva que posibilite un pensamiento y una acción mas ricos, mas comprensivos o gratificantes, que tengan como cimiento la imaginación, la sensibilidad en su mas amplia acepción: sensualidad, goce, arte, creación, juego...

    Estas son algunas de las cualidades que podemos dilucidar en el paso que se da del mito a la filosofía en la cultura griega, y que nos permiten observar como afectó de alguna manera la racionalización de las concepciones humanas en el fuero interno del hombre, lo cual lo llevaría a atar su ímpetu con los fuertes lazos de la razón, en detrimento del hombre mismo.

    Es extraño que la Grecia antigua, no evidenciaba los aspectos coercitivos de otras culturas, sino que en su inusitada diversidad de divinidades, héroes, musas y demás creaciones fantásticas basadas en la magnificencia de la naturaleza y la delirante embriaguez de las artes; haya labrado un soporífero hechizo sobre el pueblo griego, efecto que llevo a esta embrionaria sociedad, como por un efecto hipnótico, a una inusitada oleada de creación artística, que se dio en el teatro, en la escultura, en la música, en donde surgieron genios artistas de la talla de Sófocles, Fidias, Euripides, Esopo, Aristofanes, Hesíodo y muchos mas que gracias a que esta era una cultura viva, creativa, alimentada por la corriente venosa del mito, lograron engrandecerse en la magnificencia de la magia que ofrecía esta no intelectualizada cultura, muy al contrario de la que posteriormente se daría en occidente partiendo de la propia Grecia, en donde imperarían el dominio de la razón y la lógica los cuales terminarían por negar ese instinto demoníaco y pasional del impetuoso artista Griego.

    El mito era la simbolización de una cultura abundante en meandros y en ricas y complejas estructuras verbales, que eran interpretadas libremente por los artistas, dando lugar a una constelación de vivificantes que contribuyan a desarrollar la imaginación y a poblar su universo simbólico de creaciones que delectaban el espíritu.

    Todo esto porque la religión griega era una religión artística, no poseía sacerdotes ni dogmas. No se trataba de un mundo moral sino mas bien lúdico, profético y estético. No existía en todo caso una moral prescriptiva como la cristiana sino una visión somera de la vida, una praxis social avenida con la vida, respetuosa de la vida. No existía un mundo escindido, los dioses y los hombres moraban en el universo físico. Los dioses encarnaban las fuerzas naturales, poseían las pasiones humanas y luchaban al lado de los hombres en la guerra.

    Toda esta riqueza cultural y artística que se había formado con la fabulosa proliferación de nuevas creaciones que a la vez giraban en torno a la religión; vienen a ser cuestionadas por el intelecto consiente, por la mentalidad lógica, por la racionalidad imperiosa; que traería consigo la formación de la filosofía.

    La filosofía en su afán de buscar una forma coherente y juiciosa de discernir las eventualidades que su entorno le ofrecía, soslayó la esforzada herencia artística que sobre su genealogía pesaba, para en su lugar exponer una fría panorámica de austeridad que en antaño había sido desenfreno pasional en la que la pulsión dominaba las breñas de la creación, y los artistas dejaban regocijar su instinto deambulando a su libre albedrío por entre las praderas de la fantasía, henchidos de la ebriedad producida por las quimeras indómitas.

    Por alguna extraña razón la cultura griega empezó a enfocar su formación hacia los recónditos laberintos de la filosofía, que desde su principio trataba de apartarse de las creencias cotidianas para de una forma lógica llegar a conclusiones racionales, es así como se deja de lado la invención ilusoria para adentrarse mas en las cuestiones empíricas o por lo menos de mayor coherencia con la "realidad" de la vida.

    Este importante paso, es menester observarlo desde la perspectiva de las diferentes eventualidades que llevaron a esta sociedad a la transición de un orden social, fuertemente jerarquizado por un sistema de narraciones sacras, a un orden débilmente jerarquizado en que la idea de proporción, equilibrio y acuerdo priman como principios básicos de subordinación.

    Evidentemente existen muchos tópicos con los cuales podríamos analizar la transformación del pensamiento griego; y no es para menos ya que son innumerables los factores que en determinado momento pueden llegar a tener algún tipo de incidencia sobre una serie de acontecimientos en especifico.

    Consecuentemente podemos escrutar sucintamente algunos factores que tendrían relevancia en lo concerniente a este aspecto; como lo es la fortuita intromisión del ocio dentro de aquella sociedad que se asistió en el avasallamiento de las sociedades vecinas o de miembros de la suya propia como en tantos casos se dio, en donde las fratrías y las gens dominaban a los que se encontraban fuera de su exclusivo circulo, y les permitía adquirir a sus miembros cierto poderío político sobre los demás ciudadanos. De esta forma se fue dando una organización precaria de la sociedad que luego se vería abocada hacia la democracia, factor que también influiría en el proceso de transformación de las concepciones que manejaría esta sociedad.

    Los que realmente tenían acceso a la democracia y los privilegios de la polis eran los ciudadanos originarios de esta sociedad que basaban sus preeminencias y por ende su ocio, en los trabajos que realizaban los esclavos a sus servicios, permitiéndoles a ellos realizar otras actividades como el deporte, las letras etc.

    Este ocio es una condición necesaria en este paso del mito a la filosofía, pero definitivamente no es una condición suficiente para que aconteciese este hecho, ya que esta es una situación de carácter coyuntural que genera una ruptura con lo que allí se venia manejando; es necesario para llegar a esta situación de ruptura, entes haber tenido una formación estructural que finalmente nos guiara en esta dirección; esta referencia es sin duda, la serie de avances que se habían dado para la época, como lo son el aspecto económico, cultural, técnico, militar etc. Factores sin los cuales no se habría podido generar las diferentes situaciones de ruptura que llegarían a dar con los caminos de la filosofía.

    Por otra parte podemos encontrar en el mito, un principio organizador de la vida social de singular importancia: establece a la vez un cuerpo de prescripciones y un principio de inteligibilidad. Por lo general el mito instituye un acontecimiento inaugural que da razón a la existencia de la colectividad en el presente por referencia a un momento original. Todo acontecimiento que tenga lugar hoy es entendido como repetición del evento inaugural, el mito reduce así la aspereza de lo inesperado incluyéndolo dentro de un ciclo eterno en el que todo es repetición.

    Podríamos encontrar otra situación de ruptura, en la influencia de un sistema como el de los antiguos imperios micénico y minoico, en donde cualquier acontecimiento era competencia del rey, por más irrelevante que fuere, porque era este quien garantizaba la estabilidad de la realidad, basado en las creencias mitológicas y en los principios cosmológicos a los que atendían los pobladores de la época, y por tanto mantenían a la sociedad en relativo equilibrio.

    Necesariamente el imperio se tendría que desestabilizar con la invasión de los dorios que destruyo este equilibrio y dejo una brecha de enormes alcances. Para paliar esta irrupción catastrófica de la realidad, esta avalancha de acontecimientos sin avales ni responsables surgiría en buena medida el pensamiento racional; es entonces sobre la superficie de una basta crisis de soberanía como se sentarían las bases para el paso del mito a la filosofía, visto desde gran tiempo atrás en donde esta civilización entraría en un periodo oscuro del cual renacería con renovadas concepciones.

    Son por esta y tantas razones mas, por las que los griegos se vieron obligados a cambiar la ciega y cómoda fe en el mito, por la testaruda y difícil tarea de escudriñar respuestas en los recónditos e insondable parajes de la filosofía.

    Mas sin embargo, este nuevo entendimiento de la existencia, llevaría a la humanidad a auto imponerse una sin número de barreras, que le impedirían expresarse en sus máximas dimensiones, de tal forma que su fuerza interior se vería aplacada por la coacción de un entorno hostil y embebido por los rígidos preceptos apolíneos; los cuales en una larga etapa histórica llevarían al aletargamiento socarrón de la humanidad para después, en la actualidad llegar hasta el punto de convertir al hombre en una maquina humana funcional.

    Es por esto que debemos humanizar al hombre, dándole la oportunidad, de percibir la individualidad, libre de las cadenas totalitaristas, que amarran nuestras capacidades y que disminuyen la posibilidad de que algún día alcancemos una verdadera mayoría de edad, que estaría caracterizada, por el libre albedrío con autorregulación, de tal forma que el hombre actúe por si mismo sin la necesidad de preceptos ni reglas, con el suficiente criterio y sensatez para no atentar contra la colectividad en la búsqueda de su propio beneficio.

    Es para esto, que propongo la propensión por la universalidad del concepto, que nos permita integrar todos los aspectos de la vida y del hombre, restituir el mito, la lúdica, el erotismo, y todos los aspectos largamente reprimidos por la historia, para conjugarlos con la racionalidad inherente al hombre, en una amalgama indisoluble que nos conceda la oportunidad de sentir en extensa expresión, y alcanzar de alguna forma el modelo griego que alguna vez saboreo las dulces mieles de lo simbólico y de lo mundano, sin los temores supraterrenales ni alternos que nos inhibieran de discernir y expresar abiertamente.

    Comprendiendo para esto, que no existe un bien, químicamente puro; ni tampoco un mal impoluto; el bien comporta en alguna medida al mal; el mal conlleva el bien, sólo que subordinado. Las categorías opuestas presentadas unilateralmente no hacen más que congelar retazos de vida, idealizarlos sacarlos de contexto. Él darle realidad y validez a las categorías contrarias, tomadas en abstracto es proclive al moralismo. El bien absoluto o el mal absoluto son impensables, no son desde el punto de vista de la razón, son puro maniqueísmo, pura cursilería.

    En esta mediada podríamos aspirar a encontrar un sentido para la vida, diferente y más vivo del que nos inculcan los preceptos sociales imperantes, librándonos de las cadenas de la opresión cultural, para comprender el entorno de una forma más pura, sin polarizaciones que nos contengan. De tal forma que podamos librarnos de alguna forma del desmesurado consumismo y de las extremas racionalizaciones que nos conducen al absurdo, y este a una vida sin sentido.

    BIBLIOGRAFíA

    DUQUE, Henao María Cristina. Manual para trazar ideas. Bogotá: Editorial de la UNAD, 2000.

    BOTERO, Uribe Darío. La voluntad de poder de Nietzsche. Bogotá: Ecoe ediciones, 2000.

    VERNANT, Jean Pierre. Mito y pensamiento en Grecia antigua. Barcelona: Ariel, 1983.

    MANN, Leon. Elementos de psicología social. México: Editorial limusa, 1987.

    SANDOVAL, Barrera Humberto. Introducción al filosofar. Bogotá: Ediciones Hispanoamericanas, 1995.

    BOTERO, Uribe Darío. El derecho a la utopía. Bogotá: Ecoe ediciones, 2000.

    NIEZSCHE, Friedrich. El nacimiento de la tragedia. Madrid: Alianza, 1981

     


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