|
La Odisea
1. Introducción
En
este trabajo práctico vamos a analizar la personalidad del protagonista de
La Odisea; pero antes de tocar este tema quisiéramos reflexionar acerca de
Homero, el primer poeta subjetivo, no en vano Nietzsche afirma que el oráculo
de Delfos le atribuyó gran veneración: oráculo a través del cual el dios Apolo
se comunicaba con los mortales, el cual demandaba de sus seguidores una vida
de templanza, (sophrosyne), donde se manifiestan amores sin furor y una armonía
que surge de la dominación que uno ejerce sobre sí. Opuesto totalmente a lo
que Dioniso demanda en sus cultos, esa desmesura (hybris), característica
de las tragedias griegas.
Homero va a resaltar esas cualidades apolíneas en un Odiseo astuto y perspicaz,
gracias a las cuales saldrá airoso de todas sus aventuras.
El esquema corriente de la interiorización del sacrificio, la renuncia, el
astuto sobrevive sólo al precio de su propio sueño, que paga desencantándose
a sí mismo y desencantando a las potencias externas. Sin olvidar que el protagonista
sabe interiormente que si alcanza una meta prefijada su destino pierde sentido,
ya que el mismo se alimenta del peligro y del sacrificio, hasta que la vida
le proponga un nuevo desafío.
2. Desarrollo
Odiseo
en la isla de los lotófagos (canto noveno)
Al pasar por esta isla Odiseo sabía muy bien que quien come ese alimento (loto)
está perdido. Pero en este caso a la víctima no se le reserva nada malo "los
lotófagos no tramaron ciertamente la perdición de nuestros amigos, sino que
tan pronto como hubieron gustado del fruto, dulce como la miel, se olvidaron
de sus diligencias, y ya no pensaron en tornar a la patria, antes bien llenos
de olvido querían quedarse con los lotófagos".
La maldición que representaba estos manjares sólo los condenaba a un estado
original, sin lucha y sin destino. Este idilio con la naturaleza, a los ojos
de Odiseo, no puede ser consentido, ya que su objetivo era la autoconservación
racional. Ese alimento representaba para Odiseo la mera apariencia de la felicidad,
en el mejor de los casos, sería la ausencia de la conciencia de la infelicidad.
Pero la felicidad implica verdad: es esencialmente resultado, se desarrolla
a partir del dolor superado. Por eso el héroe no tolera quedarse con los lotófagos,
sostiene contra ellos su misma causa: la realización de su destino. "mas
yo los llevé por la fuerza a las cóncavas naves y aunque lloraban, los arrastré
y los hice atar debajo de los bancos".
3. Odiseo en la tierra de los cíclopes (canto noveno)
"Partimos
con el ánimo afligido y llegamos a la tierra de los soberbios cíclopes, gentes
sin ley, que confiados en los dioses inmortales no cultivan los campos ni
labran las tierras, sino que todo les nace sin semilla y sin arada"
En este episodio el cíclope representa una era posterior, la edad propiamente
bárbara, que es la de los cazadores y los pastores. El atributo de la barbarie
de este pueblo coincide en Homero con el hecho de que no se practica una agricultura
sistemática, y justamente la falta de leyes objetivas de estos trogloditas
es por lo que Homero dice "se abandonan y viven en estado salvaje".
Una vez capturados Odiseo y sus compañeros por Polifemo, y al comprobar la
malicia y barbarie del cíclope, el héroe trama un ardid: espera que devore
a otros de sus compañeros y le ofrece de su vino: "éste está hecho con
ambrosía y néctar (...) y cuando los vapores del vino envolvieron la mente
del cíclope, le dije con lisonjeras palabras: Cíclope, pregunta cuál es mi
nombre ilustre, y voy a decírtelo (...) Mi nombre es Outis (Nadie), y Outis
me llama mi padre, mi madre y mis compañeros todos".
Tal astucia pertenece a un folclore bastante difundido. En griego constituye
una confusión verbal: en una misma palabra el nombre Odiseo y el significado
nadie, difieren entre sí. Pero para nuestro oído Odiseo y Outis tienen un
sonido semejante y se puede pensar que en uno de los dialectos en los que
se transmitía la historia del regreso a Itaca, el nombre del rey de la isla
sonase como "nadie".
El hecho de que después de la agresión Polifemo hubiese respondido "nadie"
a la tribu que preguntaba el nombre del culpable, contribuye así a ocultar
lo acaecido y a sustraer al culpable de la persecución.
Otra vez Odiseo en su afirmación de sí es, como en toda la epopeya, negación
de sí. De tal suerte el sujeto vuelve a caer en el mismo círculo vicioso de
la necesidad natural de la que trata de huir, asimilándose a ella. Quien para
salvarse se llama "nadie" y adopta la asimilación al estado de naturaleza
para dominarla, cae víctima de la hybris. El astuto Odiseo no puede obrar
de otra forma: en fuga, no se limita a burlarse de Polifemo, sino que le revela
su verdadero nombre y su origen, como si la prehistoria tuviese tanto poder
aún sobre él.
Odiseo frente a la amenaza de las Sirenas (canto duodécimo)
En esta aventura Odiseo entiende que es imposible oír a las Sirenas y no caer
bajo su imperio, no pueden ser desafiadas impunemente. Desafío y enceguecimiento
son la misma cosa, y quien desafía es ya víctima del mito al que se expone.
Pero la astucia es el desafío vuelto racional. Odiseo no decide confiarse
libremente a los encantamientos, en la ilusión de que
su libertad le baste como escudo, y comprende que por más que pueda distanciarse
conscientemente de la naturaleza, sigue estando subyugado a ella en la medida
en que la escucha. Por lo tanto se hace atar al mástil reconociendo su fragilidad
frente a esas criaturas, sobre las cuales la diosa Circe le advierte que encantan
a cuantos hombres van a encontrarlas, y que todo cuanto les prometían estas
criaturas era cierto, pero el que sucumbía bajo ese canto perdía su individualidad
y se fusionaba con la naturaleza.
Odiseo reconoce la superpotencia arcaica del canto de las sirenas. Él es atraído
por las Sirenas más que ningún otro, sólo que ha dispuesto las cosas de tal
forma que aún caído no caiga en poder de ellas, ya que sus compañeros que
reman con los oídos taponados, no están sordos sólo para las Sirenas, sino
también para el grito desesperado de su capitán.
Las Sirenas tienen lo que les corresponde, pero ya reducido y neutralizado.
La epopeya no dice qué les ocurre a las Sirenas después de este episodio,
pero en la tragedia hubiera sido, sin duda, su última hora, como lo es para
la Esfinge cuando Edipo resuelve la adivinanza.
A partir del encuentro felizmente fallido entre Odiseo y las Sirenas todos
los cantos han quedado heridos y los mitos pierden su vigencia, dando origen
a lo que va a representar a nuestra cultura occidental: la racionalidad.
4. Conclusión
A
diferencia del mito donde cada momento del ciclo satisface al que lo precede,
y colabora de tal suerte a instaurar como ley el nexo de la culpa, a ello
se opone Odiseo. El Sí representa la universalidad racional contra la ineluctabilidad
del destino. Odiseo debe sustraerse a las relaciones jurídicas que lo circundan
y lo amenazan desde todas partes y que están inscriptas en toda figura mítica.
El héroe satisface la norma jurídica, de tal forma que ésta pierda su poder
sobre él, en el momento mismo que él se lo reconoce.
Estas son las características personales que Homero imprime en su héroe y
que hacía reconocer a Esquilo que sus obras eran sólo migajas del banquete
de este gran poeta.
Nietzsche dijo que "en la antigüedad todos los griegos soñaban con Homero,
y que Homero representaba a un griego soñando", y nosotros reconocemos
que este es un gran sueño que llega hasta nuestros días a través de este maravilloso
poema épico.
5. Bibliografía
Horkheimer,
Max y Adorno, Theodor W.: Dialéctica del Iluminismo Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1978.
Nietzsche, Federico: El nacimiento de la tragedia Alianza Editorial, Buenos
Aires, 1995.
Homero: La Odisea Editorial Losada, Buenos Aires, 1944, cantos IX , XII.
Aún no hay comentarios para este recurso.
Monografias, Exámenes, Universidades, Terciarios, Carreras, Cursos, Donde Estudiar, Que Estudiar y más: Desde 1999 brindamos a los estudiantes y docentes un lugar para publicar contenido educativo y nutrirse del conocimiento.
Contacto »