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El barroco español.

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Categoría: Apuntes y Monografías > Historia del Arte >
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    EL BARROCO ESPAÑOL.

    ARQUITECTURA Y ESCULTURA

    Introducción: el Barroco es el período histórico comprendido desde finales del siglo XVI a mediados del XVII. Sus fronteras estaban limitadas a Europa y algunas colonias extranjeras, pero acabó extendiéndose por todo el mundo.

    Al arte barroco se le puede caracterizar por el gusto por lo monumental y lo colectivo, que se opone al individualismo protestante; por el deseo de impresionar; por la exhibición de poder material, sobre todo de riqueza; y por la importancia de las superpsticiones decorativas.

    Características generales en España

    España es uno de los paladines de la Contarreforma católica Los jesuitas españoles luchan en Trento para defender la indiscutibilidad del dogma y la primacía absoluta de los asuntos espirituales sobre los materiales. El poder de la Iglesia será tremendo y dada la unidad española y su expansión americana tendrá mayores consecuencias que en la dividida Italia. Esto explica las más notorias características de nuestro barroco: la primera es que la temática plástica tendrá un definido carácter religioso; la segunda es que se trata de un arte que será utilizado como argumento convincente del poder católico El arte se dirigirá antes a la sensación que a la razón.

    Además se trata de un arte de gran originalidad, que desde lo mudéjar no habla alcanzado El Barroco español es una poderosa mezcla de ornamentación y sobriedad.

    Es un barroco emotivo y alucinado. La rica policromía de la escultura o el atormentado movimiento de las figuras está sustentado por una imagen patética o tremendamente dramática Otra característica notable es la pobreza de los materiales utilizados.

    El siglo XVII, a pesar de ser nuestro primer Siglo de Oro, oculta en España una economía débil. El oro de América mal empleado, no ha hecho sino precipitar las cosas; pero no se quería renunciar al papel de gran potencia ni por parte del rey ni de la Iglesia, y por ello se construyen magníficas iglesias y grandes palacios en los que el ladrillo es mucho más frecuente que el mármol y la piedra En cuanto a la escultura, se usará casi exclusivamente la madera.


    Arquitectura Barroca

    En arquitectura el barroco español mantendrá los esquemas fundamentales del edificio, sobre los que se diseñará toda la fantasía ornamental.

    El inicio de la arquitectura barroca española

    Uno de los primeros arquitectos que se separa de la austeridad esculiarense es Juan Gómez de Mora, autor en 1617 de la Clerecía de Salamanca, que es el prototipo de barroco equilibrado. En Madrid traza la Plaza Mayor y el Ayuntamiento, ambos de recuerdo claramente herreriano otro interesante monumento barroco de este momento es la Sacristía del Monasterio de Guadalupe. A pesar de lo profuso de su decoración todo ello se encuentra enmarcado en severas líneas arquitectónicas, este tipo de barroco podría denominarse "barroco-plateresco".

    La plenitud del barroco castellano

    El genio creador de José de Churriguera rompe con todos los moldes establecidos y alcanza la auténtica libertad expresiva hasta el punto de que se ha denominado churrigueresco a todo el arte barroco que se caracterice por la multiplicidad de ornatos y descoyuntamientos de los elementos tradicionales.

    También se le deben el palacio y la iglesia de Nuevo Bartán y el Retablo de San Esteban, en Salamanca, en el que utiliza unas columnas salomónicas gigantescas y que definirá el tipo de retablo que se extenderá a ambos lados de la meseta.

    A los Churriguera (fueron varios hermanos) se deben importantes obras, como la plaza de Salamanca, la cúpula de la Catedral de Salamanca y un estudio planimétrico de Madrid.

    Narciso Tomé es padre de otro grupo de arquitectos decoradores. Su obra principal es el Transparente de la girola de la Catedral de Toledo; allí representa el Don de la Sagrada Comunión a la Humanidad Las tres artes plásticas quedan integradas en una sola por primera vez en el Barroco.

    Pedro Ribera es el más importante de arquitecto de todo el barroco español, de insólita imaginación creadora y un excelente ingeniero constructor. Trabaja principalmente en Madrid, ciudad a la que da una inconflundible fisonomía, con lo que se ha dado a llamar a su estilo barroco madrileño. Es esencial en su obra el empleo del baquetón, o moldura cilíndrica muy gruesa que se quiebra o encurva ciñendo puertas y ventanas. Entre sus obras de ingeniería merece especial atención el Puente de Toledo en Madrid.

    La arquitectura barroca en Andalucía y Galicia

    En Andalucía lo árabe y lo mudéjar estaban en el alma popular, y en una época de tanta libertad expresiva como d barroco, aflora con enorme vivacidad, En Sevilla se da el barroco más singular, síntesis de lo morisco, lo plateresco y lo barroco. Tiene sus mejores artífices en la dinastía de los Figueroa. A Miguel de Figueroa se le debe la obra maestra de este tiempo: la Iglesia de San Luis; la cual es de una claridad bramantesca, con una gran cúpula sobre el cimborrio de la cruz griega. La decoración combina el ladrillo y la piedra.

    En Galicia, y particularmente en Compostela, nos encontrarnos con una escuela regional en la que el barroco alcanza notas de gran originalidad. La dureza del material utilizado, granito, obliga a los arquitectos a limitar la ornamentación, que es sustituida por combinaciones de figuras geométricas.

    Andrade, en la Torre del Reloj de la catedral, ya señala esa tendencia de resaltar la estructura sobre el adorno, al superponer dos cuerpos prismáticos coronados por un remate en forma de cúpula.

    Cabe destacar a Casas Novoa, autor de la fachada del Obradorio de la Catedral de Santiago de Compostela, una dc las creaciones más conseguidas del barroco, Entre dos torres, el maestro eleva un gigantesco arco de triunfo que remata en una serie de elementos curvados, consiguiendo la Sensación ascendente de las catedrales góticas.

    Arquitectura palaciega

    La arquitectura palaciega adquiere Importantes dimensiones con los Borbones. A partir de fines del siglo XVII con la nueva dinastía llegan a España arquitectos franceses e italianos que introducían tardíamente en España las plantas elípticas de Borromini, así como las fachadas curvas. Pero su labor más importante se centra en los palacios. En Madrid, Juvara y Sacheflí levantan el Palacio Real.

    Hay que señalar como animó la influencia francesa a fundar academias que velasen por la pureza de las Artes.

    Escultura Barroca

    El signo que caracteriza a las artes figurativas españolas del siglo XVI es el realismo, Tras el paréntesis obligado del purismo renacentista, donde la inspiración era forzosamente buscada en los modelos idealizados de la Antigüedad, España torna a lo que es más entrañable, es decir, a ese realismo que vemos como denominador común en todos los tiempos. El barroco significa la puerta abierta a la libertad y la fantasía creadora.

    La temática queda fijada por quien es casi único cliente: la Iglesia; pero ahora se alzan retablos libres en los que la escultura aparecerá exenta y rara vez en bajorrelieves en contraposición a tos retablos puramente arquitectónicos renacentistas

    En cuanto a los materiales, se talla siempre en madera policromada La policromía viene a reforzar el profundo sentido realista, que no consiste en copiar la realidad, sino en hacer eterno lo efímero.


    La escultura en la Corte

    La Corte no es el lugar que atrae el. interés de los escultores, cosa bastante curiosa. Ello se explica si consideramos que el primer cliente de los artistas era la Iglesia, y la Iglesia se encuentra más asentada en Castilla la Vieja y Andalucía que en Madrid.

    La estatuaria oficial apenas existe, y sólo cabe citar las estatuas ecuestres de Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid y la de Felipe IV en la Plaza de Oriente. Esta última es una de las estatuas ecuestres más importantes de la historia; diseñada por Velázquez, fue fundida por Pietro Tacca en Italia. Se sabe además que Montañés hizo un modelo que sirvió para la cabeza y se supone que Galileo hizo los necesarios cálculos para que la estatua pudiera sujetarse en un difícil equilibrio.

    La escultura de la Corte se mueve bajo el realismo castellano y la elegancia andaluza El más interesante de todos los artistas es el portugués Manuel Pereyra, que vivió en Madrid casi 30 años, hasta su muerte en 1667. Su realismo es sobrio y se Inspira directamente del natural; la policromía es de gran calidad. Hizo varios retablos, obras sueltas y esculturas de piedra para exteriores. Es notabilísima la de San Bruno en la Academia de San Fernando. Pereyra influye y define lo que será la escuela de Madrid.

    Diferencias las entre las escuelas castellana y andaluza

    Se puede hablar de la existencia de dos grandes escuelas de escultura: la castellana y la andaluza.

    Ambas escuelas son realistas, pero mientras la castellana es hiriente, con el dolor o la emoción a flor de piel, la andaluza es sosegada, buscando siempre la belleza correcta sin huir del rico contenido espiritual.

    Mientras en Andalucía las imágenes son siempre bellas, en Castilla se rinde culto, a veces, a Cristos horripilantes. Otra característica diferencial lo constituye la policromía. Hasta el siglo Xv' se usaba el fondo de oro, sobre el que pintaba y rascaba para hacer salir los dibujos (estofado), este oro matizaba los colores dándoles una elegancia y suntuosidad muy digna. Con Gregorio Fernández se abandona el oro en Castilla para obtener un mayor realismo; sin embargo en Andalucía se continúa durante mucho tiempo con el fondo de oro. La policromía Castellana tendrá menos elegancia que la andaluza.

    Castil1a: el realismo violento

    Gregorio Fernández (m. en 1636) gallego, es el primer gran escultor español que desde el Renacimiento no tiene nada de italiano Hombre profundamente religioso trata de transmitir su fe y sus emociones en un estilo directo y muy convincente. Su realismo es patético pero sin caer en las vulgaridades o fealdades inútiles. Sus desnudos, exclusivamente masculinos, no suponen un alarde de conocimientos anatómicos al modo manierista, sino un estudio correcto del natural. Las cabezas, profundamente expresivas, llevan al espectador casi al punto del desagrado. El modelado de sus ropajes resulta un tanto convencional, pero colabora a la reciedumbre y aspereza de su expresión.


    Su primera obra, de gran patetismo, es el Cristo yacente del Pardo. El tema hizo fortuna y a partir de él se han realizado cientos de Cristos yacentes. En otras representaciones de Cristo, Fernández acierta en su verismo dramático De los Cristos en la cruz, el más importante es el dc la Luz, hecho para San Benito de Valladolid.

    No podrían faltar las Vírgenes Dolorosas y el tema de la Purísima Concepción, tan querido por la devoción española, que resuelve Gregorio Fernández dando a sus Inmaculadas un ingenuo candor casi infantil que convence sin reservas. Un buen ejemplo lo constituye la de San Esteban de Salamanca. Igualmente trabaja en grupos para los Pasos de Semana Santa y en retablos, donde impone la sencillez arquitectónica, dada su predilección por las figuras grandes

    Andalucía: el realismo clásico

    Con el comercio de América, los puertos del Sur, especialmente los Cádiz y Sevilla, transforman a Andalucía en la zona más rica de esa época, lo que supondrá un mayor desarrollo artístico para la región. Por otra parte Granada había sido la gran ciudad del Renacimiento andaluz, donde los Sibé habían dejado una marcada herencia clásica Sevilla y Granada serán los polos de atracción del arte andaluz del siglo XVII.

    Juan Martínez Montañés, nacido en Alcalá la Real (Jaén), aprende en Granada y pronto marcha a Sevilla. Su prestigio llegó a ser tan grande que eclipsó a todos los escultores contemporáneos a él. Mantuvo siempre en su obra una distinción y una mesura clásicas, pero al servicio de una innegable realidad, Su talla está muy bien modelada y sus grandes palos dan grandiosidad a la imagen. Se diría que su devoción va dirigida más al alma que a los sentidos. Su policromía bien equilibrada dista mucho del cromatismo desgarrador de la escultura castellana.

    En una primera época realiza numerosas obras de muy diversas tendencias como si no encontrara su propio camino, pero la verdadera revelación de su personalidad es el Cristo de la Clemencia, hecho a los 38 años. Es el prototipo andaluz del Cristo en la cruz; sin excesivo dramatismo, con poca sangre, y aún vivo, parece mirar a los fieles "quejándose de que por su culpa padece".

    Poco después realiza obras tan importantes como el Retablo de Santo Domingo, También crea el tpo de Niño Jesús desnudo, delicioso y bellísimo De toda la serie el mejor es el de la parroquia del Sagrario en Sevilla. El mejor momento de Montañés se refleja en el retablo que hizo en Santiponce, en donde destaca la imagen de San Jerónimo que hizo toda de su mano ya que se podía sacar en procesión. Por su grandiosidad son notables las imágenes de las Virtudes, San Juan Bautista y la del Crucificado.

    Muy avanzada su obra y vida logra crear un tipo de Inmaculada, que será una de sus más sugestivas obras. Para la catedral sevillana hace una Virgen que es una mujer joven, con el manto caído sobre los hombros y recogido en una de sus puntas, lo que produce amplios pliegues que le procuran una serena majestad. La cabeza levemente inclinada y una tenue sonrisa, mitad ingenuidad, mitad melancolía, proporcionan a la obra esa religiosidad que convence al teólogo y gana el corazón del devoto sencillo.

    Su fama en vida sólo es comparable a la que Miguel Ángel tuvo en Roma.


    Alonso Cano nace en Granada y aunque estudia en Sevilla desarrolla casi toda su obra en su ciudad natal. Es una de las personalidades más fuertes del arte español. Violento y orgulloso, soñador y utópico, luchó toda su vida por conciliar sus ideales con la realidad. Como los maestros renacentistas es pintor, escultor y arquitecto, lo que le permite elaborar sus retablos de forma íntegra, ya que él trazaba la arquitectura, realizaba las esculturas y las policromaba, Es el primer escultor andaluz que no utiliza el oro, lo que le obliga a meditar y ponderar más el valor expresivo del color en la escultura. Su obra trata de romper el recuerdo clasicista de Montañés y gana en hondura expresiva y en dinamismo.

    Alcanza la madurez artística cerca de los 30 años. En ese tiempo hace el Retablo de la Iglesia de Lebrija, donde talla una gran imagen de la Virgen madre, solemne, casi hieráfica, que recoge su manto en la parte superior y se ciñe a los pies, creando así un modelo de gran trascendencia en la iconografía católica.

    Cano se establece en Madrid, por instigación de Velázquez. En la Corte, entre numerosos pleitos y crisis emocionales, realiza una importante obra corno pintor. Vuelto a Granada, trabaja para la decoración de la catedral. Después de otro viaje a Madrid, donde deja alguna escultura; toma a Granada, donde ordenado clérigo, vivirá hasta su muerte.

    Son particularmente bellas sus imágenes pequeñas como la de San Francisco en la Catedral de Toledo; y sobre todo la Inmaculada del Facistol (Granada), con la que crea un tipo distinto a la de Montañés, Alejándose del clasicismo no resulta demasiado realista La cabeza inclinada, abstraída, parece sobreponerse al espacio y al tiempo; el manto que la envuelve en amplias curvas hasta el centro, se agudiza hacia a los pies, recogiendo la composición en una singular llama mística, Al final de su vida nos sorprende con unas geniales esculturas miguelangelescas de Adán y Eva.

    Pedro de Mena, discípulo y colaborador de Cano, trabaja en Granada y Málaga. Muy distinto a su maestro es más realista que él y comunica tos estados de ánimo de modo muy directo. En su juventud realiza la sillería del coro de la Catedral de Málaga, donde adelanta el tipo de santos ascéticos que será lo característico de su obra.

    Destacan de entre sus obras el San Pedro de Alcántara y sobre todo el San Francisco de la Catedral de Toledo, que es junto con la Inmaculada de Cano una de las obras más trascendentales de nuestra imaginería

    Su gran calidad técnica y su sentido realista nos han dejado una extensa colección de retratos, estatuas de penitentes, Dolorosas, Ecce Hornos y Magdalenas, de gran tensión dramática y vibrante realismo, pero siempre dentro de la mesura andaluza.

    Continuador de Mena pueden citarse a José de Mora, mucho más exaltado y teatral. Con él, la escultura española perderá la sencillez y el naturalismo y se adentra en el más complicado barroco rococó de los primeros Borbones españoles.

    Murcia: Salzillo

    Francisco Salzillo (1707-1783). Hijo de un escultor napolitano establecido en Murcia, trabaja en esta ciudad toda su vida. A diferencia de la estatuaria barroca andaluza del siglo XVII que concebía las esculturas aisladas, en Levante se organizan grupos enteros, que a modo de secuencias, van narrando la pasión ante los fiel es. Sabe contactar con el alma del pueblo, por lo que fue admirado y comprendido inmediatamente. Su obra más importante es el Paso de la Oración en el Huerto. El desnudo del ángel, casi clásico, está imbuido de un gran ímpetu realzado por el brazo que señala un punto fijo en contraste con el desmayado Cristo. La figura del ángel resulta confortadora.

    Como buen hijo de napolitano, importa a nuestro país el gusto por los Pesebres, realizando el mismo uno que puede citarse entre lo mejor de su obra.

    Salzillo cierra en España el gran ciclo del barroco y abre, con el equilibrio de su plástica, el gusto por lo clásico.

    Pintura Barroca

    Tendencia general

    La pintura barroca hispana significa de modo general el triunfo de una tendencia que privilegia el realismo, incluso en sus aspectos dolorosos y patéticos.

    Con el cambio de siglo se abandone el Manierismo en busca de un decidido naturalismo. En este proceso el punto de partida es el tenebrismo de Caravaggio y sus novedosas indagaciones sobre la luz. Casi todas las escuelas siguen esta nueva tendencia, que algunos como Velázquez superarán con el tiempo.

    Características de la pintura barroca española

    La pintura barroca realizada por los artistas españoles ofrece algunas notas relevantes más por su contenido y su reflejo social que por sus perfiles formales:

            Es muy notoria la ausencia de rasgos que fueron habituales y definidores durante el Renacimiento: lo heroico, los tamaños superiores al natural, las glorias corales de los fresquistas italianos. Predomina una cierta intimidad y un sabor de humanidad poco o nada teatral. Se opta por la composición sencilla.

            Predominio de la temática religiosa y especialmente de su expresión ascética o mística. La expresión del sentimiento religioso se ve ayudada por elementos tales como el éxtasis, la mirada dirigida al cielo, el movimiento de la composición. A Velázquez se le debe la incorporación del paisaje y la fábula pagana. Los bodegones, sobre todo en Zurbarán, constituyen un género característico.

            Ausencia de sensualidad, por obra de una implacable vigilancia que no se ablanda en España con la tolerancia que fue poco a poco introduciéndose en Italia o Flandes. Las obras que presentan una naturaleza más exaltada tienen una notable influencia rubeniana (algunas de las obras de Velázquez).

            El Tenebrismo expresa muy bien esos valores, por lo que se comprende mejor su éxito entre nosotros y no es posible reducirlo a una técnica importada de Italia Es destacable la temprana fecha en que nuestros pintores se entregan de lleno al estudio de la luz.

            Se suele clasificar a los pintores barrocos en función de la ubicación geográfica de sus centros de trabajo, y así se habla de la escuela valenciana, sevillana o madrileña.

    Ribalta y Ribera: La plena incorporación del Tenebrismo

    El carácter evolutivo de las técnicas pictóricas queda bien ilustrado en la labor de Francisco Ribalta (1565-1628), pues muestra una notoria semejanza con las composiciones de Navarrete y con algunos pintores italianos de El Escorial. La huella de Caravaggio se nota en su obra Cena (Museo del Prado).

    En José de Ribera (1591-1662) nos encontramos una de las figuras más representativas de la pintura barroca. Nacido en Játiva (Valencia), estudia con Ribalta y se traslada muy joven a Italia, donde recibirá el influjo de Caravaggio. En Roma vive en ambientes humildes e introduce en sus ternas el mundo doliente de los mendigos; en Nápoles recibe el apoyo del virrey, su arte triunfa y vive rodeado de lujos, aunque amargado por problemas familiares.

    En su estilo se fundirá la profunda emoción religiosa de la pintura española y el dominio del color y de las luces, a partir del estudio de los grandes pintores renacentistas romanos y de los tenebristas, Así nos hallamos ante un arte sombrío y dramático, próximo a Caravaggio, pero con mayor riqueza cromática y religiosidad más patética que la del fundador del Tenebrismo.

    En su obra no faltan cuadros realistas, inspirados por su vivencia bohemia de Roma, como El niño cojo quien sonríe mostrando la suciedad de sus dientes ajeno a la tragedia de su pie destrozado, ni los cuadros naturalistas como La mujer barbuda, ejemplo que demuestra que el ansia de bucear en la realidad que inspira a los pintores barrocos desemboca en la representación de todo aquello que se dé en la naturaleza, aunque sea desagradable, raro o feo. Con cierta frecuencia cultivó el tema mitológico, a veces con ironía, otras para plasmar inmensas figuras musculosas que representan en el barroco el mismo mundo sobrehumano de Miguel Angel; así su serie de gigantes: Ixión, Ticio.

    El género religioso ocupa la parte central de su actividad Sus apóstoles, como San Andrés y sus ermitaños como la Magdalena y San Pablo, que hacen penitencia en cuevas oscuras, iluminadas al fondo por una entrada que permite ver un tronco desnudo, En las grandes composiciones como El sueno de Jacob ( El Prado) insiste en su preocupación por la fuerza; nada más alejado de un sueño plácido que el dormitar de ese hombre fornido, cuya cabeza pesa como una mole sobre su mano áspera. Un compendio de su estilo puede verse en el Martirio de San Bartolomé (Prado) fechado en 1630.

    Afán constante de su estilo es la representación de la ruina del cutis humano; es el pinto de las frentes arrugadas, los dedos ásperos y los muslos delgados que permiten la visión de los huesos.

    En la riqueza del color y la maestría de la composición podría ser considerado un pintor italiano, pero por la emoción religiosa y su realismo intenso, constituye uno de los exponentes más altos del barroco español.


    La escuela andaluza

    Los máximos representantes de la pintura barroca del siglo XVII están relacionados en su mayoría con la ciudad de Sevilla, por ser esta la ciudad de mayor población de la Península, y concentrar en su puerto el comercio de las Indias. Este negocio reclama la presencia de mercaderes ricos que ayudan a crear un animado mercado artístico.

    En Sevilla trabajaron varios de los pintores que provocaron la transición de Manierismo a Barroco, incorporando el naturalismo, como Herrera el Viejo que significó un paso decisivo hacia un realismo nada grandilocuente y que busca lo verosímil y lo natural prestando especial atención a la investigación de los aspectos psicológicos. A Francisco Pacheco le cabe el honor de ser el maestro de Velázquez.

    Zurbarán

    Francisco Zurbarán (1598-1664) tuvo sus mejores clientes en los conventos sevillanos y extremeños, región esta última de la que era natural. Pertenece a la misma generación que Velázquez, con quien mantuvo amistosas relaciones, A pesar de haber trabajado en la Corte en la ornamentación del Salón de Reinos y practicado allí temas de batallas y mitología (Las Historias de Hércules). Zurbarán queda como un pintor aparte de sus contemporáneos, apoyándose en el uso del blanco y prescindiendo de los fondos arquitectónicos.

    En Zurbarán la luz juega un papel original y decisivo; es un tenebrisnio peculiar en el que las figuras irradian ellas mismas una vivísima iluminación y que hace olvidar la anécdota para expresar mejor la intemporalidad de la experiencia religiosa de esas imágenes transfigrradas.

    A partir de la peste de Sevilla de 1649, se traslada a Madrid y pierde su hegemonía y su clientela; además del rápido ascenso de otro pintor sevillano corno es Murillo, que dotaba a sus cuadros de una gran dulzura. Zurbarán intentó imitar esta dulzura y pierde autenticidad.

    Un género que Zurbarán cultivó con lograda perfección fue el de los bodegones, en los que sabe imponer una sobria ordenación y logra una inimitable inmaterialidad a base de luz blanca.

    Alonso Cano

    Otro gran maestro de la escuela andaluza es Alonso Cano (1601-1667), granadino de cuna pero formado también en el taller sevillano de Pacheco, donde coincidió con Velázquez (1616) Cultivó diversas artes como la talla y la traza de retablos en incluso la arquitectura (es autor de la fachada de la Catedral de Granada); pasó varios años en la Corte retornando al final a su ciudad natal como racionero de la Catedral.

    Alonso Cano era hábil dibujante, muy estudioso de la composición de sus cuadros y creador de tipos femeninos que repetirá de forma ininterrumpida, en los que busca una belleza plástica y una feminidad infantil tales que, permiten hablar de una inflexión en la pintura española que se relacionaría con el modo de hacer de Murillo.

    De su época madrileña es el famoso Milagro del Pozo, en el que San Isidro rescata a su hijo. En la Virgen y el Niño, del Museo del Prado, queda definido el tipo propio de su ideal femenino destacando ante un paisaje de luz mortecina.

    En su regreso a Granada pinta Los gozos de María para la capilla mayor de la catedral.

    Velázquez: Cumbre de la pintura Barroca

    Diego de Silva y Velázquez (l599~l66O) nació en Sevilla, en una época en la que la ciudad andaluza, centro de las comunicaciones con las Indias, era la ciudad más importante de España. A los 11 años ingresó en el taller de Pacheco, con cuya hija contraería matrimonio años más tarde, y de él aprendió el arte de la pintura. Pronto rompió con los rígidos preceptos de Pacheco, en los que el dibujo era el fundamento del cuadro, para iniciar un arte más vivo, observando la realidad y copiando los modelos con sus movimientos y expresiones. En las obras de su etapa sevillana muestra una evidente devoción por el Tenebrismo, quizás aprendido en pinturas o copias de Caravaggio. Al lado de alguna obra religiosa, La adoración de los Magos (Prado), preponderan los temas realistas de escenas de la vida ordinaria como El aguador de Sevilla o la Vieja friendo huevos. En el aguador, interpretado como una alegoría de las tres edades del hombre en los tres personajes representados, ensaya una composición audaz en círculos con las tres cabezas, al tiempo que destaca en el primer plano el gran cántaro iluminado, recursos que se repiten en la Vieja friendo huevos.

    Con el apoyo de su suegro consiguió trasladarse a la Corte, ser nombrado en 1623 pintor de cámara regio y gozar del favor del Conde Duque de Olivares y de la amistad del monarca Felipe IV Su larga permanencia en la Corte no le apara de una vocación pictórica fiel a una indeclinable naturalidad, que aplicará tanto a las personas reales como a los temas populares o mitológicos. En esa época su tiempo y su paleta se ocupan en retratos y temas mitológicos.

    Rubens le aconsejó que visitara Italia. Su estancia en Italia le hará modificar sus preferencias cromáticas esto es, le llevará al abandono del tenebrismo al tiempo que le hace concebir nuevas preocupaciones por el color, el desnudo la perspectiva aérea. Obras suyas compuestas en este tiempo son La Túnica de José y La Fragua de Vulcano, tema mitológico representado con elementos estrictamente humanos y con una leve ironía.

    A su regreso de Italia se afianza como el gran retratista de la Corte: retratos ecuestres del Príncipe Baltasar-Carlos, del Conde-Duque de Olivares y la larga serie dedicada al rey Felipe IV, a quien retrata desde su juventud hasta la edad crepuscular con una mirada infinitamente melancólica. Es genial su serie de los bufones (El niño de Vallecas, El Primo, entre OtroS) a los que trata de un modo casi redentor.

    Algunos temas mitológicos de esta época son retratos llenos de penetración como los que dedica a los dos mendigos filósofos (Esopo y Menipo).

    Obra cumbre de este período es el cuadro de Las Lanzas (La rendición de Breda), en el cual más allá de las efigies de los caudillos que presiden la gran composición se despliega un paisaje luminoso y brumoso a un tiempo, de campos de combate y humos confundidos con los cielos en una evanescente sinfonía de luces.

    En 1649 Velázquez realizó un segundo viaje a Italia con la misión de hacer acopio de cuadros para las galerías reales españolas, y durante su estancia allí pintó el retrato del Papa Inocencio x. Velázquez se anticipa en algunos de sus cuadros 200 anos a la técnica del Impresionismo, basta el punto de parecer unos Monets del siglo XVII.


    El amor de Velázquez por el paisaje se percibe en muchos de sus retratos, en los que los personajes destacan sobre el fondo del Guadarrama; las cumbres se vislumbran entre nubes azules y blancas, la sensación de distancia se consigue con una mayor acuosidad de los verdes, una simple mancha se convierte en un árbol, un tronco o una copa.

    El retorno a la Corte en 1651 le dará la ocasión de pintar sus obras más importantes, en las que alcanza calidades insuperables: La Venus del Espejo, Las Meninas y Las Hilanderas. Estas pinturas reservan para su creador un puesto central y señalan la plenitud del arte barroco.

    En Las Meninas la escena de la entrada de la infanta Margarita con corte de damas y enanos en el salón en el que Velázquez se encuentra pintando a los reyes, le permite al gran artista plasmar una serie de magníficos retratos, incluido u autorretrato en penumbra, y obtener efectos de profundidad dentro de una habitación cerrada por medio de la alternancia de zonas de diferente intensidad luminosa.

    El manejo de la luz que tenía Velázquez no ha sido todavía superado; producía en sus cuadros una sensación óptica de que la luz circula por dentro de la tela, lo que ha sido denominado perspectiva aérea.

    La sensación de profundidad no sólo se consigue con la luz, sino también con el desplazamiento del plano de la tela hacia atrás por un lateral, con lo que se acerca la escena por un lado y se aleja por el otro. Este manejo de la luz, la perspectiva y la profundidad es lo que más caracteriza al estilo del gran Velázquez.

    La Escuela Madrileña

    Velázquez al morir no dejó una escuela que continuara su magisterio artístico; sus discípulos son familiares y servidores, y no auténticos pintores Este es el caso dc Juan Martínez del Mazo, su yerno, que terminó algunos cuadros dejados inconclusos a la muerte del maestro. Juan de Pareja, que fue su servidor, es considerado un pintor velazqueño.

    Por escuela madrileña se entiende el grupo de pintores que trabajan en la Corte y cuyas pinturas son testimonio de pintura cortesana y de altar de desigual valor.

    Antonio de Pereda (1608-1678) destacó por su pintura religiosa y sus bodegones. Fray Juan Rizzi (1600-1681), conocido como el Zurbarán castellano, dejo su mejor obra en San Millán de la Cogolla, manteniéndose en un tenebrismo que pretende ensalzar valores como la santidad o el martirio.

    En la segunda mitad del siglo XVII encontrarnos activas paletas que practican la técnica del óleo o del fresco. Cabe citar a Francisco Rizá, hermano de Fray Juan, Francisco Herrera el Mozo y José Donoso Jiménez

    Un último grupo de artistas formará el núcleo de pintores del monarca español Carlos II. Entre ellos destaca la labor retratista de Carreño y de Claudio Coello. Ambos comparten la difícil tarea de representar el papel de Velázquez con Felipe IV y trasladar al lienzo los personajes de una corte que vive en una decadente postración

    Carreflo tiene algunos rasgos velazqueños en sus retratos de enanos y bufones, como La Monstrua.


    Claudio Coello es el último pintor de cámara de los Austrias y remata la escuela madrileña del siglo XVII. Su pintura religiosa es de carácter amable y también hay que destacar que cultivó el fresco.

    Murillo y Valdés Leal

    Estos dos pintores pertenecen a la escuela andaluza, los dos son sevillanos y en Sevilla conocieron un notable éxito y fama. Corresponden a la generación final del barroco del XVII, pasada la era tenebrista de los valencianos Ribalta y Ribera, terminado el esplendor de Zurbarán y la primacía indiscutible del genio de Velázquez.

    Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) se adaptó al gusto imperante y plasmó una religiosidad familiar y tierna que prefiere las seducciones de la religión en detrimento de sus rigores. Su mayor preocupación la constituye el colorido y no presta atención a la investigación plástica

    En su juventud se inició en la técnica tenebrista; a esta época pertenecen obras que reflejan el ambiente de golfillos y mendigos de los barrios bajos sevillanos.

    En las décadas centrales del siglo (1640-60) alcanza un gran éxito, con numerosos encargos que le impidieron poder ausentarse de su ciudad para viajar a Italia. Obra suya muy divulgada es la Sagrada Familia del Pajarito de amplio éxito popular En su obra Murillo ofrece una pintura llena de ternura, intimidad y misticismo que culmina en Sus Vírgenes y Niños. Sus Inmaculadas con rostros juveniles y sus Anunciaciones son el culmen de este género tan característico.

    Mucho más recios y solemnes son los dos lienzos conocidos como El Sueño del Patricio (Museo del Prado).

    Valdés Leal (1622-1690) es otro sevillano alejado de la Corte y ocupado en satisfacer una clientela ávida de pintura religiosa 1~lega a su más caracterizada expresión en las terribles pinturas del Hospital de la Caridad, llenas de melodramática teatralidad y con una severa y clara intención moralizante.


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