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Jueves 28 de Marzo de 2024 |
 

La Lengua Española

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"En el idioma español, la ortografía tiene un lugar social considerable. Es importante conocer sus normas. Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Cas

Agregado: 09 de JUNIO de 2001 (Por Lic. José Luis Dell Ordine) | Palabras: 11945 | Votar | Sin Votos | Sin comentarios | Agregar Comentario
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    LENGUA ESPAÑOLA

    Descripción temática: En el idioma español, la ortografía tiene un lugar social considerable. Es importante conocer sus normas.

    1. INTRODUCCIóN  
    Lengua española, lengua románica, derivada del latín, que pertenece a la subfamilia itálica dentro del conjunto indoeuropeo; es el idioma de España y de las naciones de Sudamérica y Centroamérica excepto Brasil, las Guayanas y Belice, y, en el Caribe, de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana; cuenta con unos cuatrocientos millones de hablantes, entre los que se incluyen los hispanos que viven en Estados Unidos y algunos cientos de miles de filipinos, así como los grupos nacionales saharauis y los habitantes de Guinea Ecuatorial en la costa occidental africana.

    2. CASTELLANO O ESPAÑOL  
    Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas. Son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua: castellano entendido como lengua de Castilla'.


    En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, Rufino José Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti.


    Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha estado para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños a calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen desconocido.

    3. ORíGENES  
    Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza. Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico.


    Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del renacimiento, siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero.

    Entre los siglos III y VI entraron los germanismos, en su mayor parte a través del latín por su contacto, entre los siglos III y V, con pueblos bárbaros muy romanizados. Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba castillo' y después pasó a ser sinónimo de ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua mucho más tarde. Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.

    Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano. La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).

    La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin.

    La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, el español entre ellas, pues los árabes asentaron su dominio en la península durante ocho siglos. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento. De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes. Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones. Influyeron en la pronunciación de la s- inicial latina en j- como en jabón del latín saponem'. Añadieron el sufijo en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder a la influencia del árabe el lugar que le corresponde.

    4. HISTORIA  
    En la formación del español cabe distinguir tres grandes periodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X y XV; el español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI hasta finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.

    4.1. El castellano medieval  El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró, Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina o en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó en en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en el leonés y aragonés (puorta) y mozárabe (puarta). En términos generales, se mantuvo la o del latín (porta) en la lengua del extremo occidental, el galaico-portugués del que surgirían el gallego y el portugués, y en el catalán del extremo oriental, que ejercería su influencia posterior por las tierras mediterráneas, fruto de la expansión política.

    El castellano fue tan innovador en la evolución del latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo político. A esta época pertenecen las Glosas silenses y las Glosas emilianenses, del siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un penitencial puede leerse "quod: por ke", "ignorante: non sapiendo"; las Glosas emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso.

    En el sur, bajo dominio árabe, las comunidades cristianas hablaban mozárabe. Heredado de la época anterior a la conquista musulmana, lo mantuvieron sin grandes alteraciones, bien por afirmación cultural que marcara la diferencia con las comunidades judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones que se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua se escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas corresponden a una lengua arábigo-andaluza. De los cambios fonéticos que se produjeron en esta época en el castellano, el más original consistió en convertir la f- inicial del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque conservada en la escritura.

    El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de Castilla y León lo dio en el siglo XIII Alfonso X, que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y legales. El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy han desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora intervocálica, que en la escritura se representaba por s, como en casa, y una s sorda, que podía estar en posición inicial de palabra como silla, o en posición interna en el grupo -ns-, como en pensar o en posición intervocálica que se escribía -ss- como en viniesse. Las letras y z equivalían a los sonidos africados (equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como en plaa y facer. La letra x respondía a un sonido palatal fricativo sordo, como la actual ch del francés o la s final del portugués y también existía correspondiente sonoro, que se escribía mediante j o g ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la -p- intervocálica del latín o b de la inicial sonora del latín (y que es la que hoy se conserva), y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín, cuyo sonido se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.

    Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido las declinaciones del latín y eran las preposiciones las que señalaban la función de las palabras en la oración. El verbo haber todavía tenía el significado posesivo tener, como en había dos fijos y se empleaba para tener y para formar las perífrasis verbales de obligación que originarían a partir del siglo XIV los tiempos compuestos; por eso, entre la forma del verbo haber y el infinitivo siguiente era posible interponer otro material léxico, hoy impensable, como en "Enrique vuestro hermano habia vos de matar por las sus manos". Los adjetivos posesivos iban precedidos de artículo; así se decía los sus ojos alza.

    El español del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X; uno de los manuscritos del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El Escorial. Gracias al Camino de Santiago entraron en la lengua los primeros galicismos, escasos en número, y que se propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía cortesana y de la provenzal.

    4.2. El castellano moderno  La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma.

    A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español. Desaparece la aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación. Se funden en un único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las consonantes y z pasan a ser el fonema fricativo (con pronunciación equivalente a ts) que se escribirá durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su pronunciación actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se resolvió la vacilación ortográfica c, , z. Las variaciones fonéticas que representaban x, g, j, se solucionaron también en favor del sonido velar fricativo sordo que en el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía actuales de g y de j. Desapareció asimismo la distinción -b-, -v- que se neutralizó en -b- durante el siglo XVI. En la morfología aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar el verbo haber. En la sintaxis el orden de los elementos de la oración se hace más rígido, y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y gerundios.

    Desde el punto de vista del léxico, el español adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior y la que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la denominación de española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación de los intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla, analizarla y divulgarla. Lo demuestran la publicación del gran Diccionario de Alcalá, obra de la Universidad Complutense creada por Cisneros; la aparición de la Minerva de Francisco Sánchez de las Brozas, conocido por El Brocense, que es una gramática normativa y descriptiva más moderna que la realizada por el grupo francés de Port-Royal, y, a principios del siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, primer diccionario de la lengua, que contiene cuanta información histórica y sincrónica había disponible en el momento de su publicación.

    En Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la primera mitad del siglo XVIII. En esta etapa de la lengua se llegó al esplendor literario que representan los autores del siglo de oro. El léxico incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos políticos tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el siglo XV al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria como soneto, asonante, silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes como fachada, escorzo, medalla, piano. De otros campos léxicos son italianismos de la época centinela, alerta, escopeta, aspaviento, charlar, estropear y muchas más. Son galicismos paje, jardín, jaula, sargento, forja o reproche.

    Los americanismos, que comienzan a entrar en el siglo XVI, ofrecen una lista referida a las realidades que en Europa no se conocían y que son españolismos tomados por las lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca, vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias para patata), que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más antiguos, como canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana, maíz, cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal. De la familia de lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan hule, chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate.

    4.3. El español contemporáneo  En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que habían introducido los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo unos criterios de autoridad. En esta época ya había finalizado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX.

    Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos literarios, desde la mayor violación sintáctica que representan el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos, también violentadores del orden del español, que incorporaron los neoclásicos o los primeros renacentistas.

    Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer tercio del siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones gramaticales que aún hoy están en proceso de asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo, la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del tipo tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo, la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras oracionales y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una conjugación en voz media como en le debo dinero a María; la posposición casi sistemática de los calificativos, la reducción de los relativos, prácticamente limitados a que y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción continua de neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo, que contienen raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión que de ellos hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa, como filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o spot.

    5. DIALECTOS  Hasta la irrupción de la radio y la televisión en la sociedad en la segunda mitad de este siglo, era relativamente fácil diagnosticar por los hábitos fonéticos y la entonación la pertenencia de un determinado hablante a su correspondiente área dialectal. Hoy, aunque también se siguen dando estas diferencias, la imitación de la norma que esos medios han ido creando entre los hablantes, hace que la pertenencia a diferentes comunidades lingüísticas no sea tan clara ni tan rotunda.

    Del mapa lingüístico medieval ibérico surgieron variedades lingüísticas, de la cuales, algunas se convirtieron en lenguas, y otras, con el paso del tiempo, se transformaron en dialectos de alguna de ellas. Entre las variedades relacionadas con el español se encuentran: el leonés, que se habló desde Asturias hasta las tierras de Cáceres y que, ya a finales del siglo XV, había dejado su lugar de idioma en pugna con el castellano para ocupar el puesto de mera variedad dialectal; el aragonés, con una situación análoga al leonés, que se habló en el reino de Aragón y cuyas fronteras naturales son los Pirineos por el norte, la cordillera Ibérica por el oeste y los límites de Cataluña y Valencia por el este. A partir del siglo XIV, como consecuencia de la conquista de Andalucía por los castellanos, surgió el andaluz, que integró algunos rasgos del mozárabe, como un auténtico dialecto del castellano. El extremeño, que empezó siendo una variedad fronteriza del leonés y el castellano se ha consolidado como uno de los pocos dialectos hoy todavía identificables por sus aspiraciones implosivas y su peculiar léxico. El riojano, que se habló en La Rioja, y que tan decisivamente influyó en el castellano escrito de los primeros tiempos, era una variedad dialectal del aragonés. Otro dialecto fronterizo aún vigente lo representa el murciano, en el que confluyeron el castellano, el aragonés y el valenciano, variedad catalana. En las islas Canarias existe el canario, cuya entonación, léxico y fonética influyeron en el español americano del istmo y norte de Sudamérica.

    En el siglo XVI el castellano sirvió de base para la creación de un sabir o lengua de intercambio en el Mediterráneo. Un siglo después se configura otro sabir en el Caribe, que luego se criolliza para dar paso al papiamento de Curaao. Los jesuitas que entraron en contacto con los indios guaraníes crearon otra lengua de intercambio conocida como lengua general. Un hecho análogo se dio en Filipinas, del que surgió otra lengua criolla que hoy está prácticamente perdida.

    En cuanto al continente americano, no han faltado autores que calificaban de dialectos a cada una de las variedades lingüísticas que se han consolidado en los respectivos países. Pero, en rigor, no se puede hablar del dialecto argentino, sino del dialecto porteño, variedad popular de un barrio de Buenos Aires. Tampoco cabe hablar de grandes zonas dentro del español americano como el caribeño, andino, rioplatense, ecuato-peruano, mexicano o centroamericano, porque son imprecisas e imposibles de sistematizar. La dialectología del español en América debe hacerse por cada país antes de que la homogeneidad que imponen la radio, el cine y la televisión borren las fronteras dialectales que aún existen. El único rasgo común al español americano consiste en la práctica desaparición del fonema interdental fricativo sordo /z/, rasgo que comparte con el dialecto andaluz, extremeño y canario. Así pues, hablando con propiedad cabría decir lo contrario: en el español peninsular existe un fonema que no comparten la mayoría de los dominios lingüísticos de este idioma.

    6. GRAMÁTICA ESPAÑOLA  Desde el punto de vista de la clasificación de las lenguas, el español es una lengua flexiva, aunque en menor medida de lo que lo fue el latín. Es una lengua de acentuación fundamentalmente grave, es decir, acento en la penúltima sílaba, lo que no significa que no existan palabras agudas, muy numerosas, o esdrújulas, procedentes mayoritariamente de préstamos griegos. Conserva desinencias para el género, pero ha perdido el neutro en los nombres y los adjetivos y lo conserva en los pronombres como eso, lo vuestro, y en el artículo determinado lo, que se emplea como mecanismo nominalizador de adjetivos y de oraciones, a las que confiere una significación de totalidad y abstracción, como en lo que quieras.

    6.1. Morfología y sintaxis  El nombre ya había perdido las desinencias de caso en el latín tardío del siglo VI. En su lugar el español, como las demás lenguas románicas mediterráneas, sustituyó por un procedimiento sintáctico lo que fue en principio morfológico, es decir, marcó con preposiciones más nombre las funciones gramaticales de sujeto, objeto directo, indirecto y complementos verbales de otra especie. En el caso de los objetos directos personales o afectivos usa la preposición a, como en el esquema querer a una persona y querer al gato; emplea a, asimismo, en el caso del objeto indirecto, como en, por ejemplo, dar algo a alguien; en el caso del sujeto, son las desinencias verbales las que llevan la marca del sujeto (comíamos, supone siempre un sujeto en primera persona del plural) y, sólo en el caso de necesitar especificarlo, es la posición del sujeto en la frase, antepuesto al verbo, el elemento que determina esta función. Por ejemplo, Los poblamientos humanos destruyen los bosques cambiaría su sentido si se escribiera al revés: Los bosques destruyen los poblamientos humanos; por lo tanto, el orden de los objetos que van pospuestos al verbo también es importante. Los demás complementos observan un orden bastante libre.

    Una ordenación diferente y peculiar del sujeto está presente en las oraciones interrogativas del español que se habla en toda la zona de influencia del Caribe. Mientras que en las demás variedades del idioma el sujeto de una oración interrogativa va pospuesto al verbo de acuerdo con el esquema: pronombre interrogativo-verbo-sujeto, como ¿qué quieres tú?, en esa variedad el orden de la oración es: pronombre interrogativo-sujeto-verbo, como por ejemplo ¿qué tú quieres? No se trata, como algunos estudios señalaron, de ningún anglicismo sintáctico, sino de una evolución interna del idioma relacionada con otros hechos, como el cambio en la determinación y la pérdida de algunas desinencias verbales, consecuencia de la relajación de los fonemas finales y su consiguiente neutralización.

    Los verbos redujeron a tres las cuatro conjugaciones del latín. Posee desinencias para las personas, el número, el tiempo, el modo y la voz. En el caso de la segunda persona, el español canario, andaluz occidental y americano, salvo algunas zonas colombianas, ha conservado las formas del siglo XVII y ha desarrollado una conjugación para el singular basada en la concordancia originaria con vos, segunda persona del plural; las formas correspondientes a tú se consideraron vulgares y hasta humillantes, y por esa razón la persona de confianza reconocida como digna de respeto fue tratada de vos; a su vez, las personas de menor confianza reciben el mismo tratamiento que en la península; son usted y concuerdan con la tercera persona. El cambio afecta por igual a la conjugación verbal y al paradigma de los pronombres personales y se denomina voseo al cambio en el empleo de tú por vos, tanto en el verbo como en los pronombres, así como en los posesivos que también necesitan la concordancia de persona. Hoy se observa una tendencia a aceptar el paradigma peninsular entre las clases urbanas y cultas, sobre todo entre las argentinas.

    6.2. La voz verbal  En el caso de la voz, las cosas no son tan claras como aparecen en algunos manuales. La voz activa emplea haber como verbo auxiliar para formar los tiempos compuestos, lo que permite a ciertas escuelas lingüísticas hablar de desinencias discontinuas o morfemas discontinuos en los tiempos compuestos, porque el verbo auxiliar está completamente gramaticalizado y no posee otra función que la de marca de tiempo, persona y modo. En la voz pasiva todos los tiempos se forman con el auxiliar ser, también gramaticalizado, y no existen más desinencias de pasiva que las que comporta el auxiliar.

    El verbo carece de desinencia de aspecto, pero existe una serie de perífrasis con claro valor aspectual de acción en desarrollo, como estar + gerundio o acabar de + infinitivo. En las gramáticas escolares hasta mediado el siglo XX se hablaba de una conjugación perifrástica, activa y pasiva; hoy las gramáticas más completas hablan de perífrasis de obligación del tipo haber de + infinitivo, tener que + infinitivo, o deber (de) + infinitivo. Sea adecuado o no el tratamiento como voz o como meras perífrasis, son procedimientos muy rentables en español para construir la obligación y hasta los matices del futuro; compárense estos matices en la significación de vendrá, debe venir, tiene que venir, ha de venir.

    Otro hecho relacionado con el cambiante paradigma de la voz es la conjugación pronominal, que empezó siendo una conjugación reflexiva y que hoy ha adquirido valor de voz media, como nos tomamos unos cafés. En esos casos el pronombre átono recibe el nombre de anáfora. Este fenómeno no aparece tan extendido en el español americano.

    7. OTROS RASGOS DEL ESPAÑOL  El español también se caracteriza por su constante empleo del pronombre se, y el uso vivo del subjuntivo que tantos problemas origina a quienes aprenden español como segunda lengua. Entre las características heredadas del latín debe destacarse la sintaxis y los procedimientos sintácticos para matizar, calificar o convertir en nombres, y por tanto sujetos, a oraciones completas.

    Formular una hipótesis es un hecho complejo en español; así puede decirse quizá venga sin matización mayor, o bien, es posible que venga, podría venir, puede que venga, o si viniera. Otras lenguas no matizan con posibilidades gramaticales, sino léxicas, y poseen un inventario mayor de adverbios y frases adverbiales que signifiquen hipótesis. No obstante la complejidad gramatical, la matización y la gradación es mayor que si se realiza por medios léxicos, pues ninguna lengua mantiene muchas palabras de significado tan próximo como el que proporcionan las construcciones anteriores, al menos entre las lenguas no aislantes.

    8. EL ESPAÑOL EN EL MUNDO  
    El español es, por número de hablantes, la tercera lengua del mundo. Pese a ser una lengua hablada en zonas tan distantes, existe una cierta uniformidad en el nivel culto del idioma que permite a las gentes de uno u otro lado del Atlántico entenderse con relativa facilidad. Las mayores diferencias son de carácter suprasegmental, es decir, la variada entonación, fruto al parecer de los diversos substratos lingüísticos que existen en los países de habla hispánica. La ortografía y la norma lingüística aseguran la uniformidad de la lengua; de ahí la colaboración entre las diversas Academias de la Lengua para preservar la unidad, hecho al que coadyuva la difusión de los productos literarios, científicos, pedagógicos, cinematográficos, televisivos, ofimáticos, comunicadores e informáticos.


    Desde España se ha elaborado el primer método unitario de enseñanza del idioma que difunde por el mundo el Instituto Cervantes. El trabajo coordinado de las Academias ha cristalizado en la "Elaboración de la norma culta de las grandes ciudades", que presta especial atención a la fonología y al léxico. Es el segundo idioma hablado en Estados Unidos, que cuenta con varias cadenas de radio y televisión con emisiones totalmente en español; asimismo, y por razones estrictamente económicas, es la lengua que más se estudia como idioma extranjero en los países no hispánicos de América y Europa. Lejanos ya los tiempos en que fue considerada la lengua diplomática, condición en la cual la sustituyó el francés, hoy es lengua oficial de la ONU y sus organismos, de la Unión Europea y de otros organismos internacionales. Ha sido incluido como idioma dentro de las grandes autopistas internacionales de la información como Internet, lo que asegura la constante traducción de las innovaciones informáticas, su difusión e intercomunicación. Donde aparece más incierto el futuro del idioma es en el continente africano, abandonado por razones políticas a la voluntad de sus hablantes; no hay que olvidar que todavía sirve de lengua diplomática junto al francés para el pueblo saharaui. No obstante, todo parece augurar que en el próximo siglo será una de las lenguas de mayor difusión, y quién sabe si en momentos de deseable mestizaje no dé lugar a una lengua intermedia que asegure la comunicación con el continente americano en su conjunto.

           Apéndice:

    Lenguaje

           INTRODUCCIóN  
    Lenguaje, medio de comunicación entre los seres humanos a través de signos orales y escritos que poseen un significado. En un sentido más amplio, es cualquier procedimiento que sirve para comunicarse. Algunas escuelas lingüísticas entienden el lenguaje como la capacidad humana que conforma al pensamiento o a la cognición.

           FORMAS DE ABORDAR EL ESTUDIO  
    El lenguaje puede ser estudiado desde dos puntos de vista: según el uso o la estructura.

    El uso se relaciona con otros campos, como la literatura, la comunicación de la información, la enseñanza de idiomas, la sociología, la ciencia política y la psicología. Los estudios sobre el uso del lenguaje tratan sobre lo que dicen las personas, lo que piensan que dicen y lo que significa aquello que escriben o hablan para comunicarse. Todo ello incluye el análisis de los contenidos, la crítica literaria, el estudio del cambio lingüístico y los factores sociales que determinan los comportamientos lingüísticos de los miembros de una comunidad idiomática. También se aborda el estudio de los efectos de la lengua en la conducta humana. Para la crítica literaria el lenguaje está integrado por palabras que, adecuadamente ordenadas, producen una emoción o un razonamiento. Para la lexicografía, es el conjunto de palabras que poseen un significado, un origen y una historia. Por último, se puede entender el lenguaje como la forma en que las palabras se seleccionan y combinan, proceso inherente a los individuos, a los grupos o a los géneros literarios.

    La estructura del lenguaje concierne a la lingüística. Cada movimiento o escuela lingüística plantea diferentes enfoques sobre el uso y la estructura. Aquellos que se centran en la comunicación escrita, estudian la estructura del texto es decir, de qué forma hay que ordenar las palabras y las oraciones para que constituyan un todo coherente y les preocupa la posibilidad de traducir una lengua con toda exactitud. Por otro lado, los lingüistas comparativos agrupan e identifican las familias lingüísticas que proceden de un tronco común. Los partidarios del estructuralismo afirman que el lenguaje tiene tres niveles organizados de forma jerárquica: sonidos, combinaciones de sonidos para formar palabras y combinaciones de palabras para formar frases y oraciones. En el plano fonemático se analizan los sonidos; en el morfemático se describen las combinaciones de sonidos en unidades con significado (los morfemas y sus combinaciones para formar palabras), y en el sintagmático el enfoque se centra en las combinaciones de palabras. Para los generativistas, el lenguaje es un conocimiento inherente a los seres humanos que les permite la competencia lingüística; asimismo, estudian la capacidad y el proceso de adquisición de un idioma.

           COMUNICACIóN HUMANA Y COMUNICACIóN ANIMAL  
    Si entendemos el lenguaje como un medio de expresión y de comunicación, hay que incluir el estudio de los sonidos y los gestos. Como es evidente que los animales emiten sonidos y producen gestos, la pregunta es inmediata: ¿poseen un lenguaje como los seres humanos? Está claro que muchas especies animales se comunican entre sí. Sin embargo, la comunicación humana difiere de la animal en siete razones que los lingüistas han formulado: 1) posee dos sistemas gramaticales independientes aunque interrelacionados (el oral y el gestual); 2) siempre comunica cosas nuevas; 3) distingue entre el contenido y la forma que toma el contenido; 4) lo que se habla es intercambiable con lo que se escucha; 5) se emplea con fines especiales (detrás de lo que se comunica hay una intención); 6) lo que se comunica puede referirse tanto al pasado como al futuro, y 7) los niños aprenden el lenguaje de los adultos, es decir, se transmite de generación en generación.

    Sin embargo, recientes investigaciones sobre los primates han demostrado que muchas de estas características no son exclusivas de los seres humanos. (Véase Conducta animal). No obstante, se puede afirmar con cierta seguridad que el lenguaje humano posee características especiales. Los seres humanos relacionan una serie limitada de unidades gramaticales y de signos separados para formar un conjunto infinito de oraciones que bien pudieran no haber sido oídas, emitidas, leídas, escritas o pensadas con anterioridad. Los niños que todavía no han aprendido gramática establecen sus propias reglas de lenguaje empleando su capacidad lingüística, así como los estímulos que reciben de la comunidad lingüística en la que han nacido.

           FUNDAMENTOS DEL LENGUAJE  
    Para que exista el lenguaje se requieren ciertos factores: de índole fisiológica (el organismo tiene que ser capaz de emitir sonidos); de índole gramatical (el discurso tiene que poseer una estructura), y de índole semántica (es imprescindible que la mente pueda entender lo que se habla).

           FISIOLOGíA  
    Aunque muchos de los órganos humanos de la fonación tienen otras funciones (como la de comer), están perfectamente dispuestos para el habla, por lo que el lenguaje humano aparece como el mejor sistema de comunicación entre los seres vivos. En el acto de hablar, una corriente de aire sale de los pulmones y se ve modificada por la vibración o no de las cuerdas vocales (después de pasar por la laringe), por el movimiento de la lengua, el paladar y los labios. Las personas que sufren de trastornos fisiológicos en el habla, como los sordomudos, cambian su sistema de comunicación, por ejemplo por medio de signos visuales.

           Cualquier lenguaje humano tiene una estructura gramatical en la que las unidades fónicas (señalizadoras) se combinan para producir un significado. Las unidades mínimas portadoras de significado son los morfemas. Un morfema puede ser una palabra, pero también un prefijo o un sufijo (véase Afijos). Por ejemplo, en la palabra coexistir hay dos morfemas co y existir. Las palabras y los morfemas se clasifican según el papel que tengan en la oración. Las clases de morfemas se corresponden con las partes del discurso (como nombres y verbos) pero también con prefijos, sufijos y otros elementos. Los distintos tipos de palabras forman sintagmas que a su vez se combinan para formar unidades mayores, como oraciones y párrafos.

           SEMÁNTICA  Por último, en el lenguaje humano es imprescindible que el hablante relacione unos sonidos con un significado y que a su vez ese significado sea percibido y comprendido por las demás personas que comparten la misma lengua. En este proceso de comunicación, la gramática adopta el papel de mecanismo que enlaza el pensamiento y las ideas con la lengua que las transmite. Cada oración o emisión portadora de significado posee una estructura profunda y una de superficie. En la de superficie se encuentran las palabras y los elementos de la oración tal y como se dicen e interpretan. En la profunda, las palabras y los elementos de la oración se estructuran gramaticalmente. En este nivel, la estructura de la oración es ambigua. Existe la posibilidad de que dos estructuras de superficie tengan el mismo significado (Juan parece estar contento y Parece que Juan está contento). Asimismo, una estructura de superficie puede tener dos significados (Comer carne puede ser peligroso puede significar que para alguien el comer carne sea peligroso y que siempre que se coma carne exista peligro). Las dos interpretaciones de esta oración surgen porque una sola estructura de superficie es el resultado de dos estructuras profundas. Sin embargo, en el caso anterior las dos estructuras de superficie corresponden a una sola estructura profunda.

    La comunicación humana es un proceso único que combina la actividad de los órganos del habla, la estructura gramatical y los significados denotados y comprendidos.

           LAS LENGUAS DEL MUNDO  Sea cual sea la comunicación que establecen los seres humanos por medio de la lengua, los gestos o los signos, debe cumplir el mismo proceso: adecuarse al pensamiento que se quiere transmitir; sin embargo, las lenguas que se hablan en el mundo, aunque cumplen con esa finalidad, difieren ampliamente entre sí tanto en sus sistemas fonéticos como en sus estructuras gramaticales.

           CLASIFICACIóN EN FUNCIóN DE CRITERIOS FORMALES  Se puede establecer una clasificación de las lenguas sobre la base de sus diferencias gramaticales. A principios del siglo XIX los lingüistas de la escuela comparativa intentaron agrupar las lenguas en cuatro grupos de acuerdo con un criterio morfológico o tipológico. Estos grupos de lenguas fueron los siguientes: lenguas analíticas, aglutinantes, flexivas e incorporantes.

    Las lenguas analíticas, también llamadas aislantes o isolantes, son las que poseen palabras de una sola sílaba que pueden ser portadoras del significado básico o del equivalente de los elementos gramaticales como persona, pasado. Cada palabra es inmutable. Así, en chino para decir que alguien vino hay dos palabras: lai (venir') y li (pasado').

    Las lenguas aglutinantes son las que reúnen (aglutinan) en una sola palabra varios elementos, cada uno de los cuales posee una significación fija e individual. A la raíz de la palabra se le añaden los afijos (los prefijos se colocan delante, los infijos van en el centro de la palabra y los sufijos se colocan detrás de la raíz). La lengua turca es un ejemplo de lengua aglutinante; así, la raíz v ('casa') puede recibir los sufijos, v d ('en la casa'), v lar ('las casas') y v lrda ('en las casas').

    En las lenguas flexivas, los afijos aportan las variaciones de género, caso, persona, número, voz, aspecto, tiempo y conjugación que constituyen la flexión. El latín, el griego y el español son ejemplos de lenguas flexivas.

    Por último, en las lenguas incorporantes se funde una serie de elementos semánticos y gramaticales en una palabra, como el objeto directo o el indirecto en el verbo. El swahili es una lengua incorporante; por ejemplo, la palabra hatukuviwanunulia significa 'no los compraremos para la gente' y sus componentes son: ha (negación) tu (nosotros) ku (pasado) vi (pronombre objeto de tercera persona plural y género neutro) wa (la gente) y nunulia (comprar a, comprar para).

           CLASIFICACIóN GENÉTICA O POR GRUPOS DE FAMILIAS  El hecho de que dos lenguas tengan el mismo orden de palabras dentro de la oración no quiere decir que estén relacionadas entre sí. Para saber si existe una relación hay que estudiar su genealogía y clasificarlas desde el punto de vista genético. Esta clasificación, a diferencia de la tipológica, supone la comparación de los sistemas fonéticos y de las unidades de significación para demostrar su grado de parentesco. Del mismo modo que los parecidos familiares entre las personas muestran su raíz genética, entre las lenguas emparentadas existen parecidos aunque se trate de lenguas muertas.

    Los miembros de una familia lingüística poseen una conexión histórica y descienden de un antepasado idiomático común. Los árboles genealógicos muestran las relaciones entre las lenguas; la lengua troncal más antigua se encuentra en la cúspide del árbol y las ramificaciones subsiguientes muestran el grado de alejamiento o proximidad entre los miembros de la familia. Las lenguas emparentadas lo están en sus elementos gramaticales y en el léxico, y exhiben correspondencias regulares entre los sistemas fonético y semántico. Por ejemplo, la palabra inglesa fish y la española pez corresponden a la latina piscem; asimismo, la inglesa father y la española padre corresponden a la latina patrem. Donde el latín tiene -t- en posición interior de palabra, el español tiene -d- y el inglés -th-, como lo muestra el grupo anterior patrem, padre, father. Todas están emparentadas, son calcos, es decir, genéticamente es la misma palabra. Donde el latín y el español tienen p-, el inglés tiene f-. La lingüística comparada estudia el campo en el que se establecen las correspondencias sistemáticas entre fonemas y sememas (sonidos y unidades de significado) de las palabras calco (también llamadas cognadas); por medio de la comparación entre las lenguas vivas ya agrupadas se intenta reconstruir el antepasado común, perdido en muchos casos. A estas lenguas precursoras, hoy total o parcialmente reconstruidas, se les califica como proto, como el proto-indoeuropeo.

           Familias europeas y asiáticas  La más conocida es la familia de las lenguas indoeuropeas en la que están incluidas la mayoría de las lenguas europeas, las del norte de la India y de otras regiones intermedias. Consta de las siguientes subfamilias: itálica, germánica, celta, griega, báltica, eslava, armenia, albanesa, indoirania y las extinguidas hitita y tocaria. Hay otras subdivisiones en cada una de las subfamilias. El español, por ejemplo, pertenece a la rama de las lenguas románicas, que están incluidas en la subfamilia itálica dentro de la gran familia indoeuropea. El grado de parentesco que existe entre el español y otras lenguas de la misma familia, como el inglés, el griego y el sánscrito, es cada vez más remoto.

    La familia indoeuropea es una de las doce familias que se han propuesto como extensas agrupaciones de lenguas. Existen diversos enfoques lingüísticos a la hora de establecer las clasificaciones. Por ello, cuando determinadas escuelas anglosajonas hablan de familias de lenguas, los lingüistas europeos, con mayor tradición comparativa, prefieren hablar de subfamilias. Por otro lado, estos últimos se muestran muy reticentes cuando se fijan determinadas agrupaciones porque hay pocos datos y mucha premura en las clasificaciones.

    En Europa existen otras lenguas que no pertenecen a la familia indoeuropea; es el caso de la lengua vasca, lengua que al parecer no está relacionada con ningún otro grupo de lenguas conocidas. El finlandés, estonio, lapón (o saami) y húngaro son las lenguas más occidentales de la llamada rama ugrofinesa (que también incluye otras lenguas de los Urales y de Siberia). Algunos autores vinculan la familia altaica a las lenguas urálicas en un grupo denominado uralaltaico (agrupación hoy desechada por la escuela comparativa); la rama principal de las lenguas altaicas está formada por el turco, el mongol y las manchú-tungus. A los grupos de lenguas siberianas que no parecen estar emparentadas se les ha denominado lenguas paleosiberianas. En el Cáucaso se habla de las lenguas caucásicas; la más estudiada ha sido la georgiana.

    Muchas lenguas de la India y de sus vecinos al noroeste pertenecen a la rama indoirania de la familia indoeuropea. Otros dos grupos de lenguas, la munda, que se suele considerar como rama de las lenguas austroasiáticas, y la dravídica (ambas incluidas en las lenguas indias) representan a más de ochenta millones de hablantes. En el sur de Asia encontramos las lenguas chinotibetanas con cientos de millones de hablantes. Sus ramas principales son la tibetano-birmana y la china (cuyos numerosos dialectos suponen auténticas lenguas). Algunas escuelas lingüísticas vinculan esta rama china con las lenguas thaís (donde se incluyen la thai y la siamesa); otras estiman que no forman parte de ellas.

           Lenguas del Pacífico y africanas  En el Pacífico existen tres grandes grupos: el primero comprende a la familia malayo-polinesia, cuya rama occidental está formada por la indonesia y la oriental por la oceánica; el segundo grupo lo configuran las lenguas papúes, las de Nueva Guinea, con numerosas lenguas aisladas y otras agrupaciones (puede que exista algún tipo de conexión todavía no encontrada); el tercer grupo lo constituyen las lenguas indígenas de Australia (emparentadas entre sí, aunque no se conoce una agrupación mayor que las incluya). Aún cabría hablar de un cuarto tipo, el referido a la lengua tasmana, hoy desaparecida.

    En África centro-oriental se hablan las lenguas de la familia camitosemítica o afroasiática. Está integrada por cinco ramas semíticas: además del árabe y el hebreo, la integran el chadiano (que incluye el hausa, lenguas muy difundidas en el occidente de África), el bereber (del norte de África), la cusita (en el este de África) y la copta, hoy desaparecida. Hay otras tres grandes familias africanas: la nigero-kordofana, cuya rama más extendida es la nigero-congoleña; la bantú, que es la agrupación más difundida en el este y sur de África, con el swahili y el zulú, y la familia nilo-sahariana, cuya principal subdivisión es la nilo-chari y la rama nilótica con la lengua de los masai. La familia khoisán incluye las lenguas clic de los pueblos que viven en el desierto de Kalahari.

           Lenguas aborígenes americanas  La clasificación de estas lenguas ha dado como resultado la identificación de unas 150 familias, según criterios muy estrictos. Desde otras escuelas se han agrupado en torno a una docena de conjuntos que se han denominado superestirpes, aunque los últimos estudios han echado abajo tales clasificaciones. Incluso aplicando el primer criterio quedan sin agrupar bastantes conjuntos de ellas. En la costa del Ártico y en Groenlandia los inuit hablan las lenguas aleutianas-esquimales; las esquimales se subdividen en la inupik y la yupik. En la zona subártica del Canadá se encuentran las lenguas athabasca y algonquino. En Estados Unidos se hablaba algonquino al este del río Mississippi, que convivía con la iroquesa y la muskogee. En las Grandes Llanuras se habla una familia de lenguas que recibe ese nombre, cuyo principal idioma es el sioux, pero también se hablan lenguas de la rama occidental del algonquino y las caddo. Las shoshone (de la familia yuto-azteca) se hablan en la Gran Cuenca, y más al norte se localiza la familia sahapta. En la Costa Noroccidental se hallan las familias salish y wakashan, las lenguas tlingit (que se creyeron emparentadas con las lenguas athabascas) y la haida, que es una lengua aislada. Por toda la región cultural del Suroeste se encuentra el apache, rama de las athabascas, y junto a ella el grupo yuma y otra rama de las lenguas yuto-aztecas. En California se han encontrado muchas lenguas que constituyen pequeñas agrupaciones, cuyas relaciones no parecen claras. Véase Lenguas aborígenes (Estados Unidos y Canadá).

    La familia yuto-azteca esta muy difundida en México y en Centroamérica, cuyo representante más importante es el náhuatl; también se reconocen las lenguas de la gran agrupación otomanque (mixteca, otomí y zapoteca, entre otras) así como las familias mix-zoque, totonaca o totonaco y tequistlateca. La familia maya, con varios millones de hablantes, comprende unas 24 lenguas. Veáse también Lenguas aborígenes de Hispanoamerica.

    Según el criterio que se aplique para clasificar las lenguas de América del Sur, cabe cifrar la existencia de unas 90 familias que no incluyen todas las lenguas existentes en el subcontinente. El quechua, el aimara, el tupí-guaraní y el mapuche son las lenguas más habladas. En el norte de Sudamérica, así como en el sur de Panamá, se encuentran las lenguas del grupo chibcha (con el guaimí, el paez y el warao), pero la familia que tuvo mayor difusión la constituye la arawaca (con el isleño, el guajiro y el campa). En el conjunto g se pueden incluir numerosas lenguas que se hablan en Brasil.

           CLASIFICACIóN GEOGRÁFICA  También resulta de gran utilidad analizar y observar las vías de comunicación a través de las cuales las lenguas vecinas han podido relacionarse. Cuando se han estudiado, por ejemplo, las lenguas de la Costa Noroccidental de Estados Unidos, se ha descubierto que estas lenguas compartían el léxico (por ejemplo, en relación con las faenas de pesca de algunos de sus pueblos), demostrando que mantenían muchas concomitancias. Todo ello implica que a lo largo de los siglos han existido préstamos gramaticales, fonéticos y léxicos entre las lenguas de una región determinada. Sin embargo, los parecidos regionales no certifican el parentesco, ni tampoco que pertenezcan a un mismo grupo de lenguas.

           LENGUAJE ORAL Y LENGUAJE ESCRITO  Cuando una lengua posee escritura y expresión oral, es decir que no es una lengua muerta, su escritura puede presentar los caracteres gráficos de otra lengua y haber adaptado a su alfabeto los fonemas, sílabas o morfemas que ésta no tenía en sus orígenes. Al estudiar la adaptación que existe entre escritura y expresión oral, es posible comparar la forma oral y escrita de una lengua.

    Existen muchos tipos de escritura. En la china, cada signo escrito es un morfema. En la escritura cherokee, cada símbolo representa siempre la misma sílaba. El japonés posee una escritura parecida, los llamados silabarios. En las escrituras que emplean un alfabeto, como el latino, cada signo representa un sonido de la lengua hablada. El alfabeto latino posee 26 letras que suelen mantener las lenguas que lo emplean, aunque no coincidan con el número de fonemas que tienen que representar. Por ejemplo, en español existen sonidos inexistentes en la lengua latina; para representarlos se usan combinaciones de letras denominadas dígrafos, como ll, ch, o la tilde sobre la n (ñ), para representar sonidos inexistentes en el latín clásico.

    La forma escrita de las lenguas es constante, estática y suele reflejar la forma que tenía la lengua cuando se adoptó el alfabeto, silabario o sistema gráfico del que se trate. En cambio, la lengua hablada es dinámica y cambia continuamente, aunque lo haga con lentitud desde el punto de vista fonético. El caso del español no ofrece grandes problemas de adecuación entre la escritura y la pronunciación, sobre todo si comparamos su situación con la de otros idiomas, como el inglés, donde la inadecuación es muy notoria. En las lenguas que han adoptado una escritura reciente (como el swahili) o que la han reformado (como el hebreo), es donde mejor se observa la adaptación entre la lengua oral y la escrita.

    A diferencia del habla, la escritura no representa el timbre, el tono, la intensidad o la entonación; si acaso, incluye, en el mejor de los casos, determinados signos, como los de puntuación o las mayúsculas. Tampoco comprende las variantes dialectales e idiomáticas. Prueba de ello es que los chinos que hablan dialectos diferentes se entienden mejor por medio de las formas escritas que por el lenguaje oral. Por ese motivo, los hablantes de los distintos dialectos del alemán escriben en alto alemán, que han adoptado como norma escrita. En Latinoamérica no existe en general una aguda situación de incomunicación entre los hablantes de las diversas zonas, por lo que ni la lengua escrita ni la hablada suponen una barrera para la comprensión..

           LA NORMA LINGíSTICA  La forma escrita del lenguaje goza de un prestigio mayor que la oral y suele tener una complejidad gramatical y un léxico más preciso. Así pues, la norma escrita, que se suele denominar literaria, suele influir en el habla de la población escolarizada. En ciertas situaciones, esos hablantes intentarán imitar la norma escrita e, incluso, por razones de cultura, evitarán el empleo de sus usos orales, que relegan para las situaciones menos relevantes. En los países árabes, por ejemplo, las personas cultas emplean la norma del árabe clásico tanto en el habla como en la lengua escrita, mientras que las personas menos instruidas sólo emplean el árabe coloquial. El uso de dos variedades de la misma lengua y por un único hablante en situaciones distintas se denomina diglosia. Son diglósicos los hablantes que emplean la norma literaria como lengua oral si están en público, y su norma nativa regional cuando están entre amigos (como ocurre con los suizos germano-hablantes).

    La norma en una lengua es aquella variedad que se ha convertido en dominante; esta situación puede darse por razones políticas y es la legislación o las costumbres las que la consagran. La norma lingüística es la que rige la escritura, esto es, es la variedad literaria de la comunidad de hablantes o, al menos, la que posee una norma ortográfica o un conjunto de materiales escritos en ella. Cuando se enseña una lengua, se enseña la norma lingüística y quienes la aprenden no pueden incorporar sus propios hábitos personales.

           DIALECTO, ARGOT Y JERGA  Un dialecto es una variedad de una determinada lengua que se distingue claramente de aquellas que se emplean en otras zonas geográficas y por diferentes grupos sociales. Por ejemplo, los habitantes de las islas Canarias suben a la guagua igual que los chilenos, en tanto que los hablantes del español en la península Ibérica lo hacen al autobús. Entre aquellos que hablan el mismo dialecto geográfico o social, existen otras variedades lingüísticas que dependen de situaciones específicas.

    Un caso diferente es el de los lenguajes especiales que emplean profesionales o gremios (abogados, médicos, labradores, artesanos y otros) cuando hablan de su profesión, o grupos sociales (jóvenes, marginados) que se sirven de un lenguaje informal bien como afirmación generacional o para no ser entendidos por personas ajenas a ellos; en general, este modo de expresión se denomina argot. Un argot compuesto por toda una terminología especializada que emplean los miembros de una determinada profesión, sin connotaciones peyorativas, es lo que constituye una jerga. También se considera jerga o germanía al lenguaje del mundo del hampa. Lo emplean los abogados, médicos, los pescadores y los críticos, por citar algunas profesiones. Sin embargo, el empleo de los términos argot, jerga y germanía varía según los autores.

           SABIR O PIDGIN Y LENGUAS CRIOLLAS  Dada la función comunicativa del lenguaje, hay lenguas que desarrollan sus propias variedades dialectales y de argot para asegurar la comunicación hasta transformarlas por completo (el latín vulgar sufrió esta evolución). Puede suceder que el cambio se lleve a cabo con gran rapidez como resultado del contacto entre pueblos que hablan idiomas distintos y tienen la urgencia de establecer intercambios. En esas situaciones es posible que aparezca un sabir o pidgin, lengua de urgencia que está basada en la estructura gramatical de una sola lengua, pero en el léxico y en la fonética recibe y adopta las formas de cuantas lenguas poseen las personas que lo utilizan. En el área hispánica se denomina sabir porque ése fue el nombre de la primera lengua de intercambio que se basó en la gramática del español; en el área de influencia del inglés recibe el nombre de pidgin por motivos análogos.

    Estas lenguas no poseen hablantes nativos y suelen tener por origen las necesidades de los comerciantes para hacerse entender por los indígenas de regiones distantes en zonas costeras. Cuando los hablantes de un sabir lo transmiten a sus hijos, que lo acaban convirtiendo en su primera lengua, aparece una lengua criolla. El criollo ya posee hablantes nativos que constituyen toda una comunidad y evoluciona como un idioma cualquiera. Un ejemplo de todo ese proceso lo representa el papiamento, lengua que surgió en las Antillas como sabir hasta convertirse en criolla. Otro ejemplo lo representa el pidgin-english que se habla en los puertos chinos y que ha evolucionado hacia una lengua criolla, el chinook. Otro ejemplo es el caso del idioma de Sierra Leona, el krio, que surge a partir de un pidgin inglés en la costa de África.

           LENGUAJES INTERNACIONALES  Con el fin de resolver los problemas de comunicación que hay en el mundo, debido a la enorme diversidad lingüística existente, se ha propuesto establecer el empleo de un lenguaje internacional. En algunos casos, ciertos idiomas cumplen esta función. Las denominadas lenguas de amplia difusión (en inglés, Languages of Wider Communication, LWC) como el inglés o el francés, que muchas personas hablan como segundo idioma cuentan con muchos defensores que mantienen que cualquier persona debería conocer al menos una de ellas. Por otro lado, ha surgido también un movimiento a favor de la creación de un idioma artificial que todo el mundo debería conocer.

    Durante cierto tiempo estuvieron de moda algunas lenguas artificiales, que luego prácticamente han desaparecido. De todas ellas, el esperanto ha tenido bastante éxito, ya que posee una gramática sin irregularidades, una pronunciación sencilla y un léxico basado en el latín, el griego, las lenguas germánicas y las románicas. Ahora bien, para los hablantes de otras lenguas, el esperanto no parece tan internacional y resulta más difícil de aprender y de hablar. Una nueva propuesta como lengua internacional la representa el LOGLAND (que surge como lenguaje lógico), creado en laboratorio y del que se dice que está libre de connotaciones culturales y que permite a sus hablantes expresar los pensamientos con toda claridad y sin ambigüedades. Posee muy pocas reglas gramaticales, un sistema fonético escueto y un léxico extraído de los idiomas más difundidos por el mundo, incluyendo el kindi, el japonés, el chino, el ruso y otras lenguas indoeuropeas.

           EVOLUCIóN, CAMBIO Y CRECIMIENTO DE UN LENGUAJE  Entendido el lenguaje como la producción y la percepción de un idioma, hay que decir que evoluciona en la medida en que progresa la especie humana. Como sistema de comunicación, puede ser utilizado con los sistemas de comunicación de otros animales. Sin embargo, como se ha apuntado en otro epígrafe, el lenguaje humano tiene aspectos creativos e interpretativos que parecen marcar sus diferencias. Se cree que la comprensión de la lengua está ligada a la función que realiza una determinada zona del cerebro conocida como área de Broca. Hasta que se produjo esa especialización fisiológica, se creía que no había diferencias entre el lenguaje humano y el sistema de comunicación utilizado por otras especies animales.

    Al parecer fue en la era de Neandertal cuando se inició el lenguaje, pero hasta la aparición del Homo sapiens no se dio una evolución lingüística significativa. Así pues, el lenguaje humano puede contar con 30.000 ó 40.000 años de existencia. La enorme diversidad de lenguas que hay en el mundo demuestra que una vez que apareció el lenguaje se produjeron los cambios a gran velocidad. No es posible saber si hubo una primera y única lengua, ni cuáles fueron sus sonidos, gramática y léxico. La lingüística histórica, que se encarga de descubrir y describir cómo, por qué y de qué manera surgieron las lenguas, apenas puede sugerir algunas hipótesis para explicar esta evolución.

    En el siglo XVIII el filósofo alemán Leibniz sugirió que todas las lenguas que existen y han existido proceden de un único protolenguaje, hipótesis que recibe el nombre de monogénesis. Aunque muchas lenguas vivas proceden de una única lengua anterior, esto no significa que el lenguaje humano haya surgido en varias partes del mundo de forma simultánea, ni que las lenguas vivas precisen de un solo antepasado, sino que pudo haber varios. Esta segunda hipótesis, que explica el origen múltiple para las familias de lenguas, recibe el nombre de poligénesis.


    Sea cual sea el origen de las lenguas, monogenético o poligenético, la opinión general es que las diferencias que existen entre ellas son relativamente superficiales. Aunque se tengan dificultades para aprender una segunda lengua, y parezca que no existen grandes similitudes entre el español, el swahili o el chino, las diferencias entre los idiomas no son mayores que sus semejanzas. Es muy posible que los fonemas y combinaciones de las lenguas existentes, a pesar de lo que pueda parecer, pertenezcan a una especie de inventario universal donde cada una de ellas selecciona los que precisa. Cualquier idioma posee determinadas características estructurales que elige dentro de esa reserva universal de propiedades disponibles. Es decir, ninguna lengua emplea todos los fonemas que la persona puede emitir, ni dispone de todas las categorías gramaticales posibles (como tampoco los hablantes con su propia lengua ni con otra emiten todos los fonemas ni utilizan todas las categorías).


    Cuando una lengua sufre transformaciones sustanciales tanto en su estructura fonética como en su léxico, puede llegar a convertirse en otra lengua. Eso es lo que ocurre durante la evolución de un sabir a una lengua criolla, o del latín al romance, y quién sabe si no podría haber sucedido durante la fragmentación del español o del inglés, por ejemplo. Pero también puede aumentar. Es el caso de un dialecto considerado menor que se convierte en dominante y sustituye a todos los demás. Con el paso del tiempo ese dialecto deja de ser incomprensible y puede originar, a su vez, la creación en su seno de nuevas formas dialectales, verse sujeto a un proceso de aparición de sabires, después criollizarse y así sucesivamente. Lo que caracteriza al lenguaje es su continuo crecimiento y evolución en todos los aspectos, en tanto que expresión viva de la naturaleza y la cultura de los seres humanos.

           Ortografía

           INTRODUCCIóN  Ortografía, palabra derivada del griego órthos, correcto, y graphé, escritura, designa la parte de la gramática que fija el uso correcto de las letras y de los signos gráficos en la escritura de una lengua cualquiera en un tiempo concreto.

           ALFABETO Y FONÉTICA  
    La escritura alfabética es en su origen una escritura fonética, aunque no existe alfabeto alguno que sea una representación exacta de su lengua. Incluso en el caso del español, que es junto al alemán una de las lenguas que mejor representa su fonética, existen 28 letras para representar sus 24 fonemas básicos. Esto demuestra que un solo fonema puede escribirse con más de una letra, como el palatal /y/, que se puede escribir según las normas ortográficas con la letra y o con el dígrafo ll; el fonema velar /x/, que se escribe por medio de las letras g o j (y en México también x); o el fonema /s/ que para los latinoamericanos en general se escribe con las letras c, s y z, y en algunas palabras de origen náhuatl (véase Lenguas aborígenes de Hispanoamérica) con la letra x. En otras lenguas el desajuste entre la fonética y la ortografía es mayor, como por ejemplo en el caso del inglés, donde sólo un 25% de las palabras se escriben siguiendo una adecuación fonética. Además, hay que tener en cuenta que la pronunciación de una lengua varía de forma notable tanto en el espacio, por lo que aparecen los dialectos, como en el tiempo. Por otro lado, algunas normas ortográficas son de origen gramatical y no fonético como por ejemplo el escribir con mayúscula cualquier nombre propio, o escribir n ante f o v. Esta exigencia gramatical se aplicará incluso a los neologismos que puedan entrar en la lengua. Con respecto al uso de las mayúsculas, en la lengua alemana éstas son normativas también para los nombres comunes. En el campo de la creación literaria surgen heterodoxos' de la escritura como Bertolt Brecht, quien escribe su Diario de trabajo usando sólo minúsculas. En España, Juan Ramón Jiménez propuso usar sólo la j para representar el fonema /x/.

           ORTOGRAFíA Y LENGUA COMúN  
    La ortografía no es un mero artificio que pueda modificarse con facilidad. Un cambio ortográfico representa una alteración importante para una lengua. La ortografía es el elemento que mantiene con mayor firmeza la unidad de una lengua hablada por muchas personas originarias de países muy alejados. Esto ocurre con el español, el árabe, el inglés o el francés, por poner algunos ejemplos. Si la ortografía cambiara para ajustarse sólo a criterios fonéticos, el español podría fragmentarse en tantas lenguas como regiones del mundo donde se habla, pues poseen algunos hábitos articulatorios diferentes y, si se representaran en la escritura, aparecerían con el paso del tiempo graves problemas de incomunicación por falta de un código común comprensible para todos. La ortografía no es sólo un hecho estrictamente gramatical, sino que también obedece a motivos claramente extralingüísticos.

           Etapas del español escrito  En la escritura del español se observan tres grandes etapas, que coinciden en términos generales con los tres momentos de su evolución histórica. Los primeros documentos que se escriben en castellano no se ajustan a una única norma ortográfica, porque no existía, pero a partir del reinado de Alfonso X sí se detecta una cierta uniformidad; ésta es quizás la escritura más fonética de la historia del idioma, porque intenta reproducir las creaciones recientes de una lengua que pugna por ocupar el lugar del latín como lengua culta. Por ejemplo, en esta gráfica medieval tienen su lugar consonantes hoy desaparecidas: ss, que correspondería a un sonido sordo de [s] en posición intervocálica, para un sonido [ts], que desapareció siglos después y algunos otros.

    En el siglo XV Nebrija escribe su Gramática de la lengua castellana y fija en ella la primera norma ortográfica que reproduce y retoca el humanista Gonzalo Correas en el siglo XVII, estipulando que la diferencia entre b y v es sólo ortográfica pero no fonética. De acuerdo con ella, se publican y editan los textos del siglo de Oro.

    Los cambios fonéticos de la lengua hablada, que se habían iniciado con el desarrollo y expansión de la lengua española por el mundo, habían concluido y se hacía necesaria una nueva norma ortográfica que los fijara y divulgara a regiones tan extensas como alejadas: por esta razón en 1741 la Real Academia Española publica la Ortographía (en la segunda edición, de 1752: Ortografía) que permanece prácticamente en vigor hasta el siglo XX. En el año 1959 la Academia publica las Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía que se distribuyen por las estaciones de radio, por las redacciones de los periódicos y se pactan con las otras academias de la lengua del continente americano, lo que garantiza su cumplimiento y asegura un único criterio para la lengua literaria impresa. Aquí reciben el mismo tratamiento tanto las normas referidas a la escritura de las palabras como las referidas a los demás signos que necesita la escritura. En 1999, la Real Academia Española publica la Ortografía de la lengua española, edición revisada por las diferentes academias de la Lengua. Entre otras novedades de esta edición, se encuentra la que admite no acentuar gráficamente formas verbales como fie', hui', riais' y en sustantivos como guion' o Sion'. La razón es que, aunque la pronunciación parezca indicar hiato, en realidad se trata de diptongos o triptongos y, por tanto, responden a la norma general acerca de la acentuación de los monosílabos. La observación no excluye mantener "las reglas de ortografía anteriores a estas, si quien escribe percibe nítidamente el hiato y, en consecuencia, considera bisílabas palabras como las mencionadas"

           OTRAS LENGUAS  
    En otras lenguas, las reformas ortográficas proceden también de hechos relacionados con los cambios fonéticos y gramaticales que cada una sufre a lo largo de su historia; así el holandés, el francés o el noruego, por citar algunos ejemplos, han sufrido recientes reformas ortográficas que han patrocinado sus gobiernos respectivos, porque durante el siglo XX todas las lenguas han conocido la necesidad de adoptar préstamos procedentes de la revolución tecnológica, informativa y científica; todas están en contacto y se hace necesario fijar con nitidez las características peculiares de cada una. No hay que olvidar, no obstante, la presión ejercida por el inglés, que se está consagrando como una auténtica lengua franca. En esta lengua, la obra de Noah Webster consagró los usos del inglés de Estados Unidos y con ello sus cambios ortográficos frente a las escrituras del inglés europeo. En el caso del francés, la primera fijación de la ortografía coincide también con el siglo XVII y es resultado de la fundación de la Academia Francesa por el cardenal de Richelieu, que fijó y consagró de forma oficial el uso y las normas de la lengua culta. A finales del siglo XVIII había tanta diferencia entre la lengua culta y la popular, que los revolucionarios franceses podían descubrir la condición de los nobles a través de su pronunciación del diptongo oi, correspondiente al fonema /e/ en la lengua culta y al fonema /wa/ en la vulgar y popular. Se impuso por razones políticas este valor fonético, sin que ninguna reforma ortográfica posterior lo haya recogido.


    Como queda demostrado por todos estos hechos, la ortografía no es tan arbitraria como parece y responde no sólo a la representación fonética, sino que, sobre todo, supone un elemento de cohesión que fija una norma escrita única en las lenguas comunes a países diferentes.



           Bibliografía.

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    Alvar, Manuel. Variedad y unidad del español. Madrid: Prensa Española, 1969. Clásico estudio acerca de los alcances y matices del código lingüístico del español.

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    Diez Manuel y Morales, Francisco. Las lenguas de España. Madrid: Ediciones del Ministerio de Educación, 1980. Estudio de lingüística comparada e histórica acerca del contacto entre lenguas peninsulares.

    Lapesa, Rafael. Historia de la lengua española. Madrid: Editorial Gredos, 9 ed. (corregida y aumentada), 1981. Clásico estudio sobre el desarrollo de la lengua española, trabajado desde el comparatismo histórico, la fonología y la retórica.

    Mateos Muñoz, Agustín. Compendio de etiologías grecolatinas del español. México, D. F.: Esfinge, 17 ed., 1980. Minucioso estudio acerca de las raíces etimológicas grecolatinas de la lengua española.

    Menéndez Pidal, Ramón. El idioma español en sus primeros tiempos. Madrid: Espasa Calpe, 8 ed., 1981. Clásico estudio sobre el origen y primitivo desarrollo del español, por uno de los maestros de la escuela histórica.

    Salvador, Gregorio. Lengua española y lenguas de España. Barcelona: Editorial Ariel, 1987. Estudio de lingüística comparada y política de la lengua en la España actual.

    Vigara Tauste, Ana María. Aspectos del español hablado. Madrid: Sociedad General, 1980. Estudio comparativo sobre la diversidad coloquial del español en la actualidad.

    Enciclopedia Encarta 1998.

    Página web de la Real Academia Española.

    Revista Plaza Educativa: http://www.plazaeducativa.com.ar

           Material Enviado:

    Lic. José Luis Dell'Ordine
    Buenos Aires - Argentina
    dellordine@arnet.com.ar
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