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Presentada para la materia Principales corrientes del pensamiento contemporáneo, Cátedra Casullo, de la Carrera Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Calificada con un 9 (nueve) .
Mumford en su libro " La cultura de las ciudades" explica que: "La ciudad se transforma y representa un portentoso ámbito de "implosión cultural", generador de fenomenales fuerzas centrípetas que habrían de suscitar, precisamente, toda la gama de productos culturales posibles". La ciudad entonces se construye sobre una base de culturas diferentes traídas por hombres que conservan sus tradiciones y en ese mismo acto de preservación generan nuevas costumbres metropolitanas.
La gran lucha del "homo faber" es defender su individualidad, sus costumbres pueblerinas, frente a las fuerzas de la masificación y nivelación, características propias de este momento histórico. Esto es lo que modela a la ciudad como un lugar nuevo que se expande pero que no puede dejar de lado viejas costumbres.
La ciudad se transforma en una conjunción de sujetos inclasificables, forasteros, extraños, donde estos hacen un esfuerzo para encontrarse, reconocerse, y relacionarse pero sólo lo logran mediante símbolos o lugares pequeños dentro de la gran urbe. Todos estaban en este extraño lugar, campesinos, la nueva burguesía urbana, intelectuales y artistas donde todos sabían que constituían algo nuevo, pero no qué era.
Así la metrópolis se funda como un lugar de cruce social, económico y cultural, donde confluyen diferentes etnias, religiones, posiciones políticas, músicas, arte, clases sociales, costumbres y tradiciones.
Ya en los siglos XIX y XX se constituye y legítima la figura del ciudadano. El "homo faber" de la metrópoli industrial atravesado por sus culturas rurales se transforma en el hombre de la gran ciudad. Este individuo metropolitano se caracteriza por tener una actitud de amor- odio hacia el lugar en el que vive. Predominan en las relaciones sociales ciudadanas indiferencia y egoísmo, además de una sensación de malestar constante. El ciudadano moderno responde a ese pensamiento que caracterizó a la Modernidad, con su crítica e inconformismo, y lo manifiesta en su forma de vivir, en la poesía, la pintura, los diarios y la filosofía.
Helena Béjar en su libro "El ámbito intimo" comenta que: "La gran ciudad moderna muestra simultáneamente la prepotencia de la sociedad y la posibilidad de autonomía del individuo. La metrópolis es el reino de la objetividad y el ámbito de la racionalidad. El habitante de la metrópolis orienta sus relaciones con precisión, certeza, hostilidad y desconfianza".
La gran ciudad plagada de seres de diferente pertenencia, con distintas formas de vida constituye un lugar donde nadie se conoce. Edificios de departamentos donde nadie sabe quien es el vecino, restaurantes llenos de gente que come sola, transportes repletos de pasajeros con rumbo desconocido, veredas con caóticos peatones que corren hacia un lugar incierto, son estas algunas variables de la ciudad moderna. El anonimato es propio de esta forma de socialización urbana, los tiempos, los cambios continuos, la inconstancia, la cantidad de gente aglomerada en el mismo lugar geográfico, es lo que provoca esta muralla comunicativa entre los ciudadanos.
Los prototipos de este mundo anónimo, según Béjar, son el pobre y el extraño. Si bien existieron en todas las épocas cobran significación en la Modernidad. El extraño es una figura de la ciudad en tanto no se adapta a ella, carece de lugar y su vida es dominada por la movilidad. Para combatir el anonimato urbano es necesario cultivar la individualidad, es aquí donde aparece la extravagancia. El extraño a veces recurre a ella diferenciándose aún más del modelo común de ciudadano.
El pobre por su parte representa la falta de derechos y deberes que esa sociedad moderna y civilizada se ha comprometido en cumplir. Y el entrecruzamiento de ambos prototipos de ha dado en llamar: el linyera.
Figura reconocida de la ciudad que vive en ella marginalmente, es pobre y extraño. Es el que hace de la ciudad y de la calle su vivienda. Es ocultado por los ciudadanos que no quieren reconocer su existencia, pero es justamente esta la que caracteriza a la ciudad moderna y su complejidad social.
Casullo en el libro "Itinerarios de la modernidad" explica que también han surgido y cobrado significación otras figuras en este momento de la ciudad; el poeta, el flaneur, el dandy y el periodista.
El poeta se relaciona con la ciudad, sus calles, sus bares, como si fuese con una mujer. Opone la ciudad con el campo, donde la primera es misteriosa y atractiva, mientras que el mundo rural carece de estas características cayendo en lo insípido. El poeta es aquella figura que ejercita una severa crítica y la vez da un canto de esperanza para solucionar las miserias de su tiempo. Baudelaire es el poeta de mediados del siglo XIX, quien describe a la metrópolis como un infierno paradisíaco. Explica que la ciudad por un lado produce enajenación, al ser el ciudadano un hombre más en la multitud, pero por otro lado la metrópolis con su encanto particular produce sueños, historias sobre toda esa gente que es parte de esa concentración de individuos. Baudelaire en sus poemas escribe que estar en la ciudad es estar en el centro del mundo, salir a conocer ese mundo, esa ciudad es sorprenderse, es pensar, es vivir, es salirse de ese estado convaleciente del hombre en la multitud.
Otra figura de la época es el flaneur, es el observador anónimo de la ciudad. Quien recorre la metrópolis deambulando por sus calles, sus tabernas, sus prostibulos conociendo a los personajes que por estos lugares pasan. Ve a la ciudad tan inmensa que se relaciona con ella como alguien nativo pero también como un turista. Disfruta del encanto de la ciudad nocturna con sus extraños personajes, laberintos y contrastes, pero también manifestará que la metrópolis es un lugar donde confluyen el aburrimiento, el ruido y la muchedumbre. Casullo afirma que Baudelaire "fue un flaneur por excelencia", quien conocía lo mágico y lo terrible de la ciudad.
El dandy se sitúa mas allá del bien y el mal, de la izquierda y la derecha, ricos y pobres. Se plantea un pensamiento refinado diferente al pensamiento de la burguesía. Pero no lo hace frente a las mayorías sociales sino a las mayorías de la cultura. Por eso podemos ver a Dorian Gray pasearse por la ópera con la burguesía inglesa y acto seguido por los prostibulos de las afueras de Londres donde pululaban marineros, jugadores, borrachos, asesinos y prostitutas. El dandy es una figura de desacato, de provocación, que no permite rótulos.
El periodista por otra parte es la figura que surge con los comienzos de la crisis de la modernidad, es el personaje que justamente manifiesta este hecho. El periodista como una nueva personalidad que denuncia y analiza la sociedad. La personalidad que se destacó como modelo de esta nueva figura es Karl Krauss, quien a traves de su diario "La Antorcha" quien él sólo editaba y escribía, trata de dar cuenta de lo que se avecinaba a principios del 1900. Expresaba que se estaba gestando una etapa de catástrofe y además manifestaba que la Modernidad estaba caducando. Viena, la gran ciudad del imperio en agonía, es el escenario donde Krauss plantea este problema. Casullo describe a la ciudad de esta manera: " Una Viena absolutamente en decadencia política pero majestuosa en sus construcciones, esplendorosa en sus monumentos y sus trabajos en piedra arquitectónica. Envidiable Viena que de alguna manera va a generar una contradictoria y dolorosa conciencia en algunos de los intelectuales, conciencia de lo aparente, de lo banal, de lo ilusorio del tiempo que están viviendo".
Krauss explica que Viena es el "barómetro del fin de la humanidad", es la ciudad en donde se empieza a gestar este malestar y la predicción del terrible genocidio que va a acontecer durante la Segunda Guerra Mundial. Plantea que hay un distanciamiento entre la palabra y lo real, esto es lo que produce una crisis en el espíritu del hombre y una política del terror que luego Hitler empleará. Krauss se alza frente a la tragedia que se avecina de una forma particular, no sigue denunciando mediante su diario la crisis de la humanidad, sino que deja de escribir y de publicar "La Antorcha" y se exilia en el silencio: "Cuando los hechos de la realidad superan nuestra imaginación más febril, ya no hay nada que decir".
Estas figuras metropolitanas describen el pensamiento crítico característico de la Modernidad. Sus formas de vida, sus denuncias, las maneras de relacionarse con la ciudad y con el resto de los individuos que allí habitan son una clara ilustración de un lugar que se caracteriza por ser una caldera difícil de describir, en donde se gestaron las grandes ideas modernas. Todos estos personajes hacen a la ciudad como un lugar de la cultura, la definen y la articulan. Se hace difícil transitar por el concepto de ciudad moderna sin tener en cuenta que estas figuras son las que lo sostienen, estructuran y le dan sentido. Toda su arquitectura, monumentos, bares, calles y ámbitos propios y característicos de la ciudad pierden su gracia y su significado sin estas figuras.
En Buenos Aires los bares eran el lugar de los tangueros y de la música ciudadana, era la cita obligada de Troilo, Pugliese y Goyeneche en el famoso bar "El Viejo Almacén". No solo se juntaban a charlar y tomar sino que fue el lugar donde se compusieron grandes tangos. También famosos escritores han encontrado en los bares el lugar apropiado para la inspiración de sus obras. El bar como algo propio de la ciudad, gastado por el paso de estas grandes personalidades que dejaron una huella que quedó impregnada en el ambiente. Es un lugar mas bien nocturno ya que es el momento donde florecen los personajes más interesantes de la ciudad.
Otro rincón propio de la ciudad es el salón, característico de la metrópolis europea del siglo XIX, frecuentado por mujeres en donde se cultivaba el arte de conversar.
Donde las discusiones pasaban por temas literarios, artísticos o de actualidad. La burguesía metropolitana frecuentaba los salones y era una cuestión de status poder estar allí y ostentar de conocimientos sobre pintura, ópera y teatro así como también de anécdotas sobre viajes. Era el lugar ideal para sembrar odios y amores ya que el chisme era el protagonista central de las reuniones en los salones.
Los clubes a diferencia de los salones eran frecuentados por varones, donde se reunían los banqueros, los hombres de negocios de la burguesía mercantil, funcionarios y profesionales, ya sean médicos o abogados. Aquí las discusiones giraban en torno a temas económicos y políticos. Los clubes son los centros donde se comenta la prensa y donde se realizan negocios. Aquí lo que interesa es quien habla y no de quien se habla. Se conversaba sobre grandes negocios, las noticias de la Bolsa, los mercados europeos y sobre política. El último tema es importante ya que describe a una sociedad con grandes intereses políticos, militancia de partido y una constante critica hacia los problemas socio-económicos del momento. Se crean círculos de opinión política importante para la época ya que es allí donde no solo se realizan negocios sino que discute el futuro de la Nación. Aunque es un espacio cerrado es desde aquí que repercutirán las decisiones luego tomadas en los ámbitos jurídicos, ejecutivos, económicos y sociales.
Las avenidas que nunca duermen, las calles que no dejan de ser transitadas son propias de este mapa de la ciudad. La calle al igual que la ciudad no es un todo que tiene una sola definición, por un lado es un lugar tranquilo donde la sociedad encuentra su espacio de reunión y por otro es un lugar del terror, de la inseguridad y del vandalismo. La calle también es peligrosa, un lugar donde el ciudadano tiene miedo de transitar.
Las calles de Buenos Aires como las conocemos hoy son el lugar de los graffitis, de las luces de neón y de una contaminación visual que al mismo tiempo, enceguecen y maravillan al ciudadano. Veredas rotas, puestos de comida y excremento canino son la ilustración más clara del paisaje actual de las calles porteñas. Las calles de Buenos Aires son la peor herencia de la ciudad moderna europea, las costumbres capitalistas se trasladaron tergiversadas hacia nuestro continente. La idea de ciudad y de calle moderna como lugar de consumo han llegado intactas, pero se ha sumado la pobreza como característica categórica a ese modelo de metrópoli moderna europea que se ha intentado copiar.
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