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—¿Y cuáles son los nuevos problemas sociales?
—Están ligados al propio desarrollo y tienen que ver mucho más con problemas de marginalidad y de exclusión social, y no necesariamente están ligados a la acumulación material de bienes. Uno puede tener un alto grado de bienestar material y, sin embargo, tener una creciente sensación de exclusión dentro de la sociedad. Todos los analistas concuerdan en que hace veinte o treinta años atrás, la sociedad uruguaya tenía un altísimo grado de integración social, incluso cuando la pobreza era mucho mayor que la de hoy.
—¿Es una "agenda social" similar a la que se discute a nivel de los países desarrollados?
—¿Qué cambios hubo a nivel del trabajo? ¿Está vinculado al problema del desempleo?
—El tema de la inestabilidad laboral es mucho más importante para entender la sensación térmica. En el Uruguay el empleo en el sector privado se parecía mucho al sistema de protección del empleo japonés. Acá para que se fundiera una empresa tenía que estar en una situación muy, muy especial. Esa garantía que de alguna manera antes extendía el Estado a casi cualquier puesto de trabajo, fuera público o privado, hoy en día ya no existe. (...)
—La gente vive mejor, pero angustiada...
—Es indiscutible que se venden muchos más autos, hay más hogares con televisores y videograbadores, hubo un aumento del consumo en todos los rubros. El tema es si ese aumento del bienestar material y de la capacidad de consumir bienes ha ido acompañado de un aumento del bienestar espiritual y psicológico de la gente. Y yo creo que no necesariamente fue así. En algunos casos sí y otros no. (...)
—Existe la percepción de que en los últimos años aumentó la marginalidad: más mendigos, más niños pidiendo en los ómnibus. ¿Usted entiende que esto es una sensación o es una realidad?
—Marginalidad siempre hubo, pero era una marginalidad ligada a una imposibilidad de acceder a ciertos niveles de bienestar material. Era una marginalidad que se confundía con el problema de la pobreza y con la falta de recursos. Hoy en día, la marginalidad moderna, y creo que es creciente en nuestra sociedad, es un problema de desintegración social. Por supuesto que se manifiesta en los sectores de menores ingresos. Pero no necesariamente los marginales son pobres en el Uruguay. Muchas de las personas que nosotros visualizamos hoy como marginales tienen una situación material mucho mejor que la que tuvieron en el pasado. (...)". (director del programa de Fortalecimiento de las Areas Sociales dependiente de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Máximo Halty, en Búsqueda del 26 de noviembre)
Ce.R.P. del Este
Ciencias Sociales - Sociología en el Uruguay.
Perfiles de América Latina
- Ciudad globalizada.
Ciudad de México y São Paulo lo son en tanto megaciudades; en otras ciudades centrales en la región, existen núcleos estratégicos globalizados; estas son ciudades satélites, que actúan como polos de atracción, donde circulan redes de comunicación, se transportan personas, bienes y servicios, y en casi todas las concentraciones urbanas, es posible encontrar enlaces globalizados —desterritorializados— de la producción y consumo.
- Ciudad localizada.
Las grandes áreas metropolitanas, al igual que las ciudades secundarias, provinciales y pequeñas localidades urbanas, están segmentadas en sectores identificables, por usos, por historia, por características socioeconómicas. Estos sectores todavía preservan la especificidad de pueblos y barrios.
- Ciudad violenta.
Colombia tiene la tasa más alta de homicidios del mundo; la siguen Brasil, Panamá y México. Algunos autores señalan que en las ciudades el origen de la violencia está relacionado con una crisis de integración. Los cambios económicos y sociales que están ocurriendo en América Latina significan pasar de sistemas de movilidad social colectiva a sistemas de movilidad social individual. Ciertamente los valores de un mundo urbano popular, en donde predominaba una cultura obrera, desaparecen con los cambios recientes.
Estas ciudades —la globalizada, la localizada y la violenta— nos hacen perder de vista que la ciudad latinoamericana también es una Ciudad empobrecida. En América Latina los pobres[1] en los años noventa se concentran en las ciudades. Fenómeno nuevo y creciente, que ha ocurrido en los últimos veinte años. Si bien el porcentaje total de personas pobres en la región ha crecido levemente en términos porcentuales, la población urbana pobre en el período entre 1970 y 1990 pasó del 29 al 39 por ciento, mientras que la población rural pobre disminuyó porcentualmente del 67 al 61 (Cepal 1994).
Si en 1970 en las áreas rurales se encontraba el 63 por ciento de los pobres de América Latina, hoy el 59 por ciento de ellos está en áreas urbanas. En cifras absolutas significa que el número de personas pobres que habitan en las ciudades ha pasado de 44 millones a 115 millones de personas (Cepal 1994:157).[2] Esta concentración de pobreza en las áreas urbanas crea nuevas y crecientes demandas por suelo urbano, vivienda, infraestructura, servicios, integración y participación, demandas a menudo no satisfechas por las autoridades.
En el pasado la pobreza era la consecuencia de la dualidad campo-ciudad, urbanismo-ruralidad, industria-producción artesanal, progreso-retraso, etc. La marginalidad era el producto del proceso de modernización capitalista industrialista y urbanista que dejaba al margen de dicho proceso a sectores importantes de campesinos y pobres atraídos por las ruidosas campanas del progreso.
En el pasado, el Estado, la acción de los partidos populares y los movimientos sociales trataron de superar los problemas de marginalidad y desigualdad social redistribuyendo, fortaleciendo el ámbito de los público (educación, salud, infraestructura, equipamiento social, etc,), impulsando reformas agrarias, alfabetizando, ampliando y extendiendo el sistema educacional, profundizando la democracia creando condiciones de movilidad social.
En su definición más amplia, el término engloba un proceso de creciente internacionalización o mundialización del capital financiero, industrial y comercial que exige un reacomodo en las distintas dimensiones, que abarca de lo político-económico, a lo socio-cultural. Lo que se globaliza no son únicamente las instituciones estatales y las estrategias económicas, sino también las ideas y los patrones socioculturales de comportamiento. Esto debido a que, durante la segunda mitad del siglo XX, la globalización del capital vino acompañada por la revolución informática y, muy especialmente, por dos de sus productos tecnológicos: la industria cultural y la comunicación a distancia.
DOS INTERROGANTES QUE AYUDAN A DIBUJAR AL POBRE DEL SIGLO XXI.
• ¿Se aprende a ser pobre? ¿Estamos frente a una pobreza aprendida?
El pobre, en una sociedad sin movilidad ni equidad social, es socializado para que se acostumbre a vivir en su estado de pobreza. Ello ocurre sobre todo cuando la pobreza es una condición social que prácticamente se hereda de generación en generación: los pobres son por lo general hijos de pobres, los que a su vez, probablemente producirán otros pobres y otros pobres...
Solo la educación puede contribuir parcial y ocasionalmente como mecanismo de superación de la pobreza. Ocasionalmente, debido al hecho de que por lo general los pobres no tienen acceso completo a la educación y, aun cuando legalmente sea un derecho establecido, las condiciones socio-económicas obligan a muchos niños a desertar tempranamente del sistema educacional. Trabajo y salarios justos constituyen - en toda sociedad - un decisivo factor de superación de la pobreza. Actualmente el trabajo mal remunerado y precario, constituye el factor más importante causante de pobreza, la que incluso afecta a importantes segmentos de las llamadas clases medias.
Se aprende a ser pobre, como una condición cuasi natural. Quien vive largamente en un sistema termina por habituarse a él. El sistema lo habitúa, lo obliga a aceptar las reglas del juego, sus normas, sus pautas de conducta y sus valores, sus formas de ser, de relacionarse, su lenguaje y formas de entendimiento, su violencia y sus conflictos. Estas relaciones están fundadas en la precariedad del suelo y del techo compartido, en la estrechez habitacional, en la falta de recursos y dinero, en el terrible y limitado "aquí" del vivir cotidiano, en la imposibilidad de romper este círculo vicioso del ser pobre.
El ser humano para reproducirse en forma normal, necesita de determinadas condiciones. Las mismas, ya deben existir en el momento de la concepción, pasando de la niñez a la adolescencia, juventud, adultez y vejez. El ciclo de la vida exige de condiciones especiales, diferenciadas conforme se evoluciona biológica, humana y espiritualmente. El ser humano es un ser completo y complejo. Por lo tanto no se le puede tratar reducidamente, como un mero factor económico, un ente biológico o puramente individual. Por lo general los sistemas sociales no consideran las diferentes dimensiones de la vida humana, acentuando un aspecto parcial de su condición. Cuando estas condiciones faltan, el ser humano no puede desarrollar todas sus potencialidades, se queda a medio camino, individual y socialmente incompleto.
Los pobres son seres humanos frustrados en su posibilidades de desarrollo integral. El empobrecimiento abarca los aspectos físicos, biológicos, habitacionales, recreativos, culturales, económicos, sociales, políticos espirituales y afectivos que configuran la vida social. Todos los factores son susceptibles de medir de alguna manera, sea en forma, en su calidad y en su cantidad. Más aún, en el caso del estándar o calidad de vida, los parámetros cuantitativos suponen una valoración cualitativa y, a su vez, lo cualitativo se manifiesta también en cantidad.
• EL INDIVIDUO Y LA NECESIDAD DEL ESPACIO.
En países europeos desarrollados la habitación no sólo está estipulada como una necesidad elemental, sino que además existe una cuantificación cualitativa de lo que cada persona necesita como mínimo; ello se expresa en espacio construido, en cantidad de metros cuadrados por persona o niño. Al fijarse metros cuadrados habitables por personas, en el fondo se parte de una condición habitacional requerida por una persona para desenvolverse físicamente. Es decir, la cantidad de metros cuadrados de habitación corresponde a una concepción de calidad habitacional. Los pobres tienen lo mínimo, en el espacio físico mínimo, en la vivienda mínima, para un individuo considerado también mínimamente.
La reducción del espacio habitacional a un mínimo, reduce también a un mínimo las posibilidades de movimiento y de vida al interior de la vivienda, limita gravemente las posibilidades de convivencia familiar; impide el crecimiento individual de cada ,miembro de la familia, dado que al individualidad subjetiva requiere de un espacio propio para cultivarse y crecer y, de esta manera poder relacionarse adecuadamente con el resto.
En el fondo, la reducción del espacio habitacional impide que se desarrolle el conjunto de la comunidad familiar. Más aún, el hacinamiento facilita la promiscuidad y la violencia intrafamiliar. Por otra parte, la monotonía y la uniformidad de la construcción, lo repetitivo, hace homogéneo el paisaje de los pobres, los empobrece estéticamente. La vivienda constituye un factor esencial en el momento de marcar el límite de la pobreza. La carencia de vivienda otorga al afectado el denigrante sello de "vagabundo, mendigo", por lo general asociado a otras carencias - trabajo, educación, alimentación, ingresos estables - patentiza de manera dramática una condición de absoluta vulnerabilidad individual y social.
La carencia habitacional, la condición social de "sin techo", implica el total desarraigo territorial, significa la falta de un lugar físico y geográfico donde instalarse humanamente, para construir identidad personal y ser reconocido por la comunidad como un sujeto concreto, existente y provisto de una dirección territorial y vecinal. La carencia habitacional atenta contra el desarrollo de la subjetividad y de la ciudadanía.
La falta de acceso a la educación y cultura constituye otro factor que bloquea el desarrollo del potencial humano y ciudadano moderno que toda persona representa de por si. En la época moderna la educación y la cultura proporcionan al individuo herramientas fundamentales para la autoemancipación y el desarrollo de la individualidad. No sólo el acceso a los medios de producción transforman en "señor", también la cultura - sobre todo cuando no se posee bienes de capital - contribuye al ascenso social. No sólo la economía es un factor de poder, también el dominio de conocimientos, la acumulación de información y saber. Y quien no posee medios de producción ni bienes culturales es víctima de una doble marginación social. Los sectores medios en las sociedades modernas logran, precisamente, movilidad social, gracias al control profesional de medios informativos y conocimientos. El poder actual de la tecnocracia, de la burocracia y de los profesionales atestiguan esta afirmación, poder que se extiende a diferentes esferas de la vida económica, social, política y cultural.
Pobres sin conocimiento, sin información, carecen de la sustentación cultural necesaria para sobrevivir en un mundo cada vez más complejo y difícil de descifrar, comprender e interpretar. La educación y la cultura de calidad pueden ayudar a los pobres a enfrentar por sí solos los difíciles - muchas veces insuperables - problemas que sufren día a día. Adecuados niveles de educación constituyen un indicador esencial de la sustentabilidad social de la población pobre. No se trata por cierto de aumentar la escolaridad cuantitativamente, sino de ofrecer una educación de calidad, capaz de proporcionar competencias profesionales, culturales y sociales que hagan de los pobres personas cultas, provistas de igualdad cultural, indispensable para la acción e interacción social en grupos y en sociedad.
La afectividad es otro factor significante en la construcción de la relación humana, en el habla, en la consideración y respeto mutuo. La carencia de afectividad, de amor, disminuye la autoestima y destruye la identidad individual. El desarrollo de la afectividad requiere de la existencia de condiciones de convivencia humana, propicias para el surgimiento del equilibrio y la armonía.
La afectividad se cultiva desde la infancia y constituye para la vida cotidiana una energía indispensable para el desarrollo y la felicidad humana. Los pobres tienen la misma capacidad afectiva que otros sectores sociales. Sin embargo, la dureza de la condiciones de vida, el hacinamiento, la falta de privacidad, la carencia de espacio, los golpes, la desinformación, la represión, tabúes e inseguridades a que se encuentran permanentemente sometidos, dificultan enormemente el ejercicio libre y pleno de la afectividad. La sustentabilidad social es una realidad compleja que abarca importantes y vitales aspectos del desarrollo de la vida humana.
El ser humano no es capaz de autosustentarse, sólo lo puede hacer socialmente, en la vida solidaridaria e interrelacionada, en redes de comunicaciones y complementaciones interindividuales y sociales, respaldadas equitativamente por las mediaciones institucionales, en especial por un Estado activo y redistribuidor del conjunto de los beneficios sociales. Trabajo estable, salud, participación en las decisiones y vida en un ambiente libre de contaminación constituyen también, factores fundamentales de la sustentabilidad social.
La pobreza que afecta a millones de personas - así como a la mayoría de los pueblos latinoamericanos - no es un problema de ahora, sino de larga duración y acumulación. La estratificación histórica de las sociedades han mostrado como realidad constante la existencia de un segmento de población pobre, el que se ha reproducido históricamente dentro de limites impuestos por la demarcación cuasi estamental de las clases.
Se nace, crece, envejece y muere en el estrato marcado por la pobreza. La pobreza constituye una especie de submundo - no necesariamente subcultura - que establece fuertes condicionamientos estructurales a las personas que por desgracia social les corresponde desenvolverse en dicho medio.
La falta de mecanismos efectivos de movilidad social y la concentración extrema del ingreso han consolidado este círculo vicioso de la pobreza. Los países desarrollados implementaron políticas de compensación social de carácter integral, plasmadas en los llamados "estados de bienestar social". Sus sistemas sociales eran abiertos, ofrecían a la mayoría de la población - independientemente de su pertenencia social - posibilidades de experimentar progresos, de subir en la escala social. Especialmente la educación fue el instrumento cultural que por excelencia contribuyó a desarrollar el potencial intelectual, técnico, profesional y ciudadano de las personas.
Resulta muy difícil definir o describir con precisión lo que significa la pobreza para los afectados. Entre los sectores sociales más duramente afectados por la pobreza se encuentran sin duda las mujeres. Con razón en la literatura sobre estudios de la mujer se emplea el término "feminización de la pobreza". La mujer no sólo está más cerca que el hombre de la pobreza, a ella además le corresponde enfrentar diariamente las situaciones de pobreza que vive la familia o ella y sus hijos cuando se trata de mujeres jefas de hogar (cerca de un 25 % de los hogares pobres).
La racionalidad instrumental, de que nos hablaba Weber, ha seguido avanzando, inspirando e impregnado los llamados procesos de modernización. En todo caso se trata de una racionalidad capitalista privatizadora, donde lo que cuenta es la cuantificación y la acumulación de riquezas. En este sentido puede decirse que el desencanto de la modernidad sigue su curso... con el rigor endurecido del atraso y la pobreza.
Pobre es alguien que además de vivir en carencias, no está en condiciones de valerse por sí mismo. En otros casos la estigmatización está relacionada con la conducta "conflictiva" de determinados sectores de pobres. El estigma reproduce pobreza en la conciencia del que ya es pobre, al depositar culpabilidad sobre la condición de pobre sobre el mismo afectado.
Aportes de la prof: Laura Vigo
GIDDENS, A. (1990): Consecuencias de la Modernidad. Ed.Alianza Madrid.
GARCíA CANCLINI, N. (1989): Culturas híbridas. Estrategias
para entrar y salir de la modernidad.
México: Grijalbo.
KATZMAN, R. (1996): Marginalidad e integración social en Uruguay. Ed. CEPAL, Montevideo.
KLIKSBERG, B. (1999) Capital Social y Cultura, Claves Esenciales del Desarrollo. Revista de la CEPAL 69. http://www.eclac.org/publicaciones/SecretariaEjecutiva/7/lcg2067/kliksbergesp.pdf
NACIONES UNIDAS, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 1997, La Brecha de la Equidad. América Latina, El Caribe y la Cumbre Social, Santiago de Chile, Chile.
Diferentes medios de prensa escrita del Uruguay: Búsqueda, El Observador, La República, El País, Revista Posdata.
Trabajo enviado por:
Prof: Fernando Mazzoni
[1] Personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza
[2]. Entre 1990 y 1994, Cepal señala que el número total de hogares pobres disminuyó de 41 a 30 por ciento. Entre 1995 y 1996, la situación es variada. Mientras en Chile, Brasil y Perú las estadísticas oficiales indican que la pobreza ha disminuido, en Argentina, México y Venezuela, la pobreza ha aumentado marcadamente. En el resto de los países en la región, los niveles de pobreza no han cambiado significadamente (Cepal 1997).
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