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La larga agonía de la Argentina peronista, de Tulio Halperín Donghi

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Resumen del libro: La larga agonía de la Argentina peronista, de Tulio Halperín Donghi

Agregado: 01 de MARZO de 2005 (Por spepen) | Palabras: 1553 | Votar | Sin Votos | Sin comentarios | Agregar Comentario
Categoría: Apuntes y Monografías > Historia >
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    Autor: spepen (elektroniks04@hotmail.com )

    RESUMEN DEL LIBRO:

    La larga agonía de la Argentina peronista, de Tulio Halperín Donghi

    Mientras que el radicalismo permanece prisionero de una autodefinición forjada en una Argentina que ya no existe, el peronismo va a ser desde su origen expresión política de una sociedad ya transformada.
    El peronismo se presenta como la solución para un ejército al que la habilidad del general Justo ha transformado en el gran responsable de una situación política que dejó memoria en el país. El peronismo fue una modificación del equilibrio político y social pero también una ruptura con estructuras políticas previas. La política peronista favoreció a los sectores urbanos sobre los rurales, y castigó a la agricultura pampeana: las razones son que manteniendo el valor del peso y siendo intermediario de exportaciones cerealeras se aseguraban insumos baratos para la industria frágil, y atenuar las presiones de los sindicatos. Tampoco tras su derrocamiento se genera una ofensiva terrateniente. Aramburu tuvo un programa de reforma agraria, buscando destrabar el mercado inmobiliario urbano, estableciendo la venta obligatoria a los arrendatarios quienes podrían pedir créditos. Para los terratenientes la explotación agrícola directa con trabajadores asalariados era costosa, se van los arriendos y esa tierra pasa al pastoreo. Crea antagonismos capaces de debilitar su solidaridad interna. En la pampa agrícola los efectos de decisiones políticas variadas junto con la coyuntura externa, fomentaron un nuevo perfil de sociedad que cumple las profecías de los ideólogos del ruralismo.
    Vandor, al buscar su inserción en el sistema electoral para llegar al poder, fracasa y así la elite sindical hace suya la versión del poder: había que dejar de lado el sistema electoral porque no los beneficiaba. La imagen de un sistema electoral que canaliza antes que reflejar la demandas políticas de la ciudadanía, es un obstáculo para la consolidación del sindicalismo como fuerza política legitima (visión de 1955), A su peso el sindicalismo debió un margen de maniobra que supo utilizar. Se redefinen los criterios de legitimidad invocados por bloques ideológicos que se disputan las lealtades de los argentinos. La racionalidad en el ejercicio del gobierno heredado de la tradición conservadora sacado a la luz por la Revolución Argentina debía convivir en equilibrio con la corporación militar.
    La experiencia política inaugurada en 1955 genera golpes mas graves porque quienes lo asentaban proclamaban ser sus vengadores y restauradores. Luego de la etapa del falseamiento electoral de 1931 y la que desde 1946 utilizó al sistema electoral de base plebiscitaria a un autoritarismo parecido al autoritarismo europeo, con el derrocamiento de Perón se abre otro nuevo modo de desvirtuar la democracia representativa: mediante la redefinición continua en los cuales era autorizada la competencia electoral. Sólo el peronismo parecía preparado a funcionar sin problemas en un sistema que a la vez que devolvía al sufragio buena parte de su eficacia práctica, le denegaba todo poder como fuete de legitimidad.
    El movimiento montonero irrumpe en la vida publica con el asesinato de Vandor y al año siguiente con el secuestro y asesinato de Aramburu: confluyen todos los clandestinos y se usa ese instrumento para dirigir el rumbo de un proceso a la deriva. Los movimientos de ambición insurreccional contaban con el aval de quienes tras haber empujado la desestabilización de la que fueron víctimas sus vencedores de 1955, se presentaban ahora como únicos capaces de revertirlo. La innovación del segundo peronismo no fue la creación de un voto peronista de clase media, sino el reconocimiento de la legitimidad del gobierno surgido de la victoria electoral por parte de los derrotados que paradójicamente no marcaban un retorno a la antigua fe cívica, sino a criterios de legitimidad de antes a 1912.
    El exiliado contaba con la cooperación de su mayor rival político: si el radicalismo se resignaba a no disputar seriamente al peronismo su dominio electoral, no era sólo porque sus posibilidades de arrebatárselo eran escasas, sino porque advertía que esa era parte del precio de la concordia. La guerra civil que desgarró al peronismo logro instaurar una vida política escindida entre el hemisferio de los rituales heredados de la república oligárquica y el otro que actuaba con la violencia.
    La corrosión de las bases económicas que habían permitido a la UOM avanzar a la hegemonía luego se consolida, siendo decisiva la estructura del sindicato metalúrgico, mas centralizada que otras. En la industria y en la tierra los inversores extranjeros atraídos por breves etapas del despegue económico según la época, luego se arrepintieron. Se modifica la clase empresaria y su relación con el Estado: el desarrollismo no se apoya en la apertura económica, sino que fomenta atraer inversiones convidando a empresarios extranjeros a participar de los privilegios de las concesiones a empresarios nacionales. Se crea la unión corporativa entre el Estado y subsectores de intereses, mantenida por la disputa entre ellos por la distribución de costos que se benefician de la inflación.
    La interpretación entre el Estado y el mas consolidado círculo de socios privilegiados contribuyó a consumar la transición que redujo al sector central del proceso sociopolítico a terreno de batalla y premio de las rivalidades entre sus supuestos aliados.
    El fracaso del Proceso de Reorganización Nacional se debía en parte a que las FFAA que por décadas habían sido los protagonistas de la tragicomedia política argentina hallaban difícil transformarse en la máquina cuya irrupción en escena iba a permitir al país salir del laberinto. El terror se ofrece como castigo a la deserción de la sociedad entera, y como instrumento de una cruel pedagogía destinada a grabar en la memoria colectiva la consecuencia de ceder ante tan atractivos desvaríos. El terror estaba dispuesto a ir mas allá de los que sus justificaciones proponían. La FFAA como participantes en primera fila de los ciclos argentinos habían sido corroídas por la misma disgregación frente a la cual se presentaban ahora como la ultima barrera. El terror iba a veces a ser usado como instrumento para ambiciosas maniobras políticas destinadas a influir en duras luchas. En sus limites no delimitaría a reducir el Estado a un conjunto de recursos económicos de los que podían depender las FFAA, dependía del mantenimiento del equilibrio frágil entre amas y tendencias. El terror leva la marca de su originen: el consenso no suponía adhesión, y se apoyaba en la convicción de que no había alternativa.
    La transición a un estilo de gobierno menos sanguinario iba a ser una prueba difícil para un régimen cuyo fundamento originario había sido el terror, la opinión que había sido sorda a las denuncias, comenzaba cautelosamente un ejercicio de recuperación selectiva de la memoria. Marines de Hoz confiaba en la convergencia que se produciría cuando los productores nacionales descubrieran que, sólo si alineaban los precios sobre los internacionales, se salvarían de perecer. El mercado nacional debía permanecer cerrado para los competidores externos de las más fuertes industria protegidas (automóvil). La alta paridad cambiaria logró promover un éxito de consumo y turismo internacional, que llegó hasta las clases populares. Esto dependía de la continuidad de la bonanza crediticia.
    Tras la derrota se debió evitar que la retirada sea una fuga. El fracaso de la gestión mostraba que había sido inepta en su campo mismo de acción especifica. Fue mérito de Alfonsín percibir y manifestar el sentimiento de denuncia del pacto militar sindical, que iba mas allá de capitalizar la ventaja tras la muerte de Balbín, sino que además repudiando a dos protagonistas colectivos que habían dominado la vida nacional desde 1945 venía a dominar el fin de una larga etapa política dominada por la problemática de la revolución peronista.
    El nuevo presidente entendió el mandato como el reclamo de un reajuste del encuadre institucional que a su juicio había hecho imposible la sociedad plasmada por el peronismo, el problema se daba por dos razones: contaba con que la posibilidad de alcanzar ese objetivo era tan reconocida que muchos iban a ver recortada su influencia; se negaba a advertir hasta que punto se había tornado desfavorable el contexto socioeconómico nacional y mundial para una forma como la socialdemocracia.
    El presidente aspiraba a ser algo mas que el jefe del radicalismo: como el último Perón, vió la posibilidad de ejercer su liderazgo por encima de las divisiones partidarias, y dentro de cada una de ellas. Comenzó a obtener éxitos importantes, pero con su gestión se abrían adversarios, la negativa de usar su poder con intenciones partidistas fue costosa. Entre 1945 y 1983 se habían acumulado transformaciones sucesivas en la vida nacional. En los sectores populares se ve una erosión frente a la posición hegemónica que los obreros industriales y de servicios públicos había ocupado: deterioros industriales se relacionan con modificaciones económicas. Se da una torsión en la relación entre el Estado y las clases populares. Estas aparecen cada vez menos como clases trabajadoras y más como figura de los pobres tradicionales. Tuvo cambios por el impacto la crisis de la deuda de 1981. La decadencia de los servicios del Estado (salud, educativos, etc.), aceleró la transferencia de actividades de la esfera pública a los sectores privados (sin contactos indeseables).
    Todos los cambios transformaron a la clase media, cuya solidez había sido una de los recursos secretos que permitieron al país seguir adelante pese a los golpes: se transforma en un grupo desintegrado y anémico como a la clase obrera: La hiperinflación fue el momento resolutivo de la interminable agonía.

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