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LA REVOLUCION DE MAYO
UN ALEGATO DECISIVO
El
discurso de Villota desconcierta a Castelli, porque abre en su
argumentación una brecha que no había previsto. No todo está perdido, para los
patricios, sin embargo, pues salvadoramente aparece entonces la mente lógica de
Juan José Paso. Su contrarréplica pone punto final a la resistencia
española:
- Dice
muy bien el señor Fiscal, que debe ser consultada la voluntad general de los
demás pueblos del Virreinato; pero piénsese bien que en el actual estado de
peligros a que por su situación local se ve envuelta esta capital, ni es
prudente ni conviene el retardo que importa el plan que propone. Buenos Aires
necesita con mucha urgencia sea cubierto de los peligros que la amenazan, por
el poder de la Francia y el triste estado de la Península. Para ello, una de
las primeras medidas debe ser la inmediata formación de la junta provisoria de
gobierno a nombre del señor don Fernando VII; y que ella proceda sin demora a
invitar a los demás pueblos del Virreinato a que concurran por sus
representantes a la formación del gobierno permanente".
De este modo,
apelando a circunstancias de hecho, fundamenta Paso el derecho de Buenos
Aires a instaurar un gobierno provisional. Abrumado por una emoción que llega
hasta las lágrimas, Villota no acierta a encontrar argumentos valederos para
destruir el sólido alegato de Paso. El fiscal interviene entonces nuevamente y,
con voz entrecortada, echa en cara a los porteños su desapego a la doliente
España:
- Es
muy doloroso que en la ocasión de su mayor amargura, trate Buenos Aires de
afligirla con una novedad de esta clase, oscureciendo por una equivocación de
concepto las glorias que tenía adquiridas.
Mientras tanto, los invitados y la barra participan activamente. "Las
reflexiones del doctor Castelli son aplaudidas con vivas y palmadas del
partido más numeroso - dice el informe oficial de oidores-, al paso que
a las del Fiscal sólo corresponden las lágrimas de los buenos españoles".
El duelo oratorio entre Paso y Villota, de modos, no termina en el
Cabildo. Desde entonces se produce entre ambos un distanciamiento personal.
El General Pascual Ruiz Huidobro también fija su posición, "más atento
a su ambición -según Cisneros-, que al servicio de Su Majestad".
El Virrey sospecha que el general cuenta "con que, depuesto el legítimo
Virrey, recaería en él el mando como oficial de mayor graduación". Fuera o
no justificada la suspicacia de Cisneros, lo cierto es que Ruiz Huidobro
sostiene la necesidad de separar inmediatamente al Virrey del mando "por
haber caducado en España la representación soberana que lo nombró", y
agrega que "debe el Cabildo reasumirla, como representante del pueblo,
para ejercerla ínterin se forme un gobierno provisorio dependiente de la
legítima representación que haya en la Península de la soberanía de nuestro
augusto y amado monarca el señor don Fernando Séptimo". Al concluir,
Ruiz Huidobro recibe "el débil aplauso de que le victoreen y digan alabanzas
-se lamentaría más tarde Cisneros - tanto los partidarios que asisten al
Congreso, como las gentes que con estudio han introducido a la plaza".
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