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1826
Inglaterra da un gran paso en favor de
América del Sur al recordar a las nuevas repúblicas. Froebel, con "La
educación del hombre", fija los fundamentos de la nueva didáctica. Manzoni
escribe "Los novios" y se estrena el "Sueño de una noche de verano",
de Mendelssohn. Un libro comienza su carrera de "Best-Seller": "El
último de los mohicanos", de Cooper. En Chuquisaca es proclamada la
independencia de Bolivia, y, a su vez, Juan Antonio Lavalleja hace lo propio
con la del Uruguay.
En nuestro país cesa el gobierno de Buenos Aires y el Congreso adopta la ley
presidencial y la Constitución Federal, convirtiéndose Bernardino Rivadavia
en el primer Presidente argentino. Se declara a Buenos Aires capital de la
República Argentina, dándosela siete leguas de extensión en todas direcciones y
formando una provincia con el resto. La nacionalización de la ciudad y su zona
adyacente comprende un ámbito limitado por la Ensenada hasta Las Conchas, 4 por
el río de la Plata hasta el puente Márquez. Se nacionalizan, además, las
Aduanas creándose el Banco Nacional.
Hay una nueva reorganización postal y se crea la Dirección General de Correos. Rivadavia
instala en la Chacarita de los Colegiales a 46 familias alemanas, y se funda la
primera hoja periodística en idioma inglés. Se trata de "The British Packet and Argentine News".
La modernización de la
ciudad impone un comercio nuevo: aparece la primera cochería que alquila coches
para fiestas.
El infatigable Rivadavia crea el departamento de Ingenieros y
Arquitectos y comienza una esperada obra edilicia porteña: el ensanche de las
calles. Al comenzar la producción en gran escala de buena manteca nacional,
cesa la importación de ese producto que se traía de Holanda. El naturalista
francés D'Orbigny recorre el país y publica su "Viaje a la América
Meridional". Se conoce, el primer gabinete nacional. Estos son los hombres
que elige Rivadavia para acompañarlo en su gestión: Ministro de
Gobierno: Julián S. de Agüero; de Relaciones Exteriores: Manuel J. García; de
Guerra y Marina: General Carlos de Alvear; de Hacienda: don Salvador M. del
Carril. Alvear entra inmediatamente en acción, ya que desde el ministerio
flamante deberá dirigirse a la Banda Oriental como comandante en jefe del
ejército en operaciones.
El Congreso sanciona una ley ordenando la construcción de un monumento en
bronce en la actual plaza de Mayo. Estará junto a la pirámide y será en
homenaje a los autores de la Revolución de Mayo, triunfante 16 años antes.
También dispone el establecimiento de escuelas en la campaña bonaerense y la
creación de un Departamento Topográfico a fin de proseguir con la reforma
agraria propulsada por Rivadavia.
En la plaza del Retiro los porteños presencian el desenlace de un sórdido
proceso: a los cabecillas de la sublevación del Callao, ocurrida dos años
antes. Los jueces consideran culpables a los sargentos Francisco Molina, Matías
Muñoz y José Manuel Castro, quienes son ahorcados. Pero el comentario y la
euforia popular tienen al almirante Brown y a sus aguerridos marinos como tema
constante. Durante el año son varios los hechos épicos que mueven al vecindario
a admirar a la escuadra. Primero es en el Río de la Plata, cuando con sólo
cuatro buques Brown dispersa, rechazando, a 30 naves portuguesas. El pueblo
sigue el desigual combate desde los altos y alienta a los marinos con gritos y
música. Brown persigue a los intrusos y los derrota en el puerto de Montevideo.
Sucede el primer combate de Los Pozos frente a las playas de Quilmes y otra vez
Brown vence a los invasores, rechazando a 31 buques y levantando de esta forma
el bloqueo. Insisten los brasileños, poco después, con 22 naves, frente a las
cuales las ocho de nuestra escuadra poco pueden hacer. Sin embargo, Brown
arenga a su tripulación: "es preferible irse a pique antes de rendir el
pabellón". Inutilizados los barcos patriotas, sólo Brown, Espora y Rosales
resisten el embate logrando retirarse con honor. Atento a las necesidades de la
Armada, se la dota con tres nuevos buques - el Sarandí, el República y el
Congreso - con los que Brown expediciona por las costas del Brasil y apresa a
15 buques enemigos. Su regreso a Buenos Aires es triunfal.
El transporte escaso y primitivo sigue siendo el freno principal del progreso
de los argentinos. Poseen un país de enormes distancias, pero no el medio apto
para recorrerías con rapidez y seguridad. La necesidad ha hecho nacer todo tipo
de carros, los que son arrastrados, principalmente, por caballos y bueyes. Pero
hasta las mulas colaboran con los más pequeños, dedicados a la recolección de
basura. Por la mañana, una calle porteña es el escenario de todo tipo de
ruidos, entre los que sobresale el chirrido característico de las grandes
ruedas de los carros. Los coches de viaje no le van en zaga. Además, son
incómodos. Sin embargo se los usa para un viaje ya clásico: a Mendoza. Dura 14
días y el itinerario está cubierto por servicio de postas, donde se produce el
relevo de caballos y guías. Verlos partir es un espectáculo único. Parece, por
sus pintorescas características, una verdadera expedición.
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