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Viernes 19 de Abril de 2024 |
 

La literatura propia de Argentina

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Agregado: 12 de ABRIL de 2000 (Por ) | Palabras: 1262 | Votar |
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Categoría: Apuntes y Monografías > Literatura >
Material educativo de Alipso relacionado con literatura propia Argentina
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    TRABAJO PRÁCTICO SOBRE LA LITERATURA ARGENTINA

    Literatura Argentina, literatura propia de Argentina.

    El nombre mismo del país tiene un origen literario, muy anterior a la existencia de la nación y el Estado. En 1602, apareció un poema descriptivo, Argentina, de Martín del Barco Centenera, que creó el latinismo equivalente a Río de la Plata y designa una amplia zona fluvial. La palabra es retomada en 1612 en una crónica en prosa de Ruy Díaz de Guzmán.

    Periodo colonial

    El barroco rioplatense es pobre si se lo compara con otros del continente. El primer poeta memorable es Luis de Tejeda (1604-1680), autor de unas Coronas líricas. Domingo de Neyra (1684-1757) dejó los primeros esbozos de historia. Otros naturalistas y geógrafos continuaron esta primera tarea historiográfica: Pedro Lozano, José Guevara, Félix de Azara, viajeros jesuitas y, ya en los albores de la independencia, el primer historiador formal del país, Gregorio Funes. La imprenta y el periodismo llegaron con la Ilustración, en el siglo XVIII, recordándose la Casa de Niños Expósitos y El Avisador mercantil, cuando las reformas de Carlos III fundaron el Virreinato del Río de la Plata en 1776.

    La independencia

    Como en el resto de América, la emancipación fue muy celebrada por la pluma, pero siempre bajo la paradójica dependencia del clasicismo español. Así se observa en los versos de Vicente López y Planes (autor del himno nacional llamado Canción patriótica), Esteban de Luca, fray Cayetano Rodríguez y Juan Cruz Varela (1794-1839), figura mayor de la tendencia y autor de un par de tragedias. El teatro, iniciado en 1717 con una Loa de Antonio Fuentes del Arco, consiguió en 1817 abrir una Sociedad del Buen Gusto, destinada a combatir las "malas costumbres" del barroco e imponer el racionalismo. Junto a la poesía culta surgió la de inspiración popular, como la de Bartolomé Hidalgo. En los escritos y traducciones de José Antonio Miralla (1789-1825) se advierte una evolución hacia el romanticismo. En el plano de las ideas, la escolástica dio paso a los planteamientos de la fisiocracia que introdujo Manuel Belgrano y las ideas de Jean-Jacques Rousseau, traducido por Mariano Moreno.

    En rigor, puede afirmarse que no hay una auténtica literatura argentina hasta la generación del 37. La huella romántica se prolongó en las obras de poetas como Olegario Víctor Andrade, Pedro Palacios Almafuerte, Claudio Mamerto Cuenca y Rafael Obligado, y el neoclasicismo hasta Carlos Guido y Spano.

    Fin de siglo y modernismo

    La organización nacional que empezó con la Constitución de 1853 y culminó en 1880 con la federalización de la ciudad de Buenos Aires, trajo un largo periodo de modernización, desarrollo, poblamiento y riqueza. Los escritores de la llamada generación del 80 practican una literatura cosmopolita, de crónica elegante y amable, a medias entre la historia y la narrativa, inclinándose por la prosa: Lucio Vicente López, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Lucio Victorio Mansilla. Es muy importante la tarea de orientación intelectual que cumplió el francés Paul Groussac. En la novela, Eugenio Cambaceres introdujo el naturalismo, inspirado en las ideas de Émile Zola y en la filosofía del positivismo y de la teoría de la evolución. La narrativa realista se afianzó en la obra de Carlos María Ocantos, Antonio Argerich, Francisco Sicardi, Julián Martel y, más tarde, con Roberto Payró, Benito Lynch y Manuel Gálvez.

    En la década de 1890 se instala en Buenos Aires Rubén Darío, fundador del modernismo, el cual halló en la Argentina a su principal seguidor, Leopoldo Lugones. En torno a ellos se reunieron modernistas de diverso origen, como Ricardo Jaimes Freyre, Eugenio Díaz Romero, Leopoldo Díaz y Luis Berisso. La prosa modernista se manifestó en las novelas de Enrique Larreta, Ángel de Estrada y los comienzos del uruguayo Horacio Quiroga, afincado en Argentina, en caso similar al de su paisano Florencio Sánchez, primer nombre relevante del teatro nacional.

    Las ideas filosóficas fueron dejando atrás el positivismo y asumiendo el espiritualismo, el idealismo y el vitalismo en los trabajos y enseñanzas de Alejandro Korn y Coriolano Alberini.

    Tras la eclosión modernista, la poesía se desprendió de su gusto por lo decorativo y fastuoso y recuperó un cierto romanticismo intimista en autores como Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Rafael Alberto Arrieta, Baldomero Fernández Moreno y Pedro Miguel Obligado, contemporáneos de la peculiar figura de Alfonsina Storni.

    Las vanguardias

    La obra de cierto Lugones y el curioso ejemplo de Macedonio Fernández introdujeron el mundo de las vanguardias, que incidió, sobre todo, en la poesía por la influencia del creacionismo y del ultraísmo de Vicente Huidobro, Ricardo Güiraldes y Oliverio Girondo. La variante argentina de la vanguardia se debe al grupo Martín Fierro, con la revista emblemática del movimiento y de las vanguardias argentinas, Martín Fierro. Entre los renovadores figuran Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Horacio Rega Molina, Francisco Luis Bernárdez, Evar Méndez, Eduardo González Lanuza, Conrado Nalé Roxlo, Ricardo Molinari y Carlos Mastronardi. En lugares de especial individualidad se encuentran Jacobo Fijman y Juan L. Ortiz. En el plano de la poesía social, hay que destacar a Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón.

    La narrativa siguió con variantes muy pronunciadas del realismo, en las obras del mencionado Güiraldes, Roberto Arlt, Julio Fíngerit, Roberto Mariani, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y Carlos Alberto Leumann. En cambio, tomó otros rumbos en los libros de Borges, Eduardo Mallea, Manuel Mujica Láinez, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y José Bianco.

    El teatro alcanzó sus mejores logros con Samuel Eichelbaum y sus perfiles más característicos en los sainetes y grotescos de Armando Discépolo, Carlos Mauricio Pacheco y Francisco Defilippis Novoa.

    Al terminar la experiencia de las vanguardias, en 1931, se fundó la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, que reunió a buena parte de los vanguardistas en una nueva etapa de su evolución hacia un neoclasicismo actualizado.

    Las últimas décadas

    Tras la década de 1920, no se registraron movimientos orgánicos de renovación, aunque hubo una multitud de tendencias que eclosionaron en diversos campos, recogiendo las huellas del historicismo (en los ensayos de Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Scalabrini Ortiz, Carlos Astrada y el citado Mallea) del existencialismo (en los escritores del grupo Contorno: el novelista David Viñas y el ensayista Juan José Sebreli, ambos influidos también por sugestiones del marxismo), en las reiteraciones de la observación realista de muy variable matiz (Bernardo Kordon, Abelardo Arias, Alberto Rodríguez, Bernardo Verbitzky, Andrés Rivera, Antonio di Benedetto, Beatriz Guido, Silvina Bullrrich, Juan José Manauta, que aparecieron en las décadas de 1940 y 1950), del surrealismo (en las obras de poetas como Enrique Molina, Olga Orozco, Francisco Madariaga y Carlos Latorre).

    Una poesía de tipo intelectual y reflexivo se da en Alberto Girri, Alejandra Pizarnik y Roberto Juarroz. Optaron por la expresión más coloquial y vallejiana Juan Gelman, Horacio Salas y Juana Bignozzi. La narrativa de las últimas décadas carece de encuadramientos rígidos y registra matices diversos, que van desde un realismo costumbrista tradicional hasta la ficción posmoderna, pasando por la novela histórica o de dominante psicoanalítica, la incorporación de los lenguajes de los medios de comunicación o el Pop Art. Vayan como ejemplo los nombres de Juan José Hernández, Manuel Puig, Isidoro Blaisten, Daniel Moyano, Héctor Tizón, Abelardo Castillo, Ricardo Piglia, Juan José Saer, Jorge Asís, Héctor Lastra, Rodolfo Rabanal, Amalia Jamilis, Alicia Steinberg, Juan Martini y Liliana Heker.

    Algo similar cabe decir del teatro, donde el gusto farsesco tomado del antiguo sainete (Juan Carlos Ghiano, Tulio Carella, Agustín Cuzzani) llega al teatro del absurdo en Griselda Gambaro, en tanto Carlos Gorostiza, Osvaldo Dragún y Roberto Cossa ensayan fórmulas críticas de realismo social.

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