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Equitán, el antihéroe sometido al demonio femenino

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Análisis de uno de los lai de María de Francia.

Agregado: 23 de OCTUBRE de 2011 (Por Hernan Lobosoc) | Palabras: 3457 | Votar | Sin Votos | Sin comentarios | Agregar Comentario
Categoría: Apuntes y Monografías > Literatura >
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    Autor: Hernan Lobosoc (hernanlobosco@gmail.com)


     



    Equitán: el antihéroe sometido al demonio femenino



     



                                                                                       Prof. Luis Hernán Lobosco



                                                                                              R.E.I Universidad de Morón



    Introducción:



     



    “La Edad Media se complacía en describir un mundo en el que se enfrentaban los buenos y los malos, en el que se desarrollaba un combate entre los ángeles y los demonios.”[1]



     



                 Es interesante comenzar este trabajo teniendo en cuenta que, como especifica la cita, en este tiempo esta lucha entre el bien y el mal, entre los ángeles y demonios, estaba también encarnada en personajes que transmitían este mensaje. Durante la Edad Media la figura de la mujer fue importante en cuanto a su rol social y cultural, y esto se puede apreciar tanto en la transmisión de las leyendas: en la figura de la “Dama” y el “Caballero” por un lado, y en la imagen de la “Virgen María” por otro.



     



    “Del siglo XI al XIII, la devoción hacia María, o más bien “Nuestra Señora”, “Nuestra Dama”, cobró una importancia inmensa en la piedad de la gente de la Edad Media.”[2]



     



                No obstante, las reminiscencias a la mujer adánica, aquella portadora del pecado y la perdición mantuvieron a su vez la misma vigencia y convivieron en un mismo tiempo. Como “portadora”, la imagen de la mujer no se iguala a la del hombre, sobre quien recae el “hacer”, en términos fácticos. Por lo tanto el personaje principal de la obra Equitán de María de Francia, el rey, será quien deba hacer, pero no será un héroe, sino un falso-héroe. Por otro lado, si tomamos como posible análisis el relato en sí mismo, un discurso en un determinado tiempo y espacio, observaremos que la composición narrativa juega un papel preponderante en la construcción de la mujer como portadora del mal, dejando la esfera de acción del falso-héroe, limitada a un hacer sin valoración propia. 



     



    “La esfera de acción del falso-héroe comprende también la partida para efectuar la búsqueda, la reacción ante las exigencias del donante, siempre negativa, y en tanto que la función específica, las pretensiones engañosas”[3].



     



                 



     



                Este análisis demostrará que la figura de la mujer, en tanto paradigmática de una época, es aquella que induce al hombre a los más grandes hechos, tanto positivos como negativos, y el hombre, figura paradigmática del hacer, es aquel que, enceguecido tanto por sus propios deseos, saca a la luz lo peor de sí mismo, y donde la verdadera lucha entre el bien y el mal se llevará a cabo tímidamente en su conciencia. Es el momento en el cual el personaje masculino, atrapado por sus deseos,  perpetúa una lucha interna que perderá inevitablemente.  Esta lucha se establece en varios niveles, por un lado desde el discurso María de Francia hará que la batalla se concrete en un nivel dialógico: El mal (la mujer) y el bien (instancia superior de conciencia inalcanzable para el hombre enamorado), y por otro lado, a nivel de la construcción del relato, usando alternativamente el discurso directo, con el cual María de Francia y sus contemporáneos se distancian de la “dama” en lo que respecta al contenido del discurso, pero logrando el efecto contrario, es decir una mayor objetividad. En cambio, con el rey sucede todo lo contrario. Utiliza el discurso indirecto, siempre subjetivo, alejando la responsabilidad de lo que dice o lo que siente, y así causando el efecto de acercamiento en relación a sus contemporáneos. Y por último la tercera batalla se llevará a cabo tímidamente en la conciencia del rey expresado en el estilo indirecto, logrando a su vez embeber el discurso en la diatriba del amor, como sinónimo de embrujo, y quitando por tal motivo la responsabilidad de los actos.   



     



    Desarrollo:



     



                Equitán era un rey muy amado en su tierra, pero que a su vez muestra algunos defectos de carácter: “Le gustaba el solaz y el entretenimiento”[4], reconociendo que la palabra “druire” del francés se traduce “entretenimiento” como equivalente a amor con matices de sensualidad[5]. Por otro lado se encuentra su senescal, quien es el encargado del abastecimiento, la administración, de la guerra y la justicia, es decir alguien muy cercano al rey y de su plena confianza.



     



    “Los reyes se rodearon de consejeros para ocuparse de su reino; eran los que ahora se llama <altos funcionarios>”[6]



     



    Este señor tiene por esposa a una mujer hermosa, dice el lai: “Naturaleza se ocupó de hacerla…”[7].        Esta fuerza sobrenatural, fuerza mágica que habita el imaginario colectivo de la Edad Media cobra importancia, en tanto fuerza pagana en oposición a la belleza que para cristianismo es una imagen de pureza similar a la de la Virgen María. 



     



    “Lo maravilloso era inferior al milagro: carecía de su carácter sagrado, religioso. En cambio, conservaba la idea de una realidad sobrenatural, que la mayoría de las veces era invisible…”[8]



     



                Gracias a esta fuerza sobrenatural Equitán se enamora sin haberla visto nunca, produciendo un deseo irreprimible que concuerda con sus gustos. Aparecerá un actor invisible “lo referido”, lo que se dice y llega a los oídos. Este actor es tan importante que luego vendrá también a desencadenar la tragedia. ¿Quién cumple este rol? Es tan invisible que pasa desapercibido constantemente, pues es el rol de “la gente”, el pueblo (salvando el anacronismo). La esfera de acción es la del divulgador según Propp: “El rey la oía alabar a menudo...”[9]. Ahora bien, volviendo al tema de la naturaleza, esta también cumple un rol determinado en la narración, ya que ha creado un ser tan hermoso que el mismo rey se entera, por lo tanto también cumple una esfera de acción dentro del cuento como agresor del protagonista:



     



    “…se le puede calificar de agresor del protagonista (de malo). Su papel consiste en turbar la paz de la familia feliz, en provocar una desgracia, en hacer daño, en causar prejuicio, un bandido, una bruja, una madrastra, etc.”[10]            



     



                De esta manera, la figura de la Naturaleza, fuerza pagana que irrumpe en la vida de los hombres embelleciendo de tal manera a esta mujer que hace perder la razón al rey, se constituye como personaje siempre presente. Así, la función que plantea Propp, se entiende como la razón por la cual el protagonista va en busca de lo prohibido, pues ante la aparición de este actante, también surge algo que no se posee, arrebatando los pensamientos del rey, empujándolo a transgredir ciertas normas o leyes. Equitán va en busca de la dama y la convence de su amor, pero ella, ante la desigualdad de condiciones le hace entender que él debe darse por entero a esa relación:



     



    “Vos sois rey de gran nobleza; no tengo yo tal riqueza como para que os detengáis en amarme y darme vuestro afecto. Si hicierais conmigo vuestro deseo, bien sé y no lo dudo, que me dejaríais pronto y yo sería muy criticada por ello.”[11]



               



                Ella pone condiciones al amor, el cual es respondido por Equitán dentro del cause del amor cortés, en el cual el enamorado se coloca por debajo de la mujer amada en relación de vasallaje. Todo va bien, se ocultan ambos de la mirada del senescal y se mantienen al margen, pero nuevamente surge el factor que desencadena la tragedia: lo referido, la esfera de acción de la divulgación se sitúa dentro de la gente que comenta, la voz muda de una multitud, quienes desean que el rey se case y tenga descendencia. Esta voz es tan fuerte que llega a oídos de la dama, quien la escucha y teme por su relación.



     



    “Señor, lloro por nuestro amor, que me causa una gran tristeza. Tomaréis mujer, hija de rey, y os alejaréis de mí; lo he oído decir a menudo y bien lo sé. Y yo, desdichada, ¿en qué me convertiré? Por vos recibiré la muerte, pues no conozco otro consuelo.” [12]



     



                Ante la petición, los falsos- héroes toman el camino que les señala el donante, como si en su boca apareciera lo que de la otra fue sugerida. Equitán responde por lo tanto en consecuencia al pedido, creyendo que el camino es matar al senescal y desposar a la dama. De este modo la solución al problema viene de la mano de la mujer, quien propone lo que no debe ser propuesto, la trasgresión constituye la manera más económica de poseer lo que piensa le pertenece. La traición, en términos medievales no era para Equitán estar luego con la mujer de su senescal, puesto que éste también le debía vasallaje, y si no leemos ingenuamente este lai, podríamos conjeturar que el senescal sospechaba lo que estaba pasando. Pero esto lo dejaremos para más adelante. El matarlo constituía una afrenta a los valores de la época, valores cristianos por demás. Matarlo y quedarse con la mujer, tragedia que hemos visto también en Hamlet, donde el hermano asesina a su propio hermano rey, para quedarse con el reino y la esposa, es por sobre todas las cosas una fechoría. Por lo tanto Equitán comparte dos esferas de acción, por un lado es el falso-héroe, y por otro es quien  cometerá la fechoría.



     



    “Hemos visto que un gran número de funciones se han agrupado por parejas (prohibición-transgresión, interrogación-información, combate-victoria, persecución-socorro, etc). Otras funciones pueden agruparse en grupos. Por eso la fechoría, el envío y la llamada de socorro, la decisión de reparar el daño sufrido y la partida, constituyen el nudo de la intriga. La prueba a que el donante somete al héroe, su reacción y su recompensa…” (Propp, Vladimir, p. 65)



     



                Hemos llegado a la situación del conflicto, donde el hombre tiene que tomar una decisión, y esta se centra en la lucha con el demonio, que aparece como la  conciencia en la cual se lleva a cabo la batalla entre el bien y el mal. La mujer, figura ambivalente entre lo bueno y lo malo, entre la belleza y el pecado, es apenas una máscara, un disfraz donde se depositan los pensamientos oscuros de los hombres, como cáliz sagrado de belleza, o como cuenco de perdición. En ambos  casos la mujer es la portadora. Ahora comienza el problema del hombre, sólo con su conciencia y su discurrir. Equitán tendrá apenas un atisbo de esta conciencia cuando por la noche no pueda dormir y se cuestione si debe hacer el mal para conseguir a la mujer amada, traicionando al senescal:



     



    “...por la dama está en suspenso, cabizbajo y meditabundo. Ahora tendrá que aceptarlo todo, no podrá  defenderse en nada. Por la noche no duerme ni reposa, sino que a sí mismo se censura y recrimina...”[13]



     



            En este párrafo la narradora se coloca por sobre el personaje, utilizando la prolepsis como marco para lo inevitable con el verbo “tendrá” y lo que tendrá que aceptar es “todo”, esto constituye un argumento dentro del relato, una situación en la cual él ya no es dueño de sí mismo, sino que es una especie de juguete del destino, encarnado en la figura de la mujer bella porque naturaleza la ha hecho así. Dentro de este contexto, María de Francia pone de manifiesto dos aspectos centrales de la cosmovisión de la época: la mujer que embruja (enamora, seduce hasta el límite de lo racional) y el hombre incapaz de escapar a este hechizo. Al mismo tiempo, la pequeña lucha del rey se centra en dos palabras “censura y recriminación”, atisbos de conciencia despertada, pero que es incapaz de manejar, lucha inequívoca entre el bien y el mal, entre lo correcto e incorrecto. No podemos dejar de pensar que el rey no sabía o no entendía lo que pasaba, aquí queda claro, pero nada impedirá lo que deba ser, puesto que ya todo es lo que “tendrá que aceptar”.  Luego continúa:



     



    “-Ay –dice-¿Qué destino me trajo a esta región? Por esta dama a la que he visto me ha alcanzado tal angustia en el corazón que todo el cuerpo me hace temblar: creo que la amo. Y si yo la amo, haré mal: es la mujer del senescal…”[14]



     



                 Ante esta vacilación concluye que sería peor que enloqueciera, considerando la locura igual al amor. Prestemos atención a que el estilo directo utilizado ahora manifiesta cierta distancia de la narradora con respecto a las decisiones que el hombre toma. Nombra al “destino”, ciertamente tomado de la antigüedad clásica, en sentido trágico, figura de lo inevitable, convirtiendo al hombre en ese juguete al que hacía referencia la narradora en el párrafo anterior, por lo cual el estilo directo sólo ratifica lo que en la prolepsis había adelantado. Cuando la dama le dice que buscará la forma en que su señor muera, él contesta:



     



    “Él le contesta que así lo hará: no hay cosa que le diga que no haga con todo su poder, aunque sea un injusticia, a sabiendas  o sin saberlo…”[15]



     



                De este modo la narradora toma posesión de la palabra del rey y de sus pensamientos, pero aclara: “aunque sea una injusticia, a sabiendas o sin saberlo.” ¿Es esto falta de conciencia o todo lo contrario? ¿Cómo es que el donante puede inducir a una fechoría sin que éste comprenda la fechoría misma? Lo que creemos es que aquí la narradora ha matizado la tragedia en esta frase, suavizando el impacto que produciría el que un rey acepte incondicionalmente deshacerse de la persona de su senescal. Los matices del “aunque sea una injusticia” ponen en tela de juicio al lector sobre la validación ética del rey, como si este no tuviera del todo claro qué es o qué no es una injusticia. La lucha interior que sufrió pareciera aún peor cuando debió decidirse por la traición, es decir hacer de la mujer una infiel perjudicando tanto a ella como al senescal, que el acto terrible del asesinato. El plan para asesinar sale por lo tanto de boca de la dama, dejando nuevamente la idea de que el hombre no puede concebir el mal por sí mismo, sino que es inducido; pero este “inducir” no es otra cosa que poner en palabras lo que en realidad el rey quiere, pues antes de que ella le plantee cómo matar a su señor, el rey dijo:



     



    “Bella amiga, no tengáis miedo. En verdad, no tomaré mujer, ni os dejaré por ninguna otra. Sabed ciertamente, y creedlo, que si vuestro señor muriera, os haría reina y señora. No me lo impediría nadie.”[16]



     



                ¿De quién fue la idea de matar al senescal, de él o de ella? ¿No fue el rey quien puso en el cuenco de la  mujer sus deseos? Es claro que aquí la ambivalencia constituye el núcleo del drama. El hombre no desea sino lo que la mujer desea, pero ésta para desear recoge del hombre los indicios que hacen que sea la portadora del mal, alejándolo del hombre, donde él sólo pareciera que acepta por amor, negando la responsabilidad de sus deseos y del conocimiento exacto de sus acciones. Así, lo único que queda es que ella plantee la manera, pero cuando ella habla, la narradora le cede la palabra, poniendo el peso sobre sus hombros, y cuando el hombre responde, la narradora interviene, matizando nuevamente la responsabilidad:



     



    “-Señor –dice ella-,si os place, id a cazar al bosque en la región en la que yo vivo. Quedaos en el castillo de mi señor; haced que os sangren y al tercer día, bañaos. Mi señor se hará la sangría con vos y se bañará con vos. Decidle, no lo dejéis, que os acompañe. Yo haré templar el agua del baño y traer las dos cubas; haré que su baño esté caliente, hirviendo: bajo el cielo no habría hombre vivo que no quedara escaldado y maltrecho antes de haberse sentado dentro. Cuando esté muerto, escaldado, haced venir a vuestros hombres y a los suyos y mostradles de inmediato de qué manera ha muerto repentinamente en el baño.



            El rey así se lo ha prometido, que hará en todo su voluntad.”(María de Francia, p. 58)



     



                Es llamativa la diferencia entre ambos personajes en este pasaje. Ella prepara el plan, lo comenta, como si tuviera experiencia en la intriga y la traición; en cambio, él responde que hará su voluntad. Claro que la voluntad de ella es la de él, pero esta diferencia entre estilos directos e indirectos pone en tela de juicio constantemente a la mujer, mientras que el hombre simplemente se somete. La función ideológica de la autora es claramente funcional a una época, pero debemos ponerla en claro: despojar al hombre de la “culpa” y poniéndola dentro de la esfera de acción de la mujer. La lucha mínima llevada a cabo por el protagonista queda solapada, casi vergonzante, ante la audacia de la mujer que planea el crimen para quedarse con él y con el reino.



                Habíamos adelantado que el senescal sospechaba de ellos. Veamos cómo se desarrolla el final. El plan se lleva a cabo, pero cometieron la imprudencia de acostarse juntos haciendo custodiar la puerta por una criada, habiéndolo invitado para su fatal baño.



     



    “Pronto regresó el senescal, llamó a la puerta, la criada la sujetó, pero él empujó con tal ímpetu que a la fuerza se abrió...”[17]  



     



                Claro que la narradora intenta ser objetiva, mostrando acciones puntuales sin matices, pero de todos modos la actitud del senescal es extraña ¿Por qué empujó la puerta, y además con ímpetu? ¿Sospechaba? ¿Sabía? No tenemos respuesta para ello, pero si nos ponemos a pensar en que era muy común que en la Edad Media los reyes anduvieran con sus amantes despreocupados de la mirada de los maridos, deberíamos intuir que al menos éste lo sospechaba. El rey se levanta rápidamente y cae en el cubo con agua hirviendo, mientras que a ella el senescal la arroja al mismo cubo tomándola por la cabeza. 



     



    Conclusión:



     



    Este final no sólo nos pone en contacto con cierta moral medieval, sino con la intención edificante del relato. Ella, la dama capaz de engañar a su marido, quien es engendro de la naturaleza, fuerza pagana, impía, que enamora a tal punto a un hombre que este es capaz de matar por ella, debe morir. El hombre quien se deja seducir por la mujer, la seguirá en la muerte. La lucha entre el bien y el mal se lleva a cabo en el nivel del discurso solapadamente cuando se trata de la conciencia del hombre, utilizando el discurso indirecto, suavizando sus acciones como si no pudiera evitarlas, echando la culpa a lo pagano: el destino y la naturaleza; y por otro lado, la lucha está presente  en un nivel dialógico, señalando constantemente que la mujer es el mal, que ella puede conducirnos hacia la muerte, mientras que el hombre no puede escapar del dominio de la mujer por debilidad, o por lo que fuere, pero también recibirá su castigo, aunque este haya sido accidental, pues entendamos que el senescal no fue con la intención de matar a su rey ni mucho menos. El castigo que él recibe puede ser entendido dentro de una moraleja, no como un hecho en sí mismo, mientras que ella fue tomada y arrojada. Es decir, el castigo en el cuerpo inflingido como tal. Equitán nos muestra una imagen atípica en la tradición del héroe, quien por su hybris (desmesura) es conducido a la perdición, por lo tanto es culpable de hedonismo, y su castigo es entendido desde esa moraleja. 



     



     



     



    BIBLIOGRAFÍA



     



    1-De Francia, María, Lais, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2001



    2-Le Goff, Jacques. La edad media explicada a los jóvenes, Buenos Aires, Paidós, 2008



    3-Propp. Vladimir, Morfología del cuento, Buenos Aires, Editorial Fundamentos,  2002



     



     









    [1]Le Goff, Jacques. LaEedad Media explicada a los jóvenes, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 38





    [2]Ibid., p. 35





    [3]Propp. Vladimir, Morfología del cuento, Buenos Aires, Editorial Fundamentos,  2008, p.92





    [4]De Francia, María, Lais , Buenos Aires, Editorial Alianza, 2001 p. 53





    [5]Alvar, Carlos, traductor de los Lais  de María de Francia aclara esto en la nota al pie de la página 53.





    [6]Op.Cit 1., p.68





    [7]Op.Cit. 4., p. 53





    [8]Op Cit. 1., p. 102





    [9]Op Cit. 4., p. 54





    [10]Op.Cit. 2., p. 32





    [11]Op. Cit. 4., p. 56





    [12]Ibid., p. 58





    [13]Op. Cit. 4., p. 54





    [14]Op. Cit. 4.,p. 54





    [15]Ibid., p. 58





    [16]Op. Cit., 4, p. 58





    [17]Op. Cit. 4., p.59




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