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Jueves 18 de Abril de 2024 |
 

la mujer habitada

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analisis de la obra de Gioconda Belli

Agregado: 14 de MARZO de 2005 (Por anonimo) | Palabras: 3978 | Votar | Sin Votos | 1 comentario - Leerlo | Agregar Comentario
Categoría: Apuntes y Monografías > Literatura >
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    Autor: anonimo (info@alipso.com)

    La mujer habitada, 1988. Editorial Vanguardia, Managua.

    Ganadora del Premio Casa de las Américas, la escritora nicaragüense Gioconda Belli es una de las voces más importantes de la nueva literatura centroamericana. La mujer habitada sumerge al lector en un mundo mágico y vital donde la resistencia ancestral del indígena al español se vincula a la rebelión femenina y a la insurgencia política de hoy. Lavinia abandona la casa de sus padres para iniciar una vida de mujer independiente. Piensa que por fin empezará a escribir su historia. Pero ignora que, junto con el amor, llegará la oportunidad de escribir La Historia. Una voz íntima que habita en su sangre la incita a unirse a los cazadores de utopías... Gioconda Belli narra con poesía e inteligencia una historia tan antigua y apasionante como el mundo: el amor entre un hombre y una mujer, y la lucha de un pueblo por la libertad.

    Al releer La mujer habitada (1988) de la escritora nicaragüense Gioconda Belli, me interesó revisar la bibliografía sobre esa novela, reexaminar la obra desde la perspectiva de un nuevo siglo y reflexionar sobre los conceptos de feminismo y justicia social expuestos en los años setenta y ochenta y en este libro en particular.

    La mujer habitada es un ejemplo ilustrativo y característico de la narrativa del Post Boom (1). En este libro se cuenta una historia central pero, a través de ella, se plantean muchos problemas éticos. La novela está escrita en un estilo tradicionalmente considerado realista y, en muchos sentidos, se acerca al documento ya que narra acciones y situaciones transcurridas en Nicaragua durante la época del dictador Somoza (2). Sin embargo, y reforzando la caracterización del Post Boom de Juan Manuel Marcos (3) de que el realismo de esta narrativa está lejos de ser simplista, la narración usa elementos decididamente mágicos, tales como el del espíritu encarnado en el naranjo de la casa de la protagonista y más tarde en la protagonista misma para fundamentar valores éticos específicos planteados en la exposición "realista".

    La mujer habitada ofrece al lector un plano mágico paralelo a otro totalmente reconocible, pero al unir estas dos dimensiones, el libro deviene un exponente de varias realidades históricamente vigentes en el mundo latinoamericano finisecular: la resistencia ancestral del indígena al español, la rebelión femenina y la lucha del pueblo por los derechos humanos.

    Lavinia, la protagonista, es una mujer de veintitrés años, miembro de la burguesía de la ciudad ficcional de Faguas, que abandona la casa paterna para iniciar una vida independiente en su propia casa y trabajando como arquitecta. Poco tiempo después descubre que el sistema "proteccionista" y "patriarcal" se extiende a todos los ámbitos de su vida y que la historia personal no tiene ningún sentido si no es incorporada a la historia del país. La historia del país, sin embargo, precede a la protagonista pues en ella figura el sometimiento del indígena y la excede también, en el sentido de que ella sólo representa un sector mínimo en todo el engranaje del país que funciona para crear el futuro. Básicamente, La mujer habitada es una historia de amor (Lavinia y Felipe) inserta en el amplio escenario de cuatro siglos de lucha de un pueblo por la libertad.

    Al principio de la novela, a Lavinia, la protagonista, le interesa el aspecto teórico del feminismo , su autorealización y el concepto de justicia social: ideas todas que en los años setenta y ochenta parecían no sólo aplicables a la realidad latinoamericana sino un imperativo para cambiar cualquier sistema que necesitaba corrección. Progresivamente, a medida que participa más de la realidad circundante, la preocupación de Lavinia se va desplazando hacia la causa social aplicada y lo que va ganando prioridad es la comunidad no como ideal o concepto sino como suma de entes totalmente definibles. Al final de un proceso de enfrentamiento diario con los diferentes estratos económicos, sociales, culturales y genéricos, llega a la conclusión (aunque nunca lo enuncia de manera dogmática) de que la teoría occidental, aprendida en Europa en sus años de universidad, es de difícil aplicación en su país.

    La novela comienza con el primer día de trabajo de Lavinia como arquitecta. Ese día vuelve a su casa un poco angustiada por la revelación de que sus colegas hombres no la tratan como a una igual. Su casa, su refugio, está prolijamente ordenada gracias a la ayuda que Lucrecia, la doméstica, le presta. Itzá, la mujer indígena encarnada en el naranjo, observa la llegada de Lavinia y medita en el hecho de que en la actualidad las mujeres no parecen subordinadas sino "personas principales" (p.34) ya que hasta tienen servidumbre para las labores domésticas mientras ellas van a ocupar el espacio tradicionalmente reservado para los hombres. Me parece importante notar aquí el desdoblamiento que adquiere la vida de Lavinia dependiendo del punto de vista desde donde se la mire: Lavinia vuelve a su casa decepcionada por lo que ella interpreta como una falta de emancipación, mientras que Itzá y Lucrecia consideran a Lavinia como una mujer totalmente emancipada. Esta ambigüedad acerca de la significación de lo que se entiende por "emancipación femenina" en Latinoamérica se mantendrá a lo largo de toda la novela.

    Es interesante que Itzá, la indígena, a pesar de que más tarde se va a revelar como una mujer que desafió las convenciones, no le ve mayor ventaja a la multiplicidad de roles de la mujer contemporánea. De hecho, a pesar de su emancipación, de su determinación por ser autosuficiente y tener su vida bajo control propio, Lavinia sufre decepciones características de las mujeres "tradicionales" aunque a nivel racional se rebele contra "la vocación de Penélope" de las mujeres y el privilegio de tomar decisiones de los hombres. Este problema aparece claramente ilustrado en uno de los primeros capítulos del libro cuando después de comenzar su romance con Felipe, una noche lo espera en vano. Lavinia expone sus reflexiones acerca de la actitud del sexo opuesto en general. No comprende, en efecto, qué es lo que hace que un hombre reniegue en su madurez de lo que ha dependido siempre (la mujer) para vivir, para crecer, para tener los primeros contactos con el mundo y se pregunta por qué se rebelan con tan inusitada fiereza contra esta dependencia "sometiendo al signo femenino, dominándolo, negando el poder de quienes a través del dolor de piernas abiertas les entregaban el universo, la vida" (pp.57-58).

    Cuando Felipe llega a la casa de Lavinia con un herido y le explica que ambos son miembros del Movimiento de Liberación Nacional, ella defiende su postura no política:

    Una cosa es que yo, como mucha gente, les respete la valentía. Pero eso no quiere decir que esté de acuerdo. Pienso que están equivocados, que es un suicidio heroico. Te pido, por favor, que no me vuelvas a meter en nada de esto (p.68)
    Tal vez porque han pasado tres décadas desde los años más turbulentos de la lucha antisomocista y los hechos históricos inevitablemente se ven diferentes a la luz de la distancia temporal, el lector actual de La mujer habitada tiene menos problemas en disculpar la actitud no comprometida de Lavinia que recién empieza a probarse a sí misma como persona, recién está experimentando su libertad, acto que sabe, por el tratamiento de sus colegas y el mismo Felipe, no va a ser fácil. Lavinia recién está comenzando a comprender el horizonte más cercano, su propio perímetro. Su respuesta es la apropiada a sus circunstancias. El inconsciente colectivo, sin embargo, simbolizado por Itzá, y testigo inmediato de las truculencias políticas del momento, no puede aceptar la negación de Lavinia. Itzá fue una mujer que dejó la casa paterna y se unió a los hombres en su lucha contra el blanco.
    ¡Ah! Cómo hubiera deseado sacudirla, hacerla comprender. Era como tantas otras . Tantas que conocí. Temerosas. Creyendo que así guardaban la vida. Tantas que terminaron tristes esqueletos, sirvientas en las cocinas, o decapitadas cuando se rendían de caminar, o en aquellos barcos que zarpaban a construir ciudades lejanas llevándose a nuestros hombres y a ellas para el descargue de los marineros (p. 70)
    El comentario de Itzá pone de manifiesto que el progreso es tan sólo ilusorio si no se han extirpado los mecanismos de explotación: el blanco al indio, el hombre a la mujer, el gobierno al pueblo. El tiempo pasa, se cambian ciertas modalidades, como lo atestigua Itzá desde su perspectiva del árbol, pero el centro ético permanence intacto, por lo tanto, el progreso es sólo una ilusión.
    La protagonista de La mujer habitada está "habitada" por una indígena. Esa otra que se encarna en Lavinia representa la memoria maya en el presente y permite al lector contemplar el proceso ininterrumpido de la lucha del pueblo nicaragüense contra la tiranía y la posición de la mujer a través de siglos y culturas. Tanto Itzá como Lavinia son mujeres anticonvencionales, combatientes que han roto con las tradiciones de su época. En más de un sentido, ambas son mujeres "excéntricas".

    Siento la sangre de Lavinia y me invade una plenitud de sabia invernal, de lluvia reciente. De extraña manera, es mi creación. No soy yo. Ella no soy yo vuelta a la vida. No me he posesionado de ella como los espíritus que asustan a mis antepasados. No. Pero hemos convivido en la sangre y el lenguaje de mi historia, que es también la suya (p.132)

    La mujer habitada , sin embargo, por boca de Lavinia\Itzá, parece plantear un concepto emancipador de la mujer pero sin modificar sus experiencias concretas como mujer, madre, hija y amante. En la acción final, cuando Lavinia está a punto de ultimar al general Vela, los pocos segundos de duda le cuestan la vida ya que el hombre alcanza a dispararle a ella antes de morir. La voz narradora explica que Lavinia piensa fugazmente en el hijo de Vela presente en la sala quien sueña con volar. Ella le había dicho al niño meses antes que "ser piloto de Guerra es muy triste. Se vuela para matar, no tiene nada que ver con tus sueños de volar" (p.297), manifestando así su respeto por la vida y, en el momento de la acción, la lealtad a sus palabras, a sus creencias, así mismo como a su rol de productora y protectora de la vida. De hecho, la profundidad de estos sentimientos está representada a lo largo de la obra poética de Gioconda Belli en la que la fecundidad femenina es uno de los tópicos más importantes (4).

    El desdoblamiento, la fisura entre el concepto revolucionario y la práctica cotidiana establece una problemática constante en el libro. Si Lavinia pierde concentración por pensar en el niño, lo que estamos presenciando es la actuación de una persona que no ha llevado a cabo un proceso completo de concientización revolucionaria , de otra manera, la protagonista no se hubiera detenido a pensar en un individuo cuando es el bienestar del grupo, de la "especie", lo que debe tener prioridad. No obstante, tal como comprendimos la actitud no comprometida de la protagonista al principio de la novela, no estamos tampoco ahora enjuiciando su punto de vista subjetivo ni considerando infalible el principio ético de la postura revolucionaria. Lavinia es un ser humano que está tratando de mejorar la situación propia y la de sus congéneres en medio de una sociedad cargada de contradicciones.

    Lo que hace de Lavinia un personaje especialmente interesante es su complejidad, sus desdoblamientos personales. Mientras que al principio de la novela todo apunta a pensar que vamos a presenciar una emancipación femenina a lo "Virginia Woolf" por aquello del "cuarto propio" y la independencia económica, mientras avanzamos por el libro, comprobamos, con la protagonista, lo complicado que resulta la aplicación de las teorías en el ámbito latinoamericano. Si Lavinia encuentra obstáculos en su acercamiento al ideal de mujer independiente, para otras mujeres, especialmente las de nivel socioeconómico bajo, el ideal es una total imposibilidad (5).

    La influencia de los padres, de la tía y el abuelo, las diferentes clases sociales en las que se mueve y la intuición de esa "otra", la presencia indígena en sí misma, marcan a Lavinia no sólo como una mujer compleja sino como una mujer múltiple. Ella puede diferir del punto de vista de sus padres pero no puede negarlos como progenitores biológicos. No puede negar su origen. Lo que sucede es que en ella se revelan más que su origen inmediato; Lavinia siente en sí misma la voz del origen mediato y la de la cultura, el pueblo en el que vive que, naturalmente, trasciende el espacio en el que se desenvuelve el medio familiar.

    "¿Y hasta cuándo deliberaría consigo misma?" (p.115) Le atrae la idea romántica de ser una revolucionaria aunque sabe que la realidad revolucionaria no tiene nada de romántica. A la vez, no puede negar su condición de niña rica, sus pretensions de independencia; independiente de sus padres pero también independiente de su comunidad.

    Debía romper ese interrogatorio constante se dijo, este ir y venir de su yo racional a su otro yo, inflamado de ardores justicieros, resabios de una infancia demasiado aglomerada de lecturas heroicas, sueños imposibles y abuelos que la invitaban a volar (p.115)
    La situación de desdoblamiento, naturalmente, se complica por su relación con Felipe, un hombre con ideales y conciencia revolucionarias pero sujeto todavía a atavismos burgueses que le hacen desear una esposa tradicional en casa, no comprometida políticamente, una mujer que lo espere y lo apoye en silencio mientras que él lucha por causas justas; "el reposo del guerrero" (p.108) De esta manera, Lavinia comprende que debe llevar a cabo una revolución total, a lo largo y a lo ancho no sólo en el plano político sino también en el personal. En mi opinión, sin embargo, esta "revolución" sólo llega a realizarse de manera muy parcial a pesar de los esfuerzos titánicos de la protagonista y no solamente por factores ajenos a ella sino también por sus propias carencias.
    La relación amorosa de Felipe y Lavinia da lugar a un discurso erótico en el texto que juega un papel liberador importante en la novela ya que por medio de él vemos cómo gradualmente Lavinia se ubica fuera de la tradición burguesa anquilosada representada por sus padres y por la pareja sobria y reservada de Sara y Adrián. Además, el erotismo de La mujer habitada no se restringe a las relaciones sexuales sino que abarca un espacio más amplio al que se incorporan las relaciones mujer-naturaleza, un mundo alternativo cuyas interacciones son una amenaza a las normas convencionales (6)

    Faguas le alborotaba los poros, las ganas de vivir. Faguas era la sensualidad. Cuerpo abierto, ancho, sinuoso, pechos desordenados de mujer hechos de tierra, desparramados sobre el paisaje. Amenazadores. Hermosos. (p.19)
    Sin embargo, el erotismo funciona como una liberación simbólica más que real. La interacción con la naturaleza y con el hombre que ama no son más que "amenazas" a las relaciones convencionales , las que, de hecho, no cambian. En todo caso, la liberación de Lavinia (que es una de las mujeres que va más lejos en su autorrealización en la novela) no pasa del plano teórico.
    Uno de los más grandes valores de La mujer habitada consiste en no simplificar el proceso que media entre la concientización de los problemas sociales y la aplicación de medidas para subsanarlos. Esto aparece muy claro al principio de la novela cuando Felipe lleva al herido a casa de Lavinia. Lavinia rehúsa "actuar" en favor de la revolución aunque sin abandonar sus creencias igualitarias; es decir, que pretende mantener una ideología pero sin llevarla a la práctica. También en su relación con Felipe, Lavinia no hace más que "idealizar" la dinámica de la pareja ya que, de hecho, la relación de Lavinia y Felipe nunca llega a ser igualitaria. Al final de la novela, cuando Lavinia toma el lugar de Felipe y entra en la acción, lo hace por necesidad del grupo. Sólo porque Felipe ha muerto ella puede ocupar el mismo lugar que él. Lavinia muere en la acción y, en realidad, sólo la muerte la iguala a su amante.

    Felipe fue un habitante del principio del mundo, de la historia. Un hombre bello y peludo de las cavernas. Más adelante, las cosas cambiarían. Más adelante (p. 338).
    En este sentido, aunque la novela termine con un tono optimista (7) Belli manifiesta explícitamente que la igualdad entre los sexos es y será uno de los logros más difíciles de obtener.
    Con lo dicho anteriormente no quiero significar que la relación entre mujeres sea totalmente armoniosa o que las del mismo género compartan el mismo punto de vista. Un ejemplo muy ilustrativo de las diferencias de posición entre las mujeres lo presenta Sara, la amiga de Lavinia, una mujer de clase media, esposa y ama de casa feliz en su rol. Sara piensa que el espacio doméstico satisface a las mujeres que aparentan estar ahí para servir a los hombres pero realmente los hombres son sólo un pretexto, casi un accidente o interrupción del ámbito femenino (8)

    Flor, la enfermera revolucionaria, por otra parte, muestra otro aspecto que también difiere de Lavinia por su madurez y la solidez de su postura. Flor parece estar en un ámbito emocional más avanzado que Lavinia y Sara. Ella ya no analiza los problemas de identidad sino que se entrega de lleno a actuar por lo que ella cree más valioso: el resto de los seres humanos. Cuando Flor penetra y se apropia del espacio masculino no es para afirmar su "yo" individual , sino para participar con los hombres en la creación de un país más justo para todos. En este sentido, Flor es la mujer que mejor ejemplifica en La mujer habitada el feminismo latinoamericano en el que las teorías individualizantes a lo Virginia Woolf generalmente demuestran no ser aptas para las circunstancias sociales vigentes. Flor, por otra parte, no cree que las circunstancias que rodean el nacimiento de una persona la marquen de una u otra manera; es una existencialista en acción y cree firmemente en la responsabilidad individual. Ella misma ha triunfado a pesar de una infancia y adolescencias horribles transcurridas en un ambiente de miseria.

    ...Cada uno de nosotros carga con lo propio hasta el fin de sus días. Pero también construye... El terreno es lo que te dan de nacimiento, pero la construcción es tu responsabilidad (p. 208)
    Sin embargo, y a pesar de su madurez espiritual a Flor parece escapársele que ella es una excepción, que "la responsabilidad individual de construcción", como ideal, no parece factible en todos los casos. La ignorancia y la falta total de información unidos a una pobreza extrema operan un efecto devastador y en muchas instancias irrecuperable. Tal es el caso de Lucrecia, la empleada de la protagonista, quien parece moverse constantemente en un mundo sórdido, avergonzante, sobre el cual no tiene ningún control. Lavinia trata de hacerle entender la igualdad de ambas como personas pero Lucrecia está lejos de comprender lo que significan no ya la emancipación femenina sino simplemente los derechos humanos.
    Un ejemplo patético de la situación de Lucrecia aparece en el capítulo 12 donde, a raíz de su ausencia, Lavinia busca la casa de la empleada para averiguar si está enferma. Lucrecia, en efecto, está en cama con una infección avanzada a causa de un aborto mal practicado. La descripción de la vivienda, una habitación sobre una calle de tierra compartida con la hermana y la sobrina, la falta de muebles, los colchones colgados para ganar espacio, etc., hablan de una pobreza denigrante a la que las ideologías todavían ni siquiera han previsto. Creo superfluo mencionar que Lucrecia no es lo que podríamos llamar con lenguaje feminista occidental "una mujer con cuarto propio". Lucrecia, como una buena porción de seres humanos en America Latina, carece de la posibilidad de emanciparse.

    Con la ayuda de Flor, Lavinia lleva a Lucrecia al hospital y mientras espera el resultado del procedimiento, pasea su mirada por la gente pobre alrededor de ella sentada en la sala de espera. Les mira especialmente los pies y los compara con los suyos: un abismo separa a las dos clases sociales. Esta es, en mi opinión, una de las páginas más brillantes de La mujer habitada:

    Ella se había comprometido a luchar por los dueños de los pies toscos, pensó. Unirse a ellos. Ser una de ellos. Sentir en carne propia las injusticias cometidas contra ellos. Esa gente era el "pueblo" del que hablaba el programa del Movimiento. Y, sin embargo, allí, junto a ellos en la sala de emergencia sucia y oscura del hospital, un abismo los separaba. La imagen de los pies no podía ser más elocuente. Sus miradas de desconfianza. Nunca la aceptarían, pensó Lavinia ¿Cómo podrían aceptarla alguna vez, creer que se podía identificar con ellos, no desconfiar de su piel delicada, el pelo brillante, las manos finas, las uñas rojas de sus pies? (p.158)
    Si la protagonista piensa que la miran con desconfianza, o que no la van a aceptar es porque ella misma se ve como "diferente". De hecho, no hay ninguna indicación en el texto de que alguien haya puesto de manifiesto que Lavinia no pertenecía al grupo. Ella se ve a sí misma como alguien más sofisticado que el resto. "La piel delicada" sólo puede ser "delicada" si se la concibe como "mejor" o "superior" y lo mismo se puede decir de "las manos finas" o el "pelo brillante". El problema de diferenciación parece afectar más a Lavinia que a la gente sentada en la sala de espera.
    Lo mismo que sucede cuando se trata de la relación entre Felipe y Lavinia, la dinámica entre las diferentes clases sociales, representadas principalmente por las mujeres alrededor de Lavinia, es decididamente problemática ya que cada una parte de premisas diferentes aún cuando no estén conscientes (el caso de Lavinia) de su punto de partida preconcebido. La noción de "igualdad", en efecto, es uno de los conceptos más difíciles de comprender no sólo por las clases altas sino especialmente por aquellos más discriminados. La igualdad no es sólo un concepto a aplicar sino una noción que necesita aprendizaje y práctica tanto por los que sufren de su falta como por los que sólo la conciben de forma abstracta . En este respecto, la educación tiene un rol fundamental pero no es secreto para nadie que la educación en sí misma es un lujo en Latinoamérica.

    A pesar de la imagen esperanzada del final del libro, quedan sin resolver varios aspectos de una realidad ardua y complicada. La mujer habitada se sitúa así en el realismo sin simplificaciones de que hablábamos al comienzo del trabajo por medio del cual se trata de definir lo justo y ético en general pero sin llegar a proponer un método de aplicación concreto y sin ignorar la falacia de cualquier ideología que no tenga en cuenta la complejidad cultural, social, económica, racial y psicológica a la que indefectiblemente respondemos.

    Lavinia no es Itzá evolucionada. Lavinia es Itzá misma tratando todavía de obtener respuestas aplicables a su condición de mujer enraizada en la compleja realidad latinoamericana.





    Sobre La mujer habitada:
    "Hay mucho de ardor combativo en su prosa (...). Sin embargo, en La mujer habitada hay un notable nivel de poesía, casi de lirismo; hay ritmo en el entrecruzamiento de las historias; y contiene esa admirable mezcla que ha dado en llamarse 'realismo mágico'." Irene Ferrari, La Prensa

    "Se impone por la destreza de la rica y dinámica composición de personajes y en el cruce entre las múltiples historias personales, aspectos que le permiten dar cuenta de un preciso y complejo entramado sociocultural." Graciela Gliemmo, El Cronista

    "La narración corre por cauces claros y definidos.(...) Se lee con creciente interés, especialmente a partir de la problemática de su principal personaje femenino." María Rosa Lojo, La Nación

    BIbiliografia:http://www.sololiteratura.com/gio/gioobrdelas.htm



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