05-16-2004, 08:43 AM
HabÃa caido la noche ya, serÃan asà como las ocho.., el 11 de mayo de 1883, cuando, protocolariamente escotada, la hija predilecta de la que habÃa sido Isabel II de España, S.A.R. la Infanta Doña Paz, descendió del landó para visitar al rey, primo de su marido, un prÃncipe de Baviera que quedaba guapÃsimo en su elegantÃsimo frac.
¡Oh, el mÃtico palacio de Linderhof..!
Doña Paz contempló, MARAVILLADA, la enorme altura que alcanzaba el colosal surtidor..; pero, su marido le indicó que...
DescendÃa majestuosamente peldaño tras peldaño el blanquÃsimo mármol de la escalinata un joven de, ¡oh, milagro..!, no parecÃa 37 años; cuya embriagadora brisa cálida postró, más que el ceremonial strictu sensu, a la rendida infanta española.
Su Majestad el rey Ludwig II cogió su mano sin dejar de sonreirla.. Un gesto, y dos gallardos adolescentes rubÃsimos vestidos como a la romana encendieron sendas antorchas... Avanzaron hacia, ¡OH..!, aquel paraiso...
Se dió cuenta que su marido se habÃa, quizá.., perdido, cuando llegaron a un abracadabrante salón de terciopelo encadenado... Mil perfumes eran quemados en incensarios de oro..; y, allá, en el centro, habÃa como un gran dosel bordado con finÃsimos hilos de oro y forrado de armiño bajo el cual distinguió la infanta un soberbio sillón Louis XIV y una mesa con un recargado tapete, también bordado en oro. ¡Tan sólo era unaa antesala..!
Dos guardias en imposibles uniformes de una belleza sin par abrieron las fantásticas puertas y apareció un despacho real que empequeñecÃa a ojos vista cualquier estancia de Versalles... todo, se asombró la infanta, en refinadÃsimo rococó, hasta tinteros y plumas. En medio de una profusión de flores frescas, constantemente renovadas por un pelotón de niños uniformados, el busto del divino maestro Wagner.
No sabe cuánto han andado..; pero, ¡Virgen SantÃsima..!, el rey se adelanta, sonriente, y levanta una fabulosa cortina de Damasco.
¡Se queda ESTÃTICA!
Un inmenso, abigarrado jardÃn, iluminado como en un cuento, a la veneciana, con palmeras y lagos que le parecen irreales, con fuentes repletas de nereidas y diocesillos perversos, con, aquà y allá, palacetes de ensueño surgidos de un delirio persa...
el rey le dijo: "Anda".
Y, ella, como flotando, le sigue, FASCINADA, como Dante a Virgilio...
Un guacamayo, columpiándose en un aro dorado, da las buenas noches ¡en perfecto castellano..!; a un lado, llevado por un chiquillo de ojos grandes y deslumbrante piel de ébano, pasa, majestuosamente, su arco iris en un colorista Xanadú triunfal, un gigantesco pavo real; tras un puente rústico de puro encanto entre lÃmpisimas chozas de diseño, más allá, sobre un estanque iluminado por la luna, se adivina como una ciudad del Indostán...
¿Sueña ya la infanta cuando se halla delante de famoso Quiosco Morisco?, ¿son reales las pedrerÃas que cuajan el salón con aquel trono califal?, ¿juegan estos jovencitos de mirada lánguida al ajedrez con figuras con ojos de diamante?
El rey ha ordenado que su banda de altÃsimos mancebos bávaros toque la "Marcha de Infantes"..; lenta, pausadamente, Paz de España, se ubica entre los cómodos cojines de raso azul y empieza a oler el océano de rosas.
Están, ahora -¿CÓMO han llegado?-, en una especie de enorme tienda de campaña como árabe cuyas lonas son ¡sedas hechizadoramente transparentes!; el rey la contempla, seductor.., desde un sillón de terciopelo púrpura soportado por dos elefantes enormes de marfil purÃsimo; sobre la piel de león, en el suelo, un paje, igual que debieron ser, ¡oh, GanÃmedes..!, los pajes de los mÃticos dioses, prepara unas bebidas...
Salen.
Atada a un árbol hay una barca como las que debÃan usar los trovadores que suspiraban en la corte de la romántica Aquitania para acercarse a los balcones de sus reales vÃrgenes enamoradas... Plantas tropicales. Flores acuáticas por doquier. El embarcadero de una choza india de cuyo techo cuelgan extrañas armas y más extraños abanicos...
Un poco más allá..; ¡Dios mÃo!; es.., ¡la Alhambra!
¡Una Alhambra en miniatura!; el rey le enseña un cuartito pequeño, con una fuente en el centro rodeada de plantas... Dos preciosos divanes están colocados junto a las paredes y, en un manierista pabellón redondo, unas copas de un sugerente licor azul esperan sobre una brillante como fuego fatuo blanco bandeja de reluciente plata que llevaba algo asà como la re-encarnación de la juventud de Boabdil.
La encandilada infanta necesita descansar...; y, no se sabe de dónde, la música, a una indicación del dedo regio, empieza a sonar... Es una adormecedora habanera.
Quizá ha cerrado los ojos un segundo..; pero, se da cuenta, sobrecogida por su propia fascinación, que es llevada con el rey en unos palanquines rebosantes de moarés fucsias en medio de dos hileras de antorchas en formación que crepitan al unÃsono de las épicas voces de sus jovenes portadores, unos tan sublimes y fántasticos intérpretes de las arias del genial autor de "Parsifal" que en modo alguno, hubiese jurado doña Paz.., hubiesen desmerecido en Bayreuth.
Llegaron a la Gruta Azul..; y, ella, transfigurada por la emoción de aquel aún mejor Capri, vertió lágrimas ante la experiencia casi religiosa de las estalactitas iluminadas... Una cascada se precipitaba como un encantador murmullo de enamorado, casi un sortilegio... Un rayo de aquella luna penetró por una minúscula grieta del techo...
En la galerÃa, bajo lámparas y lámparas de colores, la infanta española, aún desde las alturas.., divisó a su marido. Le sonreÃa.
Vió luego a los criados..; y, la mesa: estaba preparada la cena.
Nunca supo (eso dijo siempre...) si cenó o no..; recordaba, eso sÃ, que, al final, un gesto del rey hizo que dos adolescentes, uno moreno como un nubio ardiente y otro rubio como el sol, le cubrieran de rosas con los colores de la bandera hispana; que, ella todo puro pálpito, se acercaron los labios reales a besarle, sólo rozándole con su, ¡oh, pócimas del Ãngel Caido..!, dulce y quizá hasta venenoso aliento, la mano..; y, que, agarrado a un nuevo Tristán de largos cabellos y fibradÃsimo pecho al descubierto, montados los dos en un hiper-lujo de vigorosÃsimo alazán dorado pura sangre de porte imperial, se fué hacia las montañas...
Cuando llegó a su residencia, aún con su corazón de infanta huérfano de calma y su sangre azul como hasta HIRVIENDO, escribió a su real hermano: "ese hombre tiene algo de GRANDE y de POÉTICO, como rara vez se encuentra"...
S.M.C. el rey Alfonso XII, el 12 de junio siguiente, contesto con castizo gracejo a su querida hermanita..; diciéndole, entre otras cosas: "puedes creer, Paz, que lo menos he leido cien veces lo que cuentas de esos jardines que colocó este rey-artista como quien dice sobre los tejados de su palacio... He variado, ¿sabes?, mi opinión sobre el rey de Baviera..; y, ahora, después de leerte, comprendo que nació para ser un Rey Sol y se fastidió, ¡mira, tú..!, con venir al mundo en el siglo XIX y bajo el peso ni más ni menos que del kaiser. Pero..; tu carta es muy interesante..; y, además, puede colocarte entre el número de princesas que salvan la reputación de las familias reales a cambio de tanto y tanto MEMO..."
Hay que decir, SIN demora, que tal rey, cuando le llegó la hora de morir, el único consejo que se le ocurrió dar a su viuda preñada fué: "Crista: tú, guarda el coño; y, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas"
Que en modo alguno quiero decir sea consejo poco práctico y menos conveniente ¡en aquellos momentos..!; pero, que, indiscutiblemente, denota una OBVIA falta de cierta, digamos.., sensibilidad estética que serÃa, estimo.., hasta de lamentar; ¿no?
Que cojeaba en las cuestiones de FORMA, vaya...
Siempre a su disposición, damas y caballeros.
Jaume de Ponts i Mateu
jaumedeponts@terra.es
Tortosa (Baix Ebre)
-Catalunya/UE-
15/05/2004, 0043 hs. a.m.
¡Oh, el mÃtico palacio de Linderhof..!
Doña Paz contempló, MARAVILLADA, la enorme altura que alcanzaba el colosal surtidor..; pero, su marido le indicó que...
DescendÃa majestuosamente peldaño tras peldaño el blanquÃsimo mármol de la escalinata un joven de, ¡oh, milagro..!, no parecÃa 37 años; cuya embriagadora brisa cálida postró, más que el ceremonial strictu sensu, a la rendida infanta española.
Su Majestad el rey Ludwig II cogió su mano sin dejar de sonreirla.. Un gesto, y dos gallardos adolescentes rubÃsimos vestidos como a la romana encendieron sendas antorchas... Avanzaron hacia, ¡OH..!, aquel paraiso...
Se dió cuenta que su marido se habÃa, quizá.., perdido, cuando llegaron a un abracadabrante salón de terciopelo encadenado... Mil perfumes eran quemados en incensarios de oro..; y, allá, en el centro, habÃa como un gran dosel bordado con finÃsimos hilos de oro y forrado de armiño bajo el cual distinguió la infanta un soberbio sillón Louis XIV y una mesa con un recargado tapete, también bordado en oro. ¡Tan sólo era unaa antesala..!
Dos guardias en imposibles uniformes de una belleza sin par abrieron las fantásticas puertas y apareció un despacho real que empequeñecÃa a ojos vista cualquier estancia de Versalles... todo, se asombró la infanta, en refinadÃsimo rococó, hasta tinteros y plumas. En medio de una profusión de flores frescas, constantemente renovadas por un pelotón de niños uniformados, el busto del divino maestro Wagner.
No sabe cuánto han andado..; pero, ¡Virgen SantÃsima..!, el rey se adelanta, sonriente, y levanta una fabulosa cortina de Damasco.
¡Se queda ESTÃTICA!
Un inmenso, abigarrado jardÃn, iluminado como en un cuento, a la veneciana, con palmeras y lagos que le parecen irreales, con fuentes repletas de nereidas y diocesillos perversos, con, aquà y allá, palacetes de ensueño surgidos de un delirio persa...
el rey le dijo: "Anda".
Y, ella, como flotando, le sigue, FASCINADA, como Dante a Virgilio...
Un guacamayo, columpiándose en un aro dorado, da las buenas noches ¡en perfecto castellano..!; a un lado, llevado por un chiquillo de ojos grandes y deslumbrante piel de ébano, pasa, majestuosamente, su arco iris en un colorista Xanadú triunfal, un gigantesco pavo real; tras un puente rústico de puro encanto entre lÃmpisimas chozas de diseño, más allá, sobre un estanque iluminado por la luna, se adivina como una ciudad del Indostán...
¿Sueña ya la infanta cuando se halla delante de famoso Quiosco Morisco?, ¿son reales las pedrerÃas que cuajan el salón con aquel trono califal?, ¿juegan estos jovencitos de mirada lánguida al ajedrez con figuras con ojos de diamante?
El rey ha ordenado que su banda de altÃsimos mancebos bávaros toque la "Marcha de Infantes"..; lenta, pausadamente, Paz de España, se ubica entre los cómodos cojines de raso azul y empieza a oler el océano de rosas.
Están, ahora -¿CÓMO han llegado?-, en una especie de enorme tienda de campaña como árabe cuyas lonas son ¡sedas hechizadoramente transparentes!; el rey la contempla, seductor.., desde un sillón de terciopelo púrpura soportado por dos elefantes enormes de marfil purÃsimo; sobre la piel de león, en el suelo, un paje, igual que debieron ser, ¡oh, GanÃmedes..!, los pajes de los mÃticos dioses, prepara unas bebidas...
Salen.
Atada a un árbol hay una barca como las que debÃan usar los trovadores que suspiraban en la corte de la romántica Aquitania para acercarse a los balcones de sus reales vÃrgenes enamoradas... Plantas tropicales. Flores acuáticas por doquier. El embarcadero de una choza india de cuyo techo cuelgan extrañas armas y más extraños abanicos...
Un poco más allá..; ¡Dios mÃo!; es.., ¡la Alhambra!
¡Una Alhambra en miniatura!; el rey le enseña un cuartito pequeño, con una fuente en el centro rodeada de plantas... Dos preciosos divanes están colocados junto a las paredes y, en un manierista pabellón redondo, unas copas de un sugerente licor azul esperan sobre una brillante como fuego fatuo blanco bandeja de reluciente plata que llevaba algo asà como la re-encarnación de la juventud de Boabdil.
La encandilada infanta necesita descansar...; y, no se sabe de dónde, la música, a una indicación del dedo regio, empieza a sonar... Es una adormecedora habanera.
Quizá ha cerrado los ojos un segundo..; pero, se da cuenta, sobrecogida por su propia fascinación, que es llevada con el rey en unos palanquines rebosantes de moarés fucsias en medio de dos hileras de antorchas en formación que crepitan al unÃsono de las épicas voces de sus jovenes portadores, unos tan sublimes y fántasticos intérpretes de las arias del genial autor de "Parsifal" que en modo alguno, hubiese jurado doña Paz.., hubiesen desmerecido en Bayreuth.
Llegaron a la Gruta Azul..; y, ella, transfigurada por la emoción de aquel aún mejor Capri, vertió lágrimas ante la experiencia casi religiosa de las estalactitas iluminadas... Una cascada se precipitaba como un encantador murmullo de enamorado, casi un sortilegio... Un rayo de aquella luna penetró por una minúscula grieta del techo...
En la galerÃa, bajo lámparas y lámparas de colores, la infanta española, aún desde las alturas.., divisó a su marido. Le sonreÃa.
Vió luego a los criados..; y, la mesa: estaba preparada la cena.
Nunca supo (eso dijo siempre...) si cenó o no..; recordaba, eso sÃ, que, al final, un gesto del rey hizo que dos adolescentes, uno moreno como un nubio ardiente y otro rubio como el sol, le cubrieran de rosas con los colores de la bandera hispana; que, ella todo puro pálpito, se acercaron los labios reales a besarle, sólo rozándole con su, ¡oh, pócimas del Ãngel Caido..!, dulce y quizá hasta venenoso aliento, la mano..; y, que, agarrado a un nuevo Tristán de largos cabellos y fibradÃsimo pecho al descubierto, montados los dos en un hiper-lujo de vigorosÃsimo alazán dorado pura sangre de porte imperial, se fué hacia las montañas...
Cuando llegó a su residencia, aún con su corazón de infanta huérfano de calma y su sangre azul como hasta HIRVIENDO, escribió a su real hermano: "ese hombre tiene algo de GRANDE y de POÉTICO, como rara vez se encuentra"...
S.M.C. el rey Alfonso XII, el 12 de junio siguiente, contesto con castizo gracejo a su querida hermanita..; diciéndole, entre otras cosas: "puedes creer, Paz, que lo menos he leido cien veces lo que cuentas de esos jardines que colocó este rey-artista como quien dice sobre los tejados de su palacio... He variado, ¿sabes?, mi opinión sobre el rey de Baviera..; y, ahora, después de leerte, comprendo que nació para ser un Rey Sol y se fastidió, ¡mira, tú..!, con venir al mundo en el siglo XIX y bajo el peso ni más ni menos que del kaiser. Pero..; tu carta es muy interesante..; y, además, puede colocarte entre el número de princesas que salvan la reputación de las familias reales a cambio de tanto y tanto MEMO..."
Hay que decir, SIN demora, que tal rey, cuando le llegó la hora de morir, el único consejo que se le ocurrió dar a su viuda preñada fué: "Crista: tú, guarda el coño; y, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas"
Que en modo alguno quiero decir sea consejo poco práctico y menos conveniente ¡en aquellos momentos..!; pero, que, indiscutiblemente, denota una OBVIA falta de cierta, digamos.., sensibilidad estética que serÃa, estimo.., hasta de lamentar; ¿no?
Que cojeaba en las cuestiones de FORMA, vaya...
Siempre a su disposición, damas y caballeros.
Jaume de Ponts i Mateu
jaumedeponts@terra.es
Tortosa (Baix Ebre)
-Catalunya/UE-
15/05/2004, 0043 hs. a.m.