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Historia de Roma

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Evolución histórica. La Monarquía. Organización Política Y Social En El Periodo Monárquico. La República. Organización Política Y Social En El Periodo Republicano. El Imperio Romano. Augusto y la dinastía Julio-Claudia.Dinastías del los Flavios y los Antoninos. Decadencia y caída del Imperio. La religión y el modo de vida romanos. La arquitectura romana. La planificación de la ciudad romana. Los templos romanos. La Edad Media. Inicios de la edad media. La alta edad media. La baja edad media. Arquitectura gótica.

Agregado: 24 de JULIO de 2003 (Por Patricia) | Palabras: 10052 | Votar |
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Categoría: Apuntes y Monografías > Historia >
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    ROMA

    EVOLUCION HISTORICA

    La Monarquía

    Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los hermanos gemelos de Rea Silvia, una virgen vestal, e hija de Numitor, rey de Alba Longa, ciudad cercana, en el antiguo Lacio. Una tradición más antigua remonta la ascendencia de los romanos a los troyanos y a su líder Eneas, cuyo hijo Ascanio o Julo, fue el fundador y primer rey de Alba Longa.

    Aunque los nombres, fechas y sucesos del periodo real se cree que pertenecen a la ficción, existen pruebas sólidas de la existencia de una antigua monarquía, del crecimiento de Roma y sus luchas con los pueblos vecinos, de la conquista etrusca de Roma y del establecimiento de una dinastía de príncipes etruscos, simbolizada por el mandato de los Tarquinios, de su derrocamiento y de la abolición de la monarquía. Los siete reyes del periodo monárquico y las fechas que tradicionalmente se le asignan son: Rómulo (753-715 a.C.) Numa Pompilio (715-676 o 672 a.C.), Tulio Hostilio (673-641 a.C.), Anco Marcio (hacia el 641-616 a.C.), Lucio Tarquino Prisco (616-578 a.C), Servio Tulio (578-534 a.C.), y Lucio Tarquino el Soberbio (534-510 a.C.), el séptimo y último rey, derrocado cuando su hijo violó a Lucrecia, esposa de un pariente. Tarquinio fue desterrado, y los intentos de las ciudades etruscas o latinas de restituirlo en el trono de Roma no tuvieron éxito.

    Organización Política Y Social En El Periodo Monárquico

    También es probable la existencia de cierta organización social y política, como la división de los habitantes en dos clases: los patricios, los cuales sólo poseían derechos políticos y formaban el populus o pueblo y sus subordinados, conocidos como clientes, y plebe, que en un principio no tenían categoría política. El rex o rey, lo elegía el Senado (Senatus) o Consejo de Ancianos (patres) de entre los patricios que ocupaba el cargo de por vida. Era responsable de convocar al populus a la guerra y de dirigir al ejército en la batalla. En los desfiles era precedido por los funcionarios, conocidos como lictores, que portaban las fasces, símbolo del poder y del castigo. También era el juez supremo en todos los pleitos civiles y penales. El Senado sólo daba su consejo cuando el rey decidía consultarlo, aunque sus miembros poseían gran autoridad moral, ya que sus cargos también eran vitalicios. En un principio sólo los patricios podían llevar armas en defensa del Estado. Parece que hubo una importante reforma militar, conocida como reforma Servia, ya que posiblemente tuvo lugar durante el mandato de Servio Tulio, en el siglo VI a.C. Para entonces la plebe podía adquirir propiedades y, según la reforma, todos los propietarios, tanto los patricios como los plebeyos, estaban obligados a servir en el ejército, donde se les designaba un rango de acuerdo con su riqueza. Este plan, aunque al principio servía a un propósito puramente militar, preparó el terreno para la gran lucha política entre patricios y plebeyos durante los primeros siglos de la República romana.

    La República

    Ester periodo de la historia de Roma esta caracterizado por el régimen republicano como forma de gobierno, que se extiende desde el 510 a.C., en que se puso fin a la monarquía con la expulsión del último rey, Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el 27 a.C., fecha en que tuvo su inicio el Imperio.

    Organización Política Y Social En El Periodo Republicano

    En sustitución del rey, el conjunto de la ciudadanía elegía anualmente a dos magistrados, conocidos como pretores (o jefes militares) que más tarde recibieron el título de cónsules. La participación dual en el ejercicio del poder supremo y la limitación a un año de permanencia en la magistratura evitaban el peligro de la autocracia. El carácter del Senado, órgano asesor ya existente durante la monarquía, fue modificado al poder ingresar en él los plebeyos, conocidos como conscripti, por lo que desde entonces la denominación oficial de los senadores fue la de patres conscripti (padres conscriptos). Inicialmente sólo los patricios podían ocupar las magistraturas, pero el descontento de la plebe originó una violenta lucha entre los dos grupos sociales y la progresiva desaparición de la discriminación social y política a la cual los plebeyos habían estado sometidos.

    En el 494 a.C., la secesión (retirada) al Aventino (una de las siete colinas de Roma) de los plebeyos, obligó a las clases patricias a conceder la institución de los tribuni plebis (tribunos de la plebe) que eran elegidos anualmente por el Concilium plebis (Asamblea de la plebe) como representantes de los plebeyos para la defensa de sus intereses. Tenían derecho a veto sobre los actos de los magistrados patricios y de hecho actuaban como dirigentes de la plebe en los conflictos con los patricios. La constitución de un decenvirato (comisión de diez hombres) en el 451 a.C. tuvo como resultado la redacción de un código legal. En el 455 a.C. la Ley Canuleya declaraba legalmente válidos los matrimonios entre patricios y plebeyos. En virtud de las Leyes Licinias-Sextas (367 a.C.) uno de los dos cónsules debía ser plebeyo. El resto de las magistraturas se fueron abriendo gradualmente a los plebeyos, incluida la dictadura (356 a.C.), una magistratura excepcional cuyo titular era elegido en tiempos de gran peligro, la censura o dignidad de censor (350 a.C), la praetura o cargo de pretor (337 a.C.) y las magistraturas de los colegios pontifical y augural (300 a.C.). Estos cambios políticos dieron paso a una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado, que originalmente había tenido escaso poder administrativo, se convirtió en un órgano fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz, establecía alianzas con otros Estados extranjeros, decidía la fundación de colonias y gestionaba las finanzas del Estado. Aunque el ascenso de esta nobilitas puso fin a las disputas entre los dos grupos sociales, la posición de las familias plebeyas más pobres no mejoró y el agudo contraste entre las condiciones de los ricos y la de los pobres originó a finales de la República las luchas entre el partido aristocrático y el popular.

    Estos cambios políticos dieron paso a una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado, que originalmente había tenido escaso poder administrativo, se convirtió en un órgano fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz, establecía alianzas con otros Estados extranjeros, decidía la fundación de colonias y gestionaba las finanzas del Estado. Aunque el ascenso de esta nobilitas puso fin a las disputas entre los dos grupos sociales, la posición de las familias plebeyas más pobres no mejoró y el agudo contraste entre las condiciones de los ricos y la de los pobres originó a finales de la República las luchas entre el partido aristocrático y el popular. Roma aplicó durante este periodo una política exterior expansionista. Ayudados por sus aliados, los romanos lucharon contra etruscos, volscos y ecuos. Las poderosas coaliciones formadas por etruscos, umbros y galos en el norte, y por lucanos y samnitas en el sur, amenazaron el poder de Roma hasta que fueron derrotadas, primero la confederación del norte en el 283 a.C. y poco después la del sur. En el 281 la colonia griega de Tarento solicitó ayuda a Pirro, rey de Epiro, contra Roma. Sus campañas en Italia y en Sicilia (280-276 a.C.) no tuvieron éxito y regresó a Grecia. Durante los siguientes diez años, Roma completó su dominio en el sur de Italia y de este modo logró imponer su poder sobre toda la península Itálica hasta los ríos Arno y Rubicón.

    En el 264 a.C. Roma comenzó su lucha con Cartago por el control del mar Mediterráneo. Cartago era en esta época la potencia marítima hegemónica en el mundo y dominaba de forma absoluta el Mediterráneo central y occidental mientras que Roma centraba su predominio en la península Itálica.

    Roma hubo de luchar finalmente en la tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.) que finalizó cuando Publio Cornelio Escipión Emiliano conquistó y destruyó Cartago que a partir de entonces formó parte de la provincia romana de África. La conquista de Numancia en el 133 a.C. puso fin a una serie de campañas en la península Ibérica. Ese mismo año Roma también incorporó a su control el reino de Pérgamo tras la muerte de su último gobernante, Átalo III; poco después este territorio formó parte de la provincia de Asia.

    Con la adquisición de tan vastos territorios comenzaron los problemas internos de Roma. Algunas familias plebeyas extremadamente ricas se aliaron con las viejas familias patricias para excluir al resto de ciudadanos de las más altas magistraturas y del Senado. Esta clase dirigente aristocrática (optimates) se hizo cada vez más arrogante y propensa al lujo, perdiendo los altos niveles de moralidad e integridad de sus antepasados. La gradual desaparición de los campesinos, causada por la creación de grandes propiedades agrarias, de un sistema de producción esclavista y por la devastación del campo por la guerra, condujo al desarrollo de un proletariado urbano cuya opinión política no se tenia en consideración. El conflicto entre el partido aristocrático y el popular era inevitable. Los intentos de los tribunos de la plebe Tiberio Sempronio Graco y su hermano Cayo Sempronio Graco por aliviar la situación de los ciudadanos más pobres con una reforma agraria y el reparto de cereales, acabaron en revueltas en las que ambos hermanos resultaron muertos.

    La ampliación territorial de Roma continuó. Las comunidades itálicas aliadas con Roma sintieron que sus cargas aumentaban en tanto que sus privilegios disminuían y exigieron compartir con Roma los beneficios derivados de las conquistas, a las que habían contribuido. El tribuno Marco Livio Druso intentó conciliar a la población pobre con una serie de reformas legales sobre la posesión de la tierra y reparto de cereales y a los ejércitos itálicos con la promesa de la concesión de la ciudadanía romana. Su asesinato fue seguido, un año más tarde, por una revuelta de los ejércitos itálicos cuyo objetivo era crear un nuevo Estado itálico gobernado según las directrices de la constitución romana. Tras la denominada Guerra Social los pueblos itálicos (principalmente marsos y samnitas) fueron finalmente derrotados, pero consiguieron la plena ciudadanía romana.

    . Sila suprimió a sus enemigos al proscribirles, redactando y colocando en el Foro una lista de hombres importantes que eran declarados enemigos públicos y fuera de la ley; también confiscó las tierras de sus oponentes políticos, las cuales otorgó a los veteranos de sus legiones, quienes por lo general las descuidaron o abandonaron. La rica economía agrícola de Roma decayó y la ciudad tuvo que importar gran parte de sus víveres, especialmente de África que se convirtió en el mayor suministrador de cereales para Roma.

    El Imperio Romano

    Periodo de la historia de Roma caracterizado por un régimen político dominado por un emperador, que comprende desde el momento en que Octavio recibió el título de 'Augusto' (27 a.C.) hasta la disolución del Imperio romano de Occidente (476 d.C.).

    El Imperio sucedió a la República de Roma y Augusto, como princeps (primer ciudadano) mantuvo la constitución republicana hasta el año 23 a.C. en que el poder tribunicio y el imperium militar (o mando supremo) fueron revestidos con la autoridad real. El Senado conservó el control de Roma, la península Itálica y las provincias más romanizadas y pacíficas. Las provincias fronterizas, donde fue preciso el acuartelamiento estable de legiones, estaban gobernadas por legados, nombrados y controlados directamente por Augusto. La corrupción y extorsión que habían caracterizado a la administración provincial romana durante el último siglo de la República no fue tolerada, de lo que se beneficiaron en especial las provincias.

    Con el establecimiento de un sistema de gobierno imperial, la historia de Roma se identificó en gran medida con los reinados de cada uno de los emperadores:

    Augusto y la dinastía Julio-Claudia

    El emperador Tiberio, sucesor de su padrastro Augusto desde el 14 d.C., competente gestor, fue objeto del descontento y de la sospecha general; apoyándose en el poder militar, mantuvo en Roma a su Guardia Pretoriana (las únicas tropas permitidas en la capital), siempre prestas a su llamada. Fue sucedido por el tiránico y mentalmente inestable Calígula (27-41). A su muerte el título imperial pasó a Claudio I, cuyo mandato contempló la conquista de Britania y continuó las obras públicas y las reformas administrativas iniciadas por César y Augusto. Su hijo adoptivo Nerón inició su gobierno bajo el sabio consejo y asesoramiento del filósofo Lucio Anneo Séneca y de Sexto Afranio Burro, prefecto de la Guardia Pretoriana; sin embargo, sus posteriores excesos de poder le condujeron a su derrocamiento y suicidio en el 68 d.C., lo que supuso el fin de la dinastía Julio-Claudia.

    Dinastías del los Flavios y los Antoninos (69-192)

    Los breves reinados de Galba, Otón y Vitelio entre los años 68 y 69 d.C. fueron seguidos por el de Vespasiano, que junto a sus hijos, los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la dinastía de los Flavios. Resucitaron la sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la erupción del Vesubio que devastó la zona al sur de Nápoles donde se encontraban las ciudades de Herculano y Pompeya. Marco Coceyo Nerva (96-98) fue el primero de los denominados cinco buenos emperadores junto a Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Cada uno de ellos era elegido y adoptado legalmente por su predecesor según su habilidad e integridad. Trajano llevó a cabo una campaña contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el Imperio alcanzara su mayor extensión territorial; también destacó por su excelente administración. Los 21 años de gobierno de Adriano también fueron un periodo de paz y prosperidad; tras ceder algunos de los territorios más orientales, Adriano consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus fronteras. El reinado de su sucesor, Antonino Pío se caracterizó igualmente por el orden y la paz. Las incursiones de varios pueblos emigrantes sobre diversas zonas del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el filósofo estoico Marco Aurelio, que gobernó junto a Lucio Aurelio Vero hasta el fallecimiento de este último. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia. Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la dinastía de los Antoninos.

    Decadencia y caída del Imperio

    Los breves reinados de Publio Helvio Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve dinastía de los Severos. Los emperadores de este linaje fueron: Caracalla, Heliogábalo (218-222) y Severo Alejandro (222-235). Septimio Severo fue un hábil gobernante; Caracalla fue famoso por su brutalidad y Heliogábalo por su corrupción. Se ha señalado que Caracalla otorgó en el año 212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder grabarlos con los impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo Alejandro destacó por su justicia y sabiduría.

    El periodo posterior a la muerte de Severo Alejandro fue de gran confusión. De los 12 emperadores que gobernaron en los 33 años siguientes, casi todos murieron violentamente, por lo general a manos del Ejército, quien también los había entronizado. Los emperadores ilirios, nativos de Dalmacia, lograron que se desarrollara un periodo breve de paz y prosperidad. Esta nueva dinastía incluyó a Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y Aureliano, quien entre el 270 y el 275 derrotó a los godos, germanos y a la reina de Palmira, Zenobia, que había ocupado Egipto y Asia Menor, restaurando la unidad del Imperio durante algún tiempo. A Aureliano le siguieron una serie de emperadores relativamente insignificantes hasta el ascenso al trono en el año 284 de Diocleciano, quien instituyó un nuevo sistema de gobierno en el cual él y Maximiano compartieron el título de 'augusto', a fin de establecer una administración más uniforme en todo el Imperio.

    Diocleciano y Maximiano abdicaron en el 305 y dejaron a los dos nuevos césares inmersos en una guerra civil, que no acabó hasta la ascensión de Constantino I el Grande en el 312. Constantino, que había sido con anterioridad césar en Britania derrotó a sus rivales en la lucha por el poder y reunificó el Imperio de Occidente bajo su mando. Tras derrotar en el 314 a Licinio, emperador de Oriente, Constantino quedó como único gobernante del mundo romano. Se convirtió al cristianismo, que había hecho su aparición durante el reinado de Augusto y que, a pesar de las numerosas persecuciones de que fue objeto, se había difundido durante el mandato de los últimos emperadores; a finales del siglo IV, se convirtió en la religión oficial del Imperio. Constantino estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio II reunificó el Imperio bajo su mando. Fue sucedido por Juliano el Apóstata, conocido por tal nombre a causa de su renuncia al cristianismo, y éste por Joviano (363-364).

    A continuación el Imperio volvió a escindirse, aunque bajo el reinado de Teodosio I estuvo unido por última vez, tras morir el emperador de Occidente, Valentiniano II. Cuando murió Teodosio (395), sus dos hijos se repartieron el Imperio: Arcadio se convirtió en emperador de Oriente (395-408) y Honorio en emperador de Occidente (395-423).

    En el siglo V las provincias del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los impuestos exigidos para el mantenimiento del ejército y de la burocracia; también a causa de la guerra civil y de las invasiones de los pueblos germanos. Al principio la política conciliatoria con los invasores al nombrarles para cargos militares en el ejército romano y administrativos en el gobierno, tuvo éxito. No obstante, los pueblos invasores del Este emprendieron gradualmente la conquista del Occidente y a finales del siglo IV Alarico I, rey de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó Grecia; en el 410 conquistó y saqueó Roma, pero murió poco después. Su sucesor Ataulfo (410-415) dirigió a los visigodos a la Galia y en el 419 el rey visigodo Valia recibió autorización del emperador Honorio para asentarse en el suroeste de la Galia, donde fundó un reino visigodo. En torno a estas fechas los vándalos, suevos y alanos ya habían invadido Hispania, por lo que Honorio se vio obligado a reconocer la autoridad de estos pueblos sobre esa provincia. Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los vándalos, bajo el mando de Genserico conquistaron Cartago, mientras que la Galia e Italia eran invadidas por los hunos, encabezados por Atila. Éste marchó primero sobre la Galia pero los visigodos, ya cristianizados y leales a Roma, le hicieron frente. En el año 451 un ejército de romanos y visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos. En el año siguiente Atila invadió Lombardía, pero no pudo seguir avanzando hacia el sur y falleció en el año 453. En el 455, Valentiniano, último miembro del linaje de Teodosio en Occidente, fue asesinado. En el periodo comprendido entre su muerte y el año 476 el título de emperador de Occidente fue ostentado por nueve gobernantes, aunque el auténtico poder en la sombra era el general romano de origen suevo Ricimer, llamado también el 'proclamador de reyes'. Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, fue depuesto por el rey de los hérulos Odoacro a quien sus tropas proclamaron rey de Italia en el año 476. El Imperio de Oriente, también llamado Imperio bizantino, perduraría hasta 1453.

    Organizacion Politica Y Social Durante El Imperio

    Augusto introdujo numerosas reformas sociales, entre ellas las que pretendían restaurar las tradiciones morales del pueblo romano y la integridad del matrimonio; intentó combatir las costumbres licenciosas de la época y recuperar los antiguos festivales religiosos. Embelleció Roma con templos, basílicas y pórticos en lo que parecía el nacimiento de una era de paz y prosperidad. Vespasiano, que junto a sus hijos, los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la dinastía de los Flavios, restauraron la sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del pueblo. Se ha señalado que Caracalla otorgó en el año 212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder grabarlos con los impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo Alejandro destacó por su justicia y sabiduría. Diocleciano llevó a cabo un buen número de reformas sociales, económicas y políticas: eliminó los privilegios económicos y políticos que habían disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias, intentó regular la creciente inflación mediante el control de los precios de los alimentos y de otros productos básicos, así como del salario máximo de los trabajadores. Sus poderes fueron reforzados por el nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio, instaurando así el régimen de tetrarquía (dos augustos y dos césares). Diocleciano controlaba Tracia, Egipto y Asia, mientras que su césar Galerio gobernaba las provincias danubianas.

    LA RELIGON ROMANA

    El antiguo pueblo romano desde el periodo legendario hasta que el cristianismo absorbió definitivamente las religiones del Imperio romano a principios de la edad media, sufrio diferentes modificaciones.

    Las religiones primitivas romanas se modificaron tanto por la incorporación de nuevas creencias en épocas posteriores, como por la asimilación de gran parte de la mitología griega. Así pues, la religión romana se consolidó antes de que comenzase la tradición literaria, por lo tanto, los primeros escritores romanos que se ocuparon de ella desconocían sus orígenes en la mayor parte de los casos, tal como el polígrafo del siglo I a.C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores, como el poeta Ovidio en sus Fastos, con una gran influencia de los modelos alejandrinos, incorporaban creencias griegas para llenar los vacíos de la tradición romana.

    El ritual romano distingue claramente dos clases de dioses, los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses nacionales protectores del Estado y los títulos de los primeros sacerdotes, así como las festividades fijas del calendario, indicaban sus nombres y naturaleza; treinta de esos dioses eran venerados en festivales especiales. Los novensides fueron divinidades posteriores cuyos cultos se introdujeron ya en el periodo histórico. Las primeras divinidades romanas incluían, además de los di indigetes, una serie de dioses, cada uno de los cuales protegía una actividad humana y cuyo nombre se invocaba cuando se ejecutaba dicha actividad, la cosecha, por ejemplo. Fragmentos de un viejo ritual que acompañaba actos tales como arar o sembrar revelan que en cada fase de la operación se invocaba una divinidad diferente, cuyo nombre derivaba regularmente del verbo correspondiente a la operación. Esas divinidades pueden agruparse bajo el término general de dioses auxiliares o subalternos, a quienes se invocaba junto con las divinidades mayores. El primitivo culto romano no era tanto politeísta como polidemonista: adoración a los seres invocados por sus nombres y funciones, y el numen o poder de cada divinidad se manifestaba de maneras muy especializadas.

    El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas romanas. Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta finales del imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola. Sin embargo se introdujeron nuevas festividades que señalaron la naturalización de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los de trabajo. Entre las festividades religiosas romanas más importantes figuraban las Saturnales, las Lupercales, las Equiria y los Juegos Seculares.

    Los Juegos Seculares, que incluían tanto espectáculos atléticos como sacrificios, se realizaban a intervalos regulares, tradicionalmente sólo una vez en cada saeculum , o siglo, para señalar el comienzo de uno nuevo. La tradición, no obstante, no siempre se respetaba.

    Ell cristianismo fue ganando adeptos y se convirtió en una religión oficialmente tolerada en Roma bajo Constantino el Grande, quien gobernó como único emperador desde 324 hasta 337. Todos los cultos paganos se prohibieron en 392 por un edicto del emperador Teodosio I.

    MODO DE VIDA ROMANO

    La ciudad de Roma era un lugar fantastico, lleno de palacios, templos, teatros y edificios. En sus estrechas calles, en sus amplios foros, en sus atestados mercados, en cada rincon de la magnifica capital del Imperio, sus habitantes desarrollaban un ritmo de vida tan intenso como el de las ciudades actuales.

    La educacion fisica era una de las actividaes predilectas de ni;os y jovenes. Los patricios y caballeros eran quienens ejercian las carreras importantes como la abogacia, la arquitectura, la ingenieria, la medicina y la magistratura. Tambien habia una enorme cantidad de plebeyos que se habian enriquecido en el comercio o ganado mucho prestigio como militares y que formaban parte de la aristocracia. Los oficios como el de artesano, carpintero o tendero recaian en la gente mas pobre, muchas veces, esclavos libertados. Las diversiones consistian en asistir a Los combates de gladiadores o a carreras cuadrigas que se llevaban a cabo en los circos.

    LA ARQUITECTURA ROMANA

    Podemos hacernos una clara idea de la arquitectura romana a través de los impresionantes vestigios de los edificios públicos y privados de la Roma antigua y gracias a los escritos de la época, como el De Architectura, un tratado en 10 volúmenes compilado por Vitrubio hacia el final del siglo I a.C.

    La planificación de la ciudad romana

    La típica ciudad colonial romana del periodo final de la república y del pleno imperio tuvo una planta rectangular similar a la de los campamentos militares romanos con dos calles principales el cardo (de norte a sur) y el decumano (de este a oeste), una cuadrícula de pequeñas calles que dividen la ciudad en manzanas y un perímetro amurallado con puertas de acceso. Las ciudades anteriores a la adopción de este tipo de planificación, como la propia Roma, conservaron el esquema laberíntico de calles sinuosas. El punto focal era el foro, por lo general situado en el centro de la ciudad, en la intersección del cardo y el decumano. Este espacio abierto, rodeado de tiendas, funcionó como el lugar de reunión de los ciudadanos romanos. Fue además el emplazamiento de los principales edificios religiosos y cívicos, entre ellos el senado, la oficina de registro y la basílica, que consistía en una gran sala cubierta, flanqueada por naves laterales, con frecuencia de dos o más pisos. Las basílicas romanas albergaban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).

    En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Baelo Claudia en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emérita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).

    Los templos romanos

    El templo principal de la ciudad de Roma, el capitolio, estuvo por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto pódium o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios. La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nmes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología romana templaria. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico columnado cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.

    En España subsisten algunos restos arqueológicos de templos de época romana en las ciudades de Barcelona, Mérida (dedicado a la diosa Diana), Córdoba (columnas de la calle Claudio Marcelo) y Sevilla.

    Las tiendas y los mercados

    Los edificios lúdicos y las tiendas estaban diseminados por toda la ciudad de Roma. Generalmente las tiendas eran unidades de una habitación (tabernae) abiertas a las aceras. Muchas muestras, incluyendo las que asociaban el molino con la panadería, se conservan aún en Pompeya y en otros lugares. A veces, se construyó un complejo unificado de tiendas, como los mercados de Trajano (98-117 a.C.) en la colina del Quirinal en Roma, que incorporaron numerosos locales comerciales (tabernae) en diferentes niveles y grandes vestíbulos abovedados de dos pisos.

    Los teatros y anfiteatros

    Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cavea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio. Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Sabratha (finales del siglo II d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular. Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tuvieron planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (70-80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica. Los circos o hipódromos se construyeron también en las ciudades más importantes; la plaza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.).

    En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.

    Los baños públicos o termas

    Las ciudades grandes, como las pequeñas, tuvieron termas o baños públicos (thermae). Bajo la república se completaron generalmente con un vestuario (apodyterium) y habitaciones para bañarse con agua caliente, templada y fría (caldarium, tepidarium, frigidarium) junto a una zona de ejercicios, la palestra. Las termas (75 a.C.) cerca del foro de Pompeya son un ejemplo excelente de los modelos más antiguos. Bajo el imperio estas estructuras comparativamente modestas se volvieron progresivamente más grandiosas. Ejemplos posteriores, como los baños de Caracalla (c. 217 d.C.) en Roma tenían incluso bibliotecas, tiendas y enormes espacios públicos abovedados, decorados con estatuas, mosaicos, pinturas y estucos.

    Las obras públicas

    Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que facilitaron la comunicación a través de todo el imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, año 19 d.C., cerca de Nmes), son los más extraordinarios.

    El puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Cáceres (España), puede ser considerado como una gran obra de ingeniería, gracias a la combinación del arco y la bóveda. Fue construido por el arquitecto Lacer en tiempos de Trajano y llevaba asociados un arco de triunfo y un templo. Aún se yergue el famoso acueducto de Segovia. Está formado por dos series de arquerías (118 arcos en su totalidad), superpuestas en dos niveles por robustos pilares de granito. Su cometido radicaba en surtir y proveer a la ciudad del agua necesaria. Fue construido en el siglo I a.C. Debemos destacar también los acueductos de los Milagros y de San Lázaro en Emérita Augusta (Mérida).

    Las viviendas

    Aunque los edificios públicos fueron las construcciones urbanas más grandes y costosas, la mayor parte de la ciudad de Roma estaba ocupada por viviendas particulares.

    La domus o casa romana

    Las viviendas unifamiliares se construyeron con una amplia variedad de formas y tamaños, pero las domus romanas generalmente exhibieron su preferencia por la simetría axial, que caracteriza también la mayor parte de la arquitectura pública. Las casas más antiguas, fechadas entre los siglos III y IV a.C., parecen haber sido construidas de acuerdo con los modelos etruscos. La domus itálica, o casa de los inicios de la República, constaba de un pasillo de entrada (fauces), un espacio principal a cielo abierto (atrium) con un estanque central para recoger el agua de la lluvia (impluvium), una serie de pequeñas habitaciones (cubicula), una zona de recepción y trabajo (tablinum), un comedor (triclinium), una cocina (culina) y a veces un pequeño jardín trasero (hortus). La parte delantera contaba en ocasiones con estancias abiertas a la calle que servían de tiendas. Durante el final de la República y el comienzo del Imperio, las casas romanas se convirtieron en unidades más complicadas. En el atrium se instalaron columnas de estilo griego, el antiguo hortus se ensanchó y se rodeó de una columnata (peristilo), y la decoración se hizo bastante profusa. Las viviendas de las ciudades más ricas llegarían a ocupar un bloque entero, como ocurrió con la denominada casa del Fauno de Pompeya, construida a principios del II siglo d.C.

    La villa y el palacio

    Las villas suburbanas, como las que pertenecieron a Cicerón, el orador y hombre de estado, y a otros romanos famosos, incorporaron grandes terrenos, lagos, santuarios y complejos termales. La más extraordinaria de las villas imperiales conservadas es la de Adriano en Tívoli (iniciada el 118 a.C.). El primer emperador, Augusto, que reinó desde el 27 d.C. al 14, vivió en una residencia relativamente austera en la colina Palatina en Roma, pero Domiciano ordenó construir a su lado un gran palacio imperial (iniciado aproximadamente el 81 d.C.). La domus augustana de Domiciano sirvió también como cuartel general de los emperadores posteriores. Tuvo grandes salones de recepción, comedores públicos, fuentes y un jardín en forma de estadio, además de un ala residencial.

    La insulae

    Los ciudadanos del periodo imperial que no pudieron permitirse tener viviendas particulares, vivían en insulae, viviendas colectivas de muchos pisos, construidas de ladrillo y argamasa, similares a los edificios de apartamentos actuales. Los ejemplos mejor conservados, fechados en los siglos II y III, están en Ostia, el puerto de Roma en la desembocadura del río Tíber.

    Los enterramientos romanos

    La tumba sepulcral fue un tipo de construcción que casi siempre estaba emplazada fuera de la urbe propiamente dicha. Las tumbas romanas, levantadas generalmente junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una extraordinaria variedad formal porque reflejaron los gustos personales de sus promotores y porque su función, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma. El emperador Augusto construyó su propio mausoleo en Roma entre los años 28 y 23 a.C., un gigantesco tambor macizo coronado por un túmulo, recordando los sepulcros de tierra de la época etrusca. El emperador Adriano erigió en el otro lado del Tíber un mausoleo aún mayor, construido para él mismo y sus sucesores (135 d.C.-139 d.C.), que en el siglo V se transformó en el castillo de Sant'Angelo. Un potentado contemporáneo a Augusto, Cayo Sestio, eligió hacia el año 15 a.C. una pirámide sepulcral, mientras que en la misma época un próspero panadero, Marcus Virgilium Eurysaces, decoró su tumba con un friso en el que se detallaban las diferentes fases de la cocción del pan. Las personas con menos recursos, los libertos en particular, fueron enterrados en tumbas comunales llamadas columbaria, en las que las cenizas de los fallecidos se depositaban en alguno de los innumerables nichos diferenciados por una simple inscripción. Se erigieron también grandes tumbas verticales, como la realizada en honor de la familia patricia de los Julios en Saint-Rémy de Provenza (Francia). Su mausoleo, construido hacia el 25 d.C., consiste en una gran base bajo un cuerpo de cuatro arcos y un pequeño templo circular rematado por dos estatuas. Los sepulcros también podían estar horadados en las laderas de las montañas, con portadas monumentales talladas en los taludes de piedra, como en la necrópolis romana de Petra (actual Jordania).

    La denominada Tumba o Torre de los Escipiones (primera mitad del siglo I d.C.) constituye uno de los mejores sepulcros conservados en la Hispania romana. Localizado cercano a Tarragona, presenta un aspecto de torre con cuerpos superpuestos, en los que se colocaron esculturas del dios Atis y bajorrelieves que quizás representan a los difuntos para los que se realizó el monumento, supuestamente rematado por una pequeña pirámide.

    Los materiales y métodos de construcción

    El principal material de construcción romano a partir del periodo republicano, fue el sillar de piedra de cantería local, utilizado junto con vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles polícromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se utilizaron finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo ligado con mortero.

    Los mármoles dieron esplendor a las construcciones romanas, al igual que a los edificios griegos anteriores, pero la argamasa, material equiparable al hormigón actual inventado por los romanos, les permitió levantar edificios imposibles de construir con el anterior sistema de estructuras adinteladas. El opus caementicium romano era una amalgama de piedras informes, cal y puzzolana volcánica, que suministró a los arquitectos romanos los medios para cubrir espacios enormes con grandes arcos y bóvedas, y liberar al diseño arquitectónico de los modelos rectilíneos que se usaron en la arquitectura griega.

    Las cubiertas concrecionadas hicieron posible la construcción de los grandes anfiteatros y baños del mundo romano, así como la cúpula del Panteón y algunos santuarios espectaculares en las colinas, como el de Fortuna Primigenia en Palestina (finales del siglo II d.C.). Debido a que los muros y cubiertas estaban hechas con moldes, los arquitectos comenzaron a experimentar con configuraciones irregulares que proporcionaban un cierto dramatismo al interior de los edificios. Aunque la argamasa romana podía ser revestida con gran variedad de materiales, el ladrillo fue el más popular durante el imperio. De hecho, durante los dos siglos anteriores a nuestra era, el ladrillo llegó a ser apreciado por derecho propio como elemento de construcción en las fachadas de los edificios. Las fachadas de argamasa revestida de ladrillo se convirtieron rápidamente en el modelo favorito para los edificios grandes como las insulae o casas de apartamentos, las termas y los horrea o almacenes (como los horrea de Epagathius en Ostia, del 145 al 150 d.C.).

    LA EDAD MEDIA

    Este periodo de la historia europea, transcurre desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. El término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando que la edad media fue un periodo de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la antigüedad clásica y el renacimiento. La investigación actual tiende, no obstante, a reconocer este periodo como uno más de los que constituyen la evolución histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo. Se divide generalmente la edad media en tres épocas:

    Inicios de la edad media

    Ningún evento concreto determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años Europa occidental mantuvo una cultura primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse u olvidarse por completo.

    Durante este periodo no existió realmente una maquinaria de gobierno unitaria en las distintas entidades políticas, aunque la poco sólida confederación de tribus permitió la formación de reinos. El desarrollo político y económico era fundamentalmente local y el comercio regular desapareció casi por completo, aunque la economía monetaria nunca dejó de existir de forma absoluta. En la culminación de un proceso iniciado durante el Imperio romano, los campesinos comenzaron a ligarse a la tierra y a depender de los grandes propietarios para obtener su protección y una rudimentaria administración de justicia, en lo que constituyó el germen del régimen señorial. Los principales vínculos entre la aristocracia guerrera fueron los lazos de parentesco aunque también empezaron a surgir las relaciones feudales. Se ha considerado que estos vínculos (que relacionaron la tierra con prestaciones militares y otros servicios) tienen su origen en la antigua relación romana entre patrón y cliente o en la institución germánica denominada comitatus (grupo de compañeros guerreros). Todos estos sistemas de relación impidieron que se produjera una consolidación política efectiva.

    La única institución europea con carácter universal fue la Iglesia, pero incluso en ella se había producido una fragmentación de la autoridad. Los miembros más destacados de esta comunidad se hallaban en los monasterios, diseminados por toda Europa y alejados de la jerarquía eclesiástica.

    La actividad cultural durante los inicios de la edad media consistió principalmente en la conservación y sistematización del conocimiento del pasado y se copiaron y comentaron las obras de autores clásicos. Se escribieron obras enciclopédicas en las que sus autores pretendian compilar todo el conocimiento de la humanidad. En el centro de cualquier actividad docta estaba la Biblia: todo aprendizaje secular llegó a ser considerado como una mera preparación para la comprensión del Libro Sagrado.

    Esta primera etapa de la edad media se cierra en el siglo X con las segundas migraciones germánicas e invasiones protagonizadas por los vikingos procedentes del norte y por los magiares de las estepas asiáticas, y la debilidad de todas las fuerzas integradoras y de expansión europeas al desintegrarse el Imperio Carolingio. La violencia y dislocamiento que sufrió Europa motivaron que las tierras se quedaran sin cultivar, la población disminuyera y los monasterios se convirtieran en los únicos baluartes de la civilización.

    La alta edad media

    Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo de evolución desconocido hasta ese momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su fin y el continente europeo experimentaba el crecimiento dinámico de una población ya asentada. Renacieron la vida urbana y el comercio regular a gran escala y se desarrolló una sociedad y cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras.

    Durante la alta edad media la Iglesia católica, organizada en torno a una estructurada jerarquía con el papa como indiscutida cúspide, constituyó la más sofisticada institución de gobierno en Europa occidental. El papado no sólo ejerció un control directo sobre el dominio de las tierras del centro y norte de Italia sino que además lo tuvo sobre toda Europa gracias a la diplomacia y a la administración de justicia (en este caso mediante el extenso sistema de tribunales eclesiásticos.)

    Dentro del ámbito cultural, hubo un resurgimiento intelectual al prosperar nuevas instituciones educativas como las escuelas catedralicias y monásticas. Se fundaron las primeras universidades, se ofertaron graduaciones superiores en medicina, derecho y teología, ámbitos en los que fue intensa la investigación: se recuperaron y tradujeron escritos médicos de la antigüedad, muchos de los cuales habían sobrevivido gracias a los eruditos árabes y se sistematizó, comentó e investigó la evolución tanto del derecho canónico como del civil, especialmente en la famosa Universidad de Bolonia.

    También se produjeron innovaciones en el campo de las artes creativas. La escritura dejó de ser una actividad exclusiva del clero y el resultado fue el florecimiento de una nueva literatura, tanto en latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas.

    Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se convirtió en la gran institución europea, las relaciones comerciales integraron a Europa gracias especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y el norte de África, además de por las tierras imperiales de Alemania. Los viajes, bien por razones de estudio o por motivo de una peregrinación fueron más habituales y cómodos. También fue el siglo de las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales del siglo XI, fueron predicadas por el papado para liberar los Santos Lugares cristianos en el Oriente Próximo que estaban en manos de los musulmanes. Concebidas según el derecho canónico como peregrinaciones militares, los llamamientos no establecían distinciones sociales ni profesionales. Estas expediciones internacionales fueron un ejemplo más de la unidad europea centrada en la Iglesia, aunque también influyó el interés de dominar las rutas comerciales de Oriente. La alta edad media culminó con los grandes logros de la arquitectura gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de Aquino y la visión imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina comedia de Dante Alighieri.

    La baja edad media

    Si la alta edad media estuvo caracterizada por la consecución de la unidad institucional y una síntesis intelectual, la baja edad media estuvo marcada por los conflictos y la disolución de dicha unidad. Fue entonces cuando empezó a surgir el Estado moderno aún cuando éste en ocasiones no era más que un incipiente sentimiento nacional y la lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado se convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa durante algunos siglos posteriores. Pueblos y ciudades continuaron creciendo en tamaño y prosperidad y comenzaron la lucha por la autonomía política. Este conflicto urbano se convirtió además en una lucha interna en la que los diversos grupos sociales quisieron imponer sus respectivos intereses.

    Aunque este desarrollo filosófico fue importante, la espiritualidad de la baja edad media fue el auténtico indicador de la turbulencia social y cultural de la época. Esta espiritualidad estuvo caracterizada por una intensa búsqueda de la experiencia directa con Dios, bien a través del éxtasis personal de la iluminación mística, o bien mediante el examen personal de la palabra de Dios en la Biblia. En ambos casos, la Iglesia orgánica tanto en su tradicional función de intérprete de la doctrina como en su papel institucional de guardián de los sacramentos no estuvo en disposición de combatir ni de prescindir de este fenómeno.

    Esta situación de agitación e innovación espiritual desembocaría en la Reforma protestante; las nuevas identidades políticas conducirían al triunfo del Estado nacional moderno y la continua expansión económica y mercantil puso las bases para la transformación revolucionaria de la economía europea. De este modo las raíces de la edad moderna pueden localizarse en medio de la disolución del mundo medieval, en medio de su crisis social y cultural.

    LA ARQUITECTURA EN LA EDAD MEDIA

    rante la edad media la Iglesia fue la depositaria de toda la sabiduría occidental. La orden benedictina ya estaba bien organizada en tiempos de Carlomagno, y su influencia se extendió por toda Europa con el transcurso de los siglos. Los arquitectos de la alta edad media fueron monjes, puesto que los monasterios, además de preservar la salud espiritual, eran los centros de producción de la filosofía y las ciencias. La planta basilical de los primeros tiempos se modificó de acuerdo con las necesidades litúrgicas de la misa, en la que un miembro del clero situado en el altar dirige la oración de los fieles y oficia los ritos religiosos. El símbolo de la cruz se añadió a la planta de los templos mediante la ubicación de un transepto, o nave perpendicular, en la zona próxima al ábside. De esta forma se creaba la distinción entre las naves, reservadas a los fieles, y el presbiterio, espacio posterior al transepto o crucero que contenía el recinto de los monjes (el coro) y el altar mayor, que debe ser el punto de atención más importante del templo. Para resaltarlo aún más, este altar mayor se enmarcaba en el ábside, una prolongación de la nave central de forma poligonal o semicircular, que en ocasiones estaba rodeado por la girola o deambulatorio, dispuesto como continuación de las naves laterales. En el templo también debía haber otros altares, necesarios para la celebración de las misas diarias de los monjes, situados dentro de pequeños absidiolos adosados al transepto y al deambulatorio. A los pies de la nave, precediendo la entrada al templo, aparecía el nártex, una antecámara o pórtico para recibir a los peregrinos y que no debían traspasar los catecúmenos.

    Aunque muchas iglesias francesas cubren algunas de sus naves mediante bóvedas de cañón Saint Savin (nave 1095-1115), Saint Sernin de Toulouse (c. 1080-1120) o Sainte Foy de Conques (comenzada en 1050), Saint Philibert de Tournus (950-1120) ya dispone de todo un catálogo de arcos de refuerzo, arcos torales, bóvedas de medio cañón y bóvedas de medio cañón transversales que apean los esfuerzos de la gran bóveda de cañón situada sobre la nave central, con ventanas de claraboyas bajo su línea de impostas, en la parte alta de los muros. Como resultado de esta evolución se impuso el uso de bóvedas de arista, que permiten situar fácilmente un claristorio en la parte alta de los muros, que constituye una especie de coronación lumínica a lo largo de la nave central, como en la catedral de Worms (siglo XI), en Alemania, o en la Madeleine de Vezelay (1104), en Francia. Los arcos de medio punto que configuran una bóveda de aristas se apoyan sobre una planta cuadrada: de este modo, el espacio queda dividido por una fila de crujías o fragmentos cuadrados. Para mantener la misma segmentación en las naves laterales, de menor altura y anchura, se duplicaba en ellas el número de bóvedas.

    El monasterio de Cluny, en Borgoña, fue el centro de la reforma monástica del siglo X que alentó la evolución al románico. Tal es así que este arte se llama en ocasiones cluniacense. En el siglo XII la mayor iglesia abacial de Europa era Cluny III (1088-1121), destruida en la Revolución Francesa, pero restituida sobre el papel a partir de dibujos y restos conservados. Era una inmensa iglesia de cinco naves y dos transeptos, de casi 200 m de longitud y 15 capillas o absidiolos adosadas a los transeptos y al deambulatorio. Una bóveda de cañón apuntada cubría su nave central, que ya contaba con otros elementos característicos de la arquitectura gótica, como el triforio ciego o el piso de ventanales altos. Sus trazas ejercieron una notable influencia en la construcción de templos románicos y góticos, no sólo en Borgoña, sino también en el resto de Europa.

    Los caminos de peregrinación generaron un enorme flujo ideológico a través de la Europa medieval. El más importante para Francia y España fue el Camino de Santiago, que conducía a los peregrinos de toda Europa hasta los restos del apóstol Santiago hallados en la ciudad gallega de Santiago de Compostela. A lo largo de este camino se fueron construyendo toda una serie de iglesias de peregrinación, que culminaban en la catedral de Santiago de Compostela (c. 1075-1128), obra románica de influencia francesa. El templo consta de tres naves, la central de ellas cubierta por una enorme bóveda de cañón, y a sus pies se abre el Pórtico de la Gloria, al parecer ideado por el maestro Mateo, que supone una pieza clave de la escultura románica europea. En general, en el área española del camino de Santiago se desarrolló una forma autóctona de arquitectura románica, con influencias orientales que en unas ocasiones derivan del contacto con los reinos musulmanes y en otras de la antigua tradición bizantina trasmitida por los visigodos. Entre los templos destacan las colegiatas de Toro (1160-1240) y San Isidoro de León (1054-1057), panteón de los reyes de Castilla; las iglesias de San Martín de Frómista (c. 1066), con su peculiar cimborrio octogonal sobre el crucero, y Torres del Río (siglo XII), de planta centralizada; y las catedrales de Jaca (c. 1063), Salamanca (siglo XII) y Zamora (1151-1202), cuyo cimborrio está rematado por una cúpula gallonada de origen bizantino. También se construyeron numerosos monasterios que acogían a los peregrinos jacobeos, como el de la orden benedictina en Silos, con su incomparable claustro románico del siglo XI, o el derruido de San Juan de Duero (siglo XII) en la ciudad de Soria, con sus arquerías árabes.

    Arquitectura gótica

    Al comienzo del siglo XII el lenguaje arquitectónico románico va a ser sustituido por el gótico. Aunque el cambio responde a la reforma en el seno de la Iglesia cristiana, caracterizada por el racionalismo de los teólogos tomistas, también coincide con una serie de avances técnicos en la edificación. El proceso de construcción de una bóveda requiere en primer lugar la colocación de una estructura de madera (llamada cimbra) que sostiene el conjunto hasta que la curva se cierra, todos los elementos están ligados y se ha secado el mortero de las juntas. La cimbra de las bóvedas de arista convencionales tiene que ser de una sola pieza para cada crujía, y por tanto se requiere un complicado andamiaje que la haga descansar sobre el suelo. Hacia el año 1100 los constructores de la catedral de Durham, al norte de Inglaterra, y puede que simultáneamente los de San Ambrosio en Milán, inventaron un nuevo método: en primer lugar se construyen los arcos perpiaños y los dos arcos cruzados (llamados nervios) sobre el cuadrado de la crujía de una bóveda de aristas, utilizando una cimbra ligera que se puede sujetar a los cuatro pilares de la base; después se rellena el resto de la bóveda mediante un material de relleno conocido con el nombre de plementería, que se puede apoyar sobre cuatro cimbras ligeras e independientes. El resultado es un nuevo tipo de bóveda llamada de crucería o de plementos, que aporta una serie de ventajas evidentes: el conjunto de la bóveda pesa muchos menos, puesto que los plementos no ejercen casi ninguna función estructural y por tanto pueden ser mucho más ligeros, mientras que las auténticas líneas de tensión se refuerzan mediante los nervios cruceros. Todos estos factores permiten elevar la altura de las naves y ensanchar sus luces estructurales.

    Otra novedad que ya presentaban algunos edificios románicos es la de los arcos y bóvedas ojivales. La principal ventaja es de tipo compositivo. Las bóvedas de diferentes curvaturas pueden cubrir crujías rectangulares e incluso trapezoidales, de modo que las divisiones de la nave central pueden corresponderse con las de las naves laterales, y las bóvedas pueden seguir utilizándose en el deambulatorio y en el ábside sin ninguna interrupción. Además, las naves con claristorio (es decir, con un anillo de ventanas de claraboya) pueden elevarse hasta la altura máxima de las bóvedas. Pronto estas claraboyas se convierten en grandes ventanales llamados vidrieras, estructuradas mediante tracerías y compuestas por piezas de vidrio coloreado. El espacio de la iglesia adquiere así una nueva luminosidad, que se ha convertido en una de las características más propias de la arquitectura gótica.

    Gracias a todos estos avances técnicos los maestros constructores se empeñaron en construir estructuras más esbeltas, altas y ligeras. Pero de cualquier forma las bóvedas ejercen una serie de empujes transversales que no pueden contener unos pilares excesivamente altos, de modo que se hacía necesario encontrar una solución constructiva que apeara estos empujes hacia el exterior. Esta solución la constituye el sistema de arbotante y estribo, equivalente a los antiguos contrafuertes adosados al muro, que tendrían que haberse agigantado para aguantar los nuevos esfuerzos laterales. El arbotante es un segmento de arco que transmite en diagonal, lejos del pilar de apoyo, las tensiones que ejerce la bóveda, mientras que el estribo es un sólido pilar que actúa como un contrafuerte aislado, recibiendo el empuje del arbotante y descargándolo definitivamente en el suelo.

    La nueva arquitectura evolucionó rápidamente en la le de France. El origen se sitúa en la abadía de Saint Denis (1140-1144), panteón de los reyes de Francia situado cerca de París. Los obispos de las ciudades más prósperas, que competían por la destreza de sus artesanos y arquitectos, se lanzaron a la carrera de la construcción de catedrales, rivalizando en esplendor y en prestigio. Los mejores ejemplos se concentran en este área de Francia en torno a París, y entre ellas destacan, con sus fechas de inicio, Laón, 1160; París, 1163; Chartres, 1194; Bourges, 1195; Reims, 1210; Amiens, 1220 y Beauvais, 1225. Otros países europeos se lanzaron a esta carrera, especialmente los de mayor influencia francesa como Inglaterra, donde se inició la construcción de las catedrales de Lincoln (1192) o Salisbury (1220); y España, donde se inician las obras de las catedrales de León, Burgos y Toledo. El derrumbamiento del coro de la catedral de Beauvais en 1284 indicó que se había alcanzado el límite estructural. La anchura de las naves principales de estas catedrales oscila entre 9 y 15 m, pero hay que tener en cuenta que el coro de la catedral de Beauvais se reconstruyó con una altura de 47 metros.

    Aunque la mejor arquitectura gótica fue religiosa, también se construyeron magníficos edificios civiles y militares. Uno de los más impresionantes es el Krak de los Caballeros (1131) en Jordania, una fortaleza construida por la Orden de los Caballeros Hospitalarios en la época de las cruzadas. La arquitectura militar fue una respuesta defensiva contra los avances en la tecnología militar; en todo caso, una de las estrategias más importantes seguía siendo resistir un asedio. Muchas ciudades se resguardaban dentro de una muralla fortificada y así se han conservado hasta nuestros días recintos como el de la ciudad de Ávila, en España, Aigues-Mortes y Carcassonne en Francia, Chester en Inglaterra o Visby en Suecia. Este periodo histórico coincide con un espectacular auge de la población urbana a causa del desarrollo tecnológico y de la concentración de poder en torno a la nobleza y a la realeza, así como por la aparición de nuevas clases sociales agrupadas en torno a los gremios de artesanos, y de una incipiente burguesía de nuevos oficios como banqueros y comerciantes. Las ciudades crecieron sin la planificación teórica de la era romana ni de la posterior renacentista. En el norte de Europa, donde la madera se conseguía fácilmente hasta la Revolución Industrial, las ciudades se construyeron con este material que permitía bajos costes y rapidez en la ejecución. Las naves de los monasterios, las lonjas y otras construcciones civiles se cubrían en ocasiones mediante grandes estructuras de madera. En Escandinavia se construyeron las iglesias con mástiles, realizadas enteramente en madera. En los Alpes se levantaron ciudades enteras entrecruzando vigas de sección rectangular. En numerosas regiones floreció la construcción en ladrillo, como en Lombardía, el norte de Alemania, Holanda, Dinamarca y España, donde numerosos alarifes musulmanes permanecieron en el territorio reconquistado por los reinos cristianos, dando lugar a la que se conoce como arquitectura mudéjar. Estos constructores trasmitieron a la arquitectura cristiana toda la sabiduría árabe en materia de construcción de ladrillo, con toda su variedad de arcos y los característicos aparejos empleados para componer muros ornamentales.


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    Fecha: 22/10/2005 -- Hora: 00:31:49
    Autor: Anita Gomez - anamariag@cotelnet.com.ar
    Asunto: me re ayudo!!!
    Mensaje: gracias!!!lo necesitaba para el cole



     
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