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Jueves 28 de Marzo de 2024 |
 

Clasificación genética o por grupos de familias

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    Clasificación genética o por grupos de familias

    El hecho de que dos lenguas tengan el mismo orden de las palabras dentro de la oración no quiere decir que estén relacionadas entre sí. Para saber cuándo lo están hay que estudiar su genealogía y clasificarlas desde el punto de vista genético. Esta clasificación, a diferencia de la tipológica, supone comparar los sistemas fonéticos y las unidades de significación para demostrar su grado de parentesco. Del mismo modo que los parecidos familiares entre las personas muestran su raíz genética, entre las lenguas que se hallan emparentadas esos parecidos surgen aunque se trate de lenguas que ya estén muertas. Los miembros de una familia lingüística poseen una conexión histórica y descienden de un antepasado idiomático común. Los árboles genealógicos muestran las relaciones entre las lenguas; la lengua troncal más antigua se encuentra en la cúspide del árbol y las ramificaciones subsiguientes enseñan el grado de alejamiento o proximidad entre los miembros de la familia. Las lenguas que están emparentadas lo están en sus elementos gramaticales, en el léxico y exhiben correspondencias regulares entre los sistemas fonético y semántico. Por ejemplo, la palabra inglesa fish y la española pez corresponden a la latina piscem, asimismo la inglesa father y la española padre corresponden a la latina patrem. Donde el latín tiene -t- en posición interior de palabra, el español tiene -d- y el inglés -th-, como lo muestra el grupo anterior patrem, padre, father. Todas están emparentadas, son calcos, es decir, genéticamente se trata de la misma palabra. Donde el latín y el español tienen p-, el inglés tiene f-. El campo en el que se establecen las correspondencias sistemáticas entre fonemas y sememas (sonidos y unidades de significado) de las palabras calco (también llamadas cognadas) lo estudia la lingüística comparada; por medio de la comparación entre las lenguas vivas ya agrupadas se intenta reconstruir el antepasado común, perdido en muchos casos. A estas lenguas precursoras, hoy total o parcialmente reconstruidas, se les califica como proto-, como el proto-indoeuropeo.

    Familias europeas y asiáticas

    La más conocida es la indoeuropea, que la hablan en torno a 1.500 millones de personas, en la que están incluidas la mayoría de las lenguas europeas, las del norte de la India y de otras regiones intermedias. Consta de las siguientes subfamilias: itálica, germánica, celta, griega, báltica, eslava, armenia, albanesa, indoirania y las extinguidas hitita y tocaria. Hay otras subdivisiones en cada una de las subfamilias. El español, por ejemplo pertenece a la rama de las lenguas románicas, que están incluidas en la subfamilia itálica dentro de la gran familia indoeuropea. El grado de parentesco que existe entre el español y otras lenguas de la misma familia como el inglés, el griego y el sánscrito es cada vez más remoto.

    La familia indoeuropea es una de las doce familias que se han propuesto como extensas agrupaciones de lenguas. Existen diverson enfoques lingüísticos a la hora de establecer las clasificaciones. Por eso, cuando determinadas escuelas anglosajonas hablan de familias de lenguas, los lingüistas europeos, con mayor tradición comparativa, prefieren hablar de subfamilias. Por otro lado, éstos últimos se muestran muy reticentes cuando se fijan determinadas agrupaciones porque hay pocos datos y mucha premura en las clasificaciones.

    En Europa existen otras lenguas que no pertenecen a la familia indoeuropea, como la lengua vasca, es una lengua que no parece mantener relación con ningún otro grupo de lenguas conocidas; el finlandés, estonio, lapón (o saami) y húngaro, son las lenguas más occidentales de la llamada rama ugrofinesa (que también incluye otras lenguas de los Urales y de Siberia). Algunos autores vinculan la familia altaica a las lenguas urálicas en un grupo denominado uralaltaico (agrupación hoy desechada por la escuela comparativa); la rama principal de las lenguas altaicas está formada por el turco, el mongol y las manchú-tungus (véase Lenguas altaicas). En el caso de algunos grupos de lenguas siberianas que no parecen estar emparentadas, se les ha denominado con el nombre geográfico y se habla de las lenguas paleosiberianas. En el Cáucaso se habla de las lenguas caucásicas; la mejor estudiada es la georgiana. Muchas lenguas de la India y de sus vecinos al noroeste pertenecen a la rama indoirania del indoeuropeo. Representan a más de ochenta millones de hablantes los otros dos grupos de lenguas las munda, que se suele considerar como rama de las lenguas austroasiáticas y la familia dravídica (ambas incluidas en las lenguas indias). En el sur de Asia están las lenguas chinotibetanas con cientos de millones de hablantes. Sus ramas principales son la tibetano-birmana y la china (cuyos numerosos dialectos suponen auténticas lenguas). Algunas escuelas lingüísticas vinculan esta rama china con las lenguas taís (donde se incluyen la tai y la siamesa), otras estiman que no forman parte de ella.

    Lenguas del Pacífico y africanas

    En el Pacífico existen tres grandes grupos; el primero es la familia malayo-polinesia, cuya rama occidental es la indonesia, y la oriental que está formada por la oceánica; el segundo grupo lo configuran las lenguas papúes, las de Nueva Guinea, con muchas lenguas aisladas y otras agrupaciones (puede que exista algún tipo de conexión no encontrada entre ellas); el tercer grupo lo constituyen las lenguas indígenas de Australia (emparentadas entre sí, pero no se conoce una agrupación mayor que las incluya). Aún cabría hablar de un cuarto tipo, el referido a la lengua tasmana, hoy desaparecida.

    En África centro-oriental se hablan las lenguas de la familia camito-semítica o afroasiática. Está integrada por cinco ramas semíticas además del árabe y el hebreo; el chadiano que incluye el hausa, lenguas muy difundidas en el occidente de África; el bereber del norte de África; la cusita, que se habla en el este de África, y la copta, hoy desaparecida. Hay otras tres grandes familias africanas. La nigero-kordofana cuya rama más extendida es la nigero-congoleña, la bantú, que es la agrupación más difundida en toda África, con el swahili y el zulú. La familia nilo-sahariana, cuya principal subdivisión es la nilo-chari y la rama nilótica con la masai. La familia khoisán incluye las lenguas clic de los pueblos que viven en el desierto de Kalahari.

    Lenguas aborígenes americanas

    Los intentos de clasificarlas han dado como resultado la identificación de unas 150 familias, según criterios muy puntillosos. Desde otras escuelas se han agrupado en torno a una docena de conjuntos que se han denominado superestirpes, aunque los últimos estudios han echado abajo tales clasificaciones. Incluso, aplicando el primer criterio quedan sin agrupar bastantes conjuntos de ellas. En la costa del Ártico y en Groenlandia los esquimales hablan las lenguas aleutianas-esquimales, las esquimales se subdividen en la inupik y la yupik. En la zona subártica del Canadá se encuentran las lenguas athabasca y algonquina. En Estados Unidos se hablaba algonquino al este del río Mississipi, que convivía con el iroqués y la muscogi. En las Grandes Llanuras se habla una familia de lenguas que recibe ese nombre, cuyo principal idioma es el sioux, pero también se hablan idiomas de la rama occidental del algonquino y las lenguas caddo. Las lenguas shoshone (de la familia yuto-azteca) se hablan en el Great Bassin, y más al norte se localiza la familia sahapta. En la costa noroccidental se hallan las familias salish y wakashan, las lenguas tlingit (que se creyeron emparentadas con las lenguas athabascas) y la haida, que es una lengua aislada. Por todo el suroeste se encuentra el apache, rama de las athabascas, y junto a ella el grupo yuma y otra rama de las lenguas yuto-aztecas. En California se han encontrado muchas lenguas que constituyen pequeñas agrupaciones, cuyas relaciones no parecen claras.

    La familia yuto-azteca esta muy difundida en México y en Centroamérica, cuyo representante más importante es el náhuatl o azteca; también se reconocen las lenguas de la gran agrupación otomanque (mixteca, otomí, zapoteca entre otras lenguas) así como las familias mix-zoque, totoneca o totonaco y tequistlateca. La familia maya con varios millones de hablantes comprende unas 24 lenguas.

    Según el criterio que se aplique para clasificar las lenguas de América del Sur cabe cifrar la existencia de unas noventa familias, que no incluyen todas las lenguas existentes en el subcontinente. El quechua, el aimará, el guaraní y el mapuche son las lenguas más habladas de todo el continente. En el norte del subcontinente así como en el sur del istmo se hallan las lenguas del grupo chibcha (con el guaimí, el paez y el warao) pero el grupo que tuvo mayor difusión lo constituye la familia arahuaca (con el isleño, el guajiro y el campa). En el conjunto g se pueden incluir muchas lenguas que se hablaron en Brasil.

    Clasificación geográfica:

    También resulta de gran utilidad analizar y observar las vías de comunicación por las que las lenguas vecinas pudieran haberse relacionado. Cuando se han estudiado, por ejemplo, las lenguas de la costa noroccidental de los Estados Unidos, se ha descubierto que estas lenguas compartían un léxico de pesca, lo que supone que mantenía muchas concomitancias. Lo que supone que a lo largo de los siglos han existido préstamos gramaticales, fonéticos y léxicos entre ellas. Sin embargo, los parecidos regionales no certifican el parentesco ni tampoco que formen parte de una misma clase de lenguas.

    Lenguaje oral y lenguaje escrito:

    Cuando una lengua posee escritura y expresión oral, es decir, no es una lengua muerta, suele ocurrir que su escritura posea los caracteres gráficos de otra lengua y que haya adaptado a su alfabeto los fonemas, sílabas o morfemas que no tenía. Al estudiar la adaptación que existe entre escritura y expresión oral, se pueden comparar las formas oral y escrita de una lengua.

    Existen muchos tipos de escritura. En chino cada signo escrito es un morfema. En la escritura cherokee, cada símbolo representa siempre la misma sílaba. El japonés posee una escritura parecida, los llamados silabarios. En las escrituras que emplean un alfabeto, como el alfabeto latino, cada signo representa un sonido de la lengua hablada. El alfabeto latino posee 26 letras que suelen mantener las lenguas que lo emplean, aunque no coincidan con el número de fonemas que tienen que representar. Por ejemplo en español existen sonidos que no tenía el latín; para representarlos se usan combinaciones de letras que se llaman dígrafos como ll, ch, o la tilde sobre la n, ñ, para representar un sonido inexistente en el latín clásico.

    La forma escrita de las lenguas es constante, estática y suele reflejar la forma que tenía la lengua cuando se adoptó el alfabeto, silabario o sistema gráfico del que se trate. En cambio, la lengua hablada es dinámica y cambia continuamente, aunque lo haga con lentitud desde el punto de vista fonético. El caso del español no ofrece grandes problemas de adecuación entre la escritura y la pronunciación, sobre todo si comparamos su situación con la de otros idiomas, como el inglés, donde la inadecuación es enorme. En los idiomas que han adoptado una escritura reciente, como el swahili, o bien la han reformado, como el hebreo, es donde mejor se observa la adaptación entre la lengua oral y la escritura.

    A diferencia del habla, la escritura no representa ni el timbre, el tono, la intensidad, la entonación, si acaso incluye, en el mejor de los casos, determinados signos, como los de puntuación o las mayúsculas. Tampoco incluye las variantes dialectales e idiomáticas. Prueba de ello es que los chinos que hablan dialectos diferentes se entienden mejor por medio de las formas escritas que por el lenguaje oral. Por ese motivo los hablantes de los distintos dialectos del alemán escriben en alto alemán, que han adoptado como norma escrita. En Hispanoamérica no existe en general una aguda situación de incomunicación entre los hablantes de las diversas zonas, por lo que ni la lengua escrita ni la hablada suponen una barrera para la comprensión entre los hispanohablantes.

    La norma lingüística:

    La forma escrita del lenguaje tiene un prestigio mayor que la oral y suele tener una complejidad gramatical y un léxico más preciso. Así pues, la norma escrita, que se suele denominar literaria, suele influir en el habla de la población escolarizada. En ciertas situaciones, esos hablantes intentarán imitar la norma escrita e incluso, por razones de cultura, evitarán el empleo de sus usos orales, que relegan para las situaciones menos importantes. En los países árabes, por ejemplo, las personas cultas emplean la norma del árabe clásico tanto en el habla como en la lengua escrita, mientas que las gentes menos instruidas sólo emplean el árabe coloquial. El uso de dos variedades de la misma lengua y por un único hablante en situaciones distintas se denomina diglosia. Son diglósicos los hablantes que emplean la norma literaria como lengua oral si están en público, y su norma nativa regional cuando están entre amigos (como ocurre con los suizos germano-hablantes).

    La norma en una lengua en realidad es aquella variedad que se ha convertido en dominante. A menudo, sucede por razones políticas y es la legislación o la costumbre las que la consagran. La norma lingüística es la que rige la escritura, esto es, es la variedad literaria de la comunidad de hablantes, o al menos la que posee una norma ortográfica o un conjunto de materiales escritos en ella. Cuando se enseña una lengua se enseña la norma lingüística, y quienes la aprenden no pueden incorporar sus propios hábitos personales.

    Dialecto, argot y jerga:

    Un dialecto es una variedad de una determinada lengua que se distingue claramente de aquellas que se emplean en otras zonas geográficas y por diferentes grupos sociales. Por ejemplo, los habitantes de las islas Canarias suben a la guagua igual que en Cuba, en tanto que los hablantes del español en la península Ibérica lo hacen al autobús. Entre aquellos que hablan el mismo dialecto geográfico o social, existen otras variedades lingüísticas que dependen de situaciones específicas. Un caso diferente es el de lenguajes especiales que emplean profesionales o gremiales (abogados, médicos, labradores, artesanos...) cuando hablan de su profesión o grupos sociales (jóvenes, delincuentes) que se sirven de un lenguaje informal bien como afirmación generacional o para no ser entendidos por personas ajenos a ellos; a estos modo de expresión se les denomina argot en general. Un argot compuesto por toda una terminología especializada que emplean los miembros de una determinada profesión, sin connotaciones peyorativas es lo que constituye una jerga. También se considera jerga o germania al lenguaje del mundo del hampa. Lo emplean los abogados, médicos, los pescadores y los críticos, por citar algunas profesiones. El empleo de los términos argot, jerga y germanía, sin embargo, varía enormemente según los autores.

    Sabir o pidgin y lenguas criollas:

    Dada la función comunicativa del lenguaje, hay lenguas que desarrollan sus variedades dialectales y de argot para asegurar la comunicación hasta transformarlas por completo (eso es lo que ocurrió en el paso del latín vulgar hasta la consolidación de las lenguas románicas). Puede ocurrir que el cambio se haga con gran rapidez como resultado del contacto entre pueblos que hablan idiomas distintos y tienen la urgencia de establecer intercambios. En esas situaciones es posible que aparezca un sabir o pidgin. Es una lengua de urgencia que está basada en la estructura gramatical de una sola lengua, pero en el léxico y en la fonética recibe y adopta las formas de cuantas lenguas poseen las personas que lo utilizan. En el área hispánica recibe el nombre de sabir, porque ése fue el nombre de la primera lengua de intercambio que se basó en la gramática del español; en el área de influencia del inglés recibe el nombre de pidgin por motivos análogos. Estas lenguas no poseen hablantes nativos y suelen tener por origen las necesidades de los comerciantes para hacerse entender por los indígenas de regiones distantes en zonas costeras. Cuando los hablantes de un sabir lo transmiten a sus hijos y se acaba convirtiendo en su primera lengua, aparece una lengua criolla. El criollo ya posee hablantes nativos que constituyen toda una comunidad y evoluciona como un idioma cualquiera. Un ejemplo de todo ese proceso lo representa el papiamento, lengua que surgió en las Antillas como sabir hasta convertirse en criolla. Otro ejemplo lo representa el pidgin-english que se habla en los puertos chinos y que ha evolucionado hacia un criollo, el chinook. La palabra pidgin en una creación de esta zona a partir de la palabra inglesa business. Otro ejemplo es el caso del idioma de Sierra Leona, el krio, que surge a partir de un pidgin inglés en la costa de África.


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