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Ilustracion (Revolucion Intelectual)

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    Este trabajo está mal verlo bien

    Lo hiceron Coria y Kang

    La Ilustración

    En el siglo XVII el hombre moderno afila sus armas, elabora los utensilios de pensamiento que responden a la nueva visión del mundo que se iba forjando desde el declinar de la Edad Media; a esta circunstancia responde el tipo del pensador solitario, tan frecuente durante la centuria. Había en las mayores mentes de la época una necesidad de recogerse y de aislarse para la aclaración de las cuestiones máximas en función de los recientes puntos de vista, para la elaboración de los métodos nuevos. En el siglo XVIII la situación cambia. El hombre moderno confía ya en sí, está seguro de su interpretación de las cosas, es dueño de toda una flamante metodología. La sociedad de un Descartes, de un Spinoza, no es ya un imperativo para el pensador. El filósofo se aplica a una tarea más cercana a la vida en torno, quiere influir; todo pensamiento se dobla en un plan de intervención. El Iluminismo, como se suele designar el setecientos, es ante todo la coyuntura histórica en que el sistema nuevo, la cosmivisión moderna, se pone a la obra, se superpone a las ocurrencias grandes y menudas de la naturaleza, del hombre, de la vida, y procura comprenderlas, criticarlas, modificarlas si lo cree posible y conveniente. Para juzgar la filosofía del siglo XVII basta la crítica del filósofo; para estimar debidamente el pensamiento del XVIII hay que aunar a la competencia del filósofo la del historiador y aún la del político.

    Ningún otro movimiento, con la probable excepción del humanismo, ha contribuido más a disipar las densas nieblas de la superstición y las prohibiciones ilógicas que envolvían todavía al mundo occidental. El racionalismo de la "Ilustración" ayudó a romper las cadenas de la tiranía política y a debilitar el poder de un clero sin conciencia. Su ideal de libertad religiosa fue una de las causas principales de la separación de la Iglesia y el Estado y de que los judíos se libraran de las restricciones antiguas. El humanitarismo que implicaba su oposición a la tiranía dio origen a la agitación en favor de la reforma penal y la abolición de la esclavitud. El deseo de un orden social natural contribuyó a que se pidiera la destrucción de todos los vestigios del feudalismo, así como de los monopolios y privilegios inmerecidos. Si la "Ilustración" tuvo alguna consecuencia perjudicial fue probablemente la tendencia a fijar en la mente de los seres humanos una concepción estática del universo. Los filósofos más importantes del siglo XVIII suponían que todo había sido creado de una vez y en forma perfecta por un Dios omnipotente. El universo era solo un reloj gigantesco que funcionaba por sí solo a través de los siglos. Estaba lejos de percibirse con claridad la idea de mundos, organismos e instituciones en constante proceso de nacimiento, crecimiento y muerte.

    Causas del progreso intelectual en los siglos XVII y XVIII

    Por una de las ironías más extrañas de la historia, la época en que déspotas arrogantes gobernaban a su arbitrio a las naciones de Europa fue también un peródo de progreso intelectual asombroso, en lo que los monarcas absolutos nada tuvieron que ver. Aunque unos pocos como Federico el Grande se entremetieron en los campos de la filosofía y de la ciencia, a ninguno de ellos se puede considerar exactamente como patrocinador de una cultura. El progreso intelectual de su época se debió más bien a factores nacidos de los movimientos económios y culturales más importantes de la historia de Europa desde el final de la Edad Media. Ejemplos característicos fueron la influencia del Renacimiento, la prosperidad creciente de las clases medias y los ampllios horizontes intelectuales que abrió el conocimiento de tierras lejanas y pueblos extraños hasta entonces ignorados.

    Caracter de la revolución intelectual

    Los progresos realizados en la filosofía y la ciencia durante los siglos XVII y XVIII, juntamente con las actitudes nuevas que fueran su consecuencia, constituyen lo que se llama comunmente la revolución intelectual. Pero hablar de esta como de un acontecimiento sin precedentes en la historia humana es tener un concepto erróneo de la historia. En varias ocasiones se habían producido ya acontecimientos que revolucionaron los hábitos de pensamiento, como los descubrimientos del siglo XVII y XVIII. La revolucíon intelectual de este período, sin embargo, tuvo un alcance mayor que cualquiera de los trastornos anteriores y sus consecuencias fueros, quizá, más importante para nuestra generación.

    Conceptos filosóficos principales

    La revolución intelectual filosófica llego a su apogeo con el movimiento llamado la "Ilustración", Comenzo en Inglaterra por el 1680 y se difundió por la mayoría de los países del norte de Europa y llegó incluso hasta América. Pero fue en Francia donde la "Ilustración" alcanzó su manifestación suprema y fue en el siglo XVIII cuando tuvo verdadera importancia. Pocos movimientos históricos contribuyeron tan profundamente a moldear los pensamientos humanos y orientar el curso de sus accines. La filosofía de la "Ilustración" se basa en cierto número de ideas importantes, entre las cuales podemos citar las siguientes:

    1) La razón es la única guía infalible para llegar a la sabiduría. Todo conocimiemto tiene sus raíces en la percepción por los sentidos, pero las impresiones de nuestros sentidos no son sino la materia prima de la verdad, que debe ser purificada en la razón antes que pueda servir para explicar el mundo o señalar el camino para una vida mejor.

    2) El universo es una máquina recogida por leyes inflexibles que el hombre no puede pasar por alto. El orden de la naturaleza es absolutamente uniforme y no está de modo alguno sujeto a milagros ni a ninguna otra forma de intervención divina.

    3) La mejor estructura de la sociedad es la mas sencilla y natural. La vida del "salvaje noble" es preferible a la del hombre civilizado con sus convencionalismos gastados que sirven para perpetuar la tiranía del sacerdotes y gobernantes. La religión, el gobierno y las instituciones económicas deben ser purificadas de todo lo artificial y reducidas a una forma conforme con la razón y la libertad natural.

    4) No existe el pecado original. La depravación no es inherente al hombre, pero los sacerdotes intrigantes y los déspotas belicosos lo inducen a cometer actos de crueldad. La perfectibilidad infinita de la naturaleza humana y, por lo tanto, de la sociedad misma, serían posibles si los hombres pudieran seguir libremente los dictados de la razón y de sus propios instintos.

    Filósofos de la "Ilustración"

    La "Ilustración" se inspiró en parte en el racionalismo de Descartes , Spinoza y Hobbes, pero sus verdaderos fundadores fueros Isaac Newton ( 1642-1727) y John Locke (1632-1704). Aunque Newton no era filósofo en el sentido corriente de la palabra, su obra tiene la importancia más profunda para la historia del pensamiento pues somete al mundo de la naturaleza a una interpretación mecánica precisa. La influencia de Locke, si bien fue muy distinta a la de Newton, no fue menos importante. Locke creo una teoría del conocimiento que sirvió de principio fundamnental a la filosofía de la "Ilustración". Rechaza la doctrina cartesiana de las ideas innnatas y sostiene que todos los conocimientos humanos proceden de la percepción por los sentidos.

    La "Ilustración" alcanzó su pleno florecimiento en Francia durante el siglo XVIII, bajo la dirección de Voltaire y de otros críticos del orden establecido que pensaban lo mismo que él. Voltaire despreciaba el optimismo afectado, según el cual los males de cada uno contribuyen al bien de todo y que todo resulta bien a la larga en el mejor de los mundos posibles. El veía, por lo contrario, que en este mundo reinan la miseria,

    el odio, la lucha y la opresión. Consideraba bárbaras todas las restricciones de palabra y opinión. Prodigaba casi tanto los ataques contra la tiranía política, sobre todo cuando provocaba la muerte de millares de personas para saciar la ambición de los déspotas.

    Dos piezas indispensables de la "Ilustración" fueron, sin lugar a dudas, David Hume ( sobre el cual nos explayaremos a lo largo de este trabajo), y Juan Jacobo Rousseau ( 1712-1778). Es interesante notar que ninguno de ellos estaba totalmente de acuerdo con sus semejantes contemporáneos.

    DAVID HUME

    BIOGRAFíA

    1711. 26 de abril nace en Edimburgo, hijo menor de un pequeño terrateniente de Berwickshire.

    1723. Entra a la Universidad de Edimburgo.

    1726. Deja la Universidad y vuelve a Ninewells, su hogar.

    1734. Va a Bristol para trabajar como empleado en una casa de negocio. No pudiendo soportar este género de vida se dirige a Francia. Reside en París, Rennes y La Flèche. En este último colegio se educó Descartes. Mientras tanto escribe el Tratado sobre la Naturaleza humana.

    1737. Vuelve a Londres. Revisa y corrige el Tratado.

    1739. Aparecen los dos primeros volúmenes del Tratado (I. Sobre el Entendimiento, II. Sobre las Pasiones). Esta publicación carece de éxito.

    1740.Traba amistad con Adam Smith, el célebre economista. Aparece el tercer volumen del Tratado (Sobre la Moral). Se retira a Nineweels a estudiar economía y política.

    1741. Publica con gran éxito los Ensayos Morales y Políticos.

    1742. Publica el segundo volumen de los Ensayos y reedita el primero.

    1744. Gestiona infructuosamente la cátedra de Filosofía Moral en la Universidad de Edimburgo.

    1745. Por mera conveniencia se hace tutor del Marqués de Annandale, un "lunático inofensivo".

    1746. Vuelve al Continente como secretario general St. Clair, quien dirige una expedición a Francia.

    1747. Misión diplomática ante la embajada austríaca en Turín. En Nineweels prepara la Investigación sobre el entendimiento humano.

    1748. Durante su ausencia aparece la Investigación.

    1749. Vuelve a Londres. Muere su madre.

    1751. Vuelve a Edimburgo.

    1752. Aparecen la Investigación sobre los Principios de la Moral, los Discursos Políticos y los Diálogos sobre la Religión Natural. Es elegido bibliotecario de la Facultad de Abogacía.

    1753. Aparece el primer tomo de su Historia de Inglaterra.

    1756. Se publica el segundo tomo de la Historia de Inglaterra.

    1757. Se publican las Cuatro Disertaciones (Historia Natural de la Religión, De las Pasiones, De la Tragedia, De la Norma del Gusto.

    1759. Aparecen otros dos tomos de su Historia del Inglaterra.

    1763. Lord Hertford le pide se haga cargo de la secretaría de la embajada en París. Es muy bien recibido por la sociedad francesa. Trata a D´Alambert y a Turgot. Mantiene correspondencia con Montesquieu, Rousseau y Helvetius.

    1766. Vuelve a Edimburgo.

    1767. Acepta la secretaría del general Conway en Londres donde pasa dos años.

    1769. Regresa de Edimburgo. Cultiva la amistad de Robertson y de Adam Smith. Ayuda a Blackwell y a Smollet.

    1776. Después de una breve estadía en Bath, muere en Edimburgo, el 25 de agosto.

    1777. Aparecen, anónimos, Dos Ensayos (Sobre el Suicidio y Sobre la Inmortalidad del Alma). Se publica asimismo la edición póstuma de la Investigación Sobre el Entendimiento Humano.

    PENSAMIENTO METAFíSICO.

    Hume dio un paso revolucionario en la historia de la filosofía al rechazar la idea de causalidad, argumentando que "la razón nunca podrá mostrarnos la conexión entre un objeto entre otro si no es ayudada por la experiencia y por la observación de su relación con situaciones del pasado. Cuando la mente, por tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la idea o creencia en otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios que asocian juntas las ideas de esos objetos y los relaciona en la imaginación".

    El rechazo de la causalidad implica también un rechazo de las leyes científicas, que se basan en la premisa de que un hecho provoca otro de forma necesaria y, como resulta predecible, siempre lo hará.

    Hume estima que todas las ciencias tienen una relación, mayor o menor, con la naturaleza humana, de modo que en vez de llevar a cabo investigaciones filosóficas que en mejor de los casos terminan por conquistar un castillo o un villorrio, es mejor avanzar hasta la capital misma y extender desde ella las conquistas. La "ciencia del hombre" es así "el único fundamento sólido de todas las demás ciencias". Pero tal ciencia debe basarse en la experiencia y en la observación y no en especulaciones gratuitas y quiméricas. Hay que investigar, pues, "la naturaleza del entendimiento humano" para averiguar sus poderes y sus capacidades; hay que cultivar la "verdadera metafísica", único modo de destruir la metafísica "falsa y adulterada". Por eso el filósofo escocés está considerado uno de los mayores escépticos en la historia de la filosofía. Sostenía que nadie puede conocer nada ajeno a la experiencia y que incluso ésta se basa en la percepción subjetiva de uno mismo, por lo que nunca proporciona un conocimiento auténtico de la realidad.

    Según la filosofía de Hume, por tanto, el conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía que en la práctica las personas tienen que pensar en términos de causa y efecto y deben asumir la validez de sus percepciones para no enloquecer. Hume afirma que si se deja caer una pelota, no se puede estar seguro de que llegue al suelo; sólo es posible afirmar que en experiencias pasadas la pelota llegó a contactar con el suelo.

    También admitía la posibilidad de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas, como las relaciones entre los números en matemáticas. El razonamiento consiste en un descubrimiento de relaciones. Una de esas relaciones lo son entre hechos; otras relaciones lo son entre los que llamamos "relaciones de ideas". Decir: "el oro es amarillo" o "el hidrógeno es menos pesado que el aire" es establecer relaciones entre hechos. Decir: "la suma de 4 y 4 es igual a 8" o " la suma de los tres ángulos de un triángulo (en un espacio euclídeo plano) es igual a dos ángulos rectos" es establecer relaciones entre relaciones. Hume aplica estas relaciones a una detallada crítica de toda clase de "ideas" para ver en qué medida tales "ideas" están o no fundadas en la experiencia o constituyen "relaciones de ideas". Se pueden mencionar tres aspectos básicos de ella: la idea de existencia; la idea de relación causal, y la idea de substancia (bajo el aspecto de la idea de la identidad personal).

    En cuanto a la idea de existencia Hume, señala que, no hay nada que pueda llamarse "existencia" independientemente de la idea de los que concebimos ser existente. La idea de existencia no agrega nada a la idea de un objeto: 'objeto' y 'objeto existente' son expresiones sinónimas. Por otro lado, para admitir la idea de un objeto hay que referirse a la impresión que le ha dado origen.

    Respecto a la relación causal, la experiencia nos muestra que a un cierto hecho (o acontecimiento) sucede regularmente otro cierto hecho (o acontecimiento); el primer hecho es llamado "causa" y el segundo "efecto". Pero la experiencia no puede mostrarnos que hay necesidad en la conexión causal, pues ésta no es una conexión de las del tipo de las "relaciones de ideas" (como las conexiones lógicas o matemáticas). En otros términos, el efecto no está contenido necesariamente en la causa, como afirman los "racionalistas". Las conexiones causales son inferencias probables, fundadas en las asociaciones de las ideas tal como han tenido lugar en el pasado, lo que nos permite predecir - con "certidumbre moral" - el futuro. La conexión causal es, pues, una inferencia fundada en la repetición; ésta engendra la "costumbre", la cual produce la "creencia". La ciencia de las cosas naturales se basa, así, en una serie de creencias; la certidumbre es resultado de la repetición de la experiencia y, por consiguiente, el conocimiento de la Naturaleza es asunto de probabilidad. Ello no significa que Hume niegue la constancia de las leyes naturales. Son los "milagros" los que Hume se opone. Pero las constancias mencionadas no es asunto de necesidad lógica o racional, sino resultado de observación.

    Sobre la substancia puede decirse algo similar a lo dicho sobre la existencia; la idea de substancia no se deriva de ninguna impresión de sensación o de reflexión: es "una colección de ideas simples unidas por la imaginación". En otros términos, no hay ninguna realidad que se llame "substancia". 'Substancia' es sólo un nombre que se refiere a una colección o haz de cualidades. No hay, pues, las cualidades de una cosa más su substancia. Ahora bien, todo eso puede aplicarse a la noción de "yo" y a la de "identidad personal". Cuando entro en lo que se llama "yo", proclama Hume, "todo siempre con alguna percepción particular u otra". Ello no significa que no pueda hablarse de "yo" y de "yo mismo"; sólo ocurre que no hay un yo substancial, sino, una vez más, una serie de percepciones unidas asociativamente. Lo mismo puede decirse de la llamada "simplicidad".

    Puede verse, pues, que en cada caso la noción de asociación y las diversas formas de asociación son fundamentales para Hume con el fin de resolver los problemas planteados por su "crítica del conocimiento".

    La fuerte tendencia de Hume a la "observación de los hechos" se manifiesta asimismo en sus doctrinas acerca de la religión. las "verdades religiosas" - tales como la sustancialidad e inmortalidad del alma, la existencia de Dios, etc. - no pueden demostrarse mediante la razón. Tampoco puede mostrarse racionalmente que no hay tales "verdades". Así, Hume rechaza tanto el espirirualismo como el materialismo racionalista. Pero el rechazo de toda prueba a priori no significa que Hume rechace toda prueba: hay pruebas a posteriori, como la derivada de la observación del orden del mundo, que son por lo menos convincentes, o persuasivas. Las "verdades religiosas" son también, como todas las otras "verdades", asunto de probabilidad y plausibilidad.

    Hume y el problema de la causalidad

    "Hume parte principalmente de un único aunque importante concepto metafísico, el de la concexión del efecto con la causa" - Kant -. Es importante mencionar el problema de la causalidad para situar a Hume en el lugar que le corresponde.

    El problema de causalidad es uno de los más difíciles que haya afrontado la filosofía. "No hay en todo el ámbito del saber humano - escribe uno de los historiadores más puntuales de la cuestión - un problema cuya respuesta revista mayor gravedad y asuma significación más decisiva".

    El problema de la causalidad es un problema moderno. No quiere esto decir que no haya sido examinado antes; no sólo ha sido estudiado con anterioridad a la Edad Moderna, sino que hay aquí y allá aportes premodernos sumamente valiosos para su solución o, por lo menos, para su planteo riguroso. Pero, sea cual fuere el valor de tales aportaciones, deben ser relegadas a la prehistoria del problema. La Antigüedad y, sobre sus huellas, la Edad Media se preocuparon ante todo con la cuestión de la sustancia. Corresponde tal preferencia al cariz resueltamente metafísico de la meditación filosófica en ambos períodos, y es indudable y comprensible que una aprehensión metafísica de la realidad atiende sobre todo a las instancias de permanencia. Mientras la preocupación capital es la aprehensión de ser como ser, la causalidad se mantiene velada, dormida o dormitando. En la Edad Moderna, sin que la apetencia metafísica se atenúe, aparece un incentivo intelectual nuevo, un motivo para despertar el problema y mantenerlo en alerta vigilia: el tema del mundo inmediato y concreto, asunto de la ciencia nueva. Con la creación de la ciencia natural exacta a partir de Galileo, el mundo corporal, la realidad material próxima, se hace presente en el pensamiento con una evidencia desconocida hasta entonces, y su norma, que es la ley del cambio, urge aclaraciones filosóficas.

    La primera interpretación moderna de la causalidad es la del racionalismo, dirección filosófica que se desenvuelve en el mismo clima intelectual en que se va organizando la ciencia exacta de la naturaleza y que mantiene con ella estrechas relaciones. El racionalismo moderno profesa una concepción del mundo cuyos rasgos más generales son: la realidad es un complejo cuyas partes están entre sí trabadas por relaciones necesarias; el conocimiento mediante la razón es capaz de aprehender esta realidad en sí y tal como verdaderamente es, mientras que los sentidos sólo nos dan un saber superficial de fenómenos: la realidad es, pues, racional. De aquí una separación terminante entre lo que en la realidad advierten los sentidos y lo que en ella conoce la razón. Es la difundida distinción entre cualidades secundarias y primarias, no inventada ni descubierta sin duda por el racionalismo del siglo XVII pero, que en él cobra un sentido profundo y se convierte en uno de sus elementos principales. Las cualidades secundarias son las sensibles, depende de la receptividad del sujeto y por lo tanto sólo pertenecen al objeto en cuanto fenómeno. Las cualidades primarias son racionales y son notas de las cosas mismas: como los datos que satisfacen a la razón son ante todo los aritméticos, los geométricos y mecánicos, determinaciones ideales, la realidad esencial se imagina constituida y regida idealmente. De acuerdo con este régimen, la relación de causalidad se piensa por asimilación a relaciones ideales, y entre éstas la más próxima a la relación causal es la de razón suficiente. Más profundamente, la exigencia racional de identidad gobierna al mismo tiempo la interpretación de la causalidad.

    El racionalismo creía que era imposible no pensar la causalidad en cuanto producción y rigurosa determinación del efecto por la causa; la demostraba en cierto modo por reducción al absurdo: es imposible que no sea. Profesaba un dogmatismo de la causalidad. Cuando el análisis se aplica más de cerca a la causalidad sin admitirla desde luego como un supuesto, tropieza con este hecho similar: que si antes parecía imposible no pensarla, ahora resulta sumamente difícil pensarla. Es la razón chocando con sus propias limitaciones, girando dentro de su propio círculo.

    Sea como fuere, la causalidad está en el primer plano del interés contemporáneo, y no es lícito aproximarse a sus enigmas sin tomar en cuenta a uno de sus máximos aclaradores, DAVID HUME.

    OBRAS

          A Treatise of Human Nature, en "tres libros" (Libro I: "Of the Understanding"; Libro II: "Of the Passions"; Libro III: "Of Morals"), los dos primeros publicados en 1739 y el tercero en 1740.

          Un Abstract of a Book lately published entitled Treatise of Human Nature apareció (anónimamente) en 1740.

          Essays, Moral and Political, 2 vols., 1741-1742.

          Of Miracles, 1748.

          Of Providence and a Future State, 1748.

          Philosophical Essays concerning Human Understanding, 1748; la segunda edición, publicada en 1751, lleva el título bajo el cual se conoce hoy la obra: An Enquiry concerning Human Understanding. Se trata de una revisión del Libro I del Treatise.

          An Enquiry concerning the Principles of Morals, 1751 [revisión del Libro III del Treatise].

          Political Discourses, 1752.

          Four Dissertations, 1757 [incluye "A Dissertation on the Passions", revisión del Libro II del Treatise, y "The Natural History of Religion"].

          History of England under the House of Tudor, 1759.

          History from England from the Invasion of Julius Caesar tothe Accession of Henry VII, 1761.

          Essays on Suicide and the Inmortality of the Soul, 1777 (aparecieron anónimamente, y con nombre de autor en 1783).

          Dialogues concerning Natural Religion, 1779 (póstumos, escritos en 1752).

    Las obras de Hume consideradas como fundamentales son:

          El Tratado de la Naturaleza Humana. Esta obra fue escrita durante una residencia en Francia, lo publicó a su regreso a Inglaterra(Londres, 1739 - 1740); el autor contaba apenas 28 años. Mucho se prometía en este escrito, destinado en su opinión a traer una profunda renovación a la filosofía. Su supuesto es que, por mantener todas las ciencias una estrecha dependencia del conocimiento humano, el estudio del hombre mismo debe ser el punto de partida que permitirá resolver en definitiva sobre la índole y posibilidades de nuestro saber en lo referente a matemáticas, ciencia natural y religión natural, y con mayor motivo en lo que toca al hombre más de cerca, como la moral y la estética.

          Investigación sobre el Entendimiento Humano. Esta obra apareció por primera vez en Londres, 1748. Es la obra más difundida del ilustre filósofo e historiador escocés, y sin duda la primera a que deba acudir quien aspire a familiarizarse con su pensamiento. razones especiales la destacan entre los escritos del autor: Se reconoce generlamente que en ella es donde Hume expone en modo más cumplido y satisfactorio su posición frente al problema de la causalidad, uno de los nudos vitales de su filosofía, y que ejerció influjo decisivo en la evolución filosófica de Kant.

          Historia Natural de la Religión. Esta obra, escrita con prescindencia de todo dogmatismo religioso, puede ser considerada como el primer intento de una historia científica de la religión. El presupuesto teológico de la revelación divina fue sustituido en ella por una análisis de la naturaleza humana en el cual, para Hume, se basa la clave de la historia y la cultura. Esta explicación psicológica parece emular, en cierta medida, el ideal de la ciencia física de Newton y tiende, por consiguiente, a la formulación de leyes que regularían los movimientos de la religiosidad humana de una manera semejante al modo en que las leyes newtonianas rigen la mecánica cósmica. Con la Historia Natural de la Religión, Hume se constituye en predecesor común de las diversas escuelas histórico-religiosas de los siglos XIX y XX y, en particular, de aquellos estudiosos que se valen de la psicología para dar razón del hecho religioso.

    BIBLIOGRAFíA

          David Hume, Investigación sobre el Entendimiento Humano. Editorial Losada S.A. Buenos Aires 1939.

          David Hume, Investigación sobre los Principios de la Moral. Editorial Losada S.A. Buenos Aires 1941.

          David Hume, Historia Natural de la Religión. Editorial EUDEBA. Buenos Aires 1966.

          José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Tomo II. Alianza Editorial S.A. Madrid 1986.

         Edward McNall Burns, Civilizaciones de Occidente. Ediciones Peuser Buenos Aires 1962

          Enciclopedia Microsoft Encarta 99.

          Direcciones de Internet:

    http://www-city.europeline.com/home/ctej/Hume.html

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