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Miércoles 24 de Abril de 2024 |
 

Arquitectura Románica

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historia de la arquitectura en Roma

Agregado: 01 de MARZO de 2005 (Por Anónimo) | Palabras: 6757 | Votar |
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    Autor: Anónimo (info@alipso.com)

    Arquitectura Románica


    La arquitectura Románica

    La desintegración de la cultura y economía romanas trajo consigo la desaparición de la estructura social capaz de generar un cierto número de arquitectos cualificados y artesanos especializados. Sin sus técnicas, restringidas al arte religioso, los intentos de construir edificios monumentales dieron como resultado unas estructuras que fueron a menudo toscas y de proporciones relativamente modestas. La excepción a este tipo de arquitectura, que desde finales de los siglos V al VIII fue extremadamente sencilla, fue la desarrollada en la ciudad de Ravena (Italia), entonces bajo dominio bizantino. Las edificaciones de la ciudad a menudo se realizaron o decoraron con elementos procedentes de las construcciones romanas. El estilo prerrománico en muchas regiones fue una prolongación del arte y arquitectura paleocristianas. Así ocurrió por ejemplo con las iglesias de Roma, construidas en planta basilical. Durante el periodo prerrománico se construyeron también iglesias centralizadas con cúpulas inspiradas en los modelos de la arquitectura bizantina. Avanzando en el tiempo, en la región de Aquitania (en el suroeste de Francia) y en Escandinavia se construyó de esta manera. San Vital de Ravena (526-548), construida para el emperador bizantino Justiniano, y la capilla del palacio construido para Carlomagno en Aix la Chapelle (hoy Aquisgrán, Alemania) entre el 792 y el 805 según el modelo de San Vital (también en Aquisgrán) son los ejemplos más complejos y mejor conocidos. El desarrollo del cuerpo occidental de las basílicas cristianas a modo de fachada monumental, flanqueada por torres de campanarios, fue una de las creaciones de los arquitectos carolingios. Este cuerpo occidental (Westwerk) se convirtió en el prototipo para las grandes fachadas de las catedrales románicas y góticas. Las órdenes monásticas construyeron también importantes edificios. El monaquismo, manifestación social y religiosa característica del periodo, necesitaba grandes complejos residenciales que incluyeran capillas, claustros, bibliotecas, talleres, cocinas, refectorios y dormitorios para los monjes. Los arquitectos, particularmente los cluniacences idearon nuevas técnicas constructivas. Se edificaron complejos monasterios prerrománicos para los benedictinos de Saint-Gall (Suiza), la isla de Reichneau (en el lado alemán del lago Constanza) y Montecassino (Italia). El desarrollo de las bóvedas de piedra fue uno de los logros excepcionales de la arquitectura románica. La razón principal para el empleo de las bóvedas fue la necesidad de encontrar una alternativa a las cubiertas de madera de las estructuras prerrománicas, expuestas al fuego y la humedad. Los intentos para solucionar los nuevos problemas estructurales variaron infinitamente. Se utilizaron cúpulas, bóvedas de cañón semicirculares y apuntadas y bóvedas de arista. Sin embargo, hasta el periodo gótico, no se consiguió una estructura de mampostería en la que los empujes de las bóvedas estuvieran contenidos exclusivamente por pilares exentos y contrafuertes. Como las bóvedas de piedra eran más pesadas que las cubiertas de madera, se utilizaron muros más gruesos y columnas más robustas. En el estilo románico pleno, particularmente en el francés, el uso de muros con contrafuertes y pilares macizos como soportes para las pesadas bóvedas de piedra produjo un modelo característico de edificio en el que la estructura se compone de unidades más pequeñas articuladas. Estas unidades, llamadas crujías, son los espacios de planta cuadrada o rectangular cubiertos por cada bóveda de arista. En la arquitectura románica tardía las crujías tendieron a ser tratadas como unidades fundamentales del edificio y estos espacios rectangulares se convirtieron en un rasgo característico importante del estilo imperante. La solidez de las estructuras en piedra es otra de las características más notorias de la arquitectura románica. El espacio de las iglesias románicas era generalmente alto y estrecho, iluminado por ventanas de claraboya abiertas en lo alto de la nave central, bajo la bóveda. Las puertas y ventanas presentaban arcos de medio punto ligeramente apuntados. Estas aberturas fueron pequeñas y estuvieron decoradas con molduras, tallas y esculturas que se hicieron más ricas y variadas a medida que el periodo románico fue avanzando hacia su final. Arquitectura Románica en Italia En las provincias italianas aparecieron durante el periodo románico una gran variedad de estilos. En Lombardía, se desarrolló un estilo italiano caracterizado por un notable ingenio estructural. Entre sus elementos destacan el uso continuado de la bóveda de arista y la invención de la bóveda de crucería, la realización de edificios sombríos, impresionantes por sus macizas proporciones, y los detalles decorativos que acompañaron a sus bóvedas. Entre los ejemplos más antiguos de este estilo se conservan las iglesias de San Ambrosio de Milán y San Miguel, en Pavía (ambas del siglo XII). Las catedrales y baptisterios de Parma, Cremona, Piacenza, Ferrara y Módena, fechadas en el siglo XII, son también ejemplos importantes. Otro modelo románico sumamente importante fue el de la parte central de Italia. Exhibió pocas innovaciones estructurales, pero continuó la tradición de las basílicas paleocristianas al emplear los elementos decorativos clásicos. En las provincias cercanas a la ciudad eterna, el estilo está tipificado por las basílicas medievales, como la de San Clemente en Roma (siglo XII). Las iglesias de Toscana fueron menos monumentales y generalmente tuvieron una decoración más profusa que las de Roma, pero ambas utilizaron libremente los motivos clásicos, como capiteles corintios, hojas de acanto y molduras de ovas y flechas. La utilización de mármoles polícromos en diseños geométricos, creando bandas alternativas de colores fue característica. La fachada de la iglesia de San Miniato al Monte de Florencia (iniciada el año 1013), por ejemplo, está revestida con mármoles negros, blancos y verdes. Los pórticos abiertos, las columnatas y las tribunas son otros elementos característicos, así como las fachadas decoradas con relieves escultóricos. Entre los ejemplos destacados del románico toscano destaca la catedral de Pisa, formada por el duomo, iniciado en 1063, el baptisterio construido en 1153 y el campanile (la famosa torre inclinada), un campanario exento empezado a construir en 1173. En este conjunto la utilización de capiteles derivados de prototipos romanos pone en evidencia el predominio de los modelos clásicos precedentes. En la Italia meridional, sobre todo en la región de Apulia y en Sicilia, se desarrolló un estilo peculiar que combinó elementos bizantinos, romanos, musulmanes, lombardos y normandos. Su característica principal es el uso decorativo de mosaicos y arcos apuntados entrelazados. Los ejemplos mejor conocidos son del siglo XII: catedrales de Monreale y Cefalú y capilla Palatina de Palermo. Arquitectura Románica en Francia La arquitectura románica en Francia se caracteriza por las diferentes soluciones que adoptó en la construcción de bóvedas. Incluso en Provenza, donde se encuentra la arquitectura románica más clasicista: la nave central se cubrió generalmente con bóveda de cañón. Sin embargo, los edificios provenzales siguen estrechamente los modelos romanos en sus proporciones y detalles decorativos. De todos los edificios románicos realizados fuera de Italia, la iglesia que más emuló los órdenes clásicos fue la de Saint-Trophîme de Arlés (antigua catedral). Sus construcciones principales datan del siglo XII. Existe un magnífico claustro contiguo a la iglesia (iniciado el año 1183 y concluido en el siglo XIV), excepcional por la decoración de sus columnas. En Aquitania, en el suroeste de Francia, los arquitectos adoptaron la disposición bizantina de iglesia centralizada cubierta con cúpulas, como se observa en Saint-Front de Périgueux (iniciada el año 1120) y en las catedrales del siglo XII de Cahors y Angulema. Sus características principales fueron el uso de cúpulas apuntadas y fachadas de hileras de arcos ciegos decoradas con motivos escultóricos. La variante estilística que se desarrolló en Auvernia, en la parte central de Francia, representa una evolución provinciana del románico borgoñón y es importante por la experimentación que realizó para resolver el problema funcional de las iglesias de peregrinación. La iglesia de Saint-Sermin de Toulouse (c. 1080-1120), situada en la provincia principal de la región del Languedoc al sur de Francia, y la iglesia de Saint-Martin de Tours son los ejemplos más antiguos de iglesias con una larga tribuna sobre las naves laterales y un ábside semicircular con deambulatorio (pasillo semicircular) y capillas radiales. Este modelo de planta fue más tarde adoptado y complicado en el periodo gótico. Saint-Sermin de Toulouse es famosa también por tener una imponente torre central sobre el crucero (terminada en fechas posteriores), nave principal cubierta con bóveda de cañón y composición simétrica. En Borgoña, las iglesias basilicales de tres naves cubiertas por bóvedas de cañón se desarrollaron enormemente, sobre todo gracias a las órdenes monásticas cisterciense y benedictina, la primera originada en la abadía de Cîteaux (siglo XI) cerca de Nuits-saint-Georges, y la segunda encabezada por el monasterio de Cluny. La expansión de estas órdenes hizo que los métodos constructivos borgoñones se extendieran por toda Europa. Un ejemplo temprano de este estilo es la gran iglesia de Saint-Philibert de Tournus (siglo XI), extraordinaria por su nártex o pórtico de acceso de dos niveles cubierto con bóvedas de arista, que contribuyó a la difusión de las fachadas de doble torre. Otra iglesia monástica de impresionante tamaño y sencillez es la de Saint-Benoît-sur-Loire (terminada en el siglo XII). La iglesia más grande de la cristiandad medieval, demolida en tiempos de la Revolución Francesa, fue la abacial de Cluny, que se construyó entre los años 1080 y 1130 y que influyó decisivamente en las construcciones de Normandía, Lombardía y la zona del Rin. Los arquitectos normandos asimilaron los métodos de la construcción de bóvedas desarrollados en Lombardía y crearon un estilo original, ejemplificado en las iglesias abaciales de Caen, de Saint-Étienne o abadía de los hombres y Sainte-Trinité o abadía de las mujeres (ambas iniciadas a finales del siglo XI), en las que las bóvedas de crucería componen espacios bien proporcionados. Las innovaciones estructurales normandas, así como la composición de sus fachadas, caracterizadas por dos torres altas en los flancos, fueron adoptadas en la región de la Île-de-France, en el norte y centro de Francia, conformando las bases para la evolución de la arquitectura gótica temprana. La abadía de Saint-Denis, cerca de París, está estrechamente asociada con la aparición del estilo gótico. Su reconstrucción desde el año 1136 hasta el 1147, marca el final del periodo románico. Arquitectura Románica en Alemania o el Sacro Imperio Romano Germánico El estilo románico en Alemania evolucionó a partir de la arquitectura otónica. La relevancia tradicional del cuerpo occidental fue particularmente notable en los edificios que presentan torres emparejadas, como en la primitiva catedral de Estrasburgo, del primer románico (iniciada en el 1015), donde se prefigura la disposición de las típicas fachadas góticas. Las iglesias románicas alemanas estuvieron proyectadas a menudo con gran amplitud, pero las construidas fuera de la región del Rin no suelen presentar bóvedas sobre la nave central. Las catedrales renanas se construyeron con cubiertas de madera, que más tarde se sustituyeron por bóvedas. Las catedrales de Espira (iniciada el 1030 y abovedada aproximadamente en el año 1125) y Maguncia (reconstruida a finales de los siglos XII y XIII) contaban con bóvedas de crucería sobre planta cuadrada. Muchas iglesias renanas tienen una considerable altura y, a menudo, un ábside a cada lado. Las torres octogonales y circulares están agrupadas en los extremos del transepto, mientras que las torres más prominentes se sitúan en la fachada y sobre el crucero. Entre los ejemplos de catedrales de este tipo se incluyen las de Colonia, sobre todo la iglesia de los Apóstoles (siglo XII) y las catedrales e iglesias del siglo XII en Tréveris, Worms, Laach, Reichnau, Quedlinburg y Hildesheim. Arquitectura Románica en el reino anglonormando Se conservan pocos ejemplos de arquitectura prerrománica en Inglaterra. Antes del siglo X la mayoría de los edificios se construían en madera y los primeros de piedra (en los siglos X y XI) fueron edificios toscos, como la torre de Todos los Santos (principios del siglo XI) de Earls Barton en Northampton. Después de la conquista normanda en el año 1066, el estilo románico, conocido en las islas Británicas con el nombre de normando, reemplazó al sajón. Desde aproximadamente el año 1120 al 1200 se construyeron la mayoría de las estructuras monumentales normandas, como las partes principales de las catedrales de Ely, Durham, Lincoln, Winchester y Gloucester y las grandes iglesias abaciales en Fountains (Yorkshire) y Malmesbury (Wiltshire). Las naves principales se cubrieron con techumbres planas, que más tarde se sustituyeron por bóvedas pétreas, como en la catedral de Durham, mientras que las naves laterales presentaban bóvedas de crucería. Otras características del estilo incluyen muros y pilares macizos, edificios largos y estrechos, ábsides rectangulares, transeptos dobles y pórticos profundamente retranqueados que se decoraron con molduras denticulares y en zig-zag. Arquitectura Románica en los reinos hispano-cristianos La arquitectura prerrománica en España está ejemplificada por las iglesias construidas en el siglo IX, durante el reinado del rey asturiano Alfonso II. Se puede discernir una mezcla de influencias paleocristianas y bizantinas en las iglesias de San Tirso y San Julián en Oviedo, y en las de San Miguel de Lillo y Santa María (también conocida como palacio del Naranco), fechadas aproximadamente entre los años 800 y 850. Estas influencias, junto con una fuerte impronta de la arquitectura musulmana, seguirán apareciendo en edificios posteriores. Dentro de la arquitectura románica de los diferentes reinos que conforman la península Ibérica durante el periodo románico, debemos distinguir tres momentos constructivos atendiendo a su desarrollo cronológico y a las diversas escuelas regionales. Un primer románico durante el siglo XI, un románico pleno que se desarrolla entre el último tercio del siglo XI y durante la primera mitad del siglo XII, y un tardorrománico que engloba las iglesias románicas con elementos protogóticos centrado en la segunda mitad del siglo XII. En los condados catalanes del siglo XI, gracias sobre todo al impulso del abad Oliva (970-1046), tiene lugar la construcción de una serie de edificios de estructura simple en los que se emplean las novedades arquitectónicas introducidas en Europa por los monjes cluniacenses, caracterizadas por el uso de un aparejo rústico, naves cubiertas con techumbres de madera o bóvedas de cañón, zonas absidiales en sus cabeceras, soportes en forma de columnas o pilares, fachadas torreadas y una característica decoración exterior a base de arcos ciegos y lesenas o bandas decorativas de tradición lombarda. Los edificios más representativos de este primer románico catalán son San Pedro de Roda, San Vicente de Cardona, la abadía de Ripoll y San Miguel de Cuixá. La configuración del denominado románico pleno conlleva la creación de un estilo uniforme, con un lenguaje arquitectónico común, que se extendió por los diferentes reinos de la península Ibérica a lo largo de toda una serie de edificios religiosos compuestos con una misma sintaxis plástica y constructiva. La expansión de la orden cluniacense en España, la interrelación de las diferentes zonas geográficas a través de las nuevas vías de comunicación, la sustitución de la liturgia visigoda por la romana y el establecimiento de grandes rutas de peregrinación como el Camino de Santiago, ayudaron a la difusión del estilo románico pleno. La catedral de Santiago de Compostela, construida sobre el sepulcro del apóstol Santiago el Mayor, se inicia el año 1075 bajo los auspicios del obispo Diego Peláez. Como iglesia de peregrinación, recoge en su distribución los precedentes de las iglesias francesas de Saint-Martin de Tours, Sainte-Foi de Conques, Saint-Sernin de Toulouse y Saint-Martial de Limoges. Se compone de una planta de cruz latina de tres naves, amplio transepto también de tres naves, cabecera con girola y cinco capillas absidiales, torres en su fachada occidental y tribuna en el interior. Su nave central está cubierta con bóveda de cañón, las naves laterales con bóvedas de arista y las tribunas con bóvedas de cuarto de cañón. En el área castellano-leonesa la peregrinación jacobea determinó la edificación de toda una serie de iglesias en la ruta hasta las reliquias del apóstol. En la colegiata de San Isidoro de León, de planta basilical con tres naves, tres ábsides semicirculares y bóvedas de cañón y arista, a cuyos pies se sitúa el panteón de los Reyes de Castilla, destacan además los arcos lobulados de influencia árabe que aparecen en el crucero. En San Martín de Frómista, construida con el apoyo de doña Mayor, viuda de Sancho el Mayor, se realizó una de las iglesias románicas mejor conservadas, con planta basilical de tres naves separadas por pilares cruciformes, tres ábsides semicirculares, un cimborrio de tambor octogonal sobre trompas cubierto con una cúpula y torres circulares en su fachada occidental. Otros conjuntos importantes son los monasterios de Silos y de San Pedro de Arlanza, ambos en la provincia de Burgos. En la regiones aragonesa y navarra destacan la catedral de Jaca, con sus naves divididas por columnas y pilares cruciformes dispuestos alternamente, el conjunto fortificado de Loarre con sus murallas y su cripta, y la iglesia de Leyre, con su cripta configurada por pilares que soportan unos macizos capiteles y arcos de medio punto peraltados. Por último, debemos referirnos a un conjunto de edificios realizados o iniciados en la segunda mitad del siglo XII, considerados por algunos especialistas como edificios plenamente románicos, mientras que para otros presentan algunos avances constructivos del periodo gótico (protogóticos). Se trata de la catedral de Zamora, la catedral vieja de Salamanca y la colegiata de Toro. El elemento más destacado de los tres edificios es el empleo del cimborrio agallonado sobre el crucero, inspirado probablemente en los modelos bizantinos. Arquitectura cluniacense y cistercience. La reforma de la orden de San Benito, iniciada por los monjes franceses de la abadía de Cluny, había de tener consecuencias importantes para el arte. Hasta entonces, las casas benedictinas no habían tenido entre sí más vinculo que la unión que los preceptos de la regla del fundador; no existía la autoridad común para la Orden; los monjes de cada monasterio elegían entre ellos mismos a su propio abad y no mantenían con las otras abadías trato de dependencia ni sujeción alguna, como no fuera la que procedía de vivir los benedictinos seguían la regla escrita por San Benito. Como, además, por este tiempo, la vida monástica en occidente estaba reducida a la Orden benedictina, no reinaba siempre esa disciplina y fervor religioso que después se despertó por las competencias entre las nuevas Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos. Los monasterios, reformados por iniciativa de Carlomagno, habían recaído, con el transcurso del tiempo, en desordenes e inmoralidades, y se imponía, dentro de la Orden misma, una orden que restableciera el antiguo espíritu y la piedad desaparecida. La reforma partió de Cluny, una casa benedictina de Borgoña fundada a principios del siglo X y su idea inicial consistía en acabar con la disgregación e independencia en que habían vivido hasta entonces los benedictinos; no tenía pretenciones de universalidad, pues intentaba solo agrupar los monasterios con un mínimo de jerarquía para mantener la disciplina. La reforma cundió y se formalizó porque hacía muchos años que se había advertido la necesidad de reunir las casas de los religiosos; así los Saint Germain, de París, se habían unido en 842 con los de Saint Rémy, de Reims. Pero solo por obra de San Odón y San Mayolo, los dos segundos abades de Cluny, adquirió la Orden de san Benito nuevo esplendor, y llegó a producirse un renacimiento monástico comparable en todo con el de la época de las primeras fundaciones efectuadas en el siglo V. En este concepto, Cluny puede ser considerado como un nuevo Montecassino, porque en su recinto cabe decir que la Orden benedictina nació por segunda vez. Cluny era un lugar desierto, malsano y pantanoso, sin tradición de ninguna cultura, adonde el año 909 el duque Guillermo de Aquitania llevó algunos monjes, entregándoles aquél terreno a perpetuidad, libres de señor y francos de toda actividad civil. Viollet-je-Duc, en su Dictonnaire raisonné de l'architecture française du XI au XV siècles, copia del testamento del duque de Aquitania, haciendo el debido honor a quien había fundado aquella casa, desde la cuel, el arte francés debía irradiar por toda europa. La suerte de Cluny fue haber tenido una serie de primeros abades verdaderamente eminentes. Bajo el primero de ellos, Berno, se construyó la primera iglesia de Cluny que debía ser sustituida por otra mayor ya a mediados del siglo X. El segundo, Odón (927 - 942), estableció ya la federación de Cluny con el monasterio de San Agustín de Pavía, con el famoso de Aurillac, en Auvernia, con el de Romanmourtier, en Suiza, y con otros, hasta doce, que se sometían a una autoridad común. Cluny que había propuesto la agregación a pesar de ser fundación más reciente, iba a la cabeza en mérito a su abad, universalmente reconocido. Así empezó la agregación de los monasterios alrededor de uno solo, que estaba convertido en metropolitano de todos ello. Como Cluny fundaba además abadías filiales, reformadas, la organización se extendió con extraordinaria rapidez. Por ejemplo, la mayor parte de los monasterios del condado de Barcelona, ya en el siglo XI, fueron afiliados a cenobios benedictinos del mediodía de Francia. En Castilla, en tiempo del rey Alfonso VI, la reina francesa llegó acompañada de benedictinos de Cluny, que ocuparon los principales obispados del reino, y su influencia produjo una corriente cluniacence en el arte. Desgraciadamente es difícil estudiar este desarrollo artístico porque las principales iglesias monásticas han sido destruidas: Oña (fundada en 1033), Nájera (1056), Shagún (hacia 1080) y Carrión de los condes (1095). Así, pues, no es de extrañar que al edificar de nuevo la iglesia de la abadía de Cluny con los recursos limitados que la Orden disponía, se la construyera de manera que llegase a ser la mayor de la cristianidad en Occidente, mayor, aún que las propias basílicas de los apóstoles en roma. La pequeña iglesia primitiva del duque Guillermo, construída bajo el abad Berno, ya había sido sustituida por la llamada Cluny II (edificada en tre 995 y 1000), pero ésta fue destruida a su vez para levantar Cluny III, con arreglo a un plan colosal, a partir de 1088. Dice la leyenda, que al monje Gauzon, que fue el director de las construcciones, se le apareció el apóstol San Pedro para entregarle los planos, que sin ayuda superior parecía imposible de realizar. El templo tenía un larguísimo atrio o nártex con tres naves, vasto por si solo como una gran iglesia; después, por una puerta decorada con innumerables esculturas, se entraba en la basílica, de cinco naves, con dos transeptos, cada uno con varios ábsides capillas y un gran coro en el fondo, también con otros ábsides pequeños y girola. Sobre el crucero posterior se levantaba un fino cimborrio octogonal, y sobre el crucero anterior, cercano al santuario, la llamada Torre de las Lámparas. A cada lado de la purte de nártrex había dos grandes campanarios cuadrados con su flecha, el uno destinado a archivo y el otro a encierros prisión de la abadía. La nave central, inmensa, estaba cubierta con bóveda de medio punto; las laterales con bóvedas por arista. Tenemos noticia vaga de las esculturas que adornaban la puerta de entrada y que representaban la visión del señor en majestad, bendiciendo dentro de la aureola almendrada, acompañado de ángeles y los cuatro Evangelistas. Parece ser que este templo gigantesco ya estaba terminado totalmente cuando fue consagrado el 15 de diciembre de 1097, nueve años después de haber empezado las obras. Al lado de la iglesia estaba el claustro rodeado del refectorio, cocina, almacenes y bibliotecas, y las dos casa abaciales, situadas ya fuera del nucleo de los edificios del cenobio. Todas las dependencias del monasterio, así como las huertas y los jardines, quedaban incluidas dentro de una recia muralla, y otro recinto fortificado ceñía la pequeña población de Cluny, que se extendía sobre una pendiente de la próxima colina. Cluny permaneció intacto hasta la revolución Francesa, pero hoy puede decirse que nada queda de la gran iglesia y del cenobio, a excepción de una parte de los transeptos con una de las torres. En estos escasos restos conservados, los arcos son ya apuntados, y los capiteles del ábside que aún subsisten muestras de un estilo saturadode un estetico intelectualismo, que es característico de los monjes cluniacenses. Si de esta colosal agrupación de construcciones de Cluny no quedan hoy más que reliquias insignificantes, en cambio subsiste casi intacta su abadía filial de Vézelay, también en Borgoña, con su gran iglesia, provista de un atrio espacioso y el ábside con girola, que en menor escala representa la copia reducida de la gran iglesia matriz de la abadía de Cluny. Hemos hablado ya de Vélezay porque se vanagloriaba de poseer en cuerpo de santa Magdalena y fue lugar de peregrinación nternacional. La iglesia tiene solo tres naves, pero la riqueza decorativa de los capiteles e impostas es la misma de que hacían gala los monjes de Cluny en todas sus construcciones. Los arranques de las bóvedas están avalorados con fajas bellísimas de entrelazados de rizos de parra, y los capiteles muestran m´ltiples escenas bíblicas o simbólicasentre caprichosas espiras de tallos de vid o de hiedra estilizados. Los monumentos de la Orden de Cluny tienen esta fantastica multitud de minúsculos animales: pájaros que se persigen, centauros y leones, profetas y cantores, enredados en los espirales de una decoración vegetal. El estilo decorativo de los frisos ornamentales, con esculturas menudísimas, repletas de pájaros, hombres y animales que se persiguen por entre los rizos de las hojas de vid, fue aplicado no solo a la arquitectura, sino también a los pequeños objetos santuarios, muebles y piezas de orfebrería. Desde Francia se propagó por toda Europa con tal profusión que no debe extrañarlos que muy pronto se iniciara la reacción a favor a la humildad tradicional de los benedictinos. La reforma de Cluny había obedecido tan solo al deseo de conseguir mayor disciplina, estableciendo una jerarquía entre los cenobios antes independientes; pero este régimen centralizador hizo que la Orden se enriqueciera, lo que produjo otra clase de pecado: el orgullo y otra inmoralidad: el abuso de poder. Fue una segunda recaida que obligó a una nueva reforma. Esta se realizó en el monasterio de Cister, también en borgoña, por iniciativa de san Bernardo, el hermano espiritual de Pedro el ermitaño, predicador de la primera cruzada. El Cister no era, como Cluny, un lugar absolutamente nuevo para la vida religiosa: la a principios del siglo XI tres monjes de Solesmes, que en vano se habían esforzado por reformar su abadía, se marcharon a Lyon, y allí, con cuatro compañeros que se agregaron, pidieron al obispo que les concediera un lugar apartado donde pudieran practicar la regla de San Benito en todo su rigor. Concedido en permiso y asociados pronto a nuevos monjes, en numero de 21, se establecieron en el desierto de Cister. Los religiosos cistercienses habían de vivir exclusivamente del trabajo de sus manos, y para no llegar a reunir la abundancia de riquezas de los conventos cluniacenses, rehusaban en toda ocasión cuantas donaciones les ofrecían. Pero el cister no debía conseguir su completo desarrollo hasta que San Bernardo y sus compañeros vinieron a acogerse en su soledad en 1112; a partir de ese momento, una nueva milicia espiritual se presenta para relevar a la que había conducido Cluny un siglo antes. Del lugar del cister, adonde los primeros monjes de Solesmes fueron a construir sus pobres cabañas, en las que vivían míseramente del cultivo de la tierra, tenían que salir, en poco tiempo, más de 60.000 monjes que diseminarían y fundarían nuevos cenobios en Italia, España y la Europa central. Cuando murió san Bernardo en el año 1153, la Orden del Cister ya poseía 343 monasterios, y hacia 1200 llegaron a la cifra de 694. El espíritu de la nueva Orden puede estimarse como una protesta contra las riquezas de los monjes benedictinos de Cluny, exteriorizadas en el lujo de sus edificios. Sin embargo, en la disposición general los monasterios cistercienses no se apartaran mucho de los de Cluny, porque continúan repitiendo la distribución de servicios que se ve en el plano de Saín Gall. La gran abadía de Claraba, fundada por el propio san Bernardo en 1115, a unos 70 Km. al norte de Dijon, resultaba ya insuficiente en 1133, fecha en que se inició una nueva construcción inmensa. En ella se mantenía la disposición general de los anteriores monasterios benedictinos, con su claustro central, la iglesia a un lado, la sala capitular en el otro, en el tercero el refectorio y en el cuarto las dependencias agrícolas. Además, fuera de este conjunto monumental, se hallaba aún otros dos claustros, hornos, molinos de grano y aceite, hospedería y casa del abad, amén de edificios destinados a oratorios y habitaciones para los obreros y campesinos dependientes del cenobio. Todos los monasterios cistercienses tenían la planta análoga y dimensiones parecidas, debido a idénticas necesidades agrícolas y religiosas. Pronto en Cister llegó a tener bajo su dependencia centenares de casas de religiosos de ambos sexos, y así el nuevo espiritu benedictino, restaurado por San Bernardo, se extendió por Europa, propagando un estilo de arquitectura uniforme. He aquí, pues, como las extravagancias esteticas de Cluny primero y la reacción del Cister después, también excesiva, contribuyeron a difundir por todo el occidente los principios constructivos de la escuela de Borgoña, de un estilo que preparaba el advenimiento de los metodos de la arquitectura gótica, que debía venir más tarde. Como ambas ordenes, tanto la de Cluny como la de Cister, se habían originado en Borgoña y ambas coincidían en aprovecharse de los mismos adelantos constructivos, la escuela de arquitectura románica borgoña fue una de las más avanzadas de todas las regiones francesas. Desde el siglo XI empleaba el arco apuntado y la bóveda por arista, aunque sin aristones. En las Constituciones de la Orden del Cister, redactadas definitivamente en 1119, en una asamblea que tomó el nombre de capitulo general y de la que fueron ponentes el propio San Bernardo y otros diez abades de la Orden, se concreta puntualmente que la iglesia ha de ser construida con una gran simplicidad, sin esculturas ni pinturas de ningún género, con ventanas de vidrios blancos y sin torres ni campanarios de altura inmoderada. Las iglesias de los monasterios cistercienses debían dedicarse a la madre de Dios, para evitar el peligro de los cultos extravagantes, como el de las supuestas reliquias de la Magdalena en Vézelay; y para impedir la acumulación de bienes conventuales, se estatuía que los rebaños propiedad de la abadía no podían estar más lejos de una jornada de camino de las granjas, y que no debía consentirse que entre dos monasterios cistercienses midieran más de dos leguas borgoñesas. Desnudos de esculturas, sin policromías ni ajuar litúrgico que los enriqueciera, los edificios del Cister serían artísticamente poco interesantes si no lo fuera por sus grandes bóvedas, que vienen a ser como un anticipo de los atrevimientos constructivos que poco después llevará a cabo el estilo gótico. En los monasterios cistercienses son, por su planta, de dos tipos, ambos derivados de las plantas de las iglesias de la Orden de Cluny. El primer tipo de las iglesias cistercienses es el de ábside circular, con girola y capillas; así eran las iglesias de Poblet y Veruela, en España, y la iglesia del monasterio de San Bernardo, en Claraval. Una simple comparación de la planta de Cluny con las de Veruela y Poblet bastará para evidenciar cómo en el fondo tienen la misma disposición; solo que los cistercienses redujeron y simplificaron el gran conjunto monumental de la iglesia de Gauzon, en Cluny, dejándola de tres naves y un solo transepto. El otro tipo de iglesias cistercienses es de ábside rectangular, como la propia iglesia del Cister y la de la Fontenay, en Borgoña, el monasterio de Saint Creus, en España y las iglesias de casi todos los monasterios de Italia, con Fossanova, Casamari y San Galgano. Este segundo tipo tiene también sus antecedentes en algunos monasterios de Cluny. Todo indica, pues, que las dos reformas que sucedieron tanto en arte como en influencia social y política, aprovechándose el Cister de los procedimientos constructivos de Cluny sin caer en sus excesos decorativos. Las naves de la iglesia estaban ya, desde la planta, dispuestas para ser cubiertas con bóvedas por arista, al menos en las naves laterales, como se puede ver en Poblet, que tiene aún la nave central de cañón seguido. En Veruela, la nave central ya está cubierta con bóvedas por arista, lo mismo que las naves centrales de las iglesias cistercienses de Fossanova, Casamari y san Galgano. En las iglesias de planta con ábside circular, los pequeños elementos trapezoidales de la girola delante de las capillas están cubiertos también con bóveda por arista, de modo que el conjunto de una iglesia cisterciense como la de Veruela queda ya subdividido en tramos cruzados por nervios o aristones diagonales, lo mismo que veremos más tarde en las catedrales góticas. ¿Qué distingue una construcción cisterciense de otra de puro estilo gótico, tan parecidas ambas en su estrucrura interior? Técnicamente, solo faltan los contrafuertes para contrarrestar los empujes de las bóvedas. En una construcción gótica, todo el peso de las bóvedas se concentra en algunos puntos singulares de los muros, donde, por medio de arcos exteriores que determinan un esfuerzo contrario, resulta contrarrestada la presión de los arcos del interior. Ello permite elevar bóvedas de una altura y de una amplitud antes desconocidas, y - al mismo tiempo - abrir en los muros grandes ventanales. En los edificios cistercienses apenas hay contrafuertes, que faltan en absoluto en Poblet o se reducen en pilastras en Veruela. Vamos a ver ahora la fuerza difusiva del estilo y la propagación de los monasterios cistercienses en Europa, persiguiendo las huellas de sus precursores de Cluny. El primer convento de la Orden del Cister en la Italia central fue el de Fossanova, construido desde 1179 a 1208 cerca de Terracina. Fundado por los cistercienses franceses de Haute-Combe, en la vía de Roma a Nápoles, es famoso por la circunstancia de que en él murió Santo Tomás de Aquino yendo de camino para asistir al concilio de Lyon. De Fossanova dependía Casamari, otro cenobio cisterciense aún mayor, y de Casamari pasó a ser sufragánea la abadía de San Galgano, en Toscana, cerca de Siena, fundada por los franceses de Claraval. San Galgano fue el centro de expansión en Italia de los procedimientos franceses de bóvedas borgoñonas con aristones. Su iglesia, hoy una ruina impresionante, fue iniciada en 1218. De todos modos, los grandes edificios italianos de puro estilo cisterciense no se diferencian en nada de los que se levantaron simultáneamente en Francia y España. Las iglesias de tres naves abren sus puertas con archivoltas decoradas de simples molduras; en el interior, los pilares se levantan sencillísimos, con las columnas adosadas en que apoyan los torales; por fuera, el único elemento que sobresale del conjunto de edificios es la torre octogonal del cimborrio de la iglesia, que puede distinguirse desde lejos. La regla de San Benito está interpretada al pie de la letra: un espíritu de austeridad artística domina los monasterios del Cister, rodeados de granjas y explotaciones agrícolas. He aquí casi todas prescritas oficialmente las dependencias indispensables de un cenobio cisterciense como falansterio cristiano, sin nada superfluo ni vistoso. Dependiente cada monasterio de otro, que lo habían fundado o adoptado, existían entre ellos poca diferencia. Los monjes repetían a la casa filial la misma disposición y las mismas formas de la casa matriz, y, como siempre sucede en el arte, la repetición continuada de un tipo fijo iba conduciendo a la perfección, y como siempre también, no queriendo hacer premeditadamente nada nuevo, se iban produciendo las más grande novedades. Si se comparan los interiores de dos iglesias cistercienses sorprenden las insignificantes diferencias que existen en la disposición general y en cada uno de sus elementos: los pilares casi tiene la misma sección, y las molduras son idénticas. La sala capitular tiene siempre una forma cuadrada, dividida en nueve tramos de bóvedas por arista con cuatro pilares en el centro. El refectorio es una sala rectangular, con una tribuna para el lector y una fuente en el centro. Las iglesias de Poblet y Veruela, en España, tienen casi una misma planta, los cual no es de extrañar, porque ambas fueron construidas por monjes franceses. Los de Veruela procedían de Scala Dei, en Gascuña, los de Poblet, de Fointfroide, en el Languedoc; y ambos repetían el tipo de iglesia de la casa matriz de claraval. Conocemos exactamente los detalles de la fundación de Veruela, cera de Tarazona, por el noble don Pedro de Atarés, quién, perdido en el Moncayo, decidió por inspiración de la virgen fundar allí un monasterio. En cambio, resultan más oscuras la fundación de Poblet y su historia, hasta que, en 1149, el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV logró que se trasladaran allí trece monjes de Fontfroide encargándoles de reformarlo según el nuevo espíritu de la regla cisterciense. Además de estos dos mayores, tenemos en España muchos más monasterios cistercienses. En Cataluña, los de Santes Creus (construido de 1147 a 1225) y Vallbona de las Monjas; en Navarra, el de la Oliva; en León, el de Moreruela, fundado directamente por los monjes de Claraval; en Castilla, el de las huegas, y en Portugal, el de Alcobaça, también descendiente directo de Clarava, cuya edificación fue iniciada en 1158 y terminada en 1223. En Inglaterra había 18 monasterios cistercienses fundados por los cenobios franceses o por sus casas filiales; en Alemania más de 40, once en Austria, y hasta 6 en Suecia y Noruega. Cada uno era un centro de difusión de formas semigóticas de las bóvedas borgoñonas, con arcos torales apuntados y bóvedas por arista. De estos monjes cistercienses aprendieron los arquitectos laicos de las iglesias góticas, y así la aparición de magnificas catedrales góticas nórdicas ya no parece tan misteriosa. Los monumentos cistercienses son el anillo de transición entre la iglesia románica, de bóveda cilíndrica de cañón, y la iglesia gótica, con bóvedas ligeras sostenidas en el aire por contrafuertes. También en España los cistercienses contribuían a la dirección de las catedrales de transición, como las de Sigüenza, Tarragona y Lérida. El claustro de la catedral de Tarragona de principios del siglo XIII, es casi idéntico al del monasterio de Fontfroide, contemporáneo suyo. Todos los claustros cistercienses se caracterizan por tener una serie de arcos de descarga bajo los que se cobijan grupos de arcos de medio punto. La diferencia está en el ritmo creado por el número de arcos de medio punto que corresponden a cada arco de descarga: dos en Poblet y Le Thoronet (Provenza), tres en la catedral de Tarragona y en Vallbona, cuatro en FOntfroide (Languedoc). En Francia, la influencia cisterciense sobre los arquitectos laicos de catedrales queda confirmada en un arquitecto francés del siglo XIII, Villiard de Honnecourt, que en su álbum copió las plantas de dos iglesias del Cister. La difusión de los estilos de las ordenes de Cluny y del Cister fue acrecentada con recursos algo ajenos a los propósitos primitivos. Restaurando la disciplina en cenobios relajados, no se hubiera producido el gran furor constructivo que acompañó a ambas reformas. Cluny se hizo campeón de la uniformidad de la liturgia, imponiendo el misal romano en sustitución de los ritos provinciales. Para fundir la cristiandad en un mismo espíritu, estimuló la devoción de las peregrinaciones, haciendo que desde los más excéntricos países de Europa fueran peregrinos a Roma y Santiago. Viajando por las calzadas de las rutas de peregrinación, los devotos y andantes encontraban aposento en las casas que dependían de Cluny, y admiraban las excelencias de los estilos cluniacenses. Esto explica la internacionalidad del arte cluniacense. El imperio monástico de Cluny, con sus casa distribuidas por toda Europa produjo una primera impresión de Europeísmo religioso que tuvo alcances políticos. El papado, sostenido por Cluny recuperó su fuerza perdida. Aunque en apariencia reducida a una mera revolución monástica, la reforma del Cister traspasó sus límites fomentando las Cruzadas. El propio San Bernardo predicó la segunda Cruzada en 1146 por encargo del Papa Eugenio III. La conquista de Tierra Santa tenía en su origen un carácter de estricta devoción, pero resultó también un fundente político, y muchos de los métodos de la técnica constructiva de la arquitectura cisterciense se emplearon en la obra de los castillos de los Cruzados. Para participar en los movimiento laicos de la peregrinación y las Cruzadas, tanto Cluny como en Cister tuvieron que suavizar el rigor de sus reglas. Los cenobios cistercienses aceptaron algo de decoración, aunque fuera simplemente de enlazados geométricos y de hojas estilizadas. Nunca las construcciones cistercienses llegaron a tolerar las fantasías decorativas del estilo de Cluny, pero no se redujeron el simple esqueleto de piedra que tenía que sostener una cubierta, como parece que era el idel de San Bernardo. Lo mismo ocurrió con la pintura. No se llegaron a decorar los cenobios cistercienses con frescos, pero en los libros se hicieron maravillas.


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