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Jueves 28 de Marzo de 2024 |
 

El humanismo a lo largo de la historia

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Agregado: 29 de AGOSTO de 2000 (Por ) | Palabras: 8398 | Votar | Sin Votos | Sin comentarios | Agregar Comentario
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    HUMANISMO

    Fuente: www.paginamendocinas.com

     INTRODUCCIóN

    El humanismo ha sido mencionado por diversas culturas y en diversas épocas. Generalmente se quiso hacer referencia a lo humano y desde allí explicar al mundo y sus diversas experiencias en él. Pero nos encontramos que hay diversos humanismos y cada uno de ellos tiene al hombre en un determinado emplazamiento.

    Este emplazamiento es de vital importancia, ya que permitirá interpretar los fenómenos humanos y físicos de un modo u otro. Aquí incluyo un párrafo de Silo donde aclarara este aspecto en su discurso magistral en la Academia de Ciencia de Moscú, nos dice; "...no estamos hablando del Humanismo histórico, del de las letras y las artes que se constituyó en motor del Renacimiento y que rompió las ataduras oscurantistas de aquella larga noche medieval. El Humanismo histórico tiene su caracterización precisa y de él nos sentimos continuadores no obstante la falsedad de ciertas corrientes confesionales actuales que se autotitulan "humanistas"... no puede haber Humanismo allí donde se ponga algún valor por encima del ser humano. Debo destacar, además, que el Humanismo extrae su explicación del mundo, de los valores, de la sociedad, de la política, del Arte y de la Historia, básicamente de su concepción del ser humano".

    Explicando la relación de la actual crisis de la civilización y el humanismo, agrega finalmente; "Aunque no abundemos más en su caracterización queda en claro que estamos considerando el tema del Humanismo como conjunto de ideas, como quehacer práctico, como corriente de opinión y como posible organización que lleve adelante objetivos de transformación social y personal, dando acogida en su seno a particularidades políticas y culturales concretas sin que estas desaparezcan como fuerzas de cambio diferentes pero convergentes en su intención final. Flaco favor haría a este momento de cambio, quien se sintiera destinado a hegemonizar y universalizar una determinada tendencia precisamente en el momento de la descentralización y del clamor de reconocimiento de las particularidades reales." (1)

    Los verdaderos humanistas colaboraron en diversas épocas y colaboran actualmente, sin que se los conozcan como tales. El solo echo de bregar por un mundo justo, solidario, no violento, pluralista, ampliamente participativo, con respeto hacia la diversidad, la cooperación, la tolerancia y la paz, hace a los valores de un humanista.

    Pero cual es el marco actual de nuestra cultura?. La idea de "cultivo de las capacidades humanas" subyacente en la etimología de la palabra cultura es muy antigua., "Los griegos distinguieron a este tipo de construcciones como diferentes a las naturales, aunque adoptaron posturas diversas a la hora de establecer una preeminencia. Hoy, sobre todo a partir de estudios antropológicos, hay acuerdo en diferenciar la realidad humana de la naturaleza, considerando a la primera como cultura", nos dice el Lic. L.A. Ammann en sus propuestas humanistas. (2)

    Mas adelante leemos que: "El tema de la cultura está teñido de ideología. Más que en cualquier otro asunto, el sujeto y el objeto cultural son solo definibles desde una visión del mundo. En la cultura hay valores incorporados, tanto en los objetos materiales trabajados por un artista como en las construcciones intangibles: normas, costumbres creencias, leyendas, mitos, teorías científicas, etc..Este es uno de los rasgos - la incorporación de valores - que hace que la cultura sea posible solo en el campo humano." , luego para ampliar la definición de lo humano dentro del mundo natural, expresa "Existen dos diferencias de fondo: la ausencia de valores en la vida animal y la falta de intención. Toda la actividad animal es el resultado de instintos, mientras que el hombre es el único ser viviente dotado de intención", y aquí se esta refiriendo a un aspecto central en el pensamiento humanista, respecto a la intencionalidad, como atributo fundamental en la concepción del hombre sobre todo los demás organismos vivientes. En este punto mencionamos a Silo, ideólogo del movimiento humanista en uno de sus escritos "... me es insuficiente la definición del ser humano por su sociabilidad, ya que esto no hace a la distinción con numerosas especies, tampoco su fuerza de trabajo es lo característico, cotejada con la de animales más poderosos; ni siquiera el lenguaje lo define en su esencia, por que sabemos de códigos y formas de comunicación entre diversos animales. En cambio, al encontrarse cada nuevo ser humano con un mundo modificado por otros y ser constituido por ese mundo intencionado, descubro su capacidad de acumulación e incorporación a lo temporal, descubro su dimensión histórico - social, no simplemente social. Vistas así las cosas, puedo intentar una definición diciendo: el ser humano es el ser histórico cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza. Si admito lo anterior, habré de aceptar que puedo transformar intencionalmente hasta su constitución física", mas adelante Silo afirma: ".... nosotros sostenemos la necesidad de arranque desde la particularidad humana; sostenemos el fenómeno histórico - social y no natural del ser humano y también afirmamos la actividad de su conciencia transformadora del mundo, de acuerdo a su intención"(3).

    Por lo tanto los humanistas definimos a la cultura como la forma de desplegar en el mundo la intencionalidad humana. Silo se refiere a la intención en estos términos: "La intención es un concepto complejo que revela la unidad e interacción de diferentes procesos que predeterminan tal o cual conducta práctica del ser humano. La intención agrupa en sí una cadena de acontecimientos: 1º El enjuiciamiento intuitivo o racional de este deseo como una aspiración de algún objetivo; 2º La formulación para sí y para los demás del sentido de este objetivo; 3º La elección de los medios para su consecución; 4º La acción práctica para su realización. De este modo podemos concebir una intención como determinado fundamento, fuerza, energía de cualquier obra creadora del ser humano, incluida la creación de su propia vida. Sin intención no hay existencia ". Y continúa "Mas rigurosamente, la intencionalidad ha sido definida desde Brentano en adelante como la característica fundamental de la conciencia. Ya con el arribo y desarrollo del método fenomenológico de Husserl y el aporte de las corrientes de la existencia (existencialismo), la intencionalidad aparece como lo sustantivo de todo fenómeno humano".

    Esta visión permitiría afirmar que la intencionalidad sería el motor que operaría en el medio social y en el medio interno del ser humano. Esta intencionalidad recorrería el pasado, el presente y el futuro en la conciencia para operar en el mundo, por lo tanto toda creación sea de instituciones (en el mundo) como en el aprendizaje (en la conciencia), está ella presente.

    Aquí no podemos dejar de mencionar, la visión especial que tienen corrientes actuales ligadas a la derecha y los círculos que retienen el poder sobre lo humano, L. Ammann nos amplia este aspecto en el siguiente párrafo; " La fuerza referencial de sus esquemas interpretativos y sus empeños, son por la conservación de axiomas que afirman el pasado. Sus más modernas producciones están teñidas de pesimismo en el ser humano, aunque no exentas de audacia. "El fin de la historia", "La muerte de las ideologías", se han presentado como el mas reciente esfuerzo de modernidad, pero resultaron un truco de ilusionista, vacío de contenido". Mas adelante agrega "Ha sido ingenioso pretender que la humanidad había llegado a su máximo nivel de desarrollo con un sistema económico - político -el neoliberal- que se pretendió instalar como si fuera la realidad misma", luego afirma "Sin embargo la carencia de soluciones para los problemas del hombre en sociedad y el intento por poner al ser humano en segundo plano también han fracasado", mencionando los fracasos de la cultura del libre mercado, que termina siendo para unos pocos, relegando la existencia humana a un segundo plano. Luego se visualiza la cultura, desde estas miradas de la derecha, como producto de una nacionalidad, de una etnia determinada y que es determinante de resultados.

    El pasado como tiempo de la conciencia predominante en esa visión, la postergación del hombre, el pesimismo en sus posibilidades, el énfasis puesto en la "otra vida", el intento de separar la cultura de la ideología, el predominio del individuo sobre la sociedad y la cultura como producto nacional, son los rasgos constitutivos de esta visión conservadora.

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    HUMANISMO.

    1. Práctica y/o teoría del Nuevo Humanismo (*). 2. Toda posición que sostiene los valores definidos por la actitud humanista (*). 3. Toda actividad práctica de compromiso con los valores definidos por la actitud humanista. 4. Cualquier doctrina que proclama la solidaridad y libertad de elección del ser humano, puede ser llamada "un" h.

    HUMANISMO ANTROPOCENTRICO.

    Se considera a la postura que se basa en la ubicación central del ser humano excluyendo, en general, todo planteamiento teísta. Por otra parte, el humanismo antropocéntrico rechaza el dominio de un ser humano por otro, desplazando su acción hacia el control de la naturaleza, definida como el medio sobre el cual se debe ejercer un poder irrestricto. Las diferencias con el Nuevo Humanismo (*) están dadas porque éste parte de la posición central del ser humano, pero no descarta a las posturas teístas. Por otra parte, considera a la naturaleza no como un medio pasivo sino como fuerza actuante en interacción con el fenómeno humano. Por consiguiente, el impulso por las mejoras individuales y sociales debe tener en cuenta el impacto humano sobre la naturaleza, cosa que impone limitaciones no solamente morales, sino que debe reflejarse en el sistema legal y en la planificación ecológica.

    HUMANISMO CRISTIANO.

    Es un caso de humanismo filosófico (*).

    Pasamos a citar a S. Puledda en su libro Interpretaciones del Humanismo (El Humanismo Cristiano).

    "La interpretación del Cristianismo en clave humanista se debe encuadrar en el proceso general de revisión y de adaptación de las doctrinas cristianas al mundo moderno, con respecto al cual la Iglesia había adoptado durante siglos una posición de rechazo o de abierta condena. Comúnmente se considera que el viraje de la Iglesia comienza a partir de la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). Con esta encíclica la Iglesia trató de darse una doctrina social que pudiera contraponerse al liberalismo y al socialismo. La Iglesia autorizó la formación de partidos de masas de inspiración cristiana y se repropuso como portadora de una visión del mundo y de una ética capaces de dar respuesta a las necesidades más profundas del hombre moderno. Es en este intento donde se encuadra el humanismo cristiano cuyo iniciador puede ser considerado J. Maritain. Este había sido primero alumno de Bergson, y después había adherido al socialismo revolucionario. Insatisfecho de ambas filosofías, en 1906 se convirtió al Catolicismo. Fue uno de los exponentes más notables de la así llamada neoescolástica o neotomismo. Es decir, de aquella corriente del pensamiento católico moderno que se remonta directamente a Santo Tomás de Aquino y, a través de él, a Aristóteles, cuyo pensamiento Santo Tomás había adaptado a los dogmas cristianos. La de Maritain es, entonces, una posición cultural que se contrapone radicalmente a la tendencia más general del pensamiento moderno del Renacimiento en adelante. En efecto, fue precisamente contra la escolástica tomista (la expresión más típica del pensamiento medieval), que se habían lanzado los humanistas del Renacimiento. De este modo, Maritain da un salto hacia atrás, más allá del Renacimiento. Y hace esto porque es precisamente en el humanismo renacentista donde descubre los gérmenes que han llevado a la crisis y al resquebrajamiento de la sociedad actual. Con esto él no pretende explícitamente revalorizar el Medioevo y la visión cristiana ligada a aquel periodo, sino retomar el hilo de una evolución histórica del Cristianismo y de su perfeccionamiento en la sociedad que, según su visión, han sido comprometidos por el pensamiento moderno, laico y secular. En su libro Humanismo Integral, Maritain examina la evolución del pensamiento moderno desde la crisis de la Cristiandad medieval al individualismo burgués del siglo XIX y al totalitarismo del siglo XX. En esta evolución él ve la tragedia del humanismo 'antropocéntrico' (así lo llama), que se desarrolla a partir del Renacimiento. Este humanismo, que ha llevado a una progresiva descristianización de Occidente es una metafísica de la 'libertad sin la Gracia'.

    He aquí las etapas de esta decadencia progresiva: 'Con respecto al hombre, se puede notar que durante el primer período de la época moderna, ante todo con Descartes y luego con Rousseau y Kant, el racionalismo había construido de la personalidad del hombre una imagen soberbia y espléndida, indestructible, celosa de su inmanencia y autonomía y, finalmente, buena por esencia'. Pero esta soberbia racionalista que primero eliminó todos los valores tradicionales y trascendentes y luego, con el idealismo, hasta la noción de realidad objetiva, ha generado ella misma su propia destrucción. Primero Darwin y después Freud asestaron los golpes mortales a la visión optimista y progresista del humanismo antropocéntrico. Con Darwin el hombre descubre que no existe discontinuidad biológica entre él y el mono. Pero no sólo esto: entre él y el mono ni siquiera existe una verdadera distinción metafísica, es decir, no hay un cambio de esencia, un verdadero salto en calidad. Con Freud, el hombre descubre que sus motivaciones más profundas están dictadas en realidad por la libido sexual y el instinto de muerte. Al final de este proceso dialéctico destructivo, ya se han abierto las puertas a los totalitarismos modernos. Concluye Maritain: 'Después de todas las disociaciones y los dualismos de la época humanística... asistimos a una dispersión y una descomposición definitivas. Lo que no impide al ser humano reivindicar más que nunca la propia soberanía, pero ya no más para la persona individual. Esta ya no se sabe dónde está y se ve solo disociada y descompuesta. Está ya madura para abdicar a favor del hombre colectivo, de aquella gran figura histórica de la humanidad de la cual Hegel ha hecho una teología y que, para él, consistía en el Estado como su perfecta estructura jurídica, y que con Marx consistirá en la sociedad comunista con su dinamismo inmanente'. Al humanismo antropocéntrico, cuya evolución ha descrito así, Maritain contrapone un humanismo cristiano, que él define como 'integral' o 'teocéntrico'. He aquí cómo se expresa: 'Somos así llevados a distinguir dos tipos de humanismo: un humanismo teocéntrico (*), o verdaderamente cristiano y un humanismo antropocéntrico (*) del cual son responsables el espíritu del Renacimiento y el de la Reforma... El primer tipo de humanismo reconoce que Dios es el centro del hombre, implica el concepto cristiano del hombre pecador y redimido, y el concepto cristiano de La Gracia y la libertad. El segundo cree que el hombre mismo es el centro del mundo, y por lo tanto de todas las cosas, e implica un concepto naturalista del hombre y de la libertad... Se entiende por qué el humanismo antropocéntrico merece el nombre de humanismo inhumano y que su dialéctica deba ser considerada la tragedia del humanismo'.

    Al humanismo teocéntrico, Maritain le confía la tarea de reconstruir un mundo orgánico que reconduzca la sociedad profana bajo la guía de los valores cristianos. La interpretación cristiana que Maritain dio del humanismo fue acogida en forma entusiasta en algunos sectores de la Iglesia y entre varios grupos laicos. Por otra parte, inspiró numerosos movimiento católicos comprometidos con la acción social y la vida política, resultando ser un arma ideológica sobre todo contra el Marxismo. Pero esa interpretación recibió también críticas demoledoras en ámbitos filosóficos no confesionales. En primer lugar, se observó que la tendencia racionalista que aparece en la filosofía posrenacentista y que Maritain denuncia en Descartes, Kant y Hegel, se puede hacer remontar a la Escolástica tardía e inclusive al pensamiento de Santo Tomás. Esta tendencia, que llevará a la crisis y a la derrota de la razón, no es un producto del humanismo renacentista, sino más bien del tomismo. Para estos críticos, Maritain cumplió con una obra colosal de mistificación y de camuflaje, casi un juego de prestidigitación filosófica, atribuyendo al Renacimiento una responsabilidad histórica que por el contrario pertenece al pensamiento cristiano medieval tardío. La filosofía cartesiana que se encuentra a la base del pensamiento moderno, en su racionalismo se reconecta mucho más con Santo Tomás que con el neoplatonismo y el hermetismo místico del Renacimiento. Las raíces de la 'Soberbia de la Razón' de la filosofía moderna deben ser buscadas, por consiguiente, en la pretensión del tomismo de construir una teología intelectualista y abstracta. En segundo lugar, la crisis de los valores y el vacío existencial al cual ha llegado el pensamiento europeo con Darwin, Nietzsche y Freud no es una consecuencia del humanismo renacentista, sino por el contrario deriva de la persistencia de concepciones cristianas medievales dentro de la sociedad moderna. La tendencia al dualismo y al dogmatismo, el sentimiento de culpa, el rechazo del cuerpo y el sexo, la desvalorización de la mujer, el terror a la muerte y al infierno, son todos residuos del cristianismo medieval, que aún después del Renacimiento han influido fuertemente en el pensamiento occidental. Aquellos determinaron, con la Reforma y la Contrarreforma, el ámbito sociocultural en el cual el pensamiento moderno se ha desarrollado. La esquizofrenia del mundo actual, la 'dialéctica destructiva' de Occidente (sobre la cual Maritain insiste) deriva, según estos críticos, de la coexistencia de valores humanos y antihumanos, y debe ser explicada como el intento doloroso y por liberarse de esa pugna interna".

    HUMANISMO EMPIRICO.

    Todo humanismo que se da en la práctica, sin presupuestos históricos o filosóficos. El humanismo empírico es el caso claro y cotidiano en el que se ejercita la actitud humanista (*).

    HUMANISMO EXISTENCIALISTA.

    Es un caso de humanismo filosófico (*).

    Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, el panorama cultural francés se ve dominado por la figura de Sartre y por la corriente de pensamiento, el Existencialismo (*), que él contribuyó a difundir a través de su obra de filósofo y novelista, y a través de su "engagement" o compromiso político-cultural. La formación filosófica de Sartre se lleva a cabo en los años treinta en Alemania y es influenciada sobre todo por la escuela fenomenológica de Husserl y de Heiddeger. En el nuevo clima político de posguerra y en la confrontación con el Marxismo y el humanismo cristiano, Sartre se esforzó por elaborar los aspectos ético-políticos de su existencialismo, recalificándolo como doctrina humanista, fundada sobre el compromiso y la asunción de responsabilidades históricas, activa en la denuncia de todas las formas de opresión y alienación. Es entonces con esta intención que Sartre escribió, en el año 1946, "El existencialismo es un humanismo". Ese ensayo fue una versión levemente modificada del texto de la conferencia que, sobre el mismo tema, diera en el Club Maintenant en París.

    Sartre

    Sartre presenta y defiende la tesis de que el existencialismo es un humanismo, del siguiente modo: "Muchos se maravillarán de que aquí se hable de humanismo. Veremos en qué sentido lo entendemos como tal. En todo caso podemos decir inmediatamente que entendemos como existencialismo a una doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implican tanto un ambiente como una subjetividad humana. Nuestro punto de partida es, en efecto, la subjetividad del individuo, y esto por razones estrictamente filosóficas... No puede haber, en principio, otra verdad que esta: yo pienso, por lo tanto soy. Esta es la verdad absoluta de la conciencia que se aprehende a sí misma. Toda teoría que considere al hombre fuera del momento en el cual él se alcanza a sí mismo, es antes que nada, una teoría que suprime la verdad, porque fuera del "cógito" cartesiano todos los objetos son solamente probables y una doctrina de probabilidad que no esté sostenida por una verdad, se hunde en la nada. Para describir lo probable, es preciso poseer lo verdadero. Entonces, para que exista una verdad cualquiera, necesitamos una verdad absoluta; y ésta es simple, fácil de lograr, puede ser entendida por todos y consiste en aprehenderse a sí mismo sin intermediarios. Además, esta teoría es la única que da una dignidad al hombre, es la única que no hace de él un 'objeto' ". Pero diversamente de cuanto ocurre en la filosofía cartesiana, para Sartre el "yo pienso" reenvía directamente al mundo, a los otros; la conciencia en su intencionalidad es siempre conciencia de algo. Continúa Sartre: "De esta manera el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el 'cógito' descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su propia existencia. Él cae en cuenta de que no puede ser nada... si los otros no lo reconocen como algo. Para obtener una verdad cualquiera sobre mí mismo, es necesario que la consiga a través del otro. El otro es tan indispensable para mi existencia, como para el conocimiento que yo tengo de mí. En estas condiciones el descubrimiento de mi intimidad me revela al mismo tiempo al otro como una libertad puesta frente a mí, la cual piensa y quiere solamente para mí o contra mí. Así descubrimos inmediatamente un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y es en este mundo que el hombre decide sobre lo que él es y sobre lo que los otros son".

    Después de esta premisa metodológica, Sartre pasa a definir lo que es el hombre para el Existencialismo. Todos los existencialistas de distinta extracción, cristiana o atea, incluso Heiddeger, para Sartre concuerdan en esto: que en el ser humano la existencia precede a la esencia. Para aclarar este punto, Sartre usa el siguiente ejemplo: "Cuando se considera un objeto fabricado, como por ejemplo un libro o un cortapapel, se sabe que tal objeto es obra de un artesano que se ha inspirado en un concepto. El artesano se ha referido al concepto de cortapapel y, al mismo tiempo, a una técnica de producción preliminar que es parte del concepto mismo y que en el fondo es una receta. Por lo tanto, el cortapapel es, por un lado, un objeto que se fabrica de una determinada manera y, por otro, algo que tiene una utilidad bien definida... Diremos entonces, por lo que concierne al cortapapel, que su esencia (es decir, el conjunto de los conocimientos técnicos y de las calidades que permiten su fabricación y su definición), precede a la existencia... En la religión cristiana, sobre la cual se ha formado el pensamiento europeo, el dios creador es concebido como un sumo artesano que crea al hombre inspirándose en una determinada concepción, la esencia del hombre, tal como el artesano común crea el cortapapel... En el Setecientos, la filosofía atea ha eliminado la noción de dios, pero no la idea de que la esencia del hombre precede a su existencia. Según tal concepción, 'esta naturaleza', o sea, el concepto de hombre, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal: el hombre... Pero el existencialismo ateo que yo represento -prosigue Sartre-, es más coherente. Si Dios existe, hay por lo menos un ser en el cual la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de ser definido por algún concepto.

    Heiddeger

    Pero en el caso del existencialismo ateo, este ser es el hombre, o como dice Heiddeger, la realidad humana. ¿Qué significa en este caso que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre ante todo existe, se encuentra, surge en el mundo, y que luego se define. El hombre, según la concepción existencialista no es definible, en cuanto al principio no es nada. Será sólo después, y será cómo se habrá hecho". Y más adelante Sartre precisa: "El hombre no es otra cosa que lo que se hace. Este es el primer principio del Existencialismo. Y es, también, aquello que se llama la subjetividad que se nos reprocha con este mismo término. Pero, ¿qué queremos decir nosotros con esto, sino que el hombre tiene una dignidad más grande que la piedra y la mesa? Nosotros queremos decir que el hombre, en primer lugar, existe, o sea, que él es en primer lugar aquello que se lanza hacia un porvenir y aquello que tiene conciencia de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es, al comienzo, un proyecto que vive así mismo subjetivamente... nada existe antes de este proyecto... el hombre, antes que nada, será todo aquello que habrá proyectado ser".

    Así, para Sartre, se trata de deducir coherentemente todas las consecuencias posibles del hecho de que Dios no existe. El hombre construye, en la existencia, su esencia en un primer momento como proyecto y después a través de sus acciones. Pero en este proceso de autoconstrucción, el hombre no tiene a disposición reglas morales que lo guíen. Refiriéndose a uno de los inspiradores del Existencialismo, Dostoievsky, Sartre dice: "Dostoievsky ha escrito: 'Si Dios no existe, todo está permitido'. He aquí el punto de partida del Existencialismo. Pero... si Dios no existe no encontramos frente a nosotros, valores u órdenes que puedan legitimar nuestra conducta. Así, no tenemos detrás de nosotros ni delante de nosotros, en el luminoso reino de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Situación que creo poder caracterizar diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo y, no obstante libre, porque una vez lanzado al mundo, es responsable de todo lo que hace. El hombre, sin apoyo ni ayuda, está condenado en todo momento a inventar al hombre... Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero con esto también queremos decir que cada uno de nosotros, eligiéndose, elige por todos los hombres. En efecto, no existe tan siquiera uno de nuestros actos que, creando al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre que nosotros juzgamos deba ser. Elegir esto, más bien que esto otro, es afirmar, al mismo tiempo, el valor de nuestra elección ya que no podemos jamás elegir el mal; aquello que elegimos es siempre el bien y nada puede ser bien para nosotros sin serlo para todos".

    Sobre estas bases Sartre construye su ética de la libertad: "...Cuando en un plan de total autenticidad, yo he reconocido que el hombre es un ser en el cual la esencia está precedida por la existencia, que es un ser libre el cual puede solo querer, en diversas circunstancias, la propia libertad, he reconocido al mismo tiempo que yo puedo sólo querer la libertad de los otros". La ética de Sartre no se funda sobre el objeto elegido, sino sobre la autenticidad de la elección. La acción no es necesariamente gratuita, absurda o infundada. En efecto, es posible dar un juicio moral aunque no exista una moral definitiva y cada uno sea libre de construir la propia moral en la situación en la cual vive, eligiendo entre las distintas posibilidades que se le ofrecen. Este juicio moral se basa en el reconocimiento de la libertad (propia y de los otros) y de la mala fe. Veamos como lo explica Sartre: "Se puede juzgar a un hombre diciendo que está en mala fe. Si hemos definido la condición del hombre como libre elección, sin excusas y sin ayuda, quien se refugie detrás de la excusa de sus pasiones, quien invente un determinismo, es un hombre de mala fe. Pero se puede replicar: ¿Y si yo quiero estar en mala fe? Respondo: No hay ninguna razón para que usted no lo esté. Pero yo afirmo que usted está en mala fe y que la actitud de estricta coherencia es la actitud de buena fe. Y además, puedo dar un juicio moral".

    ¿En qué sentido el Existencialismo llega a ser un humanismo? "El hombre está constantemente fuera de sí mismo; sólo proyectándose y perdiéndose fuera de sí hace existir al hombre y, por otra parte, sólo persiguiendo fines trascendentes él puede existir. El hombre, siendo esta superación, está al centro de esta superación. No hay otro universo que un universo humano, el universo de la subjetividad humana. Esta conexión entre la trascendencia como constitutiva del hombre (no en el sentido que se da a la palabra cuando se dice que Dios es trascendente, sino en el sentido del ir más allá), y la intersubjetividad (en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo, sino que está siempre presente en un universo humano), es aquello que nosotros llamamos humanismo existencialista. Humanismo porque le hacemos recordar al hombre que él es el único legislador y que él decidirá sobre sí mismo; y porque nosotros mostramos que, no en el volverse hacia sí mismo, sino buscando siempre fuera de sí un objetivo (que es aquella liberación, aquella actuación particular) el hombre se realizará precisamente como humano".

    Sartre admitió que la antítesis entre libertad absoluta y mala fe también absoluta le había sido sugerida por el clima de la guerra, en el cual no parecía posible otra alternativa que aquella entre "ser con" y "ser contra". Después de la guerra llegó la experiencia verdadera, la de la sociedad, o sea, la experiencia de una realidad compleja sin antítesis claras o alternativas simples donde existía una relación ambigua entre situación dada e iniciativa libre, entre elección y condicionamiento. En la entrevista dada a la "New Left Review" en 1969, Sartre llega a dar la siguiente definición de libertad: "La libertad es aquel pequeño movimiento que hace de un ser social completamente condicionado, una persona que no se limita a reexteriorizar en su totalidad el condicionamiento que ha sufrido". Aun con esta definición reductora de la libertad, Sartre no renuncia a algunos temas fundamentales de su filosofía precedente. La libertad continúa siendo el centro de su problemática. En 1974, seis años antes de morir, en las conversaciones publicadas bajo el nombre de "Rebelarse es justo", afirma que el hombre puede ser alienado y cosificado precisamente porque es libre, porque no es una cosa, ni siquiera una cosa particularmente compleja. Los hombres nunca coinciden integralmente con sus factores de condicionamiento; si así fuera, de hecho ni siquiera se podría hablar de sus condicionamientos. Un robot nunca podría ser oprimido. Las alienaciones reenvían a la libertad.

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    HUMANISMO HISTORICO

    En el mundo académico occidental se suele llamar "humanismo" al proceso de transformación de la cultura que comenzando en Italia, particularmente en Florencia, entre fines del 1300 y comienzos del 1400 concluye, en el Renacimiento, con su expansión por toda Europa. Esa corriente apareció ligada a las "humanae litterae" (que eran los escritos referidos a las cosas humanas), en contraposición a las "divinae litterae" (que ponían el acento en las cosas divinas). Y éste es uno de los motivos por el cual se llama a sus representantes "humanistas". Desde esa interpretación, el humanismo es, en su origen, un fenómeno literario con una tendencia clara a retomar los aportes de la cultura grecolatina, asfixiados por la visión cristiana medieval. Debe anotarse que el surgimiento de este fenómeno no se debió simplemente a la modificación endógena de los factores económicos, sociales y políticos de la sociedad occidental, sino que ésta recibió influencias transformadoras de otros ambientes y civilizaciones. El intenso contacto con las culturas judía y árabe, el comercio con las culturas del extremo oriente y la ampliación del horizonte geográfico, formaron parte de un contexto que incentivó la preocupación por lo genéricamente humano y por los descubrimientos de las cosas humanas.

    Desarrollo del HUMANISMO HISTORICO.

    Cien años después de Petrarca (1304 - 1374), existió un conocimiento diez veces mayor de los clásicos que a lo largo de todo el período anterior de mil años. Petrarca buscó en los antiguos códices tratando de corregir una memoria deformada y con ello inició una tendencia de reconstrucción del pasado y un nuevo punto de vista del fluir de la historia atascado, a la sazón, por el inmovilismo de la época. Otro de los primeros humanistas, Manetti, en su obra "De Dignitate et Excellentia Homi-nis" (La dignidad y excelencia de los hombres), reivindicó al ser humano contra el "Contemptu Mundi", el desprecio del mundo, predicado por el monje Lotario (posteriormente Papa, conocido como Inocencio III). A partir de allí, Lorenzo Valla en su "De Voluptate" (El placer), atacó el concepto ético del dolor, vigente en la sociedad de su tiempo. Y así, mientras ocurría el cambio económico y se modificaban las estructuras sociales, los humanistas concientizaban ese proceso generando una cascada de producciones en la que se fue perfilando esa corriente que sobrepasó el ámbito de lo cultural y terminó poniendo en cuestión las estructuras del poder en manos de la Iglesia y el Monarca. Es sabido que muchos temas implantados por los humanistas siguieron adelante y terminaron por inspirar a los enciclopedistas y a los revolucionarios del siglo XVIII. Pero luego de las revoluciones americana y francesa, comenzó esa declinación en la que la actitud humanista (ver), quedó sumergida. Ya el idealismo crítico, el idealismo absoluto y el romanticismo, inspiradores a su vez de filosofías políticas absolutistas, dejaron atrás al ser humano como valor central para convertirlo en epifenómeno de otras potencias.

    Situación del HUMANISMO HISTORICO.

    El mundo europeo medieval prehumanista era un ambiente cerrado desde el punto de vista temporal y físico que tendía a negar la importancia del contacto que se daba, de hecho, con otras culturas. La historia, desde el punto de vista medieval, es la historia del pecado y de la redención; el conocimiento de otras civilizaciones no iluminadas por la gracia de Dios no reviste gran interés. El futuro prepara simplemente el Apocalipsis y el juicio de Dios. La Tierra es inmóvil y está en el centro del Universo, siguiendo la concepción tolomeica. Todo está circundado por las estrellas fijas y las esferas planetarias giran animadas por potencias angélicas. Este sistema termina en el empíreo, sede de Dios, motor inmóvil que mueve a todo. La organización social se corresponde con esta visión: una estructura jerárquica y hereditaria diferencia a los nobles de los siervos. En el vértice de la pirámide están el Papa y el Emperador a veces aliados, a veces en pugna por la preeminencia jerárquica. El régimen económico medieval, por lo menos hasta el siglo XI, es un sistema económico cerrado fundado en el consumo del producto en el lugar de producción. La circulación monetaria es escasa. El comercio es difícil y lento. Europa es una potencia continental encerrada porque el mar, como vía de tráfico, está en manos de bizantinos y árabes. Pero los viajes de Marco Polo y su contacto con las culturas y la tecnología del extremo oriente; los centros de enseñanza de España desde donde los maestros judíos, árabes y cristianos irradian conocimiento; la búsqueda de nuevas rutas comerciales que eluda la barrera del conflicto bizantino-musulmán; la formación de una capa mercantil cada día más activa; el crecimiento de una burguesía ciudadana cada vez más poderosa y el desarrollo de instituciones políticas más eficientes como los señoríos de Italia, van marcando un cambio profundo en la atmósfera social, y ese cambio permite el desarrollo de la actitud humanista (*). No se debe olvidar que ese desarrollo admite numerosos avances y retrocesos hasta que la nueva actitud se hace consciente.

    HUMANISMO MARXISTA.

    Es un caso de humanismo filosófico (*). El humanismo marxista se desarrolló especialmente en los años sucesivos a la Segunda Guerra Mundial por obra de un grupo de filósofos. Los expositores más representativos fueron: Ernst Bloch en Alemania, Adam Shaff en Polonia, Roger Garaudy en Francia, Rodolfo Mondolfo en Italia, Erich Fromm y Herbert Marcuse en los Estados Unidos. Estos autores trataron de recuperar y desarrollar el aspecto humanista que, según su interpretación, constituía la esencia misma del marxismo. Anterior-mente, Engels en su famosa carta a Bloch (1880), había subrayado que el marxismo había sido mal entendido y que había sido una equivocación el ver un determinismo absoluto y unilateral de las fuerzas productivas sobre la conciencia y las superestructuras. La conciencia, explicaba, reacciona a su vez sobre la estructura y es necesaria para la comprensión revolucionaria de las mutaciones de la estructura y de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales.

    Los marxistas humanistas destacaron la importancia de los textos de la juventud de Marx, sobre todo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, de la Ideología alemana y de la Crítica del derecho de Hegel, y otros de la madurez como los de la Teoría de la plusvalía. Estos filósofos se esforzaron en reinterpretar el pensamiento de Marx en una clave que no fuera estrictamente economicista y materialista (* Materialismo). Así dieron énfasis más que a los escritos de la madurez de Marx, como El Capital, a las obras juveniles descubiertas recién en la década del '30. Destacaron aquél pasaje de los Manuscritos en el que Marx dice: "... el hombre no es solamente un ser natural; es también un ser natural humano, o sea, un ser que es para sí, y luego un ser que pertenece a la especie humana. Como tal, él debe realizarse y confirmarse tanto en su ser como en su saber. Por esto los objetos humanos no son los objetos naturales como se presentan en modo inmediato... la naturaleza, tomada abstractamente, en sí, fijada en su separación del hombre, es para el hombre una nulidad". Marx dice, en el inicio de la exposición de su antropología en los Manuscritos: "Vemos aquí como el naturalismo o humanismo conducido al propio término, se distinga tanto del idealismo como del materialismo, y sea al mismo tiempo la verdad que une a ambos".

    Mondolfo explica que: "En realidad, si examinamos sin prejuicios el materialismo histórico, tal como nos resulta en los textos de Marx y Engels, debemos reconocer que no se trata de un materialismo, sino de un verdadero humanismo, que en el centro de cada consideración y discusión coloca el concepto del hombre. Es un humanismo realista (Rea-le Humanismus), como lo llamaron los mismos creadores, el cual trata de considerar al hombre en su realidad efectiva y concreta. Trata de comprender su existencia en la historia y de comprender a la historia como una realidad producida por el hombre a través de su actividad, de su trabajo, de su acción social, durante los siglos en los cuales se va desarrollando el proceso de formación y de transformación del ambiente en el que el hombre vive, y en el que se va desarrollando el hombre mismo, simultáneamente como efecto y causa de toda la evolución histórica. En este sentido encontramos que el materialismo histórico no puede ser confundido con una filosofía materialista". (* Antihumanismo filosófico y Marxismo-leninismo).

    HUMANISMO PRERRENACENTISTA.

    Algunos autores han dado esta designación al humanismo histórico occidental que comienza a desarrollarse desde mediados del siglo XI. Entre los exponentes de esta corriente se puede incluir a los poetas goliardos y a las escuelas de las catedrales francesas del siglo XII. Numerosos especialistas han destacado que ya en el humanismo pre-renacentista aparece una nueva imagen del ser humano y de la personalidad humana. A ésta se la construye y se la expresa por medio de la acción y es en ese sentido que se da especial importancia a la voluntad sobre la inteligencia especulativa. Por otra parte, emerge una nueva actitud frente a la naturaleza. Esta ya no es una simple creación de Dios y un valle de lágrimas para los mortales, sino el ambiente del ser humano y, en algunos casos, la sede y el cuerpo de Dios. Por último, ese nuevo emplazamiento frente al universo físico fortalece el estudio de los distintos aspectos del mundo material, tendiente a explicarlo como un conjunto de fuerzas inmanentes que no requieren para su comprensión de conceptos teológicos. Esto muestra ya una clara orientación hacia la experimentación y una tendencia al dominio de las leyes naturales. El mundo es ahora el reino del hombre y éste debe dominarlo por el conocimiento de las ciencias.

    HUMANISMO TEOCENTRICO.

    Es una posición caracterizada así por la similitud con algunas propuestas de otros humanismos, pero partiendo siempre de la idea de la divinidad. El humanismo cristiano (*) es un caso de humanismo teocéntrico. Manifestaciones de humanismo teocéntrico pueden ser observadas en las más diversas culturas.

    HUMANISMO UNIVERSALISTA.

    También llamado Nuevo Humanismo (*). Se caracteriza por destacar la actitud humanista (*). Dicha actitud no es una filosofía sino una perspectiva, una sensibilidad y un modo de vivir la relación con los otros seres humanos. El humanismo universalista sostiene que en todas las culturas, en su mejor momento (*) de creatividad, la actitud humanista impregna el ambiente social. Así, se repudia la discriminación, las guerras y, en general, la violencia. La libertad de ideas y creencias toma fuerte impulso, lo que incentiva, a su vez, la investigación y la creatividad en ciencia, arte y otras expresiones sociales. En todo caso, el humanismo universalista propone un diálogo no abstracto ni institucional entre culturas, sino el acuerdo en puntos básicos y la mutua colaboración entre representantes de distintas culturas, basándose en "momentos" humanistas simétricos (* Momento humanista). El ideario general de este humanismo está plasmado en el Documento del Movimiento Humanista. (* Humanista, documento).

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    Documento HUMANISTA, del Nuevo Humanismo

    Fue presentado ante la Segunda Internacional Humanista (*) y el Primer Foro Humanista (*) los días 7 y 8 de octubre de 1993 en Moscú. Constituye el ideario del Nuevo Humanismo (*). Está dividido en una introducción y seis parágrafos, a saber: 1. El Capital mundial; 2. La democracia formal y la democracia real; 3. La posición humanista; 4. Del humanismo ingenuo al humanismo consciente; 5. El campo antihumanista y 6. Los frentes de acción humanista.

    El texto completo del Documento, sigue a continuación:

    "Los humanistas son mujeres y hombres de este siglo, de esta época. Reconocen los antecedentes del humanismo histórico y se inspiran en los aportes de las distintas culturas, no solamente de aquellas que en este momento ocupan un lugar central. Son, además, hombres y mujeres que dejan atrás este siglo y este milenio, y se proyectan a un nuevo mundo.

    Los humanistas sienten que su historia es muy larga y que su futuro es aún más extendido. Piensan en el porvenir, luchando por superar la crisis general del presente. Son optimistas, creen en la libertad y en el progreso social.

    Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una nación humana universal. Comprenden globalmente al mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No desean un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad.

    Los humanistas no quieren amos; no quieren dirigentes ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de nadie. Los humanistas no quieren un Estado centralizado, ni un Paraestado que lo reemplace. Los humanistas no quieren ejércitos policíacos, ni bandas armadas que los sustituyan.

    Pero entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo.

    EL CAPITAL MUNDIAL

    He aquí la gran verdad universal: el dinero es todo. El dinero es gobierno, es ley, es poder. Es, básicamente, subsistencia. Pero además es el Arte, es la Filosofía y es la Religión. Nada se hace sin dinero; nada se puede sin dinero. No hay relaciones personales sin dinero. No hay intimidad sin dinero y aun la soledad reposada depende del dinero.

    Pero la relación con esa "verdad universal" es contradictoria. Las mayorías no quieren este estado de cosas. Estamos, pues, ante la tiranía del dinero. Una tiranía que no es abstracta porque tiene nombres, representantes, ejecutores y procedimientos indudables.

    Hoy no se trata de economías feudales, ni de industrias nacionales, ni siquiera de intereses de grupos regionales. Hoy se trata de que aquellos supervivientes históricos acomodan su parcela a los dictados del capital financiero internacional. Un capital especulador que se va concentrando mundialmente. De esta suerte, hasta el Estado nacional requiere para sobrevivir del crédito y el préstamo. Todos mendigan la inversión y dan garantías para que la banca se haga cargo de las decisiones finales. Está llegando el tiempo en que las mismas compañías, así como los campos y las ciudades, serán propiedad indiscutible de la banca. Está llegando el tiempo del Paraestado, un tiempo en el que el antiguo orden debe ser aniquilado.

    Parejamente, la vieja solidaridad se evapora. En definitiva, se trata de la desintegración del tejido social y del advenimiento de millones de seres humanos desconectados e indiferentes entre sí a pesar de las penurias generales. El gran capital domina no solo la objetividad gracias al control de los medios de producción, sino la subjetividad gracias al control de los medios de comunicación e información. En estas condiciones, puede disponer a gusto de los recursos materiales y sociales convirtiendo en irrecuperable a la naturaleza y descartando progresivamente al ser humano. Para ello cuenta con la tecnología suficiente. Y así como ha vaciado a las empresas y a los estados, ha vaciado a la Ciencia de sentido convirtiéndola en tecnología para la miseria, la destrucción y la desocupación.

    Los humanistas no necesitan abundar en argumentación cuando enfatizan que hoy el mundo está en condiciones tecnológicas suficientes para solucionar en corto tiempo los problemas de vastas regiones en lo que hace a pleno empleo, alimentación, salubridad, vivienda e instrucción. Si esta posibilidad no se realiza es, sencillamente, porque la especulación monstruosa del gran capital lo está impidiendo.

    El gran capital ya ha agotado la etapa de economía de mercado y comienza a disciplinar a la sociedad para afrontar el caos que él mismo ha producido. Frente a esta irracionalidad, no se levantan dialécticamente las voces de la razón, sino los más oscuros racismos, fundamentalismos y fanatismos. Y si es que este neoirracionalismo va a liderar regiones y colectividades, el margen de acción para las fuerzas progresistas queda día a día reducido. Por otra parte, millones de trabajadores ya han cobrado conciencia tanto de las irrealidades del centralismo estatista, cuanto de la falsedades de la democracia capitalista. Y así ocurre que los obreros se alzan contra sus cúpulas gremiales corruptas, del mismo modo que los pueblos cuestionan a los partidos y los gobiernos. Pero es necesario dar una orientación a estos fenómenos que, de otro modo, se estancarán en un espontaneísmo sin progreso. Es necesario discutir en el seno del pueblo los temas fundamentales de los factores de la producción.

    Para los humanistas existen como factores de la producción el trabajo y el capital, y están de más la especulación y la usura. En la actual situación los humanistas luchan por que la absurda relación que ha existido entre esos dos factores sea totalmente transformada. Hasta ahora se ha impuesto que la ganancia sea para el capital y el salario para el trabajador, justificando tal desequilibrio con el "riesgo" que asume la inversión... como si todo trabajador no arriesgara su presente y su futuro en los vaivenes de la desocupación y la crisis. Pero, además, está en juego la gestión y la decisión en el manejo de la empresa. La ganancia no destinada a la reinversión en la empresa, no dirigida a su expansión o diversificación, deriva hacia la especulación financiera. La ganancia que no crea nuevas fuentes de trabajo, deriva hacia la especulación financiera. Por consiguiente, la lucha de los trabajadores ha de dirigirse a obligar al capital a su máximo rendimiento productivo. Pero esto no podrá aplicarse a menos que la gestión y dirección sean compartidas. De otro modo, ¿cómo se podría evitar el despido masivo, el cierre y el vaciamiento empresarial? Porque el gran daño está en la subinversión, la quiebra fraudulenta, el endeudamiento forzado y la fuga del capital, no en las ganancias que se puedan obtener como consecuencia del aumento en la productividad. Y si se insistiera en la confiscación de los medios de producción por parte de los trabajadores, siguiendo las enseñanzas del siglo XlX, se debería tener en cuenta también el reciente fracaso del socialismo real.

    En cuanto a la objeción de que encuadrar al capital, así como está encuadrado el trabajo, produce su fuga a puntos y áreas más provechosas, ha de aclararse que esto no ocurrirá por mucho tiempo más ya que la irracionalidad del esquema actual lo lleva a su saturación y crisis mundial. Esa objeción, aparte del reconocimiento de una inmoralidad radical desconoce el proceso histórico de la transferencia del capital hacia la banca resultando de ello que el mismo empresario se va convirtiendo en empleado sin decisión dentro de una cadena en la que aparenta autonomía. Por otra parte, a medida que se agudice el proceso recesivo, el mismo empresariado comenzará a considerar es-tos puntos.

    Los humanistas sienten la necesidad de actuar no solamente en el campo laboral sino también en el campo político para impedir que el Estado sea un instrumento del capital financiero mundial, para lograr que la relación entre los factores de la producción sea justa y para devolver a la sociedad su autonomía arrebatada.

    II. LA DEMOCRACIA FORMAL Y LA DEMOCRACIA REAL

    Gravemente se ha ido arruinando el edificio de la democracia al resquebrajar-se sus bases principales: la independencia de poderes, la representatividad y el respeto a las minorías.

    La teórica independencia entre poderes es un contrasentido. Basta pesquisar en la práctica el origen y composición de cada uno de ellos, para comprobar las íntimas relaciones que los ligan. No podría ser de otro modo. Todos forman parte de un mismo sistema. De manera que las frecuentes crisis de avance de unos sobre otros, de superposición de funciones, de corrupción e irregularidad, se corresponden con la situación global, económica y política, de un país dado.

    En cuanto a la representatividad. Desde la época de la extensión del sufragio universal se pensó que existía un solo acto entre la elección y la conclusión del mandato de los representantes del pueblo. Pero a medida que ha transcurrido el tiempo se ha visto claramente que existe un primer acto mediante el cual muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que estos pocos traicionan a los muchos, representando a intereses ajenos al mandato recibido. Ya ese mal se incuba en los partidos políticos reducidos a cúpulas separadas de las necesidades del pueblo. Ya, en la máquina partidaria, los grandes intereses financian candidatos y dictan las políticas que éstos deberán seguir. Todo esto evidencia una profunda crisis en el concepto y la implementación de la representatividad.

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